Ya ha llegado el día. Ayer, en la Plaza Mayor, pudimos apreciar por fin la gran puesta en escena de la grandiosa obra de Carl Orff, "Carmina Burana", interpretada por la Orquesta Sinfónica y el Orfeón Ciudad de Cuenca y el coro de voces blancas Pedro Aranaz, dirigidos respectivamente por dos grandes músicos conquenses, Pedro Pablo Morante y Carlos Lozano. Como digo, una gran puesta en escena, sobre un escenario monumental situado en el lado del convento de las religiosas Justinianas, complementado con un buen espectáculo de luces y un maravilloso conjunto de bailarines, que interpretaron su actuación sobre las escaleras de la catedral, con el fin de reivindicar para Cuenca el futuro conservatorio profesional de música de Castilla-La Mancha (una de las pocas comunidades españolas que todavía no cuenta con una institución de estas características). El sonido fue espectacular, y la asistencia desbordó con creces las previsiones de los organizadores, pues con bastante tiempo de antelación se habían ocupado ya las mil quinientas sillas que se habían instalado en toda la Plaza Mayor, debiendo asistir al concierto multitud de público de pie. Hay que decir que dicho público se comportó, en líneas generales, bastante bien, a pesar de los leves abucheos que se dirigieron al principio en contra del presidente del ayuntamiento, organizador del evento, cuando se dirigió al púiblico con unas brevísimas y necesarias palabras.
Por otra parte, es de criticar la nula acogida que el concierto ha tenido por parte del Día de Cuenca , el único medio escrito de nuestra ciudad, en su edición de hoy; una vez más se ha demostrado que su director no trabaja por Cuenca, a pesar de lo que diga en su diario, sino sólo en beneficio propio, y que no le duelen prendas a la hora de mantener abierta su guerra particular contra el ayuntamiento, una guerra que empezó desde el mismo momento en que se produjo el cambio de gobierno.
Considero que todas las instituciones y entidades conquense deberían mantenerse unidas a la hora de pedir algo que puede ser bueno para Cuenca, como sucede con el conservatorio superior de música, y como puede ser también la candidatura de nuestra ciudad para la capitalidad europea de la cultura, más allá de esas rivalidades políticas que a todos nos perjudican.