Durante el gobierno
socialista de José Luis Rodríguez Zapatero fue promulgada la ley 52/2007, la
llamada Ley de la Memoria Histórica, que salvaguardaba una única lectura
histórica de la Segunda República y la Guerra Civil, en la que se convertían
ambos períodos históricos, difícilmente separados, en una historia de buenos y
malos, en la que los buenos, por supuesto, eran los defensores del gobierno
establecido, y los malos eran aquellos que, supuestamente sin ningún motivo
real, se habían rebelado contra los avances progresistas de éste. Parecía que,
con esta ley, se sellaban definitivamente los errores de la Transición
-errores, desde luego, desde el único punto de vista de la nueva izquierda
española, más cercana al marxismo que a la socialdemocracia que había
caracterizado a ésta durante los años de aquella Transición. Sin embargo, el
nuevo gobierno de Pedro Sánchez ha querido dar una vuelta de tuerca más con la
llamada Ley de la Memoria Democrática, en la que, incluso, y esto es algo que
va contra el ejercicio de la más elemental democracia, se criminaliza a todos
aquellos que puedan hablar o escribir algo que vaya en contra de la tesis
oficialista. Sin embargo, los historiadores sabemos muy bien que, muy
raramente, cualquier proceso histórico puede ser calificado de una historia de
buenos y de malos, y la propia Guerra Civil tampoco lo fue. Como tampoco llegó
nunca a ser la Segunda República ese “reino de jauja”, esa Utopía de Tomás
Moro, que la ley, y los propios socialistas, nos quieren hacer creer.
De la misma manera,
muchos de los combatientes de la Guerra Civil, en un bando y en otro, no lo
hicieron por supuestas convicciones ideológicas, sino por pura necesidad; y,
sobre todo, porque allí les había tocado luchar, y sobre este hecho ya he
escrito alguna cosa en este mismo blog (ver “17 de julio de 1936: una historia
familiar”, 17 de julio de 2016). Durante los tres años que duró el conflicto
bélico, y algunos más que duraron los procesos represivos llevados a cabo por
el bando ganador -también en el bando perdedor se habían llevado a cabo esos
mismos procesos represivos, en algunos casos, incluso, con un carácter bastante
más sangriento, por cierto-, muchos de esos militares fueron sometidos a una
especie de “expedientes de limpieza” que en muchos casos significaron duros
castigos físicos o profesionales, y en no pocos, incluso, hasta la muerte.
Hubo, incluso, militares que, por un motivo u otro, llegaron a ser represaliados
por los dos bandos en litigio, como es el caso del protagonista de esta
entrada, Manuel Coloma Lafuente, quien descendía de una familia militar oriunda
de Cuenca, aunque él había nacido en tierras aragonesas; sobre algunos de los
miembros de esta familia, ya he escrito también en este mismo foto (ver “Eusebio
Santa Coloma: un soldado conquense en Filipinas”; 26 de mayo de 2016; y “Vicente
Santa Coloma, moderado y héroe de la Primera Guerra Carlista”, 19 de junio de
2016), consecuencia, ambos textos, de mi investigación sobre el general
Federico Santa Coloma Olimpo, tío de nuestro actual protagonista. De esta
última monografía, entresaco lo que en su momento ya publiqué sobre este
oficial:
“Dedicado también a la carrera militar como muchos otros miembros de su familia, cuando estalló la Guerra Civil estaría destinado en Burgos como teniente de asalto. Fue detenido en la ciudad castellana el 19 de julio de 1936 por haberse opuesto a la sublevación, junto a otro grupo de militares, guardias civiles y compañeros del Cuerpo de Asalto ; se sabe que en mayo de 1937 todavía estaba ingresado en la cárcel. Por otra parte, un Manuel Santa Coloma Lafuente, natural de Zaragoza, de profesión militar, llegó a Argentina a bordo del transatlántico francés Bretagne. Finalmente, otro Manuel Santa Coloma Lafuente, si no es acaso el mismo, en 1955 seguía vinculado en el ejército, ahora como capitán de infantería, con destino en Barcelona.
