Como es lógico, no tenemos
noticias suficientes sobre enfrentamientos entre las diferentes tribus durante
el periodo correspondiente a la Edad de Piedra, aunque es de suponer que,
también entonces, habría enfrentamientos violentos entre los diferentes clanes
que habitaban la región; sólo la arqueología podría proporcionarnos datos en
este sentido, pero el hallazgo de puntas de flechas y de otras armas de sílex,
sin embargo, no es determinante, porque es sabido que este tipo de armas se
utilizaron primero para la caza, antes que para la guerra. Entre los siglos
siguientes, durante las invasiones de pueblos comerciales como los griegos y
los fenicios, la relativa lejanía entre la provincia y la costa del
Mediterráneo impidió el paso continuo y establecido por la zona de esas
civilizaciones, que se asentaron preferentemente en lugares cercanos a la
costa, pero no el comercio entre esas ciudades y los pueblos del interior, tal
y como se demuestra por la presencia de algunos objetos de lujo, de procedencia
griega e incluso egipcia, en algunos yacimientos arqueológicos.
Diferente sería el paso por la
región de los cartagineses, ya en el siglo III a.C. En el año 221, las tropas
de Aníbal atravesaron el centro de la península, en su camino hacia el norte,
preparatorio de lo que iba a ser la Segunda Guerra Púnica, arrasando todo lo
que encontraban a su paso, y completando la dominación territorial sobre las
tribus peninsulares que habitaban la península. Una de esas tribus era la
olcade, que, junto a los lobetanos, ocupaba parte de lo que actualmente es la
provincia de Cuenca. Los olcades sufrieron una primera invasión de su capital,
Althea o Cartala, cuando los cartagineses hicieron una marcha hacia la meseta
norte, y después una segunda, después de que los invasores hubieran arrasado
Helmantike, la actual Salamanca, capital de los vacceos, y de que un ejército
aliado formado por olcades, carpetanos y vacceos, que habían salido a su paso,
hubieran sufrido una terrible derrota en las orillas del Tajo, lo cual
posibilitó a los cartagineses la total destrucción de Althea. Se conoce la
existencia de guerreros olcades, junto a otras tribus hispanas, combatiendo
como aliados de los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, aunque en calidad
de rehenes. No se conoce todavía la localización exacta de Althea, en la que
compiten diferentes yacimientos arqueológicos de la provincia. Algunos de esos
yacimientos muestran, en sus estratos correspondientes a esta etapa histórica,
restos de un incendio enorme, un incendio de tales dimensiones que afectan a
una gran parte de este, y que parece haber sido provocado por una destrucción
generalizada, probablemente por un ejército invasor
Después de los cartagineses
llegaron los romanos. Las fuentes clásicas abundan en datos sobre esta etapa, que
demuestra la actuación de los nuevos invasores en el territorio conquense, que
se convirtió, de esta forma, en un continuo campo de batalla durante el periodo
de la primera romanización. Los valles del Tajo y del Guadiana supusieron, ya
en los primeros años de la centuria siguiente, la muerte de miles de soldados
romanos, la flor y nata de un ejército que para entonces ya había extendido los
límites de su civilización por toda Italia y por gran parte de Francia. Por
aquellas fechas, algunas ciudades del centro de la península fueron sitiadas y
tomadas por los romanos, como Urbiaca, en algún lugar indeterminado entre
Albarracín y Cuenca. En este sentido, las victorias de Sempronio Graco sobre
Cértima y Munda dejaron por fin abiertas las puertas de la península al
ejército romano. Aunque se ha especulado mucho sobre la localización de estas
dos ciudades en la Bética, nuevos hallazgos arqueológicos, como un miliario
romano cerca de Segóbriga, demuestra que ambas ciudades debían encontrarse en
la meseta, y muy probablemente en tierras de la actual provincia de Cuenca.
