viernes, 9 de octubre de 2020

Casa Winter, entre la historia y la leyenda, al sur de Fuerteventura

 

               En el sur de la isla de Fuerteventura, al otro lado de la península de Jandía, se halla una de las playas más desconocidas y despobladas de todo el archipiélago canario, un espacio desolado, enormemente ventoso, rodeado por una cadena de montañas que la aíslan del resto de la comarca. Si en la actualidad, a pesar de todos los avances que se han venido realizando en los últimos años en cuanto a los sistemas de comunicación se refiere, principalmente una carretera estrecha, pero asfaltada, que se asoma continuamente al abismo, resulta todavía muy complicado llegar hasta Cofete, mucho más difícil debía  resultar entonces, hace ya unos ochenta años, cuando el país entero, y también las islas, acababan de salir de una guerra civil que había dejado asolados todos los rincones de España, y mucho más una zona como esta, a la que sólo se podía acceder por un camino de cabras, que reptaba sinuosamente entre barrancos y desfiladeros cortados a pico. Allí, en aquel rincón tan remoto de Cofete, a pesar de que apenas se encuentra a unos pocos kilómetros de la propia Jandía, se encuentra todavía en pie la Casa Winter, una extraña construcción de los años cuarenta del siglo pasado, construida durante la Segunda Guerra Mundial. Un edificio que todavía es foco de polémica, una polémica que afecta a su futuro y también a su pasado; una polémica que va mucho más allá del pretendido uso hotelero que se le pretende dar, y que afecta también al uso que el edificio tuvo en el pasado, precisamente durante aquella guerra que afectó también a España, a pesar de su posición oficial como país neutral, o no beligerante. Y es que la casa, y sobre todo la leyenda que rodea a la casa, tiene que ver con el verdadero papel jugado por el gobierno de Franco en apoyo, más o menos oculto, en favor de los alemanes, durante gran parte de la misma.



               Antes de hablar sobre la leyenda de la casa, conviene hacer primero un breve acercamiento hacia la historia del edificio, y de su constructor, el ingeniero alemán Gustav Otto Winter. Éste había nacido en Zastler, una pequeña ciudad de la región de la Selva Negra, al sur de Alemania, en 1893, pero pasó gran parte de su vida en España, país al que llegó ya durante la Primera Guerra Mundial. Después de haber pasado los primeros años que vivió en nuestro país en Madrid, ciudad en la que terminó, en 1921, la carrera de Ingeniería Industrial, recorrió durante los años siguientes varias ciudades, con el fin de participar en diversos proyectos de electrificación, que en aquellas fechas tanto se estaban desarrollando: Tomelloso (Ciudad Real), Murcia, Zaragoza y Valencia, además de la propia capital madrileña. Y poco tiempo después, en 1924, viajó por primera vez a las islas Canarias, con el fin de impulsar allí la creación de una nueva planta energética, que estaba pagada con capital británico y norteamericano. Fue entonces cuando hoyó hablar por primera vez de Fuerteventura, que en aquella época era apenas un islote de tierra casi despoblado, más allá de un grupo de casas en su capital, Puerto del Rosario, llamado entonces Puerto Cabras, y unas pocas aldeas diseminadas por todo el territorio, y con escasas comunicaciones entre ellas. Y allí, en la parte más inhóspita de la isla, en la parte norte de la península de Jandía, en la de barlovento, que a su vez ocupa todo el extremo sur de la isla, a los pies del llamado Pico de la Zarza, que con sus 817 metros de altitud es el punto más elevado, a unos tres kilómetros de la playa de Cofete, en una zona en la que suele azotar con fuerza los vientos alisios. Y en unos terrenos que hasta entonces eran propiedad del conde de Santa Coloma, Gustav Winter decidió construirse una residencia en la que vivir, y desde donde dirigir todo ese imperio industrial y económico que ya entonces se estaba desarrollando en su mente, y que consistía precisamente en la electrificación de toda la isla Para entonces, la electricidad todavía no había llegado aún a ningún lugar de la isla, y Winter se dio cuenta de las posibilidades que la nueva industria tenía para el desarrollo del ocio y la construcción en el conjunto de la isla. Gustav Winter falleció en Las Palmas en 1971, y muchos años después, sus herederos vendieron la casa a una importante empresa canaria, con intereses en el negocio hotelero e inmobiliario, con vistas a poder transformarla en un hotel de lujo. Sin embargo, el proyecto se encuentra paralizado judicialmente por las presiones de la familia Fumero, descendiente de los últimos moradores de la casa (Pedro Fumero, quien está realizando a fondo una investigación sobre la historia de la mansión, se sobrino de los antiguos administradores de la finca), que desean convertirla en una especie de museo en el que pueda mostrarse al público la leyenda y la historia del edificio[1].

