Fue
a mediados del siglo XIV cuando se estableció
en Cuenca la comunidad de los frailes antoneros, o de San Antonio Abad, con el
fin primordial, como había sido así también en otras ciudades europeas en los
años anteriores, de atender a los enfermos acosados por diferentes enfermedades
infecciosas, y en concreto y sobre todo, a aquellos que padecían la enfermedad
llamada ergotismo o herpes zoster. Conocida a popularmente, por ese vínculo que
durante mucho tiempo tuvo con la orden mencionada, como “fuego de San Antón”,
“fiebre de San Antón” o “fiebre del infierno”, se trataba de una enfermedad que
estaba causada por la ingesta de alimentos contaminados por diferentes
micotoxinas producidas por la existencia en estos de hongos parásitos, y en
concreto, y si nos referimos a la Edad Media, por el llamado ergot o
cornezuelo, que normalmente suele crecer en los cereales en mal estado,
principalmente en el centeno, y también en menor medida, en la cebada o el
trigo. Este hongo, al ser ingerido por el ser humano, provoca en él una
sustancia denominada ergotamina, que deriva en ácido lisérgico, el cual puede
producir alucinaciones y convulsiones, y en situaciones de mayor gravedad,
puede llevar incluso a la necrosis de los tejidos, y en situaciones límites, a
que las extremidades terminen gangrenándose, llegando a producir en estos casos
el fallecimiento.
Fue ésta una
enfermedad muy tenida y usual en algunos momentos de la historia, por la
dificultad de conservar en buen estado los alimentos, y por las graves
consecuencias en las que podía derivar. Así, para intentar mejorar la calidad
de vida de los que habían sido afectados por ella, Gastón de Valloire, un noble
oriundo de la región francesa del Delfinado, en Arlés, fundó en 1095 la orden
de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio Abad, o Antoneros. Desde Arlés, la
orden se fue extendiendo en los años siguientes por otras comarcas de Francia,
y más tarde también al resto de Europa, de manera que entre los siglos XII y
XIII se habían instituido ya dos grandes encomiendas en Castilla y en Navarra,
con sedes principales en Castrojeriz, en la provincia de Burgos, y en Olite,
respectivamente, ésta última también con extensiones en el reino de Aragón, y
ambas con diferentes casas dependientes establecidas en diversos lugares de
dichos reinos. En 1777, el papa Pío VI la unió canónicamente a la orden de
Malta, pero una sucesión de acontecimientos terminaría por provocar su
extinción de la orden en toda Europa: la Revolución Francesa, en 1789, que le
llevó a perder sus últimos monasterios en el país vecino; el breve pontificio
de 1791, firmado por el mismo prelado a petición de Carlos III, que originó la
desamortización de todos sus bienes en España; y el proceso de mediatización y
secularización de todos los territorios soberanos alemanes, que se llevó a cabo
en el Sacro Imperio Germánico a principios de la centuria siguiente.
En
Cuenca, el convento-hospital de San Antón se fundó en 1345, bajo la advocación
del propio santo ermitaño y el patronazgo de la Virgen del Puente. A partir de
este momento se fue desarrollando en el espacio que había sido elegido por los
frailes antoneros para establecer su casa, extramuros de la ciudad y al otro
lado del curso del Júcar, aguas abajo de la desembocadura del Huécar, una
frenética actividad hospitalaria y espiritual, que llevaría, por una parte, a la
instalación en las cercanías del convento de diferentes hospitales, de tamaño
reducido y con carácter eminentemente asistencial y benéfico, como los de San
Lázaro y San Jorge, y por la otra, a un importante desarrollo de la devoción a
la Virgen, fruto de la cual sería el nacimiento, en los siglos siguientes, de
diferentes leyendas piadosas con una nota en común: el patronazgo de la Virgen
sobre las tropas cristianas durante el cerco y la conquista de la ciudad a los
musulmanes. Y ese crecimiento devocional, finalmente, sería el que a la postre
terminaría por sustituir aquella original devoción mariana, del Puente, por la
de la Virgen de la Lu; una devoción que si en los siglos XVI y XVII surge de
manera bastante marginal en el devocionario conquense, terminaría por
sustituirla definitivamente a lo largo del siglo XVIII.
