Si la semana pasada hablé en este
mismo blog sobre la figura de Alfonso Clemente de Aróstegui, prelado doméstico
del papa Benedicto XIV, auditor de la Rota romana y embajador interino de
España en la Santa Sede, hoy lo voy a hacer sobre otros miembros de esta misma
familia, que se estableció en Cuenca a mediados del siglo XVIII, procedente del
pueblo manchego de Villanueva de la Jara, precisamente en esas mismas fechas en
las que el diplomático se encontraba en la cumbre de su poder político y
religioso. La misma rama del linaje que terminaría por transformarse en los
Cuba por falta sucesiva de herencia masculina, y que llegaron a fundar, en la
centuria siguiente, un panteón familiar y una fundación educativa en el enclave
cercano de Molinos de Papel Una rama del linaje familiar, en fin, que arranca
de uno de los hermanos del propio Alfonso Clemente de Aróstegui, quien había
heredado el mayorazgo que la familia tenía en ese pueblo de la Manchuela: José
Clemente de Aróstegui y Cañabate.
Y es que el primogénito, Pedro,
había decidido dedicarse a la Iglesia. En efecto, nacido también en Villanueva
de la Jara en 1680, había llegado en la década de los años treinta de la
centuria siguiente, a ocupar los cargos de tesorero de la catedral de Toledo y
gobernador eclesiástico de la misma catedral primada durante el obispado del
infante Luis de Borbón, y en los años siguientes llegó a ocupar la mitra de
Burgo de Osma, al tiempo que era nombrado arzobispo de la diócesis extinta de
Larisa, una ciudad antigua que había estado situada en la antigua región griega
de Tesalia. Los dos hermanos, y también el diplomático, Alfonso, eran hijos de
Pedro Clemente de Aróstegui y Garrido y de Isabel Cañabate y Moragón, nacidos
ambos también en el mismo pueblo de Villanueva de la Jara, donde contrajeron
matrimonio en diciembre de 1677. Ambos eran miembros de la baja nobleza
manchega; consta en el Archivo Histórico Nacional, en su sección de Órdenes
Militares, la declaratoria de hidalguía correspondiente al propio José Clemente
de Aróstegui, el hijo, firmada en el palacio del Buen Retiro de Madrid por el
rey Fernando VI, fechada el 14 de marzo de 1747[1].
José Clemente de Aróstegui, como
se ha dicho, nació en Villanueva de la Jara a lo largo de la década de los años
ochenta del siglo XVII, o muy poco tiempo después; el hermano mayor, el futuro
obispo Pedro, había nacido en 1680, y el menor, el diplomático, lo haría en
1698. En 1719 contraía matrimonio en Buenache de Alarcón con Quiteria Antonia
Salonarde, quien descendía de una de las familias más ricas de ese pueblo
conquense. En efecto, en un testamento que la propia Quiteria Antonia Salonarde
redactó en 1743, consta la fundación por ella de cierto mayorazgo, formado por
siete rebaños de ovejas, que en su totalidad sumaban una cantidad cercana a las
cincuenta mil cabezas de ganado, fundación que luego sería ratificada, en el
mes de diciembre de 1753, en un nuevo testamento también redactado por ella
misma. La fundación aparece recogida en una escritura otorgada por sus cinco nietos,
hijos a su vez de su hijo primogénito, Antonio Clemente de Aróstegui, firmada
el 8 de octubre de 1791 ante el notario José Félix de Navalón.[2]
Del matrimonio entre José Clemente de Aróstegui y Quiteria Salonarde nacieron
un total de siete hijos, cuatro varones (Antonio, José, Rafael y Benito), y
tres mujeres (Josefa, Catalina e Isabel, aunque ésta última falleció pronto).
