En
el sur de la isla de Fuerteventura, al otro lado de la península de Jandía, se
halla una de las playas más desconocidas y despobladas de todo el archipiélago
canario, un espacio desolado, enormemente ventoso, rodeado por una cadena de
montañas que la aíslan del resto de la comarca. Si en la actualidad, a pesar de
todos los avances que se han venido realizando en los últimos años en cuanto a
los sistemas de comunicación se refiere, principalmente una carretera estrecha,
pero asfaltada, que se asoma continuamente al abismo, resulta todavía muy
complicado llegar hasta Cofete, mucho más difícil debía resultar entonces, hace ya unos ochenta años,
cuando el país entero, y también las islas, acababan de salir de una guerra
civil que había dejado asolados todos los rincones de España, y mucho más una
zona como esta, a la que sólo se podía acceder por un camino de cabras, que
reptaba sinuosamente entre barrancos y desfiladeros cortados a pico. Allí, en
aquel rincón tan remoto de Cofete, a pesar de que apenas se encuentra a unos
pocos kilómetros de la propia Jandía, se encuentra todavía en pie la Casa
Winter, una extraña construcción de los años cuarenta del siglo pasado, construida
durante la Segunda Guerra Mundial. Un edificio que todavía es foco de polémica,
una polémica que afecta a su futuro y también a su pasado; una polémica que va
mucho más allá del pretendido uso hotelero que se le pretende dar, y que afecta
también al uso que el edificio tuvo en el pasado, precisamente durante aquella
guerra que afectó también a España, a pesar de su posición oficial como país
neutral, o no beligerante. Y es que la casa, y sobre todo la leyenda que rodea
a la casa, tiene que ver con el verdadero papel jugado por el gobierno de
Franco en apoyo, más o menos oculto, en favor de los alemanes, durante gran
parte de la misma.
Antes
de hablar sobre la leyenda de la casa, conviene hacer primero un breve
acercamiento hacia la historia del edificio, y de su constructor, el ingeniero
alemán Gustav Otto Winter. Éste había nacido en Zastler, una pequeña ciudad de
la región de la Selva Negra, al sur de Alemania, en 1893, pero pasó gran parte
de su vida en España, país al que llegó ya durante la Primera Guerra Mundial.
Después de haber pasado los primeros años que vivió en nuestro país en Madrid,
ciudad en la que terminó, en 1921, la carrera de Ingeniería Industrial,
recorrió durante los años siguientes varias ciudades, con el fin de participar
en diversos proyectos de electrificación, que en aquellas fechas tanto se
estaban desarrollando: Tomelloso (Ciudad Real), Murcia, Zaragoza y Valencia,
además de la propia capital madrileña. Y poco tiempo después, en 1924, viajó
por primera vez a las islas Canarias, con el fin de impulsar allí la creación
de una nueva planta energética, que estaba pagada con capital británico y
norteamericano. Fue entonces cuando hoyó hablar por primera vez de
Fuerteventura, que en aquella época era apenas un islote de tierra casi
despoblado, más allá de un grupo de casas en su capital, Puerto del Rosario,
llamado entonces Puerto Cabras, y unas pocas aldeas diseminadas por todo el
territorio, y con escasas comunicaciones entre ellas. Y allí, en la parte más
inhóspita de la isla, en la parte norte de la península de Jandía, en la de
barlovento, que a su vez ocupa todo el extremo sur de la isla, a los pies del
llamado Pico de la Zarza, que con sus 817 metros de altitud es el punto más
elevado, a unos tres kilómetros de la playa de Cofete, en una zona en la que
suele azotar con fuerza los vientos alisios. Y en unos terrenos que hasta
entonces eran propiedad del conde de Santa Coloma, Gustav Winter decidió
construirse una residencia en la que vivir, y desde donde dirigir todo ese
imperio industrial y económico que ya entonces se estaba desarrollando en su
mente, y que consistía precisamente en la electrificación de toda la isla Para
entonces, la electricidad todavía no había llegado aún a ningún lugar de la
isla, y Winter se dio cuenta de las posibilidades que la nueva industria tenía para
el desarrollo del ocio y la construcción en el conjunto de la isla. Gustav
Winter falleció en Las Palmas en 1971, y muchos años después, sus herederos
vendieron la casa a una importante empresa canaria, con intereses en el negocio
hotelero e inmobiliario, con vistas a poder transformarla en un hotel de lujo.
