Una de las motivaciones que me
han movido para crear este blog es la de intentar recuperar la memoria del
pasado a través de algunos conquenses olvidados por las generaciones actuales,
conquenses que nacieron en la capital o en algún pueblo de la provincia, y que
merecían, a través de sus vidas, pasar a la historia, hacerse de alguna manera
inmortales, ser conocidos por todas las generaciones. Entre esos conquenses que
merece la pena que sean recordados, ya he dedicado la atención en otras
entradas a algunos artistas, arquitectos sobre todo, que dejaron inscrita su
memoria para siempre a través de sus obras, pero que pocos paisanos las conocen
hoy en día. Y es que mucho es lo que nos queda todavía por hacer en el campo de
la historia del arte, muchas investigaciones en archivos y en las propias
iglesias y museos en los que se encuentran todavía algunas de esas obras.
Porque apenas el siglo XVI ha sido foco de interés para algunos de nuestros especialistas
en la materia, y sólo ese periodo es por ello suficientemente conocido, gracias
a los trabajos de Pedro Miguel Ibáñez Martínez para la pintura; María Luz
Rokiski Lázaro para la arquitectura, la escultura o la rejería; o Amelia
López-Yarto Elizalde, en lo que respecta a la orfebrería. Para otras etapas del
arte conquense, poco es todavía lo que se ha hecho, más allá de algunos
estudios muy concretos, como los de Jesús Bermejo Díez, Gema Palomo Fernández,
Rodrigo de Luz Lamarca y José María Rodríguez González, sobre diferentes
aspectos del edificio catedralicio, o los trabajos de José Luis Barrio Moya y
Jesús Moya Pastor sobre la arquitectura del barroco.
En esta ocasión voy a hablar de
un escultor conquense desconocido de mediados del siglo XVIII: Manuel Bergaz.
Aunque no se conocen demasiados detalles sobre su vida, su nacimiento en Cuenca
la citan autores como Madrazo y Serrano Fatigatti, así como también algún otro
documento de archivo que luego veremos, aunque desarrolló la mayor parte de su
obra primero en Murcia, y después en Madrid. Lo cierto es que llegó a la ciudad
del Segura en los años treinta de aquella centuria, de la mano del arquitecto
castellonense Jaime Bort, quien hasta entonces había estado trabajando también
en la capital conquense, donde proyectó los planos del nuevo ayuntamiento, que
sin embargo no se realizaría hasta algunos años más tarde, y desde donde llevó
a cabo también la construcción de la ermita del Santo Rostro de Honrubia, entre
otros edificios de interés. El arquitecto había sido llamado a Murcia para
levantar la nueva portada barroca de su catedral, ya que la fachada anterior
había quedado arruinada a causa de una riada del río Segura, y allí, en torno a
las obras de la nueva portada, se desarrolló la labor de varios escultores que
trabajaban para el castellonense, uno de los cuales era nuestro paisano.
El escultor conquense ya se
encontraba en Murcia en 1736, fecha a partir de la cual es documentado en los
libros de fábrica de su catedral, según detalla el especialista murciano José
Luis Melendreras, en un artículo sobre nuestro paisano que fue publicado en el
Boletín del Museo del Prado, y del que he recogido la mayor parte de la
información necesaria para la elaboración de este texto[1].
Desde esa fecha, y hasta 1742, aparece citado como tallista, aunque a partir de
ese año ya es citado como escultor propiamente dicho, ganando por ello un
jornal mayor que en los años anteriores. Hasta 1753, año en el que se
terminaron las obras de la fachada catedralicia, el conquense realizó diversas
esculturas de bulto redondo, como las de San Agustín, San Ambrosio, San
Gregorio y San Jerónimo, que realizó con otro escultor del círculo de Bort,
Jaime Campos, con quien colaboraría en gran parte de su obra murciana. También
realizó las esculturas de San Juan Bautista y San José, situadas en sendas
hornacinas sobre las puertas laterales, y las de los cuatro santos de
Cartagena, San Fulgencio, San Leandro, San Isidoro y Santa Florentina, para los
intercolumnios del primer cuerpo.
