jueves, 11 de junio de 2020

La guerra en tierras conquenses en la Edad Antigua: cartagineses y romanos contra las tribus indígenas


Como es lógico, no tenemos noticias suficientes sobre enfrentamientos entre las diferentes tribus durante el periodo correspondiente a la Edad de Piedra, aunque es de suponer que, también entonces, habría enfrentamientos violentos entre los diferentes clanes que habitaban la región; sólo la arqueología podría proporcionarnos datos en este sentido, pero el hallazgo de puntas de flechas y de otras armas de sílex, sin embargo, no es determinante, porque es sabido que este tipo de armas se utilizaron primero para la caza, antes que para la guerra. Entre los siglos siguientes, durante las invasiones de pueblos comerciales como los griegos y los fenicios, la relativa lejanía entre la provincia y la costa del Mediterráneo impidió el paso continuo y establecido por la zona de esas civilizaciones, que se asentaron preferentemente en lugares cercanos a la costa, pero no el comercio entre esas ciudades y los pueblos del interior, tal y como se demuestra por la presencia de algunos objetos de lujo, de procedencia griega e incluso egipcia, en algunos yacimientos arqueológicos.
Diferente sería el paso por la región de los cartagineses, ya en el siglo III a.C. En el año 221, las tropas de Aníbal atravesaron el centro de la península, en su camino hacia el norte, preparatorio de lo que iba a ser la Segunda Guerra Púnica, arrasando todo lo que encontraban a su paso, y completando la dominación territorial sobre las tribus peninsulares que habitaban la península. Una de esas tribus era la olcade, que, junto a los lobetanos, ocupaba parte de lo que actualmente es la provincia de Cuenca. Los olcades sufrieron una primera invasión de su capital, Althea o Cartala, cuando los cartagineses hicieron una marcha hacia la meseta norte, y después una segunda, después de que los invasores hubieran arrasado Helmantike, la actual Salamanca, capital de los vacceos, y de que un ejército aliado formado por olcades, carpetanos y vacceos, que habían salido a su paso, hubieran sufrido una terrible derrota en las orillas del Tajo, lo cual posibilitó a los cartagineses la total destrucción de Althea. Se conoce la existencia de guerreros olcades, junto a otras tribus hispanas, combatiendo como aliados de los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, aunque en calidad de rehenes. No se conoce todavía la localización exacta de Althea, en la que compiten diferentes yacimientos arqueológicos de la provincia. Algunos de esos yacimientos muestran, en sus estratos correspondientes a esta etapa histórica, restos de un incendio enorme, un incendio de tales dimensiones que afectan a una gran parte de este, y que parece haber sido provocado por una destrucción generalizada, probablemente por un ejército invasor
Después de los cartagineses llegaron los romanos. Las fuentes clásicas abundan en datos sobre esta etapa, que demuestra la actuación de los nuevos invasores en el territorio conquense, que se convirtió, de esta forma, en un continuo campo de batalla durante el periodo de la primera romanización. Los valles del Tajo y del Guadiana supusieron, ya en los primeros años de la centuria siguiente, la muerte de miles de soldados romanos, la flor y nata de un ejército que para entonces ya había extendido los límites de su civilización por toda Italia y por gran parte de Francia. Por aquellas fechas, algunas ciudades del centro de la península fueron sitiadas y tomadas por los romanos, como Urbiaca, en algún lugar indeterminado entre Albarracín y Cuenca. En este sentido, las victorias de Sempronio Graco sobre Cértima y Munda dejaron por fin abiertas las puertas de la península al ejército romano. Aunque se ha especulado mucho sobre la localización de estas dos ciudades en la Bética, nuevos hallazgos arqueológicos, como un miliario romano cerca de Segóbriga, demuestra que ambas ciudades debían encontrarse en la meseta, y muy probablemente en tierras de la actual provincia de Cuenca.
