En el Archivo Histórico
Provincial de Cuenca, y en concreto en su sección de Protocolos Notariales,
duermen miles de documentos que por sí mismos sólo tienen una importancia
relativa, pero que, estudiados en conjunto, pueden ayudar al historiador a
confeccionar la historia económica de nuestra ciudad en aquella época a la que
podríamos llamar del precapitalismo industrial Y es que durante los siglos
XVIII y XIX, se fue creando en todas las ciudades, también en Cuenca, una nueva
sociedad burguesa, que estaba formada por agentes de negocios, comerciantes e
industriales, que fueran creando en la ciudad, y en toda la provincia, una red
clientelar, un tejido económico e industrial que, si bien nunca llegó a
alcanzar cotas importantes en comparación con las de otros lugares del país,
contribuyó a una trasformación social de Cuenca y de toda su zona de
influencia. Un tejido industrial que, por otra parte, puede incluso parecer
importante si la comparamos con el tejido industrial y comercial que presenta
la ciudad en esta segunda década del siglo XXI.
Una industria precapitalista, la
conquense de los siglos XVIII y XIX, que abarca sectores de actividad
diferentes entre sí, algunos de ellos ya desaparecidos hace mucho tiempo del
tejido industrial de nuestra ciudad. Éste es el caso de la fabricación de jabón,
de la que tenemos algunas noticias correspondientes a la centuria decimonónica.
Así, el 1 de marzo de 1850 está fechado cierto contrato de compraventa entre
dos burgueses, nacidos ambos en la ciudad del Júcar, Amalio Ayllón y Ambrosio Yáñiz,
de la fábrica de jabón del que el primero era propietario desde tres años
antes. El documento, rubricado por uno de los notarios de más actividad en la
ciudad en aquella época, Isidoro Escobar, estipula, como no podía ser de otra
forma, tanto el lugar en el que se encontraba situada la fábrica en cuestión,
como las condiciones económicas del acuerdo entre ambos industriales[1].
En cuanto a la situación
geográfica en la que se encontraba la fábrica, se dice en el documento lo
siguiente: “Sito en la población, calle
de la Plazuela, bajo las escuelas gratuitas, que con ella linda al saliente y
mediodía, el corral del expresado edificio y jardines de la casa de los
herederos de don Félix Real y doña Juliana Soria, poniente el río Huécar y
norte el Real Pósito, inclusa la parte de corral que hay desde la fuente a la
fábrica, y cierra una pared parte del jardín, la cual le pertenece en propiedad.”
Así pues, el lugar es fácil de encontrar todavía en el entramado urbano de
la ciudad, a pesar de las modificaciones sufridas por ese espacio en los
últimos ciento cincuenta años: la llamada todavía Plazuela de las Escuelas, o
Plaza del Cardenal Payá, allí donde el obispo Palafox había fundado en los
últimos años de la centuria anterior una escuela pública, en el lugar donde
había estado en tiempos pretéritos la parroquia de San Vicente.
La fábrica había sido creada, o
adquirida tres años antes, el 6 de mayo de 1847, sobre las posesiones de los ya
citados Félix Real y Juliana Soria, propietarios todavía, o realmente sus
herederos, de los jardines adyacentes al edificio. Así lo hace saber el propio
vendedor al estipular las condiciones económicas del traspaso. En efecto, el
propio Amalio Ayllón lo había adquirido a las hijas y a los nietos del
matrimonio (Julián, Florencia, Elvira y María Rey; Petra, Antonia y Casimiro
Real), y se hallaba libre de hipotecas, aunque con un censo redimible de ocho
mil reales, más doscientos cuarenta reales de censos, sobre sus antiguos
propietarios. Obligación a la que, como no podía ser de otra forma, debería
corresponder a partir de ese momento su nuevo propietario, Ambrosio Yáñiz, y
que se sumaba al pago de los doce mil reales que correspondían a la propia
adquisición de la industria.
El contrato de compraventa, en sí
mismo, por lo que respecta a las citadas condiciones económicas, no es
demasiado minucioso; así, declara el vendedor lo siguiente: “Y así mismo declara que el justo precio y
verdadero de los del edificio, fábrica, jabón deslindado, con todos sus útiles
y efectos en él contenidos, son los doce mil reales líquidos, con más el
capital del censo del que se hace inscrito, que son ocho mil reales…” Y a
continuación prosigue el propio Amalio Ayllón: “Y desde hoy para siempre se aparta del servicio y posesión que tiene
sobre dicha finca, útiles y efectos, y los cede y renuncia en favor del citado
don Ambrosio Yáñiz, sus hijos, herederos y subcesores, dándoles amplia facultar
para que judicial y extrajudicialmente se apoderen de todo sin necesidad de
ningún otro derecho más que el otorgamiento de esta escritura, para lo que pide
a mí, el escribano de copia autorizada (de esta escritura), además de hacerlo
en este acto de la espresada, de imposición y venta a censo… Es condición que
además del año dado por el Ayllón a los censatarios, con cuya inteligencia ha
procedido a este contrato, lo ponga también el Yáñiz en conocimiento de los mismos a los efectos
consiguientes, entendiéndose que desde hoy es responsable el primero al pago de
los réditos vencidos de dicho censo, y el segundo para lo sucesivo, cuya
obligación y reconocimiento realizará en el mismo.”
Firmaban como testigos de la
compraventa Antonio Luque, Juan Lozano y Julián López, todos ellos vecinos de
Cuenca. Y por lo que respecta al futuro del edificio en cuestión, debió
permanecer ésta durante algún tiempo más en su función de fabricar jabón para
los conquenses de la segunda mitad del siglo XIX, aunque el tiempo, que todo lo
destruye, terminaría por hacerla desaparecer del tejido industrial de la
ciudad. El jardín del matrimonio formado por Félix Real y Juliana Soria, y
quizá también el propio edificio, al menos en parte, terminarían por
convertirse, en virtud de un nuevo planeamiento urbanístico, en una plaza más
amplia, cerrada por las calles de San Vicente y de la Moneda. La fuente de la
que se habla en el documento, sin embargo, permaneció algún tiempo más que el
jardín y el edificio, aunque también terminó por correr la misma suerte que
estos.