En efecto,
durante el siglo XV, la devoción de los conquenses por la Virgen del Puente
estaba ya bastante extendida, tal y como se puede apreciar en la documentación
conservada; también entre algunos de los miembros más destacados del cabildo diocesano,
como en el chantre don Niño Álvarez de Fuente Encalada, quien había fundado el
convento de religiosas benedictinas, que todavía se mantiene abierto, y que había
mandado construir también, aguas arriba del Júcar, el todavía llamado Puente
del Chantre, con el fin de evitar accidentes entre los ganaderos que en ese
punto estaban obligados a cruzar sus rebaños entre una margen y otra del río.
Todo llevó a los antoneros a ordenar una primera ampliación de la iglesia, que
la llevó a cabo al finalizar el primer cuarto del siglo XVI, siendo comendador
de la casa Cristóbal Agustín de Montalbo, testigo de la cual es la portada
plateresca que todavía se conserva. Y una nueva ampliación se llevaría a cabo
también a mediados del siglo XVIII, por José Martín de Aldehuela, el arquitecto
que, llegado a Cuenca poco tiempo antes para construir la iglesia del oratorio
de San Felipe, fue nombrado después maestro mayor de obras del obispado,
terminando de esta forma por dar su carácter personal a la arquitectura
religiosa barroca de la ciudad.
Sin embargo, no
es mi intención trazar en este artículo una historia del convento hospital
conquense de San Antonio Abad; quien desee adentrarse en esa historia, puede
encontrarla en el genial trabajo del profesor Pedro Miguel Ibáñez Martínez, que
fue publicado en 2011 por la Fundación de Cultura Ciudad de Cuenca, con la
colaboración económica de la Caja Rural de Cuenca[1].
En este texto, por el contrario, sólo deseo presentar al lector cierto
documento de archivo que está referido a esta casa-hospital, y que encontré
hace algún tiempo entre los fondos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca,
en su sección notarial. El documento está fechado en 1782, unos pocos años
antes de la supresión definitiva de la orden en España. Se trata de un poder
firmado ante uno de los escribanos de la ciudad, José Félix de Navalón, por el
comendador de la comunidad conquense, es decir, la máxima autoridad de la casa que
la orden tenía en la ciudad de Cuenca, José López de Tejada, en favor de dos
procuradores de la Real Chancillería de Granada, Salvador Cheverría y Sebastián
Collantes. El motivo que había llevado al religioso a firmar el poder era
permitir que ambos procudadores pudieran representarles, a él y al resto de la
comunidad antonera, en el pleito que ésta mantenía contra el cabildo de Ánimas
de San Gregorio, que había sido establecido en la iglesia parroquial de San
Juan, a cuya jurisdicción pertenecía el hospital, y que estaba unido a la antigua
hermandad y hospital de San Jorge. El proceso había sido originado por la obra
que un tercero, el sacerdote Antonio Rojas, pretendía construir sobre un solar
que era propiedad del hospital, pero que estaba en litigio desde algún tiempo
antes con el mencionado cabildo de Ánimas. Transcribo a continuación el
documento aludido:
“En la ciudad
de Cuenca, a catorce días del mes de Mayo de mil settezientos ochenta y dos,
ante mí el presente escribano y testigo infraescriptos, Don Frey Josef López de
Tejada, comendador de la Real Cassa Obspital del Señor San Antonio Abad, sitto
extramuros de esta ciudad, dijo que por cuanto haviéndose tomado conocimiento
por el tribunal ordinario eclesiástico de ella y su obispado, en ciertas causas
contra el mismo Real Ospital sobre denuncia de nueva planta hecha por Don
Antonio Rojas, presbítero de nuestra ciudad, en un solar perteneciente a la
propia Real Casa por un censo perpetuo como si fuera libre que le vendió el Cabildo
tratado de San Jorge, unido al de Ánimas de San Gregorio del Magno, de esta
referida ciudad, y reconocimiento subsidiario del indicado censo, y últimamente
