En
esta nueva entrada del blog vamos a hablar de Polibio y de su teoría de la
anaciclosis. Es cierto que esa teoría la desarrolló el escritor greco-romano
Polibio con el fin de intentar explicar las diferentes formas de gobierno en la
antigüedad. Pero también es cierto que, en sus formas más generalistas, es una
teoría que se puede llevar a la práctica en otros periodos de la historia,
hasta el punto de que, incluso hoy en día, tal y como veremos, muchos países de
nuestro entorno se pueden ver reflejados por esta vieja teoría del escritor.
La
teoría de la anaciclosis se basa en que existen seis formas diferentes de
gobierno, tres de ellas principales y otras tres que podrían llamarse
secundarias, surgidas, cada una de ellas, de la degeneración de cada una de las
formas principales. Así, esas tres formas de gobierno primarias serían la
monarquía (el gobierno de uno sólo), la aristocracia (el gobierno de unos
pocos) y la democracia (el gobierno de muchos). Y cada una de ellas, ya lo
hemos dicho, suele degenerar en una forma de gobierno secundaria. Así, la
monarquía puede degenerar en tiranía, la aristocracia puede degenerar en
oligarquía, y la democracia, aunque no lo parezca, también puede degenerar,
cuando ésta se corrompe, y de hecho suele hacerlo, en otra forma de gobierno
que recibe el nombre de oclocracia. Quedémonos con esta palabra, que
etimológicamente podemos definir como el gobierno de la muchedumbre, y que es
el más desconocido de los seis sistemas de gobierno reconocidos por Polibio. La
oclocracia se reconoce sobre todo porque los gobernantes se mueven más por
acciones puramente demagógicas que por los intereses reales de la mayoría. Para
Polibio, todas estas formas de gobierno se retroalimentan unas a otras, en una
especie de ciclo político sin fin, desde la monarquía hasta la propia
oclocracia, de manera que, cuando ésta última entra también en crisis, es
cuando entra de nuevo en juego otra vez la monarquía -léase, también,
dictadura-, para iniciar de nuevo el ciclo en una nueva regeneración política.
La
teoría, con sus lógicas diferencias, puede transliterarse a otros periodos de
la historia, y no nos sería demasiado difícil intentar identificar cada uno de
los sistemas de gobierno descritos por el historiador griego, también a los
últimos siglos de nuestra historia. Así, el siglo XVIII podría ser considerado
como uno de los momentos cumbre de la democracia en la historia reciente: la
independencia de los Estados Unidos y su declaración universal de los derechos
del hombre no son ajenas a ello. Sin embargo, la teoría de la anaciclosis se
puede llevar también a etapas más cortas de la historia, de forma que un mismo
proceso como la Revolución Francesa, participa sucesivamente de varias de esas
formas de gobierno. En efecto, la corrupción de la democracia, que podría haber
significado el estallido de la revolución, dejó pasó, en los meses siguientes,
a la oclocracia, como se encargó de demostrar el importante abuso de la
guillotina, también entre los propios revolucionarios.
La
última aparición de la oclocracia, ya en el siglo XX, está representada, sin
duda alguna, por el importante crecimiento de los fascismos en toda Europa,
pero también por el crecimiento del comunismo de estado. El nacismo de Adolf
Hitler y el comunismo de Stalin beben de las mismas fuentes oclocráticas:
“Desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto
como comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de
algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta, en última
instancia, de una «voluntad de todos», o «voluntad de la mayoría», pero no de
una voluntad general”. Y es que la oclocracia es, en resumidas cuentas, el peor
de todos los sistemas políticos, porque, al contrario que la tiranía, se
esconde detrás de un supuesto poder de las masas que no es real.
Los
movimientos oclocráticos se caracterizan, ya lo hemos dicho, por una acción
demagógica sobre las masas, a las que sin ningún rubor se les asegura que ellos
son la única solución posible a la crisis de la democracia. Y también, porque
sus cabecillas no dudan en mentir a la población con tal de obtener cuanto
antes su propio beneficio ¿Nos suena esto de algo? Muchos países europeos, y no
sólo europeos, están inmersos en la actualidad en una de esas etapas oclocráticas.
Hay movimientos oclocráticos de izquierdas y de derechas, pero todos tienen una
cosa en común: ambos defienden postulados extremistas, que en ocasiones se
confunden con una verdadera intención de regenerar el gobierno.
Dicho
esto, no cabe ninguna duda de que en la actualidad nos encontramos en una nueva
etapa oclocrática, algo a lo que muy pocos países en el mundo pueden escapar en
estos momentos. En muchos países estamos viendo un importante incremento de
poder de los partidos de extrema derecha, y la cultura neonazi vuelve a tener
su lugar en algunas sociedades en las que creíamos que había desaparecido. En
otros países, como España, es la oclocracia de izquierdas, la que está
representada por Podemos e incluso también por el ala más extremista del
Partido Socialista, la que se está abriendo camino últimamente, hasta el punto
de haberse aliado entre ellos, a pesar de sus muchas diferencias, para
constituir un gobierno plenamente oclócrata. ¡Y qué decir también del
importante avance en nuestro país de los nacionalismos más extremistas, esos
nacionalismos que, por su intransigencia y su populismo, conforman también otra
manera de oclocracia! Y en el lado contrario está Vox, y sus mensajes no menos
demagógicos.
Pero
España no es un caso único. Italia tiene en Mateo Salvini y su Liga Norte su
oclocracia, esta vez de carácter derechista. En países como Francia, Países
Bajos y Austria, los partidos de extrema derecha también han logrado sentar en
sus respectivos parlamentos un número importante de diputados. Incluso países
como el Reino Unido y Estados Unidos, la oclocracia de derechas también ha
podido hacerse con el poder. Porque, ¿no representan tanto Donald Trump como
Boris Johnson ese movimiento populista de derecha, cabeza de puente de una
oclocracia moderna que sigue abriéndose paso en la civilización actual? Bernie
Sanders, demócrata pero de honda raíz socialista en un país en el que casi no
existe el socialismo, el que podría haber llegado a convertirse en rival de
Trump en las próximas elecciones norteamericanas, no es menos populista ni oclócrata
que Trump porque, ya lo hemos dicho, la oclocracia puede ser de izquierdas o de
derechas. Así pues, en las próximas elecciones a la Casa Blanca, podrían haberse
enfrentado directamente dos formas distintas, pero a la vez muy similares, de
manifestar la crisis del espíritu democrático, dos oclocracias opuestas pero
similares. Sin embargo, parece ser que Sanders ya se ha bajado del autobús que
podría haberle llevado a la presidencia, retirándose de las primarias y dando
su apoyo a su antiguo rival, Joe Biden, el antiguo presidente de Barak Obama.
España
tampoco es un caso único como gobierno oclócrata de izquierdas. Grecia lo fue
durante un tiempo, durante el gobierno de Alexis Tsipras y su partido
populista, SYRIZA, pero la crisis galopante a la que llevo al país obligó a la
intervención de Europa y a su caída del poder. Y muchos países del
subcontinente latinoamericano, con Venezuela, Bolivia y Cuba a la cabeza,
continúan sumidos en un gobierno oclócrata de izquierdas.