El episodio más conocido es la
victoria que Quinto Sertorio obtuvo en la ciudad de Contrebia, en el marzo de
las guerras civiles que mantuvo en la península contra las tropas del dictador
Lucio Cornelio Sila, en el año 77 a.C. En esta importante ciudad, los romanos
sorprendieron a los celtíberos (que para entonces ya habían sustituido en el
territorio a las antiguas tribus con las que habían tenido que enfrentarse los
cartagineses), provocándoles la muerte de quince mil hombres, y más de cinco
mil prisioneros. A este respecto, y teniendo en cuenta la existencia n tiempos
antiguos de tres ciudades llamadas Contrebia: Contrebia Leukade (situada en el
término actual de Aguilar del Río Alhama, La Rioja), Contrebia Belaisca (Cabezo
de las Minas, Botorrita, Zaragoza) y Contrebia Cárbica (la que las fuentes
colocan en algún punto de la Celtiberia, y algunos autores sitúan en Villas
Viejas, en el término municipal de Huete), es conveniente conocer lo que de la
conquista de la ciudad afirman las fuentes clásicas, y el comentario que al
respecto hace un especialista en la materia, como lo fue el malogrado Enrique
Gozalbes Cravioto; en este sentido, quien de manera más determinante habla,
entre los escritores romanos, es Tito Livio:
“Pero a la noche siguiente,
bajo la dirección de él mismo, se levantó otra torre en el mismo lugar, lo cual
fue un espanto para los enemigos cuando la divisaron a la luz del alba. Al
mismo tiempo la torre de la ciudad, que era su principal defensa, rotos sus
fundamentos, se derrumbó engrandes hendiduras y empezó a arder por efecto de
haces de leña encendida que se le echaron; aterrorizados los contrebienses por
el estrépito del derrumbamiento y el incendio, huyeron de la muralla, y la
multitud entera empezó a pedir a grandes voces que se entregase la ciudad. El
mismo valor que había contestado a la provocación hizo más benévolo al
vencedor. Recibidos los rehenes, exigió una sumo módica de dinero y les tomó
todas las armas; ordenó que le entregasen vivos a los tránsfugas íberos, y a
los fugitivos, cuyo número era mucho mayor, y mandó que ellos mismos los
matasen; los degollaron y los echaron muralla abajo. Tomada así Contrebia con
gran pérdida de hombres, a los cuarenta y cuatro días de asedio, dejó allí con
una fuerte guarnición a Cayo Insteyo, y por su parte llevó sus tropas hacia el
Ebro”.
Pero, ¿de qué Contrebia estamos
hablando? El mismo profesor Gozalbes Cravioto, después de hacer un somero
repaso por las diferentes teorías que priman las posturas de que pudiera
tratarse de Contrebia Leukade (Blas Taracena) o de Contrebia Belaisca (Félix
García Mora, Pere Bosch Gimpera, Pedro Aguado Bleye), no duda en afirmar que se
trata de Contrebia Cárbica, la ciudad cuyos restos han sido localizados en
Fosos de Bayona, en Villas Viejas (Huete); un yacimiento, por otra parte, que
todavía presenta muestras de haber pertenecido a una ciudad importante y
poderosa, a pesar de que todavía no ha sido suficientemente excavada. A este
respecto, dice lo siguiente el autor en su libro “Caput Celtibriae. La tierra
de Cuenca en las fuentes clásicas”:
“A mi juicio el episodio en
cuestión está referido a la urbe de Contrebia Cárbica, la que sirvió de
precedente de Segóbriga. Pr tanto, y con mucha verosimilitud, se trató del
asalto y la conquista de la ciudad existente en Fosos de Bayona, que ya un
siglo antes había sufrido el asedio romano. Fosos de Bayona, a unos escasos
cinco kms. De Segóbriga, es la identificación más aceptable de la antigua
Contrebia Cárbica, aunque hay autores que consideran no conocer su situación, e
incluso ha habido quien ha propuesto algún otro lugar de la zona conquense. De
hecho, los investigadores han tratado de insertar la ciudad de Segóbriga en las
campañas del conflicto sertoriano, encontrando el silencio de las fuentes
clásicas. Este hecho se explicaría porque Segóbriga no aparece todavía
reflejada como entidad urbana independiente, dado que su lugar (a escasos 5
kms. De ella) lo ocupaba Contrebia Cárbica”.