acerca de la entrega del valor del prenotado solar correspondiente al Ospital,
se mandó retener por dicho tribunal eclesiástico, con ocasión de una nueba
demanda que contra aquel y su comunidad puso el citado cabildo sobre pago
pretendido de una supuesta consignación censitiva enfitéutica a su favor de
doscientos maravedíes en diferentes casas, y entre ellas las del solar de la
disputa, nol afianzando el otorgante sus resultas, con lo demás que aparece en
unos y otros autos, los cuales a su solicitud por vía de fuerza se llevaron a
la Real Chancillería de Granada, por cuya superioridad se declaró la hacía el
juez eclesiástico en haber conocido en dichos autos, y mirando retenerlas en
aquella corte, donde las partes usasen en su derecho como les combeniere, y por
las del memorado Cavildo de las Benditas Ánimas a que está unido el citado de
San Jorge, en efecto se puso demanda al mencionado Real Ospital y al otorgante,
como su comunidad, acerca de que, de los bienes de su Real Cassa le pague los
expresados doscientos maravedíes de dicha pensión anual, de que resultó darle
traslado. Y por consecuencia de dicho cavildo por la misma Real Chancillería
fue expedida en nuebe de abril último la correspondiente Real Provisión de
emplazamiento, en término de quince días, refrendado de Don Francisco Anastasio
Díaz de Morales, escribano de cámara de ella, que en el de ayer trece del
corriente, se le hizo saber al otorgante por Juan Antonio López Malo, que lo es
del número de esta ciudad. Por tanto, y con ratificación de cuanto en virtud
del poder, y ante Martín González de Santa Cruz, otro de él, en diez y seis
días de agosto del año pasado de mil settezientos setenta y nueve, hubiera
pedido hecho y obrado en la expresada razón Don Salvador de Cheverría y Don
Sebastián Collantes, procuradores en dicha Real Chancillería de Granada, a
quienes le confirió: otorga el referido Don Frey Josef López de Tejada, a los
mismos dos dusodichos juntos y a cada uno de por sí in solidum, les da y
confiere este nuevo poder, tan cumplido como se requiere, para que a nombre del
otorgante y representación de su persona como tal comendador, parezcan ante Su
Majestad y señores Presidente y oidores de la referida Real Chancillería, y en
contestación de la relacionada demanda puesta en aquella superioridad por dicho
Cavildo de Ánimas en el explicado asumpto, pidan, aleguen y expongan cuanto
hallaren y tuvieren por necesario y oportuno, hasta que se desprecien las
solicitudes y pretensión de dicho cavildo, y consigan sentencia favorable hacia
la mencionada Real Cassa Ospital de San Anttonio Abad, con condenación a costas
a aquél, para cuyo logro y demás declaraciones a favor de dicha Real Casa,
conforme al derecho y justicia que se le asiste, hagan presentes, pedimientos,
alegatos, requerimientos, citaciones y protestas…”[2]
El documento
continúa, en los mismos términos que es usual en un escrito de estas
características, en los que nada se deja al azar, de cara a un enfrentamiento
legal ante un tribunal, el de la Real Chancillería de Granada, que, como es
sabido, tenía los efectos del tribunal supremo de Castilla, en todo tipo de
asuntos relativos territorialmente a todo el sur del río Tajo; los referidos al
norte de dicho río se veían en la Real Chancillería de Valladolid. Para conocer
en qué terminó la causa aludida, habría que acudir probablemente a la
documentación generada por el propio tribunal granadino. Nueve años más tarde,
en 1791, tal y como ya hemos dicho, la orden sería suprimida en toda España. A
partir de este momento, el edificio permaneció cerrado durante más de veinte
años, hasta que, hacia el año 1816, sería reclamado al Estado por el Ayuntamiento
de Cuenca, con el fin de hacer allí una nueva iglesia de patrocinio municipal.
Pero esa será otra historia, suficientemente conocida al menos en algunas de
sus particularidades.
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