El historiador, ya lo he dicho en
alguna ocasión anterior, debe vivir el presente a través del pasado, pero
siempre como una propuesta de futuro, aprender del pasado para poder reconducir
el presente que le ha tocado vivir, y de cara a encontrar un futuro mejor. En
este sentido, y trasladando los problemas que a todos nos afectan a una
propuesta de futuro para Cuenca, es conveniente saber cómo es Cuenca en la
actualidad, y sobre todo cómo y por qué Cuenca ha llegado a ser lo que es
ahora, para poder realizar propuestas que nos permitan construir una ciudad
diferente, esa ciudad que todos desearíamos que fuera, una ciudad que,
respetando su pasado histórico, pueda llegar a convertirse, por fin, en una verdadera
ciudad del siglo XXI.
Las noticias sobre la evolución
de la población conquense son, desde luego, y cuando menos, demasiado
desesperanzadoras. Según los datos que nos ofrece el Instituto Nacional de
Estadística, el pasado año 2017, la ciudad había perdido nada menos que 226
habitantes, dejando a la población de hecho en unos números ligeramente
superiores a los cincuenta y cuatro mil habitantes, una de las capitales de
provincia con tasas de población más bajas de todo el país, y quizá la única
que tiene en este momento un crecimiento negativo. El dato, con ser malo, no es
sin embargo el peor. Lo peor de todo es que, además, se trata de una población
particularmente envejecida, con un porcentaje bastante elevado de pensionistas
y de personas que se encuentran ya relativamente cerca de serlo, y una muy
escasa población juvenil, que es la que al final dinamiza las ciudades. Y es
que nuestros jóvenes abandonan la ciudad, una ciudad que nada, o apenas nada,
es capaz de ofrecerles en material laboral, de manera que en muy pocos años,
Cuenca está en riesgo de convertirse en una ciudad fantasma, movilizada sólo en
torno a la Semana Santa y a las fiestas de San Mateo.
Y en lo que respecta a la
provincia, tenemos sólo más de lo mismo. Según las mismas fuentes, ésta ha
perdido en los últimos seis años más de veinte mil habitantes, dejando al
conjunto de la provincia por debajo de los doscientos mil, la cantidad más baja
de población de los últimos veinte años. Gran parte de ésta se encuentra
sometida a una despoblación galopante, hasta el punto de que ya son demasiados,
siempre son demasiados, pero ahora el problema es muy grave, los pueblos que
corren el grave peligro de quedar completamente despoblados, sin un solo habitantes.
El problema se manifiesta sobre todo en la alcarria y en la serranía, comarcas
en las que, además, los problemas de comunicación son también más acuciantes.
Por otra parte, apenas se observa un ligero ascenso de población en tres
municipios conquenses: Tarancón, Quintanar del Rey y San Clemente. Y sólo en
estos tres municipios, además de la propia capital conquense y los
ayuntamientos de Las Pedroñeras, Mota del Cuervo y Motilla del Palancar, el
número de habitantes supera las cinco mil personas, una cifra de población que,
por otra parte, está muy lejos de poder ser considerada como óptima para un
desarrollo urbanístico adecuado.
Y es que, ni la ciudad ni la
provincia, pero especialmente aquélla, es capaz de ofrecer tampoco un foco de
atracción para aquellos que pudieran estar interesados en asentarse en ésta.
Sin industria de verdadera importancia, sin un comercio atractivo más allá de
unas pocas tiendas, cada vez más difíciles de mantener debido sobre todo al
escaso número de clientes potenciales con los que cuenta, es difícil que la
capital conquense pueda convertirse en un foco de atracción para el forastero,
por más que desde ella se haya hecho, sobre todo en los últimos años, una
apuesta interesante por el turismo. Pero, ¿puede una ciudad como Cuenca vivir
sólo del turismo? La respuesta puede ser positiva, como se ha demostrado en
otras muchas ciudades que, desde luego, sólo, o prácticamente sólo, viven de
ese turismo. Sin embargo, en la actualidad se está demostrando que la industria
del turismo también puede tener sus inconvenientes, sus problemas, cuando no se
hace una propuesta seria, cuando no sabemos a qué tipo de turismo nos interesa
atraer a nuestras ciudades.
Por ello, si de verdad queremos
los conquenses vivir del turismo, lo primero que debemos hacer es una propuesta
seria, bien estudiada, de cuál es ese tipo de turismo al que nos interesa
atraer: un turismo de calidad, que deja finalmente su dinero sobrante en las
ciudades que visita; un turismo culto, que sabe elegir sus focos de interés; un
turismo, en fin, que se interese por apuestas diferentes, como puede ser en
nuestro caso el Museo de Arte Abstracto.
Porque si algo ha caracterizado a
Cuenca como ciudad, como foco de atracción turística, es precisamente la
cultura, y esa cultura se manifiesta sobre todo a través de dos aspectos
principales: la pintura moderna y la música. El Museo de Arte Abstracto ha sido
durante mucho tiempo, y todavía lo sigue siendo, aunque quizá un poco menos que
hace cincuenta años, un importante foco de atracción de artistas y de
aficionados a la pintura, procedentes de todo el mundo. Junto a ello, y por lo
que respecta a la quizá mal llamada música culta, lo mismo puede decirse
respecto a las Semanas de Música Religiosa, una de las primeras y más
importantes celebraciones de su clase. Y en los mejores momentos de ambos, del
museo y de las semanas, hubo detrás de ellas un nombre propio, una de esas
personas que, venidas de fuera de la provincia para dinamizar la vida cultural
de la provincia, yace ahora en el olvido de todos los conquenses desde su
destierro en Piedrafita.: Pablo López de Osaba.
