En
alguna entrada anterior de este blog ya he hablado de los Acuña, herederos del
linaje portugués de los Cunha, que tuvieron que emigrar a Castilla a raíz de la
guerra civil que instaló en el trono del país vecino a la nueva dinastía de los
Avis. Uno de los descendientes de este linaje fue Lope Vázquez de Acuña, a
quien el monarca castellano, Enrique III, entregó en recompensa de sus
servicios los señoríos de Buendía y Azañón, en las actuales provincias de
Cuenca y Guadalajara. Éste contrajo matrimonio con Teresa Carrillo de Albornoz,
descendiente de uno de los más preclaros linajes conquenses, heredando de esta
forma gran parte de los señoríos que la familia tenía en diversos pueblos de la
serranía y de la alcarria, así como el cargo de regidor perpetuo de la ciudad.
Uno de sus hijos fue Pedro Vázquez de Acuña, quien sería premiado a su vez por
el infante Alfonso con el condado de Buendía, convirtiéndose de esta forma en
el único título concedido por el infante castellano en los escasos años que
éste se mantuvo en el poder, después de la llamada “farsa de Ávila”. Uno de los
hijos de este Pedro Vázquez de Acuña fue, a su vez, el protagonista de esta
nueva entrada, Fernando de Acuña, gobernador del reino de Galicia y virrey de
Sicilia.
No
se conoce bien el lugar dónde nació este Fernando de Acuña, olvidado por gran
parte de los historiadores. Pudo hacerlo, como lo hizo su abuelo y sin duda
también lo hizo su padre, en la propia capital conquense, o en Buendía, la
capital de su territorio condal. Pudo hacerlo en Carrascosa del Campo, lugar
que también era propiedad de la familia, y en el que al parecer nació su tío,
Alonso Carrillo de Albornoz, uno de los eclesiásticos más poderosos de su
época, que llegó a alcanzar incluso el arzobispado de Toledo y determinó, junto
a otros conquenses como el marqués de Villena o Andrés de Cabrera, gran parte
de la política castellana de la segunda mitad del siglo XV. Pudo haber nacido
incluso en algún lugar fuera de la provincia de Cuenca, como en Dueñas, en la
de Palencia, lugar en el que la familia también tenía un señorío, en esa misma
casa familiar, hoy en ruinas, en la que nació en 1470 la hija primogénita de
los Reyes Católicos, Isabel, reina consorte de Portugal por su matrimonio con
Manuel I, en la que Fernando “el Católico contrajo su segundo matrimonio con Germana
de Foix, o en la que se alojaron personajes tan influyentes como el propio
emperador, Carlos I. Lo que sí es seguro es que, naciera donde naciera, nuestro
personaje llevaba la misma sangre conquense que todos los miembros de su
linaje.
Su
padre, como se ha dicho, fue Pedro de Acuña, primer conde de Buendía, uno de
los hombres más fieles al rey Juan II, de quien fue guardia mayor, y su madre
fue Inés de Herrera, que a su vez era hija del mariscal de Castilla y señor de
Ampudia, Pedro García de Herrera. Como gobernador y justicia mayor del reino de
Galicia, cargo para el que fue nombrado en el mes de agosto de 1480, cuando era
capitán de los ejércitos reales, tenía potestad para juzgar todas las causas,
civiles y criminales, que estuvieran pendientes en el reino. Tenía a su cargo
al licenciado García López de Chinchilla, como juez auxiliar, y a Luis Mudarra,
como jefe de una guarnición de trescientos hombres, que lograron pacificar
Galicia en un momento complicado, cuando las revueltas contra el trono se
sucedían, logrando de esta forma devolver el reino de Galicia al poder del rey
de Castilla. Logró de esta forma, en primer lugar, someter en 1482 al arzobispo
de Santiago de Compostela, Alonso II de Fonseca, quien había logrado sublevar a
los concejos uy los señoríos propios del arzobispado, y más tarde hacer lo
propio con las revueltas de Lugo, La Coruña y Mondoñedo.
En
1483, después de haberse ausentado de Galicia para servir con su propia persona
directamente a los Reyes Católicos, tuvo que regresar a Galicia para hacer
frente a un nuevo rebrote de revueltas, que estaban lideradas ahora por el
mariscal Pedro Pardo de Cela, a quien derrotaría definitivamente el 7 de
diciembre de ese mismo año. Y en 1844 fue sustituido en el gobierno de Galicia
por Diego López de Haro, aunque sus servicios a la corona de Castilla no
terminaron con este hecho. Entre 1485 y 1486 mandaba las tropas que lograron
sofocar un nuevo levantamiento en Ponferrada, levantamiento que se había
iniciado después del fallecimiento de Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos. En
1487 participó también en la conquista de las ciudades de Vélez y Málaga, en el
marco de las guerras de Granada, donde permaneció, según algunos autores, hasta
la toma definitiva de la capital nazarí en 1492.
