viernes, 29 de marzo de 2019

“HAY OTRA SEMANA SANTA”. UNA NUEVA EXPOSICIÓN DE ENRIQUE MARTÍNEZ GIL


Sobre la Semana Santa de Cuenca se ha escrito ya tanto, que a menudo se dice que resulta tremendamente complicado ser original en este tema. De la misma manera, la Semana Santa ha sido tantas veces fotografiada, tantas veces ha sido ella escenario y marco de nuevas tomas fotográficas, que también resulta difícil poder ser original cuando se trata de captar el instante, retener el color, la luz y las formas, los procesos, las vivencias, que cobran sentido en cada desfile procesional o en cada momento compartido alrededor de estos. Y más ahora, cuando ya ni siquiera hace falta -o eso parece- cargar con el peso de un buen equipo fotográfico, cuando todos los espectadores nos convertimos -o eso creemos- en fotógrafos, y creemos que somos capaces de recoger la esencia pura de la Semana Santa en nuestros teléfonos y smartphones de último modelo. ¡Vanidad de vanidades!
              Sin embargo, la experiencia nos demuestra que uno todavía puede ser original cuando, lápiz en mano, intentar aportar palabras a los sentimientos, y de la misma manera los fotógrafos, los fotógrafos de verdad, los que todavía conocen los secretos que se esconden detrás de un enmarque irrepetible o junto a un excepcional juego de luces, también pueden ser originales cuando, a su modo, “hablan” de la Semana Santa de Cuenca. Enrique Martínez Gil sabe mucho de ello, y nos lo demuestra cada vez que hace pública alguna de sus fotografías. Nos lo demuestra sobre todo ahora, en esta nueva exposición, que estará abierta hasta el próximo día 28 de abril, en la sala de exposiciones temporales del Museo de la Semana Santa. Una nueva colección que está compuesta por cerca de cuarenta fotografías, todas ellas en blanco y negro, que nos acercan, una vez más, a la visión que el genial fotógrafo conquense tiene de nuestra Semana Santa.

              “Cuenca. Hay otra Semana Santa”, éste es el título de esta nueva exposición de Enrique Martínez, que se celebra ahora, cuando acaban de hacer los diez años de su anterior libro de fotografías sobre la Semana Santa de Cuenca, su “Pasión por Cuenca”. Y es que en realidad, como dice el autor de las fotografías, hay otra Semana Santa de Cuenca, u otra manera diferente de ver nuestra Semana Santa. Una Semana Santa en la que prácticamente no existen los pasos procesionales. Una Semana Santa que está compuesta sobre todo de miradas, de esas miradas asombradas por todo lo que está pasando, y de miradas cansadas, después de cada procesión; del silencio de la espera, antes de cada desfile, y del desgarrado y atronador zumbido de la turba; de las manos que atan con paciencia los cordones de los estandartes, y de las manos, fuertes y poderosas, que soportan el peso de la madera, sea esta madera la del banzo, la de la cruz, o incluso la de las propias tallas, en cada puesta en andas.
              En esta nueva exposición, Enrique Martínez Gil juega con los planos para obtener, y entregar al espectador de su obra, un nuevo expresionismo, una nueva imagen de nuestra Semana Santa, original, personal, propia, otra Semana Santa diferente. Juega con las líneas, horizontales y verticales, también diagonales, que dividen todo el campo fotográfico de una manera personal y creativa. Juega con los planos, picados y contrapicados, cruzados a su vez por otros planos diagonales, que prestan un volumen diferente al objeto fotografiado. Juega, en fin, con ese plano cenital de las turbas, cuando está a punto de ser encerrado el Jesús Nazareno. Juega también con las luces y con las sombras, de manera que la falta de color no es un problema, sino todo lo contrario, en el resultado final de la obra expuesta. Y juega con los espacios, de manera que sus imágenes son, en sí mismas, un compendio de lo que pasa dentro del desfile procesional, pero también de lo que pasa fuera de él, algo que le permite el uso del gran angular y, sobre todo, de su manera personal e íntima de contemplar la celebración.
              En definitiva, el fotógrafo conquense nos invita a contemplar su propia Semana Santa, esa otra Semana Santa que a menudo permanece escondida más allá de los pasos procesionales, y que sólo sale a la luz a través de las cámaras de los fotógrafos, de los buenos fotógrafos como él. Nos invita, en fin, a visitar la exposición, su exposición, y a guardarla para siempre en la retina, aunque sea con la ayuda, si cabe, de ese libro que con tal motivo también ha editado, un libro en el que no sólo se recogen las cerca de cuarenta imágenes que forman parte de la exposición, sino también de algunas más, otras imágenes, otros detalles de su particular Semana Santa, que no ha podido colgar por falta de espacio, pero que son tan impactantes como las otras.