Imagen de San Juan Bautista, sobre una de las puertas laterales de la catedral de Murcia. Manuel bergaz.
También son obra suya algunas de
las esculturas que se encuentran en el interior del mismo templo catedralicio,
como los cuatro bajorrelieves, en forma de medallón, que representan a los
cuatro evangelistas, que adornan las pechinas de la cúpula. Y también el florón
de media naranja del trascoro, que se le había adjudicado en un principio a él
y a otros tres escultores más, pero que finalmente realizaría él sólo en 1751,
obra por la que cobró ochocientos reales de vellón. Sobre ella, dice lo
siguiente José Luis Melendreras: “El
florón de media naranja es una obra bella y exquisita en todas sus líneas. En
una cartela aparece inserto un jarrón con azucenas de elegantes proporciones,
emblema de la diócesis de Cartagena. En la parte inferior se muestra una
espléndida cabeza de querubín. También ejecutó los diez modelos en yeso de
florones que faltaban en varias bóvedas de las naves de la catedral.”
Estas obras catedralicias no son
las únicas que el escultor conquense realizó para la ciudad de Murcia. Pocos
años después, en 1753, el corregidor de la capital murciana mandó colocar en
los extremos de la Alameda del Carmen, uno de los principales paseos de la
capital del Segura, las estatuas de los monarcas reinantes, Fernando VI y
Bárbara de Braganza, estatuas que realizó también en colaboración con Jorge
Campos, y por las que ambos escultores recibieron la cantidad de tres mil
seiscientos reales de vellón. Inspiradas en los estatuas de piedra que decoran
el Palacio Real de Madrid, las caras fueron sustituidas en los años siguientes
por las de los nuevos monarcas, Carlos IV y María Luisa de Parma, y en la
actualidad se encuentran en el patio del Museo Arqueológico de la ciudad del
Segura.
Acabadas las obras de la
catedral, Jaime Bort fue reclamado en la corte madrileña, y con él, también
nuestro escultor. Según los registros de matrícula de la Academia de San
Fernando, en el mes de noviembre de 1753 ingresaba el escultor Manuel Bergaz
Giraldo, natural de Cuenca, hijo de Miguel Bergaz y de Ángela Caballero[2].
No cabe duda de que se trata de la misma persona, a pesar de que para entonces
el escultor contaba ya con una obra suficientemente contrastada; sobre el otro
apellido que figura en el documento, Giraldo, insistiremos más al hablar de su
hijo, el también escultor Alfonso Giraldo Bergaz. El caso es que, requerido
también el propio Bergaz como escultor en la corte, realizó a partir de 1758,
en colaboración con el escultor aragonés Juan de Salas, sendos relieves de
mármol para las sobrepuertas del Palacio Real, que formaban parte de una serie
de once relieves, que debían adornar cada una de las sobrepuertas de la galería
oriental de dicho palacio, siguiendo una iconografía ideada por el padre
Sarmiento con un nexo común: los grandes hechos de la historia militar
española. Los relieves, que no llegaron nunca a instalarse en el lugar para el
que estaban destinados, representan La
Batalla de Las Navas y La Batalla de
Covadonga, y se encuentran en la actualidad en uno de los pasillos del
madrileño Museo del Prado. Según el catálogo del propio museo, los dos relieves
son obra directamente de su mano, de acuerdo con su estilo “aún barroco, característico de los trabajos
de Manuel Bergaz, que mantendrá siempre una filiación estilística a esa
corriente, sin llegar a adoptar nunca las nuevas ideas estéticas que imperaban
en el panorama europeo.”[3]
La Batalla de Las Navas. Museo del Prado.