Sin embargo, el proyecto se encuentra paralizado judicialmente por las
presiones de la familia Fumero, descendiente de los últimos moradores de la
casa (Pedro Fumero, quien está realizando a fondo una investigación sobre la
historia de la mansión, se sobrino de los antiguos administradores de la
finca), que desean convertirla en una especie de museo en el que pueda
mostrarse al público la leyenda y la historia del edificio[1].
Y
mientras tanto, la leyenda sobre Gustav Winter y sobre la casa que mandó
construir en Fuerteventura sigue viva, entrelazado sus raíces con la propia
historia del edificio, de manera que hoy es difícil saber dónde acaba una y
dónde empieza la otra; quizá la publicación del libro “Winter, el mito”,
prometido desde hace algunos años en sus tres versiones, alemán, inglés y
español, del que es autor el escritor austro alemán Alexander Peer, retrasada
en repetidas ocasiones, y sobre todo por la aparición en diversos archivos de
Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, de diferentes documentos secretos que
han sido desclasificados recientemente, pueda dar nuevas luces sobre este curioso
personaje. Y es que, según parece, Winter estaba incluido en una lista negra
que, formada por un total de ciento cuatro espías alemanes que residían en
España, fue elaborada por los aliados, quienes reclamaron su repatriación al
gobierno del general Francisco Franco. Este hecho, unido a que su nombre
también aparecía mencionado en otros documentos de los servicios de
inteligencia estadounidense como militar y operador de radio, ha alimentado la
leyenda de que la casa sirvió en aquellos momentos, durante la Segunda Guerra
Mundial, como base de aprovisionamiento y descanso para la tripulación de los
submarinos alemanes que operaban en el océano Atlántico, incluso desde algún
tiempo antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, y que la torre que se
levanta en uno de los costados del edificio servía, a su vez, como una especie
de faro para este tipo de naves, pues en ella se había instalado una potente
emisora de radio para facilitar las comunicaciones. Lo cierto es que aún se
conserva, convenientemente expuestos para el visitante, diferentes objetos que
podrían estar relacionados con ese periodo oscuro de la casa.
La
teoría de una posible base de aprovisionamiento para submarinos alemanes en la
casa Winter viene avalada por algunos hechos históricos. No es ningún secreto
que durante toda la Segunda Guerra Mundial, una flota de submarinos alemanes
operaba en todo el Atlántico norte, patrullando con el fin de intentar bloquear
los posibles envíos de armamento o de provisiones hacia Gran Bretaña por parte
sobre todo de Estados Unidos, y logrando el hundimiento de varios barcos
mercantes y de pasajeros. En aquella época, los submarinos tenían un radio de
acción bastante limitado, estando obligados a subir a la superficie cada poco
tiempo para recargar las baterías que permitían la inmersión, y en aquellas
circunstancias, los archipiélagos portugueses de Madeira y Azores, y también el
de Canarias, se convertían en un punto de apoyo importante para aquellos U-Boot
alemanes. Así, no es tampoco ningún secreto que durante la guerra se habían
establecido varias estaciones de submarinos alemanes en el puerto de Las Palmas
de Gran Canaria, a pesar de la pretendida neutralidad de España en el
conflicto, e incluso en una ocasión, el 6 de agosto de 1943, un bombardero
inglés consiguió hundir un submarino , el llamado U-167, en aguas del
archipiélago de Canarias[2].
Por otra parte, algunos habitantes de las islas fueron testigos de la presencia
de militares nazis en el extremo sur de la isla, y también de la emersión de
este tipo de buques, que en la imaginación popular les parecían una especie de
“barcas al revés”.
