En la calle de San Pedro, al final de la misma y ya frente a
la iglesia homónima, se encuentra un hermoso palacio, de estructura
renacentista, aunque muy transformado por diversas restauraciones, sobre todo
desde los años intermedios del siglo pasado. Tiene frontones triangulares en
algunas de sus ventanas, y balcones hacia la propia calle de San Pedro y a la
adyacente plaza del Trabuco, además de a la hoz del Júcar, que corre por su
parte trasera, y recibe indistintamente los nombres de palacio de Toreno y
palacio de Mayorga. No se trata de un error histórico, pues a estos dos linajes
nobiliarios, miembros ambos de la grandeza de España, perteneció el palacio a
lo largo del siglo XIX, tal y como vamos a demostrar en las líneas que siguen.
Más legendaria parece su vinculación, en los años medievales, al rey Enrique
II, el de las Mercedes, que según la tradición habitó el edificio en el siglo XIV,
cuando permaneció en la ciudad, en el marco de la guerra civil que enfrentó a
este monarca con su hermanastro, Pedro II. Y aquí, según esa misma leyenda, dio
a luz un hijo bastardo, fruto de sus amores con una joven conquense, Catalina,
a la que después encerraría en una de las Casas Colgadas, dando fruto así a una
bella historia de amor filial.
Pero
vayamos con la historia real, una historia que nos habla de María Dominga Ruiz
de Saravia Espinosa. Esta dama había nacido en Cuenca el 4 de abril de 1765,
siendo la única hija del matrimonio formado por Domingo Ruiz de Saravia y Neyra
Montenegro, descendiente de la nobleza santanderina, oriundo del pueblo
cántabro de Ramales de la Victoria, que a pesar de ello había nacido en Madrid
el 5 de agosto de 1722, y de María Joaquina Dávila Espinosa. Ella, la madre,
era a su vez hija de Gaspar Pablo Dávila Enríquez, regidor de la ciudad de
Cuenca, en donde había nacido 1698, quien se había casado en 1794 con Elvira
Espinosa de Valdés, que era descendiente de una familia oriunda de Iniesta,
pero que se había asentado en el pueblo cercano de Pozoamargo, de donde era
alcalde el padre de ella, Pedro Espinosa Zapata. Allí, en Pozoamargo, había
nacido la propia María Joaquina Dávila el 20 de mayo de 1726. Domingo Ruiz de
Saravia y ella, por otra parte, habían contraído matrimonio en Cuenca,
probablemente en la iglesia de San Pedro, vecina, como hemos dicho, a la casa
familiar, el 20 de abril de 1726.
Pero,
¿cómo llegó la casa a ser propiedad de la familia de Toreno? Por el matrimonio
que el 21 de mayo de 1778 celebró la propia María Dominga Ruiz de Saravia en la
colegiata de Santa María Magdalena de Cangas (Asturias), con José Marcelino
Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, sexto conde de Toreno y vizconde de
Matarrosa. Éste era, además, señor de la Casa de los Queipo y de todos los
estados, lugares y mayorazgos de sus antepasados, Alférez Mayor del Principado
de Asturias, regidor perpetuo de Cangas, maestrante de Granada, vocal de la
Junta Soberana de 1808 y promovido por ella a Mariscal de Campo de los Ejércitos,
y político e historiador
español que, después de haber estudiado en sus años juveniles en Cuenca,
Salamanca y Madrid, regresó a su tierra natal en Asturias, donde formó parte de
la junta revolucionaria durante la Guerra de la Independencia, a la que más
tarde representaría, como uno de los diputados más activos, en las Cortes que
aprobaron en Cádiz la primera Constitución de la historia de España, en 1812.
Esta
primera dedicación de Toreno a la política le obligaría a emigrar por primera
vez a Londres, después del regreso al trono del rey Fernando VII, y más tarde,
sucesivamente, también a París, Lisboa y Berlín. Cuñado de Rafael de Riego,
cuando éste se sublevó en Cabezas de San Juan (Sevilla), dando inicio al
Trienio Liberal, pudo regresar a España, recuperando así tanto sus bienes, que
le habían sido tomadas por el gobierno absolutista, como su puesto de diputado.
Y después de un nuevo periodo de ostracismo, durante la llamada Década Ominosa,
fue ministro de Hacienda, entre el 18 de junio y el 13 de julio de 1835, y de
Estado, entre el 7 de junio y el 14 de septiembre de ese mismo año, y
Presidente del Consejo de Ministros (cargo equiparado con el actual de
Presidente del Gobierno), en esa misma etapa, durante la regencia de María Cristina
de Borbón. Sin embargo, miembro como era del partido moderado, se vio obligado
de nuevo a exiliarse después de la toma del poder por parte de Baldomero
Espartero, primero en Florencia, y más tarde otra vez en París, donde falleció
el 16 de septiembre de 1843. Durante su exilio escribió una historia de la
Guerra de la Independencia, que tuvo en su época un gran éxito.
Conocida
ya la vinculación del inmueble con los condes de Toreno, queda por desentrañar
su vinculación con el otro título nobiliario que hemos citado, el de los condes
de Mayorga. Esta vinculación viene dada por uno de los hijos de José María
Quiepo de Llano, Álvaro Queipo de Llano y Gayoso de los Cobos. Hay que decir en
este sentido que José María Queipo de Llano se había casado el 10 de junio de
1835 con María del Pilar Gayoso de los Cobos y Téllez Girón, quien también
pertenecía a la más rancia nobleza castellana: marquesa de Camarasa, dama de la
reina gobernadora, María Cristina de Borbón, y viuda de Luis Sánchez-Pleités,
marqués de Villamagna, y descendía por línea materna de los duques de Osuna, y
de los conde-duques de Benavente. Porque si el título de Toreno fue heredado
por el hijo primogénito del matrimonio, Francisco de Borja Queipo de Llano y
Gayoso de los Cobos, fue el ya citado Álvaro quien heredó, por parte materna,
el condado de Mayorga, título que era usado usualmente por los primogénitos de
los conde-duques de Benavente. El anterior titular de éste había sido su tío
abuelo, Mariano Téllez Girón, XII duque de Osuna y XV duque del Infantado.
Álvaro
Queipo de Llano fue también un militar destacado, que pasó gran parte de su
carrera como ayudante de campo de algunos de los espadones decimonónicos del
ejército español, brillantes generales que, mediante votaciones o mediante
diferentes golpes de estado, llegaron a liderar los gobiernos de España.
Leopoldo O’Donnell y Francisco Serrano fueron dos de esos espadones
decimonónicos, y a su vez fueron también los más destacados jefes militares que
Álvaro Queipo de Llano tuvo a lo largo de su carrera militar; al lado de ambos
permaneció durante muchos años, lo que permitió que nuestro protagonista
pudiera convertirse en protagonista o testigo de algunos de los hechos
históricos más representativos del siglo XIX español. Ascendido a general de
división en 1893, en 1895 se le nombró comandante general de la primera
división del cuarto cuerpo del ejército, y como consecuencia de este nuevo
destino fue nombrado también gobernador general de la provincia de Gerona.
Retirado del ejército en 1905, falleció en Cuenca el 16 de agosto de 1912.
Caballero de la orden de Santiago, poseía desde 1871 la
encomienda de la orden tunecina de Nizhan el-Iftikhar, y así mismo, en virtud
de sus años de servicio en el ejército, era poseedor de la Cruz de la orden de
San Hermenegildo, con antigüedad de diciembre de 1879.
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