Manuel Bergaz
Según el ya citado José Luis
Melendreras, en diciembre de 1750, cuando el escultor conquense se encontraba
todavía en Murcia, éste otorgaba un contrato de aprendizaje con José de Torres,
hijo de Felipe de Torres, con un periodo de siete años de duración. No sería
éste el único alumno que tendría Manuel Bergaz; entre esos alumnos destacó
siempre su propio hijo, conocido en el mundo del arte como Alfonso Bergaz, pero
sobre todo como Alfonso Giraldo Bergaz; ahí es donde hay que recordar el nombre
con el que su padre había ingresado en la Academia de San Fernando: Manuel
Bergaz Giraldo, que no corresponde tampoco con su segundo apellido, que sería
Caballero, sino en todo caso, con un apellido compuesto. Se sabe que éste había
nacido en la capital del Segura en el año 1744, diez años después de que su
padre hubiera llegado a ella para realizar las obras escultóricas de la fachada
catedralicia.
Escultor de estilo neoclásico, al
contrario que su padre, pero como corresponde a la etapa artística que le tocó
vivir, se trasladó con su familia a la corte madrileña cuando todavía era un
niño, y allí tomaría su primer contacto con la escultura. Ingresó también en la
Real Academia de San Fernando, en la que, según Carmen Rodríguez Rico, ingresó
en 1757[4].
En Madrid fue alumno de Felipe de Castro, escultor de cámara de Fernando VI, y
trabajó también para la Real Fábrica de Porcelanas del Retiro. En 1774 fue
nombrado académico de mérito de la Academia de San Fernando, y ocho años
después, en 1782, teniente de director de escultura de dicha academia. Finalmente,
ya en 1797, y después del fallecimiento de Manuel Álvarez en abril de ese año, fue
propuesto para sustituirlo como director del mismo departamento, para lo que
tuvo que presentar una memoria, en la que da fe de algunas de sus obras, tanto para
Madrid (convento de San Martín, parroquias de San Andrés y de San Ginés,
Salesas Reales,…), como para otras ciudades españolas (Salamanca, Burgos, o
incluso Cuenca), y también para el continente americano (Charcas, Bolivia; La
Habana, Cuba). Entre esas obras, cabría destacar la talla del Cristo de la
Agonía, que le fuer encargada por la Real Congregación del Santísimo Cristo, de
San Ginés, en cuya iglesia todavía se conserva, y la estatua de Carlos III, que
se encuentra también en la Plaza Mayor de Burgos, frente al edificio del
ayuntamiento. Según Luis Alba Medinilla, también realizó algunos trabajos para
el colegio madrileño de los Padres Escolapios: las imágenes de San Ignacio de
Loyola, San José de Calasanz, y la Virgen de las Escuelas Pías[5].
Este escultor murciano, pero de indudable raíz conquense a través de su padre,
Manuel Bergaz, fallecería en Madrid en 1812.
[1] Melendreras
Gimeno, José Luis, “El escultor Manuel Bergaz: su obra en Murcia y en el Museo
del Prado”, en Boletín del Museo del
Prado, tomo 7, 1986, pp. 84-88.
[2] Pardo
Canalis, Enrique, Los registros de
matrícula de la Academia de San Fernando de 1752 a 1815, Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1967.
[3] https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/bergaz-manuel/c178a837-1ba7-4cfa-9eb9-1e1ffe13fa16.
Página oficial del bicentenario del Museo del Prado, 1819-2019. Ficha
correspondiente al escultor Manuel Bergaz.
[4] Rodríguez
Rico, Carmen, “Alfonso Giraldo Bergaz y su relación con la Academia de Bellas
Artes de San Fernando”, en Boletín de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, segundo semestre de 1998, nº
87, pp. 285-308.
[5] Alba
Medinilla, Luis, “Algunas notas sobre el patrimonio artístico de la orden
religiosa de los padres escolapios”, en Varios Autores, Congreso Nacional Arte, Cultura y Patrimonio, Ávila, 2018, pp.
10-15.