El episodio más conocido es la victoria que Quinto Sertorio obtuvo en la ciudad de Contrebia, en el marzo de las guerras civiles que mantuvo en la península contra las tropas del dictador Lucio Cornelio Sila, en el año 77 a.C. En esta importante ciudad, los romanos sorprendieron a los celtíberos (que para entonces ya habían sustituido en el territorio a las antiguas tribus con las que habían tenido que enfrentarse los cartagineses), provocándoles la muerte de quince mil hombres, y más de cinco mil prisioneros. A este respecto, y teniendo en cuenta la existencia n tiempos antiguos de tres ciudades llamadas Contrebia: Contrebia Leukade (situada en el término actual de Aguilar del Río Alhama, La Rioja), Contrebia Belaisca (Cabezo de las Minas, Botorrita, Zaragoza) y Contrebia Cárbica (la que las fuentes colocan en algún punto de la Celtiberia, y algunos autores sitúan en Villas Viejas, en el término municipal de Huete), es conveniente conocer lo que de la conquista de la ciudad afirman las fuentes clásicas, y el comentario que al respecto hace un especialista en la materia, como lo fue el malogrado Enrique Gozalbes Cravioto; en este sentido, quien de manera más determinante habla, entre los escritores romanos, es Tito Livio:
“Pero a la noche siguiente, bajo la dirección de él mismo, se levantó otra torre en el mismo lugar, lo cual fue un espanto para los enemigos cuando la divisaron a la luz del alba. Al mismo tiempo la torre de la ciudad, que era su principal defensa, rotos sus fundamentos, se derrumbó engrandes hendiduras y empezó a arder por efecto de haces de leña encendida que se le echaron; aterrorizados los contrebienses por el estrépito del derrumbamiento y el incendio, huyeron de la muralla, y la multitud entera empezó a pedir a grandes voces que se entregase la ciudad. El mismo valor que había contestado a la provocación hizo más benévolo al vencedor. Recibidos los rehenes, exigió una sumo módica de dinero y les tomó todas las armas; ordenó que le entregasen vivos a los tránsfugas íberos, y a los fugitivos, cuyo número era mucho mayor, y mandó que ellos mismos los matasen; los degollaron y los echaron muralla abajo. Tomada así Contrebia con gran pérdida de hombres, a los cuarenta y cuatro días de asedio, dejó allí con una fuerte guarnición a Cayo Insteyo, y por su parte llevó sus tropas hacia el Ebro”.
Pero, ¿de qué Contrebia estamos hablando? El mismo profesor Gozalbes Cravioto, después de hacer un somero repaso por las diferentes teorías que priman las posturas de que pudiera tratarse de Contrebia Leukade (Blas Taracena) o de Contrebia Belaisca (Félix García Mora, Pere Bosch Gimpera, Pedro Aguado Bleye), no duda en afirmar que se trata de Contrebia Cárbica, la ciudad cuyos restos han sido localizados en Fosos de Bayona, en Villas Viejas (Huete); un yacimiento, por otra parte, que todavía presenta muestras de haber pertenecido a una ciudad importante y poderosa, a pesar de que todavía no ha sido suficientemente excavada. A este respecto, dice lo siguiente el autor en su libro “Caput Celtibriae. La tierra de Cuenca en las fuentes clásicas”:
“A mi juicio el episodio en cuestión está referido a la urbe de Contrebia Cárbica, la que sirvió de precedente de Segóbriga. Pr tanto, y con mucha verosimilitud, se trató del asalto y la conquista de la ciudad existente en Fosos de Bayona, que ya un siglo antes había sufrido el asedio romano. Fosos de Bayona, a unos escasos cinco kms. De Segóbriga, es la identificación más aceptable de la antigua Contrebia Cárbica, aunque hay autores que consideran no conocer su situación, e incluso ha habido quien ha propuesto algún otro lugar de la zona conquense. De hecho, los investigadores han tratado de insertar la ciudad de Segóbriga en las campañas del conflicto sertoriano, encontrando el silencio de las fuentes clásicas. Este hecho se explicaría porque Segóbriga no aparece todavía reflejada como entidad urbana independiente, dado que su lugar (a escasos 5 kms. De ella) lo ocupaba Contrebia Cárbica”.