¿Cómo se pueden
conjugar estas noticias tan aparentemente contradictorias y crear con ellas una
única biografía lógica? Lo cierto es que es un problema bastante complicado de
resolver, a pesar de que conviene tener en cuenta que las dos ciudades citadas,
Zaragoza y Barcelona, estuvieron bastante vinculadas a la peripecia profesional
de Julián Santa Coloma. La esposa de éste, hay que recordarlo, había nacido en
la provincia aragonesa, y en Zaragoza habían vivido ambos, antes de que él
hubiera sido trasladado a Barcelona, ciudad en la que residieron ya hasta la muerte
de ambos. El problema se complica aún más si tenemos en cuenta que existe entre
los fondos del Archivo Histórico Nacional, copia de otro expediente incoado
contra otro Manuel Santa Coloma Lafuente, teniente de asalto como el anterior.
Este nuevo proceso fue abierto en el mes de diciembre de 1936, precisamente por
el bando gubernamental, por los delitos de traición y asesinato.
Una vez terminada la
guerra, el proceso se incorporó a la llamada Causa General. A pesar de que la
terminología utilizada por los dos bandos podía llevar en algunos casos a
cometer ciertos errores (para ambos, el ejército sedicioso y rebelde era el
ejército enemigo), este nuevo proceso es bastante claro: el encargado de
tramitarlo era el Juzgado Especial de la Rebelión y Sedición Militar,
dependiente de la Secretaría General de los Tribunales y Jurados Populares, de
Madrid. El proceso era bastante peliagudo, y no sólo por la supuesta muerte de
un miliciano republicano en la calle Lista, la actual calle madrileña de Ortega
y Gasset, a manos de Manuel Santa Coloma.
En primer lugar,
como prueba de la acusación se presentaba un escrito firmado por varios
soldados de infantería el 8 de julio, apenas diez días antes del levantamiento,
y dirigida a Manuel Santa Coloma, que respondían de esta forma a una misiva
anterior del propio Santa Coloma en la que supuestamente se quejaban de la
situación en la que en ese momento se encontraba el país, y también el conjunto
de los militares: “En nuestro poder su atenta 1º corrientes llenándonos de grata
alegría sus recuerdos, no así algunas de sus manifestaciones, aunque nos
hacemos cargo de sus sentimientos morales. Pero no desespere, día llegará que
podrá V. tomar plena satisfacción de los sinsabores que ahora le ocasionan, y
con qué ansia lo están esperando sus cuatro de infantería…” Los autores del escrito informaban después
que habían solicitado el traslado a Jerez de la Frontera (Cádiz), con el fin de
abandonar la capital catalana, ciudad en la que por diversos motivos no se
encontraban a gusto.
Por lo que se
refiere a la segunda prueba de cargo, se trataba de un artículo que bajo el
título de Un Diario, unos tenientes y dos traslados, había publicado en el mes
de mayo el diario La Humanitat, un periódico de ámbito catalán que estaba
dirigido en un primer momento por Lluis Companys, y que después se había
convertido en el órgano oficial del partido Esquerra Republicana de Catalunya.
No eran las únicas
pruebas presentadas contra Manuel Santa Coloma. También se presentaba un
recorte de periódico en el que, con versos burlescos, se satirizaba a la
República, y una carta escrita en alemán que había sido encontrada entre sus
papeles. Aunque el sentido literal de la carta es en sí mismo bastante
inocente, y además en nada se menciona en ella al propio Santa Coloma, los
miembros del tribunal sin duda debieron pensar que el documento debía estar
escrito en clave. Hay que entender lo que podía significar una carta escrita en
este idioma, en un tiempo en el que los servicios secretos nazis y la Gestapo
campaban a sus anchas por el territorio español, en ayuda al ejército de
Franco. Por todo ello sería decretada inmediatamente la detención de Manuel
Santa
Coloma, que en aquel
momento se encontraba en paradero desconocido. Y así seguía el 21 de octubre,
cuando el juez militar que había instruido la causa, José Fustegueras, le
declaraba rebelde.
