La historia del descubrimiento y la colonización del
continente americano no ha sido siempre una historia gloriosa de victorias. También
ha sido, en algunas ocasiones, una historia de miserias, una historia de dolor
y la sangre derramada, una historia de la más pura picaresca, como se pudo
meter en este mismo foro, cuando hablaba del negrero conquense Gabriel
Villalobos, que había nacido en Bueno en Almendros en 1646, y qué llevó su
historia de contrabandista por todo el mar Caribe, desde las islas a la propia
Venezuela. Pero quizá dónde esa miseria histórica se manifestó más duramente
fue en la figura de Lope de Aguirre, aquel aventurero que formó parte de la
expedición que el virrey conquense, Andrés Hurtado de Mendoza, mandó hacer en
1559 por el río Marañón, que es como en aquella época se llamaba al Amazonas,
en busca del mítico país de El Dorado, del que se contaba que todo, o casi todo,
estaba recubierto de oro. Enloquecido quizá por el clima, equinoccial y húmedo,
o quizá por su propio soberbia, se rebeló contra la persona que mandaba la
expedición, Pedro de Ursúa, a quién ordenó ejecutar, y contra el propio Felipe II,
autoproclamándose príncipe del Perú, Tierra Firme y Chile. La historia terminó,
cómo no podía ser de otra forma, con su muerte, ejecutado por dos de sus
hombres, dos de sus marañones cómo el mismo les llamaba, que no pudieron
soportarme su locura infame.
La
historia de la convirtió en una genial novela el escritor español Ramón J. Sender,
uno de los precursores de la novela histórica en nuestro país. Y la novela se
llevó al cine en repetidas ocasiones, en casi todos los formatos, desde los
dibujos animados, en una versión muy libre de los Estudios Disney del año 2000,
hasta el espectacularidad de la versión española de Carlos Saura, que fue
estrenada en 1988. Sin embargo, quizá quien mejor supo expresar la locura de
aquellos tiempos duros, y locura del propio protagonista de los hechos, fue el
director de mango Werner Herzog. Su versión de la historia, Aguirre la cólera de Dios, rodada en
1972, sigue sin haber sido superada, a lo que contribuye también el trabajo
estelar del actor Klaus Kinski, en el papel del propio del propio protagonista.
Lope de Aguirre.
También la
locura de El Dorado y de Lope de Aguirre tiene su protagonista canción
conquense: Juan López de Ayala. Desde que allá por el año 1541, Gonzalo Pizarro
y Francisco de Orellana realizaran la primera exploración del río Amazonas, la
leyenda ha estado siempre flotando sobre las aguas, a menudo cenagosas, de la
gran serpiente de los indios de la selva. Primero fue la influencia de la
mitología clásica en los terrores que tuvieron que sufrir los aventureros
españoles, que convertía a las mujeres indígenas, acostumbradas a la guerra
como cualquiera varón europeo, en las amazonas que describieron los autores
griegos. Y después fue el sueño de un rey que sea bañada en oro, casi un Midas
de la región ecuatoriana, y que arrojaba grandes cantidades del precioso
elemento a las aguas del río.
A partir
de entonces, en todos los lugares del virreinato, los españoles se hacían eco
de las maravillas que contaban aquellos que habían participado en la expedición
de Orellana. Decían que en lo más recóndito del Amazonas, había una ciudad de
piedra, Manoa, que era en realidad un oasis de civilización en medio de la
selva en ella. En ella abundaba el oro, y el río, frente a ella, había subido
varios estadios de nivel por la cantidad de este metal que había sido ya
arrojado a sus aguas. Aquello hizo olvidar el fracaso de las primeras
expediciones que hasta allí se habían hecho antes, en busca de la canela.
Por ello,
a finales de 1559 Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y virrey de
Perú, como sabemos, mandó una nueva expedición con el fin de buscar todas
aquellas cosas, de las cuales todos hablaban pero que nadie había visto todavía
en realidad. Esta aventura organizada, organizada por un conquense, iba a
contar también con la presencia de otro paisano del virrey, quien, si bien al
principio no era más que uno de los cerca de trescientos españoles que formaron
parte de esta, terminó siendo, con la rebelión de Lope de Aguirre, parte
importante de la misma: Juan López de Ayala.
Desde el
primer momento, podría haberse visto claro que la aventura no iba a tener el
final que él virrey y los expedicionarios esperaban. El marqués de Cañete cometió
el error de encomendar la empresa a un capitán demasiado bisoño, Pedro de Ursúa,
un navarro que se preocupó más de estar con su amante, Inés de Atienza, que de
la situación de sus hombres. Después, cuando ellos se rebelaron y asesinaron a su
capitán, entregaron el mando al sevillano Fernando de Guzmán, más joven aunque
la anterior, y sin ninguna experiencia militar. Finalmente, Lope de Aguirre se
puso al frente de sus marañones, y se declaró rebelde de España.