A su muerte, el patronato sería
heredado por su hijo primogénito, Antonio Clemente de Aróstegui, quien quizá
fue el primero de la familia que se estableció en la capital conquense. En todo
caso, en el año 1750 pasó a incorporarse a la lista de los regidores perpetuos
de la ciudad, en sustitución de su suegro Fernando de Herrera. Mientras tanto,
al menos dos de sus hermanos varones, Pedro y Rafael Clemente de Aróstegui,
como lo habían hecho antes algunos de sus tíos, habían decidido integrarse en
la Iglesia, llegando a ocupar ambos cargos de cierta relevancia en el cabildo
catedralicio, especialmente el primero, quien fue capellán mayor de la capilla
del Espíritu Santo y canónigo del cabildo. Por su parte, Rafael redactó
testamento en el mes de septiembre de 1805, en la casa de morada de su hermano
Pedro, y fallecería poco tiempo más tarde.
Volviendo a la figura de Antonio
Clemente de Aróstegui, éste contrajo matrimonio en 1747, en la propia capital
conquense, con Josefa Juliana de Herrera y Salonarde, quien a su vez era hija
de Alfonso de Herrera y Antequera, regidor perpetuo de la ciudad y alguacil
mayor del Santo Oficio de la Inquisición, y de Ana Josefa Salonarde. Dicho
Alfonso de Herrera y Cenizales había adquirido ambos cargos, a su vez, en 1725,
en sustitución de José de Sancha y Ayala. El suegro había nacido en Villanueva
de la Serena, en la provincia de Badajoz, pero se había establecido en la
capital conquense desde 1725, año en el que había contraído matrimonio, y en
ese año, además, adquiría el oficio de regidor de la ciudad y el reconocimiento
como hijosdalgo.
Y respecto a Ana Josefa, ésta era
en realidad hermana de la propia esposa de José Clemente de Aróstegui, la ya
citada Quiteria Antonia Salonarde, por lo que era, además, tía de nuestro
protagonista. Ambas eran hijas de Benito Salonarde Torres y Catalina Salonarde
Cerrillo, primos por su parte entre sí, y como se ha dicho, y descendían de una
rica familia radicada en el pueblo de Buenache de Alarcón, que habían obtenido
toda su fortuna gracias a la ganadería y a la trashumancia. Tal y como se ha
dicho, la familia era propietaria de una gran cantidad de rebaños de ganado
lanar, y también poseían de una casa de esquileo que estaba situada en el lugar
de Molinos de Papel, cerca de la capital, junto a la que habían creado una de
las tradicionales fábricas de papel que había dado nombre al lugar. A la muerte
del padre, sin descendencia masculina, fue la propia Quiteria Antonia quien pasó
a gestionar directamente todo el patrimonio familiar, que a través de ella
primero, y después también de su hermana, Ana Josefa, terminarían heredando los
descendientes de Antonio Clemente de Aróstegui[3]. Y
es que tampoco llegó a tener más descendencia, a pesar de haber contraído, a la
muerte del ya citado José Clemente de Aróstegui, un nuevo matrimonio con José
de Sancha y Ayala, miembro también de las élites ganaderas conquenses, y
antecesor, como ya se ha dicho, de la regiduría que acabaría heredando el
propio Antonio.
Consta en el Archivo Histórico
Provincial de Cuenca un codicilo firmado por Ana Josefa Salonarde el 7 de marzo
de 1780, un añadido a su testamento anterior, que había redactado el 31 de
agosto del año anterior. En el documento hacía constar que en ese momento era
viuda, y que su yerno y sobrino, Antonio Clemente de Aróstegui, era en ese
momento, además, administrador de rentas de la ciudad, y caballero pensionado
de la Real Orden de Carlos III. Por otra parte, reconocía la importante deuda
que éste había contraído con ella, quince mil reales por una parte y veintiún
mil reales por otra. Sin embargo, destinaba la totalidad de ambas deudas para
dos de sus nietos, hijos de Antonio: para la dote matrimonial de Manuela
Clemente de Aróstegui, y para el proceso abierto con el fin de que Antonio José
Clemente de Aróstegui, el primogénito pudiera ser nombrado caballero de la
orden de Santiago[4].