El expediente
incoado contra él por las autoridades republicanas parece en realidad estar
sustanciado más por unos hechos que se remontan como mínimo a unos meses antes
de que se produjera el alzamiento. En efecto, los hechos relacionados con el
periódico La Humanitat se habían producido en el mes de mayo, y por otra parte,
nada sabemos en realidad de la acusación por un supuesto asesinato a un
miliciano en una calle de Madrid, algo difícil de entender si tenemos en cuenta
que en los meses previos a la guerra, el militar se encontraba a primera vista
en Barcelona. Sin embargo, sí podría estar relacionado sin embargo con este
asunto un suceso que había tenido lugar el año anterior, del que se hacía eco
La Vanguardia, pero que había sucedido en Santa Coloma de Gramanet
¿Qué posibilidades
hay de que existan dos militares con un mismo nombre y apellido, coetáneos en
el tiempo, y que además compartan el hecho de ser ambos, en el momento de
iniciarse la Guerra Civil, tenientes del cuerpo de Guardias de Asalto? El
proceso incoado por el gobierno republicano en Madrid, se solventó con una
condena en rebeldía por no encontrarse presente el procesado, lo que puede
explicarse por su presencia en aquel momento en Burgos, sufriendo desde el
inicio de la guerra una pena de prisión que había sido decretada sin juicio de
por medio, precisamente por el bando contrario a este otro que ahora le tildaba
también de rebelde y traidor. Posiblemente, el hecho de que el militar
conquense se encontrara en el momento del alzamiento en situación desconocida
fuera lo que moviera a las autoridades, ante todos estos antecedentes, a abrir
contra él un proceso penal, suponiéndole haberse adherido al mismo y sin tener
en cuenta que en aquel momento se encontraba en Burgos, preso por otra parte
del ejército enemigo. El proceso incoado en Burgos, sin embargo, está
relacionado más
con una situación de
hecho que no puede remontarse a una situación anterior. En efecto, la
documentación, aunque también es escasa, parece hacer referencia a un militar
que se halla en ese momento en la ciudad castellana, y que al iniciarse el
conflicto decide no participar en la sublevación.
En efecto, y aunque
no he podido obtener el expediente completo que consta entre los fondos del
Archivo General Militar, por tratarse de una persona afecta todavía a la Ley
Orgánica 15/1999 de Protección de Datos, no cabe duda de que se trata de una
misma persona. Pero, ¿cómo pudo ser procesado tanto por el bando gubernamental
como por el bando sublevado, y además en tan corto período de tiempo? Aunque el
hecho, a primera vista, pueda parecer extraño y contradictorio, no lo es tanto
si tenemos en cuenta la caótica situación vivida en el país durante esos primeros
meses de la guerra, con escasa o nula información entre una zona y otra del
país. Pero todavía nos queda dar respuesta lógica a una última pregunta: en
caso de ser el mismo procesado, ¿por qué se encontraba en Burgos en el momento
de iniciarse la guerra? ¿Había sido trasladado a la capital castellana de
resultas quizá de los mencionados problemas con la sociedad catalana, y sobre
todo con los políticos separatistas?
Conocemos algunas
referencias concretas de su carrera militar en los años anteriores a la guerra.
En octubre de 1922 aprobaba el quinto ejercicio de la Academia de Infantería de
Toledo , y tres años más tarde, ya como alférez, y después de haber terminado
sus estudios en la academia era destinado al regimiento de Mahón , posiblemente
su primer destino, y más tarde fue trasladado al regimiento de Jaén . Todavía
se encontraba en ese mismo destino en el mes de enero de 1926, cuando le era
concedido un permiso temporal para viajar a Madrid . Posteriormente, y según
publicaba La Correspondencia Militar, era ascendido a teniente en el mes de
junio de 1927 , en cuyo empleo regresaría otra vez al mismo regimiento de Jaén
tres años después .