               Y mientras tanto, la leyenda sobre Gustav Winter y sobre la casa que mandó construir en Fuerteventura sigue viva, entrelazado sus raíces con la propia historia del edificio, de manera que hoy es difícil saber dónde acaba una y dónde empieza la otra; quizá la publicación del libro “Winter, el mito”, prometido desde hace algunos años en sus tres versiones, alemán, inglés y español, del que es autor el escritor austro alemán Alexander Peer, retrasada en repetidas ocasiones, y sobre todo por la aparición en diversos archivos de Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, de diferentes documentos secretos que han sido desclasificados recientemente, pueda dar nuevas luces sobre este curioso personaje. Y es que, según parece, Winter estaba incluido en una lista negra que, formada por un total de ciento cuatro espías alemanes que residían en España, fue elaborada por los aliados, quienes reclamaron su repatriación al gobierno del general Francisco Franco. Este hecho, unido a que su nombre también aparecía mencionado en otros documentos de los servicios de inteligencia estadounidense como militar y operador de radio, ha alimentado la leyenda de que la casa sirvió en aquellos momentos, durante la Segunda Guerra Mundial, como base de aprovisionamiento y descanso para la tripulación de los submarinos alemanes que operaban en el océano Atlántico, incluso desde algún tiempo antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, y que la torre que se levanta en uno de los costados del edificio servía, a su vez, como una especie de faro para este tipo de naves, pues en ella se había instalado una potente emisora de radio para facilitar las comunicaciones. Lo cierto es que aún se conserva, convenientemente expuestos para el visitante, diferentes objetos que podrían estar relacionados con ese periodo oscuro de la casa.



               La teoría de una posible base de aprovisionamiento para submarinos alemanes en la casa Winter viene avalada por algunos hechos históricos. No es ningún secreto que durante toda la Segunda Guerra Mundial, una flota de submarinos alemanes operaba en todo el Atlántico norte, patrullando con el fin de intentar bloquear los posibles envíos de armamento o de provisiones hacia Gran Bretaña por parte sobre todo de Estados Unidos, y logrando el hundimiento de varios barcos mercantes y de pasajeros. En aquella época, los submarinos tenían un radio de acción bastante limitado, estando obligados a subir a la superficie cada poco tiempo para recargar las baterías que permitían la inmersión, y en aquellas circunstancias, los archipiélagos portugueses de Madeira y Azores, y también el de Canarias, se convertían en un punto de apoyo importante para aquellos U-Boot alemanes. Así, no es tampoco ningún secreto que durante la guerra se habían establecido varias estaciones de submarinos alemanes en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, a pesar de la pretendida neutralidad de España en el conflicto, e incluso en una ocasión, el 6 de agosto de 1943, un bombardero inglés consiguió hundir un submarino , el llamado U-167, en aguas del archipiélago de Canarias[2]. Por otra parte, algunos habitantes de las islas fueron testigos de la presencia de militares nazis en el extremo sur de la isla, y también de la emersión de este tipo de buques, que en la imaginación popular les parecían una especie de “barcas al revés”.

               La leyenda fue utilizada, además, por el novelista Alberto Vázquez Figueroa para escribir, en 1991, una de sus exitosas novelas, “Fuerteventura”. En ella, el escritor canario se basa en la teoría de la casa como base de aprovisionamiento para submarinos para inventar una trama de espionaje, tan característica de algunas de sus obras, en la que la mansión Winter era, además, una especie de prostíbulo de lujo creado por la Kriegsmarine, la marina alemana, para que los oficiales de sus tripulaciones pudieran descansar mientras los buques se aprovisionaban y se reparaban, olvidándose por unos días de la vida bajo el mar, e incluso, también, de sus propias familias, que habían dejado durante la guerra en algún rincón de Alemania. Esta interpretación está relacionada también con otra de las leyendas de la casa, según la cual en el edificio se celebraban cotidianamente algunas fiestas de sociedad, que muchas veces contaban con algunos invitados que formaban parte importante del organigrama del Reich. La trama de espionaje puede parecer exagerada, pero hay que recordar que el libro de Vázquez Figueroa es solamente eso, una novela. Sin embargo, también hay muchos elementos reales en el entorno de la casa.