La
leyenda fue utilizada, además, por el novelista Alberto Vázquez Figueroa para
escribir, en 1991, una de sus exitosas novelas, “Fuerteventura”. En ella, el
escritor canario se basa en la teoría de la casa como base de aprovisionamiento
para submarinos para inventar una trama de espionaje, tan característica de
algunas de sus obras, en la que la mansión Winter era, además, una especie de
prostíbulo de lujo creado por la Kriegsmarine, la marina alemana, para que los
oficiales de sus tripulaciones pudieran descansar mientras los buques se
aprovisionaban y se reparaban, olvidándose por unos días de la vida bajo el
mar, e incluso, también, de sus propias familias, que habían dejado durante la guerra
en algún rincón de Alemania. Esta interpretación está relacionada también con
otra de las leyendas de la casa, según la cual en el edificio se celebraban
cotidianamente algunas fiestas de sociedad, que muchas veces contaban con
algunos invitados que formaban parte importante del organigrama del Reich. La
trama de espionaje puede parecer exagerada, pero hay que recordar que el libro
de Vázquez Figueroa es solamente eso, una novela. Sin embargo, también hay
muchos elementos reales en el entorno de la casa.
Así,
existen algunos elementos reales que también deben ser tenidos en cuenta: la existencia
en la casa de una emisora de radio, que todavía se conserva; la valla que
rodeaba al edificio, que lo mantenía alejado de miradas indiscretas; la
existencia en el extremo sur de la isla, en un lugar tan inhóspito como la
propia casa, de una pista de aterrizaje; la vagoneta Krupp, que también existe
aún frente a la casa, y los raíles que aparentan huir hacia la montaña cercana,
en la que, según los defensores de la teoría, los nazis pretendieron aprovechar
las cavidades volcánicas de la isla para ocultar los submarinos, y también para
unir de alguna manera Cofete con Morro Jable, al sur de la isla, facilitando de
esta manera la navegación por la zona; las frecuentes explosiones, que algunos
testigos creyeron oír en aquella época, producto quizá de las extracciones de
roca; y el propio emplazamiento de la casa, como se ha dicho en la zona más
inhóspita de toda la isla.
También aboga
por esa posibilidad el supuesto viaje que, según parece, el propio Gustav
Winter realizó a Berlín en 1937, apenas dos años antes de que se iniciara la
guerra, con el fin de recoger y traer a España una importante cantidad de
dinero para invertir en la isla. La existencia de ese viaje no ha podido ser
demostrada, pero según la revista alemana Stern, que en 1971 publicó una de las
escasas entrevistas al dueño de la casa, Winter regresó de Alemania con una
maleta llena de dinero que, según las versiones, se lo había proporcionado el
propio Hermann Göring, vicecanciller del Reich, comandante supremo de la Luftwaffe,
las fuerzas aéreas alemanas, y lugarteniente del propio Adolf Hitler. La
existencia de ese viaje, por supuesto, fue negada por el protagonista, pero eso
tampoco quiere decir que no existiera en realidad. Por otra parte, ya desde
algún tiempo antes del estallido de la guerra, los nazis se estaban preparando
para ella, y en aras de esa preparación, tampoco es un secreto que el gobierno
alemán había ido estableciendo relaciones empresariales y familiares en algunos
lugares estratégicos de toda Europa, relaciones que luego les pudieran ayudar
de alguna manera durante el desarrollo del conflicto bélico. Y las islas
Canarias, y en concreto Fuerteventura, por su situación en el extremo sur de
Europa, y muy cerca del continente africano, era uno de esos puntos
estratégicos de vital importancia.
A pesar de todo
ello, muchos estudiosos no se muestran de acuerdo en la teoría de los
submarinos, y aducen que las aguas que rodean a la playa de Cofete no tienen
una profundidad suficiente para que este tipo de buques puedan operar en ellas.