En febrero de 1789, Antonio Clemente
de Aróstegui ya había fallecido, tal y como hace constar su viuda, Josefa
Juliana de Herrera y Salonarde, en un poder que había firmado ante el notario
José Félix Navalón, quien además era también administrador de los bienes que la
familia tenía en la provincia[5].
Se trataba el documento de una escritura de poder en favor de Alfonso Núñez de
Haro, miembro del consejo de Su Majestad y arzobispo de la ciudad de México, en
Nueva España, para que éste le pudiera adelantar a su hijo, el ya citado
Antonio José Clemente de Aróstegui, la cantidad de ocho mil pesos, que debían
destinarse para el regreso de éste a la península, desde tierras americanas.
Consta en el documento que el hijo era ya caballero de la orden de Santiago, y
que había sido capitán del regimiento de infantería de Aragón. Por su parte, la
otra persona citada en el documento, Alonso Núñez de Haro y Peralta, era uno de
los miembros de la alta jerarquía eclesiástica: nacido a su vez en el pueblo
conquense de Villagarcía del Llano, un lugar muy cercano a la villa de origen
de la familia Clemente de Aróstegui, en 1728, había sido nombrado arzobispo de
México en 1771, llegando incluso a ocupar el cargo de virrey interino de Nueva
España entre los meses de mayo y agosto de 1787, a la muerte de su titular,
Bernardo de Gálvez y Madrid.
El 14 de abril de 1789, Josefa
Juliana de Herrera hacía testamento, en el que, entre otros asuntos, solicitaba
ser enterrada en el convento de franciscanos descalzos de San Pedro de
Alcántara, a las afueras de la ciudad, junto a la ermita de Nuestra Señora de
las Angustias, y muy cerca de la ribera del río Júcar; allí estaban enterrados
también su esposo y otros miembros de la familia Clemente de Aróstegui. Por el
documento sabemos que pertenecía a la hermandad mariana radicada en la ermita
cercana, y que su hijo, a quien donaba, entre otros objetos de valor, la
cantidad de tres mil reales y una escultura de San Antonio que se encontraba en
el oratorio particular de la familia, aún no había regresado para entonces de
las Indias[6].
Su fallecimiento se produciría el
26 de enero del año siguiente, por lo que el 8 de octubre de 1791, los seis
hijos del matrimonio se presentaban otra vez ante el mismo escribano, José
Félix Navalón, con el fin de solucionar los asuntos relativos al mayorazgo que
había fundado la abuela, Quiteria Salonarde. El matrimonio entre Antonio
Clemente de Aróstegui y Josefa Juliana de Herrera y Salonarde, además del
primogénito, Antonio José, quien para entonces ya se encontraba de regreso en
la península, contaba con una hija, la ya citada Manuela, y otros cuatro
hermanos varones: Manuel, presbítero; Fernando, teniente de navío en la Armada,
destinado en Cartagena; y Pedro y José Eusebio, clérigos ambos, ordenados para
entonces de menores[7].
Sin embargo, poco tiempo más le
quedaría de vida al primogénito de la familia, quien, el 12 de enero de 1798,
otra vez ante el mismo escribano familiar, redactaba testamento. En el
documento dice haber nacido en la ciudad de Madrid, pero que nunca había perdido
la vecindad conquense. Por otra parte, desea ser enterrado también, tal y como
lo había hecho su padre, en el mismo convento de San Pedro de Alcántara, de
franciscanos descalzos, vestido con uniforme militar y con el manto capitular
de la orden de Santiago, a la que pertenecía. Expresa también haber estado
casado con María Francisca Neulant y Morón, natural de Gandía, en el reino de
Valencia, quien había fallecido el 22 de diciembre del año anterior.
Finalmente, declara tener una única hija, María Josefa Rita Clemente de
Aróstegui Neulant, que en ese momento es todavía menor de edad, a la que hace
heredera universal de todos sus bienes[8].