               Así, existen algunos elementos reales que también deben ser tenidos en cuenta: la existencia en la casa de una emisora de radio, que todavía se conserva; la valla que rodeaba al edificio, que lo mantenía alejado de miradas indiscretas; la existencia en el extremo sur de la isla, en un lugar tan inhóspito como la propia casa, de una pista de aterrizaje; la vagoneta Krupp, que también existe aún frente a la casa, y los raíles que aparentan huir hacia la montaña cercana, en la que, según los defensores de la teoría, los nazis pretendieron aprovechar las cavidades volcánicas de la isla para ocultar los submarinos, y también para unir de alguna manera Cofete con Morro Jable, al sur de la isla, facilitando de esta manera la navegación por la zona; las frecuentes explosiones, que algunos testigos creyeron oír en aquella época, producto quizá de las extracciones de roca; y el propio emplazamiento de la casa, como se ha dicho en la zona más inhóspita de toda la isla.

También aboga por esa posibilidad el supuesto viaje que, según parece, el propio Gustav Winter realizó a Berlín en 1937, apenas dos años antes de que se iniciara la guerra, con el fin de recoger y traer a España una importante cantidad de dinero para invertir en la isla. La existencia de ese viaje no ha podido ser demostrada, pero según la revista alemana Stern, que en 1971 publicó una de las escasas entrevistas al dueño de la casa, Winter regresó de Alemania con una maleta llena de dinero que, según las versiones, se lo había proporcionado el propio Hermann Göring, vicecanciller del Reich, comandante supremo de la Luftwaffe, las fuerzas aéreas alemanas, y lugarteniente del propio Adolf Hitler. La existencia de ese viaje, por supuesto, fue negada por el protagonista, pero eso tampoco quiere decir que no existiera en realidad. Por otra parte, ya desde algún tiempo antes del estallido de la guerra, los nazis se estaban preparando para ella, y en aras de esa preparación, tampoco es un secreto que el gobierno alemán había ido estableciendo relaciones empresariales y familiares en algunos lugares estratégicos de toda Europa, relaciones que luego les pudieran ayudar de alguna manera durante el desarrollo del conflicto bélico. Y las islas Canarias, y en concreto Fuerteventura, por su situación en el extremo sur de Europa, y muy cerca del continente africano, era uno de esos puntos estratégicos de vital importancia.



A pesar de todo ello, muchos estudiosos no se muestran de acuerdo en la teoría de los submarinos, y aducen que las aguas que rodean a la playa de Cofete no tienen una profundidad suficiente para que este tipo de buques puedan operar en ellas. Por otra parte, la torre de la casa, que según la leyenda, ya lo hemos dicho, habría sido utilizado como torre de control para las comunicaciones entre la casa y las naves, no fue construida hasta 1947, dos años después de terminada la guerra, e incluso el conjunto principal del edificio no se había iniciado, según parece, hasta unos pocos años antes. Sin embargo, todo ello no es óbice para poder mantener, más allá de las leyendas, una relación real de la casa con el mundo nazi, y en concreto con otra de las leyendas, o no tanto, que rodean la casa: la interpretación del edificio como escondite y escala, en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, como vía de escape para los criminales de guerra nazis, hacia los países de América del Sur.