Fernando
de Acuña se casó con María Dávila, dama de Isabel “la Católica” que era viuda
desde 1479 de Hernando Núñez de Arnalte, tesorero de los Reyes Católicos y
pertenecía a su vez a uno de los linajes más poderosos de la ciudad de Ávila.
El matrimonio anterior de la dama no había tenido hijos, y el propio Fernando
de Acuña ayudó a su nueva esposa y a fray Tomás de Torquemada, a cumplir las
mandas testamentarias del primer esposo de ella: la fundación del convento
dominico de Santo Tomás, en la capital abulense. No sería ésta, sin embargo, la
única fundación pía de la familia en la ciudad del Adaja, pues a la muerte de
su segundo esposo, sería la propia María Dávila la que procedería también a la
fundación, en la casa de Villadei, a veinte kilómetros de la ciudad, del monasterio
de Santa Clara, el popularmente conocido monasterio de Las Gordillas.
Tumba de Francisco de Acuña en la catedral de Catania (Sicilia).
Fotografía extraída del blog "Conti di pánico":
Fotografía extraída del blog "Conti di pánico":
http://contedipanico.blogspot.com/2018/03/fernando-de-acuna-tio-de-jorge-de.html?spref=pi
En
1488, los Reyes Católicos nombraron a Fernando de Acuña virrey de Sicilia. No
se sabe si el matrimonio se dirigió a la isla inmediatamente después de su
nombramiento, con el fin de tomar posesión del virreinato, o si esperaron
primero a que se realizara la toma de Granada a los musulmanes, en la que el
nuevo virrey estaba participando. Lo que sí es cierto es que el matrimonio se encontraba
ya en ese año de 1492 en Catania, lugar en el que Fernando de Acuña falleció a
finales de 1494 o en los primeros meses del año siguiente, según las diferentes
versiones. Parece ser que la causa del fallecimiento fue algún tipo de veneno
que le suministró alguno de sus enemigos en la isla. Fue enterrado en la
iglesia de Santa Águeda de la capital siciliana, Catania, y después de su
fallecimiento, su esposa María regresó inmediatamente a Castilla, retirándose
en su ciudad de Ávila, donde procedió inmediatamente a fundar el ya citado
convento de Las Gordillas.
No
fue éste el único hijo de Pedro Vázquez de Acuña. El primogénito, llamado
también, como su abuelo, Lope Vázquez de Acuña, adelantado de Cazorla, sucedió
a su padre, a partir de 1482, tanto en el condado de Buendía como en los
diferentes señoríos repartidos por las provincias de Cuenca y Guadalajara, y
también en el de Dueñas. Luis de Acuña, caballero de la orden de Santiago y
señor de Agramonte, falleció en 1522, soltero y sin hijos, en la casa familiar
de Dueñas, como un hombre virtuoso y humilde. Por su parte, su hermano Alonso
Carrillo de Acuña, se dedicaría a la Iglesia, llegando a ocupar el obispado de
Pamplona entre 1473 y 1491; se sabe que este Alonso Carrillo de Acuña, a quien
no hay que confundir con su tío, Alonso Carrillo de Albornoz, ni con otros
prelados de este linaje que compartieron con él el mismo nombre el pila, había
nacido en la propia capital conquense.
También
tuvo Fernando de Acuña dos hermanas, que entrelazaron vínculos familiares con
importantes linajes castellanos. María de Acuña se había casado en 1456 con
Juan Pérez de Viveiro, a quien Enrique IV concedería después el título de
vizconde de Altamira. En su casa de Valladolid, el conocido palacio de los
Vivero, fue donde los Reyes Católicos contrajeron matrimonio en 16 de octubre
de 1469, matrimonio en el que la propia María ejercería de madrina. Por su
parte, su hermana Leonor de Acuña contrajo también matrimonio con Pedro
Manrique de Lara, segundo conde de Paredes de Nava y señor de las Cinco Villas
de Alcaraz, quien a su vez era hijo de Rodrigo Manrique de Lara, maestre de la
orden de Santiago en Uclés, y de Mencía de Figueroa. Era, por lo tanto, hermano
de Jorge Manrique, el famoso poeta de las Coplas,
que fue herido en Castillo de Garcimuñoz, luchando contra las tropas de Juan
Pacheco, marqués de Villena, desde donde fue conducido para morir al campamento
de las tropas reales, que estaba instalado en el pueblo cercano de Santa María
del Campo Rus.