En efecto, en ese mismo protocolo notarial figura también el testamento de la
propia María Francisca Neulant, hija de Enrique Neulant y de Mariana Morón,
redactado apenas dos días antes de su fallecimiento.
Antonio José murió el 24 de
septiembre de 1800, pero antes de su fallecimiento se había casado en segundas
nupcias con Nicolasa Hernán, hija del administrador general de rentas de la
ciudad, en cuyo cargo había sustituido algunos años antes a su padre, Antonio
Clemente de Aróstegui y Salonarde, para lo que había hecho un depósito en
metálico de treinta mil reales. No obstante, el fallecimiento de nuestro
protagonista, sin haberle dado tiempo antes de tener descendencia tampoco de
este segundo matrimonio, dejó a la única hija de su primer matrimonio, la
citada María Rita, como única heredera de un rico patrimonio familiar.
Sin embargo, antes de hablar de
la única hija que Antonio José tuvo en su matrimonio, creo conveniente pasar a
referir algunos datos sobre el resto de sus hermanos. Manuel Clemente de
Aróstegui, quien en algunos documentos figura también como José Manuel Clemente
de Aróstegui, era capellán mayor de la capilla del Espíritu Santo, que habían
fundado en el siglo XVI Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y virrey
de Perú, como también lo habían sido otros miembros de la familia, su tío, el
ya citado José Clemente de Aróstegui Salonarde. Fue también, como éste,
familiar del Santo Oficio, habiendo heredado de su padre, según algunos
documentos, el cargo de regido perpetuo del ayuntamiento conquense, a pesar de
su pertenencia al estamento eclesiástico, aunque inmediatamente lo vendió en la
cantidad de mil quinientos reales. Había nacido también en Madrid, como su
hermano mayor, e hizo testamento el 17 de junio de 1797. Sin embargo, aún debió
vivir algún tiempo más, pues firmó algunos documentos como apoderado de su
sobrina, María Rita, tal y como era el deseo de su padre.
Por lo que se refiere a Fernando
Clemente de Aróstegui, éste decidió seguir la carrera militar de su padre, pero
ahora en la Armada. Había nacido ya en la ciudad de Cuenca, al contrario que
sus hermanos, donde fue bautizado el 24 de mayo de 1756, y el 30 de marzo de
1792 ingresaba en la Real Orden Militar de Alcántara[9].
Por su parte, los dos hermanos más jóvenes, Pedro y José Eusebio, de los que se
sabe que habían obtenido ya las órdenes menores en 1791, probablemente
terminaron también, como sus tíos, ocupando cargos de consideración en el
cabildo catedralicio, y en su capilla del Espíritu Santo; probablemente
nacieron ambos también en la capital conquense, donde su padre era ya miembro
de la lista de regidores perpetuos. Y por lo que respecta a la única hermana de
nuestro protagonista, Manuela, poco más es lo que se puede decir con seguridad,
más allá de que su muerte debió producirse antes de que ella pudiera haber llegado
a contraer matrimonio.
Pero volviendo a la única hija de
Antonio José Clemente de Aróstegui, María Josefa Rita, ésta había quedado
huérfana a una edad bastante temprana, quedando como tutor y curador de la
niña, como ya se ha dicho, su tío, Manuel Clemente de Aróstegui. Por este
motivo, éste firmaba en mayo de 1803 un poder para los procuradores de la Real
Chancillería de Granada, por un asunto relacionado con “los molinos del ingenio de hacer papel, sito al margen del río Huécar,
jurisdicción de esta ciudad”[10]. Se trataba de la fábrica de papel que
se hallaba en la aldea conocida precisamente con el nombre de Molinos de Papel,
que formaba parte del vínculo que había fundado su bisabuela, Quiteria Antonia
Salonarde, y que antes de ella habían disfrutado tanto su padre como su abuelo.
