miércoles, 26 de febrero de 2020

Una historia de la Guardia Civil frente a ETA


No se puede entender la historia de España en estos últimos cincuenta años si obviamos el terror de una organización criminal como fue Euzkadi ta Askatasuna (ETA), por más que durante estos últimos años, desde el supuesto rendimiento de los criminales, es un tema que parece estar ya olvidado por parte de las nuevas generaciones. Y es que, si bien es cierto que la lacra del terrorismo fue un hecho común en muchos países de Europa (el IRA en el Reino Unido, las Brigadas Rojas en Italia, Acción Directa en Francia, la Fracción del Ejército Rojo en Alemania,…) e incluso fuera del continente (Weather Men en Estados Unidos, el Ejército Rojo en Japón, el Frente Polisario en Marruecos, la OLP en Israel, los Jemeres Rojos en el sudeste asiático,…) a partir de los años setenta, dos son los aspectos en los que éste tiene en nuestro país unas características especiales: por una parte, la gran cantidad de agrupaciones y grupúsculos terroristas que tiñeron de sangre y miedo al conjunto de la población, tanto desde el punto de vista ideológico (desde los movimientos de ultraderecha como el PENS o los Guerrilleros de Cristo Rey. hasta los de ultraizquierda, como el FRAP, el GRAPO, pasando por los movimientos simplemente antiterroristas que en realidad supusieron un terrorismo de Estado: el GAL) como desde el nacionalista (ETA en el País Vasco, Terra Lliure en Cataluña, El Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive en Galicia, o El Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario); por otra parte, la duración en el tiempo de esta lacra, monopolizada en este sentido por la propia ETA, algo que sólo encuentra paralelismos, en todo caso, con el IRA irlandés o con la OLP palestina.

            Es precisamente este hecho, la sangrienta realidad que significó en la España del último franquismo, de la transición, incluso de buena parte de nuestra democracia ya plenamente consolidada, la que ha venido a poner de manifiesto el libro que voy a comentar: “Historia de un desafío”, del coronel Manuel Sánchez Corbi y la cabo Manuela Simón. Un libro que, desde luego, no es uno más, no puede serlo, en esa larga relación de textos que hacen referencia a esa larga guerra sangrienta, interna, que el grupo terrorista mantuvo con el Estado durante medio siglo. No, porque es un libro que está escrito por dos guardias civiles, dos de esas personas que se han pasado media vida, si no más tiempo, luchando contra el terror y el miedo, viendo caer día sí y día también a centenares de sus compañeros, cuyo único delito había sido el de trabajar incesantemente para que el conjunto de los españoles pudiera vivir mejor.

            Es éste un libro duro, difícil de leer, y no por su complejidad, que no la tiene, sino por la forma en la que está escrito, como un extenso informe en el que salen a la luz infinidad de datos, infinidad de nombres de asesinos y de víctimas, y una parte importante de esas víctimas son los propios guardias civiles. Por otra parte, no trata los asuntos con equidistancia, porque no es un libro de un historiador. Por eso, y porque uno no puede ser equidistante, porque el hecho mismo de serlo conllevaría el tener que caer en el mismo error en el que durante todo este tiempo ha estado cayendo tanto el nacionalismo vasco supuestamente demócrata, como la extrema izquierda más radical; en este sentido, sólo el secuestro de Ortega Lara, y sobre todo la muerte de Miguel Ángel Blanco, hicieron que durante un breve tiempo, después olvidado, prácticamente toda la sociedad, incluso también una parte de los propios nacionalistas, comprendieran en realidad cuál era el verdadero sentido de ETA. No; no se trata de un libro de medias tintas, porque nadie puede permanecer tampoco a medio camino cuando habla, por ejemplo, del holocausto nazi: no se puede ser equidistante entre los etarras y sus víctimas, de la manera que tampoco se puede ser equidistante entre el nazismo, o el estalinismo, y sus víctimas. Es, desde luego, un libro partidista, hermosamente partidista diría yo, porque en la lucha entre el Estado democrático y el terror de las bombas y de los disparos a quemarropa, todos, absolutamente todos, debemos estar de parte del primero. Lo contrario sería contribuir a la derrota de nuestra propia sociedad.