Sin embargo, las personas como él
aparecen muy de cuando en cuando, y por ello, los conquenses no podemos esperar
a que nos llegue un nuevo López de Osaba, que pueda volver a dar una nueva
vuelta de tuerca a nuestra cultura y al turismo que llega a nuestra ciudad. Y
ni siquiera podemos tampoco esperar a que nos lo hagan nuestros políticos. El
futro tiene que ser cosa de todos, de cada uno de nosotros, desde nuestra
propia posición. Tenemos que ser nosotros mismos los que, ahora y de una vez
por todas, busquemos nuestro propio futuro, y el de nuestros hijos, a través
del turismo, ya que, al menos de momento, no tenemos otra cosa a nuestro
alcance. Pero tiene que ser éste un turismo de calidad, y ese turismo no se
contenta sólo con buscar monumentos interesantes o las ciudades más
pintorescas.
El turismo de calidad busca
también una gastronomía selecta, y bien cuidada por parte de los hosteleros, y
ese cuidado debe ir también de la mano de un servicio eficaz. El turismo de
calidad busca también, sobre todo, ser bien tratado, y ese trato amable debe ir
también de la mano de cada uno de los conquenses. No se trata en realidad de dar
a los turistas una palmadita en la espalda cada vez que llegan a Cuenca, ni de
proporcionarles un trato de favor cercano a lo que en el argot se llama
“hacerles la pelota”; se trata sólo de darles un trato verdaderamente
agradable, educado, algo que algunas veces llega incluso a echarse en falta. Y
se trata, sobre todo, de mantener la ciudad limpia, y con el mobiliario urbano
en condiciones adecuadas para su uso, y esto es algo en lo que, sin duda, la
ciudad debería mejorar muchísimo.
En definitiva, lo que el turismo
de calidad exige es, también, buenas comunicaciones. Es cierto que las
comunicaciones de Cuenca con el resto de las ciudades españolas, no sólo las
más cercanas, ha mejorado bastante en los últimos años, gracias sobre todo al
desarrollo de la alta velocidad férrea, y a la incorporación de la capital
conquense a esa red de alta velocidad. Sin embargo, en el balance negativo figura
la excesiva distancia que existe entre la estación del AVE y la propia ciudad.
Y sobre todo, se hace necesaria una buena comunicación interna entre la
acrópolis, la parte antigua de la ciudad, y la ciudad moderna, y en este
sentido todavía queda mucho por hacer. La comodidad en los accesos, por una
parte, pasa por hacer peatonal, o semipeatonal, gran parte del casco antiguo,
pero esa peatonalidad tiene que ser compatible con una calidad de vida para los
residentes que sólo es posible después de haber realizado un estudio detenido
de las posibles alternativas, tanto para los turistas como parta los propios
vecinos. El proyectado ascensor, o conjunto de ascensores, puede y debe ser la
alternativa válida a esos accesos; todas las ciudades, también las más
turísticas, podrían servirnos de ejemplo en esa nueva accesibilidad que, desde
luego, hoy en día es completamente necesaria.
Cuenca puede convertirse en una
ciudad del siglo XXI. Es más, Cuenca debe convertirse en esa ciudad moderna,
agradable de pasear para el turismo y para los propios conquenses. Hoy en día,
y si esto no mejora con la instalación de unas pocas fábricas, esa puede ser la
única alternativa válida que los conquenses tenemos para ese morirse poco a
poco. Para ello, vuelvo a insistir, todos los conquenses debemos trabajar en
una misma dirección, un mismo sentido que se resume en muy pocas palabras: una
mejor accesibilidad para todos, un mejor trato para los que nos visitan, una
mayor limpieza de nuestros parques y jardines, un mayor cuidado de nuestro
mobiliario urbano, y también, una hostelería más selecta y preparada para ese
turismo de calidad que es el que de verdad nos interesa. Sólo de esta forma
podremos vivir de verdad del turismo.
A partir de ahí, también tenemos
que buscar para el turista nuevos focos de atracción, que permitan que el
viajero, a pesar de conocer ya la ciudad, pueda volver a interesarse en ella.
Una buena alternativa en este sentido es, desde luego, las Semanas de Música
Religiosa, pero también lo es la organización de ciertas exposiciones de
calidad, al estilo de lo que la junta de Castilla y León viene haciendo desde
hace mucho tiempo con el programa Las
Edades del Hombre. La temática de las exposiciones puede ser muy variada,
pero el arte contemporáneo puede jugar un papel decisivo, contando además con
el apoyo del Museo de Arte Abstracto. La exposición del artista chino Ai Weiwei,
La poética de la libertad, en el año
2016, se inició con una cierta polémica, pero lo que no cabe duda es que su
celebración sirvió de importante revulsivo para el turismo hacia la capital
conquense; como también lo fue, aunque en este caso sólo para una clase de turistas,
los procedentes de un país como Japón, la aparición de nuestra ciudad en una
serie de dibujos animados de gran aceptación en el país asiático. La actual
exposición Vía Mística, del video
artista norteamericano Bill Viola, o la próxima muestra sobre el arte cubano
del siglo XX, que está preparando Juan J. Parera, pueden ser nuevos puntos de
interés, nuevos focos de atracción, de ese turista.