En
la sociedad en la que vivimos hoy en día, seguramente igual que ha sucedido en
todas las sociedades anteriores, sea cual sea el tipo a la que esas sociedades
pertenezcan, puede resultar complicado apartarse de las posturas oficiales,
esas que han venido a llamarse “biempensantes”. Pero, ¿qué significa este
término en realidad, tan usado en la actualidad? A mi modo de ver no significa,
ni más ni menos, que cualquier persona es libre de pensar cualquier cosa que le
venga en gana siempre y cuando, eso sí, sus posturas no se alejen demasiado de
aquéllas que han sido consideradas por la mayor parte de la población dentro de
la más puras ortodoxia. Significa que un pensamiento .sólo puede ser
considerado bueno, y por lo tanto su autor es premiado con todo tipo de felicitaciones
sociales, cuando entra dentro de lo que la sociedad considera normal o propio.
Sin embargo, cualquier pensamiento heterodoxo, alejado de ese “biempensamiento”
social, es tildado por la sociedad, como mínimo, de locura o burla, después de
haber sido sometido a este nuevo tipo de inquisición moderna. Y sus
propietarios son marcados socialmente como locos, tontos, o incluso enfermos
sociales. Desde luego, ya no son enviados, como antaño, a las hogueras
inquisitoriales, pero sí a otro tipo de hogueras virtuales, no por ello menos
dolorosas e injustas.
Existen diferentes niveles de eso a
lo que yo he llamado “biempensamiento oficial”. A un nivel universal, por
ejemplo, podría considerarse dentro de este tipo de creencias todo lo que tiene
que ver con el famoso calentamiento global del planeta. Es cierto que en los
últimos años se están derritiendo los polos, que las selvas desaparecen a
marchas forzadas, que se producen terremotos e inundaciones, quizá más que en
otras épocas. Pero ¿es realmente el hombre, con toda su insignificancia en el
conjunto del universo, tan poderoso para derrotar mortalmente a la naturaleza?
Ni siquiera considero necesario aludir, como contrapartida a estas tesis, a los
diferentes periodos interglaciares que se sucedieron sobre el planeta hace
muchos miles de años, porque fenómenos parecidos, si bien no tan marcados, se
han venido repitiendo también en los tiempos históricos. Groenlandia, cuando
fue descubierta en el siglo X por pueblos vikingos procedentes de Islandia, fue
llamada con este término de origen danés que significa “tierra verde”. Por otra
parte, el grosor de los anillos fosilizados testifica que hasta el siglo XIII,
aproximadamente, la temperatura del planeta había permanecido, como ahora, en
un proceso de elevación, y que fue a partir de ese momento cuando el planeta
sufrió un repentino enfriamiento, hasta llegar en su periodo álgido a la
segunda mitad del siglo XIX. A partir de ese momento empezó a sufrir otra vez
por un proceso inverso de calentamiento, que si bien es cierto que en las
últimas décadas se está agravado por la emisión de CO2, no puede ser éste el
único factor que lo provoca. Y aunque está bien intentar limitar la emisión de
los gases que magnifican este calentamiento, no parece del todo claro que
podamos ser capaces de evitar este proceso que tanto nos preocupa.
A niveles regionales, y me estoy
refiriendo ahora en concreto a Cataluña, ahora que está tan de modo ese desafío
soberanista e independentista, el pensamiento “biempensante” está regido desde
las instancias políticas más cercanas al poder, y por eso es tan difícil
defender en Cataluña postulados opuestos a ese desafío. Después de tantos años
de una educación dirigida en beneficio de la soberanía catalana, ya no se contentan
con poder en boca de algunas personas que no piensan como ellos palabras que
nunca han dicho, tergiversando opiniones en su beneficio. Ni tampoco se
contentan con esas reinterpretaciones de la historia que son clásicas desde hace
muchos años (le Guerra de la Sucesión, el reino catalán, la traición a Companys
cuando el realidad el único traidor fue él,…)
Desde
un tiempo a esta parte, instituciones o asociaciones como la Asamblea Nacional
Catalana se han obstinado por catalanizar a personajes que nunca tuvieron nada
que ver con Cataluña, sólo por glorificar más la supuesta “nación catalana”.
Personajes como Cristóbal Colón, o el propio Miguel de Cervantes, y ahora han
rizado el rizo con nuevas aseveraciones que se refutan por sí mismas. Así,
según el pensamiento “biempensante” en Cataluña, por ejemplo, el único motivo
que movió a los militares que en 1936 se levantaron contra la república
(Segunda República Española, no lo olvidemos), fue el de hundir el estado
catalán. Y no contentos con ello, incluso, hacen un guiño al imperialismo,
catalán por supuesto, para asegurar que Carlos V nunca estuvo en el monasterio
de Yuste después de abdicar en beneficio de su hijo, Felipe II. Según este “biempensamiento”
oficial en Cataluña, donde el viejo emperador se retiró no fue otro lugar que
el convento barcelonés de Saint Jeroni de la Murtra. Incluso hablar de una
Cataluña romana, completamente diferente al resto del imperio romano incluso en
la misma península ibérica.
Soy
consciente de que al escribir estas líneas he podido atraerme la animadversión
de ese pensamiento oficial catalán defendido por la A.N.C.; eso en el caso de
que estas líneas hayan podido llegar hasta ellos, lo cual me alegraría
enormemente, pues significaría que han tenido una repercusión mayor de lo que
yo nunca hubiera imaginado. Lo otro, lo relacionado con el calentamiento global
del planeta, es más bien un asunto de opiniones.