Ya a punto de
desencadenarse la Guerra Civil, su nombre aparecía en el Diario Oficial del
Ministerio de la Guerra, en su edición del 28 de junio de 1936, al serle
reconocida una paga de 1.100 pesetas por los once años de servicio como
oficial, lo que haría retrotraer en este caso su nacimiento, una vez más, a
varios años antes de la boda de sus padres . Sería probablemente por aquellas
fechas cuando se pasaría a la Guardia de Asalto. Muchos fueron los compañeros
de armas que se habían incorporado a la oficialidad este cuerpo policial que
había creado la República, y que después, durante la guerra, se mantuvo fiel a
ésta en su mayoría. Es conocido el caso del teniente José del Castillo, que fue
asesinado el 12 de julio por cuatro pistoleros de extrema derecha en la
madrileña calle de Fuencarral, un día antes de que fuera también asesinado, en
respuesta a este crimen, el político cedista José Calvo Sotelo.
Poco tiempo después,
el 1 de julio de 1937, la situación de los tenientes de asalto Manuel Santa
Coloma y Antonio Carvajal, pasaba a ser la de procesados, de acuerdo a lo que
determinaba el artículo noveno del decreto del 7 de septiembre de 1935 . El
juicio debió ser bastante rápido, pues ya el 29 de diciembre de 1937, Santa
Coloma era condenado a la pena de doce años y un día de reclusión por el delito
de auxilio a la rebelión, con la pena accesoria de la pérdida del empleo
correspondiente en el ejército. Por ello, con fecha 26 de febrero del año
siguiente causaba baja en el mismo, según
decreto que firmaba
el general Luis Valdés Cabanilles, general subsecretario del ejército . Sin
embargo, el 25 de mayo de 1940 le fue conmutada la pena por la de dos años de
prisión menor. Y habiendo permanecido alejado del servicio hasta el 22 de abril
de 1948, ¿dónde estuvo Manuel Santa Coloma durante estos primeros ocho años de
la posguerra? ¿Fue entonces cuando se exilió temporalmente en Argentina, si es
que acaso se trata de la misma persona? Y sobre todo, ¿por qué le fue conmutada
la pena por otra muy inferior a ella en tiempo y circunstancias?
Y para complicar aún más las cosas, según se desprende de una solicitud posterior del propio interesado, de la que luego hablaremos, debió haberse incorporado a las filas del ejército de Franco antes incluso de que terminara la guerra. En efecto, el 20 de enero de 1938 era ascendido a capitán y destinado al batallón 176 de la 73 división, unidad en la que prestó, por un breve periodo de tiempo, servicio de campaña; estos datos no concuerdan demasiado con su anterior condena por doce años. Finalmente, el día 30 de marzo quedaba a disposición de la autoridad judicial militar por haber sido reclamada su causa, y el 12 de septiembre de 1939 le era por primera vez rebajada su pena a la de tres años y un día. Finalmente, tal y como se ha visto, le sería nuevamente conmutada la pena por la de dos años, de acuerdo al dictamen de la Comisión de Examen de Penas.
El 22 de abril de
1948 “se le concedió la sustitución de la pena accesoria de separación del
servicio por la de suspensión de empleo, pero sin que determine concretamente
que esa sustitución tenga efectos retroactivos, por lo que los efectos de la
pena accesoria de separación del servicio se mantuvieron hasta la fecha de esa
sustitución por la de suspensión de empleo”. Este hecho, lo que significaba en
realidad es su incorporación de nuevo al ejército, aunque con la pérdida
efectiva de los derechos que le pudiera haber correspondido entre 1937 y 1948.