Este hecho, la identificación, o
más bien relación de continuidad, entre la Contrebia Cárbica de los celtíberos
y la Segóbriga romana, nos lleva a un segundo problema, que es el de la
identificación de esta última con la Sekobirices que también mencionan las
fuentes clásicas, y por ende, la numismática de leyenda íbera. De esta manera
se explica una referencia de Frontino, un político e historiador romano del
siglo I, acerca del papel que jugó la ciudad íbera de Sekobirices en las
guerras de Viriato contra los romanos: “Viriato, después de hacer en su
retirada el camino de tres días, volvió sobre sus pasos y lo recorrió en uno
sólo, cayendo sobre los segobricenses desprevenidos, y destrozándolos cuando
más ocupados estaban en sus sacrificios.”
De esta forma, Frontino nos hablaría
de un ardid, muchas veces empleado por el caudillo lusitano, con el que
consiguió derrotar a los habitantes de Segóbriga, supuestamente aliados con los
romanos; los hechos habían acaecido casi cien años antes que los referidos en
la cita de Tito Livio, antes mencionada. Aunque Martín Almagro, padre e hijo,
identifican ambas ciudades, lo mismo que sucede con el recientemente fallecido
Manuel Osuna, durante muchos años director del Museo Arqueológico de Cuenca,
otros autores modernos tienden a oponerse a esta tesis, en base a las escasas
evidencias del periodo anterior a la ciudad romana que han sido rescatadas en
las excavaciones, y en la dispersión de los hallazgos de monedas con la leyenda
ibera Sekobirices. Ésta es una cuestión que todavía se mantiene abierta (no así
la de la Segóbriga romana, que nadie duda ya de su localización en el término
municipal de Saelices, en la Mancha conquense).
De todo ello se desprende que,
aunque el territorio ya estaba plenamente romanizado, las tierras conquenses fueron
también campo de batalla durante las guerras civiles que, desde el siglo
primero antes de Cristo, dividieron a los romanos, y que se extendieron a lo
largo de todo el imperio, tal y como hemos podido ver, principalmente durante
el conflicto entre Cornelio Sila y Quinto Sertorio, que trajo a éste hasta
Hispania, donde se convirtió en algo parecido a un héroe nacional, hasta su
muerte en la ciudad de Osca (Huesca). Aquí, los datos que proporciona las
fuentes clásicas se combinan otra vez con los que proporciona la arqueología:
la ciudad de Contrebia, de la que ya hemos hablado, sufrió una segunda
destrucción, ahora definitiva, y completamente incendiada por uno de los dos
ejércitos, sería finalmente abandonada, permitiendo el ascenso de la cercana
Segóbriga a la nueva cabecera de la comarca. Estos enfrentamientos civiles
volverían a repetirse, aunque con un poco menos de virulencia, durante las
guerras que enfrentaron a Julio César y a Cneo Pompeyo.
Durante el imperio romano, las
comarcas conquenses vivieron un largo periodo de paz. El territorio había sido
ya organizado, normalizado, y los intereses bélicos romanos se trasladaron
hacia los límites del imperio, el limes,
que ahora se encontraba en el norte de Europa y en otros continentes: el norte
de África y el próximo oriente. Ni siquiera durante los años turbulentos del
bajo imperio, cuando eran las legiones las que marcaban el paso de la política,
destituyendo continuamente a los emperadores, incluso asesinándoles, para
nombrar otros nuevos, esos enfrentamientos civiles tuvieron demasiado eco en
los que hoy es la provincia de Cuenca. Y en lo que se refiere al paso por la
meseta de las tribus bárbaras, primeros los vándalos y más tarde los visigodos,
y hasta el asentamiento definitivo de estos, que establecieron su capital muy
cerca de aquí, en Toledo, tampoco es demasiado lo que conocemos a través de la
historiografía, aunque los yacimientos arqueológicos vuelven a mostrar, una vez
más, restos de incendios devastadores en los estratos correspondientes, que
demuestran que algunas de estas ciudades fueron quemadas por los ejércitos
invasores.
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