            Y hablando de derrota, quiero hacer también una última apreciación respecto a quiénes fueron realmente los que lograron vencer a los terroristas; ésta, la teoría de una ETA derrotada, es la que prima en la actualidad, a pesar de que los terroristas nunca han pedido perdón a sus víctimas, y a pesar, de que algunos de ellos se asoman hoy a las instituciones, e incluso se atreven a dar lecciones de democracia. ¿Qué derrota es esa, cuándo ni siquiera somos capaces de conseguir que los terroristas terminen de cumplir las penas a las que han sido condenados? Pero si en realidad ha habido una derrota de ETA, ésta no se ha producido por los políticos, desde luego, ni por los de uno ni por los de otro lado. Quien de verdad consiguió derrotar a los pistoleros, a esos cobardes que ponían las bombas y huían del lugar antes de que éstas explotaran, fue el conjunto de la sociedad española. Pero, sobre todo, los derrotó la Guardia Civil, su principal víctima como grupo en los años del terror. Cada guardia que caía en una emboscada era un paso más hacia la victoria definitiva, como también lo era cada terrorista que era detenido por los agentes de la Benemérita.

            Sólo de esta forma, dando su vida por España y por la democracia, pudo la Guardia Civil pasar de ser una policía más, sin apenas experiencia en este tipo de delitos, para convertirse en uno de los cuerpos mejor preparados de todo el mundo para luchar contra el terrorismo. La experiencia conseguida a base de sangre y de muchas lágrimas, es la que ha permitido que la Guardia Civil sea en la actualidad un cuerpo modélico, uno de los mejor preparados actualmente para combatir ese otro terrorismo de nuevo cuño, el terrorismo islamista, que desde hace algún tiempo vuelve a regar de sangre las ciudades de los cinco continentes. Y en realidad, no sólo contra el terrorismo, sino también en otros aspectos diferentes: los delitos cibernéticos y los relacionados con las nuevas tecnologías, la vigilancia de las mafias internacionales y de todo tipo de asociaciones delictivas, las formas de actuar en combinación con las policías de otros países para hacer frente a delincuentes internacionales, son aspectos que la Guardia Civil ha podido desarrollar a partir de un severo aprendizaje en su lucha contra el terror.

            Para terminar, quiero hacer también una breve referencia a los autores del libro. El coronel Manuel Sánchez Corbi fue uno de esos oficiales de la Guardia Civil que combatió a la ETA desde el honor de vestir el verde uniforme de los guardias, como todos los protagonistas de su libro, y llegó a tener un papel importante en la liberación del funcionario de prisiones José Ortega Lara. Después, con la “derrota” del terrorismo etarra, dirigió la UCO (Unidad Central Operativa), en la que siguió desempeñando un papel importante para la sociedad, participando en operaciones de búsqueda como las de Diana Quer o Gabriel Cruz. Junto al periodista Gonzalo Araluce y al mediático Lorenzo Silva, autor de hermosas novelas protagonizadas por dos agentes de la UCO, el sargento Vila y la cabo Chamorro, ha escrito también otro libro sobre el tema: “Sangre, sudor y paz: la Guardia Civil contra ETA”, Por su parte, la cabo Manuela Simón también conoce desde dentro la historia que se relata en el libro. Perteneciente a la primera promoción de mujeres dentro de la Guardia Civil, en la que ingresó en 1988, fue seleccionada ya desde su permanencia en la academia de Baeza para incorporarse a la USE, la Unidad de Servicios Especiales, desde la que pasó poco tiempo después al Grupo de Apoyo Operativo, la vanguardia de la inteligencia antiterrorista en el seno de la Guardia Civil, habiendo participado en la desarticulación de varios comandos de ETA, tanto en España como en Francia.

            Dos agentes, a la par que autores, que saben de lo que hablan en el libro, porque vivieron de primera mano el horror que supuso ETA durante tantos años. Y por nuestra parte, agradecer siempre a esos hombres y mujeres de verde todos sus sufrimientos, conocer cómo fue su lucha, puede ser la mejor forma de conseguir que la lacra del terrorismo sea sólo eso, un recuerdo terrible, de que la sociedad en la que vivimos pueda por fin afirmar rotundamente, no sólo a media voz, como ahora, que por fin hemos conseguido derrotarlo.

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