En efecto, a finales de 1949 el propio Manuel Santa Coloma interponía ante la
Presidencia del Gobierno un recurso de agravios contra el acuerdo del Consejo
Supremo de Justicia Militar, que con fecha de 19 de febrero había decidido
denegarle los haberes correspondientes a ese periodo. No obstante, con fecha 17
de febrero del año siguiente, el Consejo de Ministros acordaba desestimar la
solicitud del interesado, en un documento que lleva la firma del subsecretario
del Consejo de Ministros, el almirante Luis Carrero Blanco . Finalmente, ya en
el mes de junio de 1982, durante el gobierno socialista de Felipe González, se
le
reconocerían por fin
los derechos económicos del periodo en que se mantuvo obligatoriamente alejado
del ejército, tal y como sucedió también con otros muchos militares que habían
servido durante la guerra en el bando republicano .
Pero todavía en la
década de los años cincuenta, probablemente la negativa de las autoridades militares
de denegarle la solicitud, así como la difícil situación profesional en la que
debía encontrarse por su situación personal, le conducirían a abandonar el
ejército, y quizá también el país. Y es que, tal y como se ha dicho
anteriormente, cierto militar de este nombre y nacido también en Zaragoza, se
embarcó en el puerto de Barcelona en la nave Bretagne con destino a Buenos
Aires el 13 de octubre de 1953, a la edad de cuarenta y cinco años, lo que
significaría que éste había nacido en el año 1908, o incluso a finales de 1907;
los datos concuerdan con los de nuestro protagonista, que como sabemos por su
expediente militar había nacido a finales de 1907 en Maella (Zaragoza), diez
años antes por lo tanto de que sus padres hubieran contraído matrimonio, y dos
años antes de que el padre hubiera sido trasladado desde el batallón de la
reserva de Barcelona hasta el regimiento de Aragón. El barco era propiedad de
la compañía marítima Transports Maritimes Marseille-Paris, y hacía la ruta
entre Nápoles y Buenos Aires, con paradas intermedias en Génova, Marsella,
Barcelona (ciudad en la que embarcó Santa Coloma), Dakar, Brasil y Uruguay .
Este barco era gemelo del Normandie, que en el momento de su votación, en 1932,
había sido el transatlántico más grande del mundo, y que diez años más tarde,
en plena Segunda Guerra Mundial, fue requisado por las autoridades
norteamericanas para convertirlo, con el nombre de USS La Fayette, en un barco
de transporte rápido de tropas. En 1942 se hundiría en el puerto de Nueva York,
al no poder soportar el peso del agua empleada por los bomberos para sofocar un
incendio que le hizo escorar a babor.
En el momento de su
emigración a tierras argentinas, su estado civil era casado. En agosto de 1955,
y según la prensa catalana era uno de los oficiales que, no habiendo pasado
todavía la obligatoria revista anual de armas, debía presentarse a la mayor
brevedad posible en el Negociado de Asuntos Generales del Gobierno Militar de
Barcelona ; el hecho de encontrarse en ese momento fuera de la ciudad condal
pudo justificar esta demora. Sin embargo, su estancia en el continente
americano fue corta en
ese caso. A finales
del año 1967 parece encontrarse de nuevo en Barcelona, según se desprende de
una breve mención que a él se hace en el diario La Vanguardia, por una multa de
tráfico, debido a una infracción cometida por no haber respetado las señales
luminosas de un semáforo, multa que fue sobreseída después de estudiadas las
alegaciones presentadas por él . Por aquellas mismas fechas, dos hijos de Manuel
Santa Coloma Lafuente y de María Josefa Echagüe Bouza, Julián y María del Pilar
Santa Coloma, se casaban respectivamente en 1961 y 1970, con sendos miembros de la alta
sociedad barcelonesa. No debe perderse de vista tampoco el nombre de uno de sus
hijos, Julián, que coincidiría con el de su abuelo, y también el de su
tatarabuelo.