En aquellos años, la fábrica era trabajada en régimen de arrendamiento, tal y
como consta en la escritura firmada en 1795 entre el propio Clemente de
Aróstegui, en representación de su sobrina, y el arrendador de ese año, José
Sierra[11]. Habiendo
cumplido los doce años de edad, y aunque la ley le autorizaba a emanciparse de
su tutor, María Rita Clemente de Aróstegui se presentó ante el tribunal para
que éste volviera a ratificar a su tío como curador, tal y como lo había sido
deseo de su padre, en un documento que fija el nacimiento de la niña en el año
1795, apenas dos años antes del fallecimiento de su madre[12].
Algunos años más tarde, María
Rita contraería matrimonio con Félix de la Cuba Aguirre, quien a su vez era
hijo de Pedro de la Cuba y Avellaneda y de María Teresa de Aguirre. Así consta
en la escritura de partición, firmada el 20 de mayo de 1820, entre éste y dos
de los hermanos de su esposa, José Eusebio y el propio Manuel Clemente de Aróstegui.
En el documento se hace mención también a otro de los hermanos, Pedro Clemente
de Aróstegui, que había fallecido el 19 de junio del año anterior sin haber
redactado testamento, y en él figuran también como fallecidos el resto de los
hermanos de su padre. En el documento se recoge también la posesión, dentro del
patrimonio familiar, de diferentes bienes, como el llamado molino de Contreras,
y un importante capital, tanto en efectivo, como en vales reales, así como
algunas obras de arte y joyería, y en el figuran ya como fallecidos el resto de
los hermanos de su padre[13]. Por el testamento del propio Pedro de la Cuba
y Avellaneda, que había redactado en julio de 1811 ante el notario Pablo Román
y Ramírez, sabemos que el marido de María Rita era hijo único, y que había
nacido antes de 1786, pues en ese momento tenía más de veinticinco años.
De este matrimonio nacería la
heredera universal de todo el patrimonio familiar, Gregoria de la Cuba y
Clemente, incluidos también los molinos de papel de la ribera del río Huécar.
En el lugar, junto a su casa familiar, fundó un importante panteón, en el que
ordenó enterrarse, junto a sus padres y hermanos. Fundó también una escuela para
niños, pero ahí no termino su labor filantrópica: entre otras facetas de su
importante labor benéfica, pensionaba a artistas jóvenes sin recursos, concedía
dotes a doncellas humildes, y entregaba sus haciendas a los campesinos pobres,
a cambio de una renta muy pequeña, bastante inferior al valor de las
contribuciones. Falleció el 3 de noviembre de 1896, y fue enterrada, tal y como
era su deseo, en el panteón familiar que ella misma había mandado construir en
Molinos de Papel. En el interior del edificio se conservan algunos cuadros
importantes del pintor madrileño Manuel Domínguez Sánchez, quien fallecería en
Cuenca en 1906, durante una visita a su amigo, José Cobo, y está enterrado en
el cementerio municipal de la ciudad.
[1] https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2015/12/los-clemente-de-arostegui-de-villanueva.html.
Historia del corregimiento de San Clemente. Blog personal de Ignacio de la Rosa
Ferrer. Entrada correspondiente al 29 de diciembre de 2015. Consultado el 27 de
noviembre de 2018.
[2] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1440.
[3] http://davidgomezdemora.blogspot.com/2017/04/los-salonarde-un-linaje-de-la-nobleza.html.
Blog personal de David Gómez de Mora. Entrada correspondiente al 2 de abril de
2017. Consultado el 27 de noviembre de 2017.
[4] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1436.
[5] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1439.
[6] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1440.
[7] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1440.
[8] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1442.
[9] Cadenas
y Vicent, Vicente de, Caballeros de la
orden de Calatrava que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII,
tomo IV (1784-1799), Madrid, Hidalguía, 1987, pp. 50-52.
[10] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1443
[11] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1535.
[12] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1575.
[13] Archivo
Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1578.