Este hecho, la identificación, o más bien relación de continuidad, entre la Contrebia Cárbica de los celtíberos y la Segóbriga romana, nos lleva a un segundo problema, que es el de la identificación de esta última con la Sekobirices que también mencionan las fuentes clásicas, y por ende, la numismática de leyenda íbera. De esta manera se explica una referencia de Frontino, un político e historiador romano del siglo I, acerca del papel que jugó la ciudad íbera de Sekobirices en las guerras de Viriato contra los romanos: “Viriato, después de hacer en su retirada el camino de tres días, volvió sobre sus pasos y lo recorrió en uno sólo, cayendo sobre los segobricenses desprevenidos, y destrozándolos cuando más ocupados estaban en sus sacrificios.”
De esta forma, Frontino nos hablaría de un ardid, muchas veces empleado por el caudillo lusitano, con el que consiguió derrotar a los habitantes de Segóbriga, supuestamente aliados con los romanos; los hechos habían acaecido casi cien años antes que los referidos en la cita de Tito Livio, antes mencionada. Aunque Martín Almagro, padre e hijo, identifican ambas ciudades, lo mismo que sucede con el recientemente fallecido Manuel Osuna, durante muchos años director del Museo Arqueológico de Cuenca, otros autores modernos tienden a oponerse a esta tesis, en base a las escasas evidencias del periodo anterior a la ciudad romana que han sido rescatadas en las excavaciones, y en la dispersión de los hallazgos de monedas con la leyenda ibera Sekobirices. Ésta es una cuestión que todavía se mantiene abierta (no así la de la Segóbriga romana, que nadie duda ya de su localización en el término municipal de Saelices, en la Mancha conquense).
De todo ello se desprende que, aunque el territorio ya estaba plenamente romanizado, las tierras conquenses fueron también campo de batalla durante las guerras civiles que, desde el siglo primero antes de Cristo, dividieron a los romanos, y que se extendieron a lo largo de todo el imperio, tal y como hemos podido ver, principalmente durante el conflicto entre Cornelio Sila y Quinto Sertorio, que trajo a éste hasta Hispania, donde se convirtió en algo parecido a un héroe nacional, hasta su muerte en la ciudad de Osca (Huesca). Aquí, los datos que proporciona las fuentes clásicas se combinan otra vez con los que proporciona la arqueología: la ciudad de Contrebia, de la que ya hemos hablado, sufrió una segunda destrucción, ahora definitiva, y completamente incendiada por uno de los dos ejércitos, sería finalmente abandonada, permitiendo el ascenso de la cercana Segóbriga a la nueva cabecera de la comarca. Estos enfrentamientos civiles volverían a repetirse, aunque con un poco menos de virulencia, durante las guerras que enfrentaron a Julio César y a Cneo Pompeyo.
Durante el imperio romano, las comarcas conquenses vivieron un largo periodo de paz. El territorio había sido ya organizado, normalizado, y los intereses bélicos romanos se trasladaron hacia los límites del imperio, el limes, que ahora se encontraba en el norte de Europa y en otros continentes: el norte de África y el próximo oriente. Ni siquiera durante los años turbulentos del bajo imperio, cuando eran las legiones las que marcaban el paso de la política, destituyendo continuamente a los emperadores, incluso asesinándoles, para nombrar otros nuevos, esos enfrentamientos civiles tuvieron demasiado eco en los que hoy es la provincia de Cuenca. Y en lo que se refiere al paso por la meseta de las tribus bárbaras, primeros los vándalos y más tarde los visigodos, y hasta el asentamiento definitivo de estos, que establecieron su capital muy cerca de aquí, en Toledo, tampoco es demasiado lo que conocemos a través de la historiografía, aunque los yacimientos arqueológicos vuelven a mostrar, una vez más, restos de incendios devastadores en los estratos correspondientes, que demuestran que algunas de estas ciudades fueron quemadas por los ejércitos invasores.



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