Habiéndose
hecho así Lope de Aguirre con el mando único de la expedición, las únicas
pretensiones de aquellos aventureros, los cuáles habían salido casi todos,
incluido el propio Aguirre, del más oscura anonimato, eran ahora las de poder
salvar sus propias vidas. El terror se había apoderado de toda la expedición.
Los hombres abandonaron el Amazonas con la intención de regresar por mar hasta
el Perú. La locura de un nuevo imperio, hecho para los soldados sin fortuna, se
había apoderado de Lope de Aguirre. Al mando de sus hombres, hizo escala en la
isla Margarita, donde se apoderaron de las fuerzas vivas que representan allí
al rey de España, Felipe II. En esta pequeña isla pasaron varios días,
sembrando el terror entre los vecinos que habitaban. Ya en 1561, desde Borbuata,
un lugar en Venezuela al que habían llegado los expedicionarios, mandó Lope de
Aguirre al monarca una carta declarándose enemigo suyo. En ella nombra a todos
los expedicionarios que ostentaban cargos, y entre ellos, a un tal Juan López de Ayala, al que declara
haber nacido en la ciudad de Cuenca. Es lo único que conocemos de este paisano
nuestro.
¿Cuál era
la personalidad de este conquense que durante un corto periodo de tiempo se
declaró enemigo de España? Muchos de los expedicionarios, entre ellos el propio
Aguirre, eran criminales, que buscaban en el viaje el perdón a su condena. ¿Sería
López de Ayala uno de ellos? Sin embargo, hay que decir en descargo de ellos,
que aquellos hombres no eran traidores de por sí. La personalidad de Lope de
Aguirre, así como el terror que en ellos inspiraba la selva y un seguro castigo
posterior, si eran capturados por las tropas del virrey, se había apoderado de
todos ellos. Y aunque al principio el tirano había conseguido muchos
partidarios, el gran número de muertes que Aguirre había provocado, incluso
entre sus propios hombres, muchas de ellas innecesarias, pesó demasiado en la
balanza de aquellos corazones oscuros. Algunos de ellos lograron huir de su
cólera y pasarse al campo del Rey, pero los que eran capturados por el rebelde,
eran seguidamente asesinados por varios negros que estaba en el servicio de
Aguirre.
A finales
de aquel año, Aguirre estaba siendo asediado por los hombres del virrey. La
mayor parte de sus hombres, entre ellos el conquense, le habían abandonado.
Cuando estaba a punto de ser detenido, algunos de ellos le dieron muerte y le
cortaron la cabeza. Su muerte, fue tan extremadamente loca y cruenta como el
resto de su aventura americana. En la Wikipedia podemos leer lo siguiente sobre
sus circunstancias truculentas: “Dos de
los marañones le apuntaron con sus arcabuces; uno de ellos disparó, pero solo
consiguió rozarlo, causando la mofa de Aguirre. El otro marañón sí acertó,
matándolo en el acto. Saltó luego sobre él un soldado, llamado Custodio
Hernández, y por orden de García de Paredes, le cortó la cabeza, y sacándola de
los cabellos, que los tenía largos, se fue con ella a ofrecerla al maestre de
campo, pretendiendo ganar indulgencias con él. Su cuerpo fue descuartizado y
sus restos fueron comidos por los perros con la excepción de su cabeza, que fue
enjaulada y expuesta como escarmiento en El Tocuyo, sus manos mutiladas fueron
llevadas a Trujillo y Valencia. En un juicio de residencia post mortem
realizado en El Tocuyo fue declarado culpable del delito de lesa majestad . En
Mérida y El Tocuyo varios de sus marañones fueron llevados a juicio, declarados
culpables de los crímenes cometidos y sentenciados a muerte por
descuartizamiento.”[1]
Era el 26
de octubre de 1561. ¿Qué fue entonces de aquel marañón que había nacido en
Cuenca? Quizá perdonado por el rey, como algunos otros de sus compañeros
pasaría quizá el resto de sus días en alguna ciudad del virreinato de Lima,
intentando olvidar aquella sur de aventuras por el Rio Amazonas. O quizá fuera
alguno de aquellos que serían condenados a ser descuartizados por haberse
rebelado contra su señor natural, el rey de las Españas, poniendo fin a una
vida de miserias por haberse dejado llevar por su propia ambición y por la
locura de un hombre como Lope de Aguirre.