viernes, 5 de octubre de 2018

Apuntes para una literatura judeo-conquense


La historia, o más bien los historiadores, pecamos muchas veces de ególatras, incluso de supremacistas, esa fea palabra que en los últimos años se ha puesto tanto de moda por culpa de ciertas políticas que se podrían tildar de fascistas. Por eso, a menudo falta en las crónicas de los tiempos pasados referencias a los logros de otras gentes que también son parte de nosotros. Por eso, a menudo faltas en los diccionarios biográficos referencias a esos hombres que son también parte de nuestra historia. Y es que lo judíos, como los cristianos y también los musulmanes, forman parte de esa España, medieval y moderna, que muchas veces les olvida. En efecto, los protagonistas de esta nueva entrada fueron también tan conquenses como nosotros mismos. Algunos de ellos nacieron en la propia ciudad de Cuenca o se criaron entre sus casas, entre esos dos ríos que conforman las dos hoces de Cuenca. Otros nacieron ya lejos de la ciudad del Júcar, por culpa de la represión de una sociedad que no era diferente de otras sociedades europeas.

Ángel Sáenz-Badillos y Judit Targarona Borrás, en su Diccionario de Autores Judíos, cita a dos escritores judíos que eran oriundos de nuestra ciudad. El primero, Abraham ben Moseh ha-Kohen, era descendiente de una familia sacerdotal que se había establecido en Cuenca, ciudad en la que nació, y que tendría que abandonar a la edad de veinte años, como el propio reino de Castilla, presionado por el edicto de expulsión de los Reyes Católicos de 1492. Se estableció así en la península italiana, primero en la ciudad de Ferrara y más tarde en Bolonia. Allí sería conocido como “el sefardí”. En Bolonia ejerció como rabino, al igual que lo habían sido algunos de sus antepasados, interviniendo muy activamente en los debates teológicos entre los miembros de su religión. Entre sus obras, que se conservan manuscritas, además de varios sermones, figura cierto comentario al Comentario al Pentateuco, de Rasi. 

Miembro de la misma familia conquense, yerno en realidad, aunque hay que tener en cuenta que el apellido Kohen (o Cohen, tal y como se ha actualizado), fue Josef ha-Kohen, aunque éste nació ya en tierras lejanas. Al contrario que la otra parte de la familia, y después de haber vivido en la judería de Huete en la última etapa previa a la expulsión, su familia paterna se dirigió primero a tierras francesas, a Aviñón, ciudad en la que su padre conocería a una judía de origen aragonés, con la cual contrajo matrimonio al poco tiempo. Allí nació Josef en 1496, y poco tiempo después se trasladaría a Italia, donde vivió en varias ciudades, entre ellas Bolonia, ciudad en la cual, sin duda, conoció y se casó con la hija del ya citado Abraham. Después se trasladó a Génova, donde ejerció como médico, y donde murió, poco tiempo después de 1579.

Sobre su obra dicen lo siguiente los dos coautores del diccionario ya citado: “Se dedica sobre todo a escritos históricos. El más conocido es el Emeq-ha-hakah, terminado en 1558, haciendo la crónica de los principales sucesos que afectan al pueblo judío desde la destrucción del Segundo Templo hasta 1573. Letteris la publicó en Viena en 1852. P. León Tello la tradujo al castellano (1964). Escribió además algunos poemas y cartas, tradujo obras geográficas e históricas, entre ellas algunas referentes a la conquista de América, como el Sefer Fernando Cortés, tomada probablemente de la Historia General de las Indias, de Francisco López de Gomara.”

Los sefardíes, judíos descendientes de aquellos españoles que tuvieron que abandonar el país en 1492, manteniendo vivo el lenguaje de sus mayores, el ladino, se sintieron durante mucho tiempo tan españoles como aquellos que, por su religión cristiana, se mantuvieron dentro de España. Se dice incluso que cada uno guarda todavía la llave que sus antepasados tenían antes de abandonar el país. Por ello, no es un despropósito absoluto citar casi como conquense a todo un premio Nobel de literatura, como es Elías Canetti. Nacido en 1905 en la ciudad búlgara de Ruse, la antigua Rustschuk, era descendiente de una familia sefardí originaria de Cañete, lugar al que quiso volver después de haber ganado el premio Nobel en 1981, y que el año siguiente le proclamó como hijo adoptivo y dio su nombre a su biblioteca pública. Y es que fue él mismo quien, en unas declaraciones a la prensa, proclamó a los cuatro vientos su origen conquense, sin que nadie en Cuenca, ni siquiera en Cañete, hubiera sospechado hasta entonces el entronque genealógico del genial novelita búlgaro.

Elías Canetti falleció en Zurich (Suiza) el 14 de agosto de 1994, pero para entonces, la provincia de Cuenca pudo contar con un ilustre escritor, un ciudadano del mundo, pues si sus antepasados tuvieron que huir desde Cañete a Bulgaria, pasando por antes por la ciudad italiana de Livorno, su familia también fue siempre emigrante, primero a Inglaterra, en 1911, después a Austria, y finalmente, en 1914, a Suiza.