El último dato sobre su vida es una nota necrológica publicada en El Periódico de Catalunya correspondiente a la edición de 8 de marzo de 2003 . Según este dato, Manuel Santa Coloma había muerto en la capital catalana a la edad de noventa y cinco años. Tal y como podemos ver, la fecha de nacimiento cuadra también con la edad que nuestro protagonista tenía a la hora de abandonar el país y buscar otra vida en Argentina. Son, en definitiva, muchos datos contradictorios, es cierto, que podrían resolverse después de una consulta al expediente personal completo del interesado, consulta que, tal y como se ha dicho, me ha sido imposible de realizar, en virtud de la Ley de Protección de Datos.”
Desde
que publiqué las líneas anteriores, poco más es lo que he podido saber sobre
este militar, a pesar de mis contactos que, por vía de internet, he podido
tener con el bisnieto de nuestro protagonista, Lluc Santa Coloma Vila. Él mismo
fue quien, a la vista de la información que había podido publicar sobre sus
antepasados, se puso en contacto conmigo, enviándome algunos documentos que,
sobre su bisabuelo, había podido encontrar. Me confesó que había tenido el
mismo problema que yo a la hora de solicitar del Archivo General Militar de
Segovia, pero me remitió algunas publicaciones de prensa que él había
encontrado, publicaciones que me sirvieron para confirmar algunos aspectos
sobre la vida del interesado. En efecto, Manuel Santa Coloma Lafuente había
nacido en Maella, en la provincia de Zaragoza,
el 26 de noviembre de 1907, y después de haber pasado por la academia
militar, pudo obtener su primer empleo de teniente, según recogía el periódico
La Correspondencia Militar, correspondiente al día 2 de junio de 1927. A partir
de este momento se inició una carrera militar, que sirvió de apoyo para que,
poco tiempo antes de que se iniciara la Guerra Civil, nuestro protagonista
abandonara temporalmente el ejército, pasando a ocuparla graduación de teniente
en el cuerpo de los Guardias de Asalto, como otros muchos compañeros de la
época.
Entre
los documentos que me envío en ese momento su bisnieto, cabe destacar la
portada del juicio que, iniciado ya en 1936 por un juzgado especial de
instrucción, por, y recogemos literalmente dicha portada, “traición y
asesinato contra el teniente de asalto que fue Manuel Santa Coloma Lafuente”, en
la que, además, figura, escrito a mano con un lapicero de color rojo, la
palabra “rebelde”. Junto a este documento figura también una ficha, datada en
1937, a nombre de nuestro protagonista, según la cual consta que había formado
parte del ejército popular de Guecho, en la provincia de Vizcaya, así como su
pertenencia al Cuerpo de Seguridad y Asalto, aunque se hacía constar, al mismo
tiempo, que había sido dado de baja por el Comité Central del Frente Popular,
con fecha de 10 de noviembre del año anterior. Del mismo modo, en el Diario
Oficial del Ministerio de la Defensa, correspondiente al día 7 de enero de
1938, Manuel Santa Coloma era declarado desafecto al régimen republicano, según
la orden del 20 de octubre de 1936, siendo, por ello, dado de baja del ejército
de la República, con la pérdida de todos los dere3chos y ventajas inherentes a
ello.
Poco
más es lo que podemos saber de los años siguientes. Sí, que en el boletín
oficial del ejército, correspondiente al 2 de marzo del año siguiente, se
publicaba la desestimación del recurso que el interesado había realizado para
que se le reconociera el cobro de seiscientas pesetas, en concepto del
reconocimiento de los derechos pasivos del periodo de tiempo en el que él había
estado separado del ejército. Según se recogía en el documento, Santa Coloma
Lafuente había estado separado del ejército, por condena, en 1937, y aunque se
había reincorporado más tarde, probablemente al ejército nacional, había vuelto
a causar baja el 22 de abril de 1948. Para la desestimación de estos supuestos
derechos, el tribunal se basaba en diferentes leyes que habían sido promulgadas
entre 1940 y 1945.
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