En este sentido parece abogar la inclusión de Winter en la mencionada lista de espías alemanes que residían entonces en España, y que fueron reclamados infructuosamente por las autoridades alemanas, con el fin de que pudieran ser enjuiciados como crímenes de guerra. Y en ese sentido abogan también algunas de las estructuras que aún se conservan en el interior de la casa, y que el ya citado Pedro Fumero enseña a los curiosos que todavía se acercan por la mansión: túneles secretos, puertas diminutas que se abren hacia estancias de grandes dimensiones, pasillos que fueron tapiados en algún momento sin ninguna razón aparente; una especie de búnker en el sótano de la casa; extraños recovecos en las esquinas, que parecen construidos a propósito para convertirlos en nidos de ametralladoras, o una instalación eléctrica muy potente, demasiado potente para ser la de una casa común, y más en la época en la que fue construida; es cierto que Winter se había ganado la vida, precisamente, modernizando la electrificación de la isla, pero eso no justifica una instalación tan compleja en una casa aparentemente normal. Y entre esos espacios tan extraños, destaca por encima de todo una inusual cocina en la que, en lugar de los fogones normales de cualquier cocina, albergaba en su interior otros elementos que parecen extrapolados de un campo de concentración, y que recuerdan a un lúgubre laboratorio. ¿Se utilizaba acaso esa cocina para hacer extraños experimentos con los prisioneros? ¿Era, por el contrario, un no menos extraño quirófano, y eso es más probable, en el que se llevaban a cabo operaciones secretas de cirugía estética, con el fin de modificar el aspecto exterior de los espías que debían viajar a Hispanoamérica?



¿Qué hay de realidad en esta trama de espionaje, y que es sólo un cúmulo de leyendas? La existencia de espías nazis en las islas Canarias durante la Segunda Guerra Mundial, y también durante los años siguientes, ya lo hemos dicho, es un hecho constatado por diferentes historiadores, y así lo demuestran también algunos documentos del Federal Bureau of Invetigation (FBI; Oficina Federal de Investigación), que fueron desclasificados en enero de 2019. Algunos de esos documentos confirman que la colonia alemana que vivía en Canarias en los años cuarenta no había pasado desapercibida para la CIA estadounidense Uno de ellos, en concreto, es un informe que fue remitida a ésta por el FBI; fechado en 1974, en él se da cuenta de la investigación que unos años antes había realizado uno de sus agentes, que en ese momento se encontraba detrás de la pista de Martin Bormann, jefe de la cancillería del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán desde mayo de 1941, presidente del partido durante los últimos días de la guerra, y secretario personal del Führer desde abril de 1943. Durante la búsqueda de Bormann, el agente había conseguido contactar con un confidente anónimo. En el documento original puede leerse lo siguiente: “The man also advised  NY T-1 that a  number of former Nazis live on the Island of Fuerteventura in the Canary Islands. Large land holdings in the Jandia section of the island are either owned by ex-Nazis who recibe the income from ther, or are sites of their residences. A man name Winter reportedly acts on behald of the Nazis in their real estate dealings.”[3]

Es cierto que la información proporcionada por el confidente era falsa. Éste le había informado al agente de que Bormann, junto a otros jerarcas nazis, se encontraban viviendo en ese momento en Zurich (Suiza) bajo sendas identidades falsas. Sin embargo, para entonces el líder del partidoi, que había sido juzgado en Núremberg in absentia, llevaba ya muchos años muerto. En efecto, después de que Hitler se hubiera suicidado en su propio búnker de Berlín, él y otros miembros de su círculo intentaron escapar de la capital alemana con el fin de evitar ser capturados por las tropas soviéticas. No se sabía nada de él hasta que en 1972, unos trabajadores de la construcción encontraron los restos de varios hombres, que habían sido enterrados en las cercanías de la estación Lehrter, en el Berlín Oeste. Uno de esos restos fueron identificados como los del propio Bormann por los registros dentales, así como por algunos daños que el cadáver presentaba en la clavícula, que se correspondían con un accidente de equitación que éste había sufrido en 1939. Sin embargo, aquello no fue suficiente para acallar las especulaciones sobre su paradero hasta 1998, cuando se llevaron a cabo exámenes genéticos de los huesos que certificaron que los restos eran del dirigente nazi. Se supone que éste debía haberse suicidado para evitar su apresamiento, pues en la boca del cadáver fueron encontrados también algunos trozos de cristal, que sugirieron a los forenses que había mordido las tradicionales cápsulas de cianuro que eran utilizadas por los nazis para no ser hechos prisioneros. Algún tiempo después de su muerte, su cadáver, y el de algunos nazis que también intentaban huir, fueron enterrados en una zanja, donde serían encontrados algunos años más tarde.

Sin embargo, la historia de Bormann no debe hacernos olvidar lo que el confidente del agente le había dicho sobre el propio Winter. Y sobre todo, no debe hacernos olvidar lo que en realidad nos interesa: la historia de esta casa, real y legendaria, una mansión singular, hermosa a pesar de las condiciones de abandono en las que actualmente se encuentra. Una casa que se levanta frente a la playa de Cofete, en un espacio casi fantasmal, deshabitado, como un vigía atento a todo lo que sucede en esas playas de barlovento que se extienden por el extremo sur de la isla de Fuerteventura. Y como un elemento más de la leyenda, muy cerca de la casa se puede visitar también un extraño cementerio alemán, cerrado solamente por una empalizada de madera, de baja altura, incapaz de evitar que la arena que el viento trae desde la playa pueda cubrir gran parte de las tumbas. Tumbas sin nombre, muchas de ellas, y otras con extraños nombres de profunda raíz germánica, que nos recuerdan todo ese pasado alemán que tiene la casa, esa casa singular que se alza a medio camino entre la playa y la pelada cordillera que la separa del resto de la isla.

 


 

 



[1] https://casawinter.com/la-casa-winter.  Blog sobre la casa Winter, en español, inglés y alemán.

[2] http://www.u-historia.com/uhistoria/historia/articulos/u167/u167.htm. César O’Donnell. “Hundimiento del sumergible alemán U167 en aguas de la Isla de Gran Canaria durante la Segunda Guerra Mundial”. Revista Española de Historia Militar. Nº. 3. Mayo-Junio, 2000.

[3] “El hombre también informó a NY T-1 que varios ex nazis viven en la isla de Fuerteventura en las Islas Canarias. Las grandes propiedades de tierra en la sección de Jandía de la isla son propiedad de ex nazis que reciben los ingresos de la frontera, o son sitios de sus residencias. Según los informes, un hombre llamado Winter actúa siguiendo el comportamiento de los nazis en sus gestiones inmobiliarias.” http://espiral21.com/1973-fbi-tras-la-pista-la-colonia-nazi-fuerteventura-2/. José S. Mújica. “1973: el FBI tras la pista de la colonia nazi en Fuerteventura”. Espiral 21. Publicado el 23 de enero de 2017.

3 comentarios:

  1. Realmente el fondo y forma de toda esta historia está superado. En Canarias, y directamente en Fuerteventura trabajo desde hace tiempo con lo mejor de los documentos y ya se han publicado algunas cosas que aclaran todo este tinglado. Sólo necesitamos un altavoz para darle luz a la aclaración de tanto disparate.

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  2. Organizo charlas en mi isla, y vamos por una segunda ronda más ambiciosa, que salga del marcó de la isla a Gran Canaria y Tenerife, pero sé que es preciso seguir la ronda por la península, acepto ayuda en ese sentido para explicar con pelos y señales lo que desde lejos no acabarán de saber y seguirán manteniendo los mismos bulos y mitos sin solución. Toda la leyenda está construida sobre disparates cronológicos que no aguantan un descasacarillado con la realidad histórica y además tapan la verdadera historia de Jandía con la excusa de que la tapan las autoridades, que realmente como instituciones no tienen más interés que el administrativo y lo que pueda descubrirse en el caso fantástico de la leyenda en extremo, siempre será achacable a un régimen que ha dejado mucha tristeza y muchos muertos en la cuneta que ya no escandalizan a nadie pues siguen habiendo partidarios de aquel régimen y creciendo su partido. Por cierto integrado por algún elemento que milita en la propia leyenda de Cofete. Hay que meterse en la historia para hacerse las preguntas adecuadas y desfantasmarse de la magia de una casa que apenas vivieron dos familias diferentes de los Winter para cuidarla. El común de la gente no sabe que los Winter vivían en Morro Jable 3n su verdadera casa Winter. Y eso es una parte solo del engaño.

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  3. Otra cosa, no encontraremos en el cementerio ni una sola referencia alemana, el estudio que se hizo registro por Iglesias y civiles en 2002 y que aún continúa la persona que lo realizó, no señala un solo apellido alemán, es más solo puramente peninsular español el de un farero que murió estando destinado aquí, los demás todos son de frecuencia majorera, conejera o Canarios, de los doscientos casi de la placa y de los muchos más que se verán publicados en un futuro si su autor consigue darlos a conocer. Saludos, en honor a la verdad.

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