Por otra parte, la torre de la casa, que según la leyenda, ya lo hemos dicho,
habría sido utilizado como torre de control para las comunicaciones entre la
casa y las naves, no fue construida hasta 1947, dos años después de terminada
la guerra, e incluso el conjunto principal del edificio no se había iniciado,
según parece, hasta unos pocos años antes. Sin embargo, todo ello no es óbice para
poder mantener, más allá de las leyendas, una relación real de la casa con el
mundo nazi, y en concreto con otra de las leyendas, o no tanto, que rodean la
casa: la interpretación del edificio como escondite y escala, en los años que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial, como vía de escape para los criminales
de guerra nazis, hacia los países de América del Sur.
En este sentido
parece abogar la inclusión de Winter en la mencionada lista de espías alemanes
que residían entonces en España, y que fueron reclamados infructuosamente por
las autoridades alemanas, con el fin de que pudieran ser enjuiciados como
crímenes de guerra. Y en ese sentido abogan también algunas de las estructuras
que aún se conservan en el interior de la casa, y que el ya citado Pedro Fumero
enseña a los curiosos que todavía se acercan por la mansión: túneles secretos,
puertas diminutas que se abren hacia estancias de grandes dimensiones, pasillos
que fueron tapiados en algún momento sin ninguna razón aparente; una especie de
búnker en el sótano de la casa; extraños recovecos en las esquinas, que parecen
construidos a propósito para convertirlos en nidos de ametralladoras, o una
instalación eléctrica muy potente, demasiado potente para ser la de una casa
común, y más en la época en la que fue construida; es cierto que Winter se
había ganado la vida, precisamente, modernizando la electrificación de la isla,
pero eso no justifica una instalación tan compleja en una casa aparentemente
normal. Y entre esos espacios tan extraños, destaca por encima de todo una
inusual cocina en la que, en lugar de los fogones normales de cualquier cocina,
albergaba en su interior otros elementos que parecen extrapolados de un campo
de concentración, y que recuerdan a un lúgubre laboratorio. ¿Se utilizaba acaso
esa cocina para hacer extraños experimentos con los prisioneros? ¿Era, por el
contrario, un no menos extraño quirófano, y eso es más probable, en el que se
llevaban a cabo operaciones secretas de cirugía estética, con el fin de
modificar el aspecto exterior de los espías que debían viajar a Hispanoamérica?
¿Qué hay de
realidad en esta trama de espionaje, y que es sólo un cúmulo de leyendas? La
existencia de espías nazis en las islas Canarias durante la Segunda Guerra
Mundial, y también durante los años siguientes, ya lo hemos dicho, es un hecho
constatado por diferentes historiadores, y así lo demuestran también algunos
documentos del Federal Bureau of Invetigation (FBI; Oficina Federal de
Investigación), que fueron desclasificados en enero de 2019. Algunos de esos
documentos confirman que la colonia alemana que vivía en Canarias en los años
cuarenta no había pasado desapercibida para la CIA estadounidense Uno de ellos,
en concreto, es un informe que fue remitida a ésta por el FBI; fechado en 1974,
en él se da cuenta de la investigación que unos años antes había realizado uno
de sus agentes, que en ese momento se encontraba detrás de la pista de Martin
Bormann, jefe de la cancillería del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán
desde mayo de 1941, presidente del partido durante los últimos días de la
guerra, y secretario personal del Führer desde abril de 1943. Durante la
búsqueda de Bormann, el agente había conseguido contactar con un confidente
anónimo. En el documento original puede leerse lo siguiente: “The man also
advised NY T-1 that a number of former Nazis live on the Island of
Fuerteventura in the Canary Islands. Large land holdings in the Jandia section
of the island are either owned by ex-Nazis who recibe the income from ther, or
are sites of their residences. A man name Winter reportedly acts on behald of
the Nazis in their real estate dealings.”[3]
Es cierto que la
información proporcionada por el confidente era falsa. Éste le había informado
al agente de que Bormann, junto a otros jerarcas nazis, se encontraban viviendo
en ese momento en Zurich (Suiza) bajo sendas identidades falsas. Sin embargo, para
entonces el líder del partidoi, que había sido juzgado en Núremberg in
absentia, llevaba ya muchos años muerto. En efecto, después de que Hitler
se hubiera suicidado en su propio búnker de Berlín, él y otros miembros de su
círculo intentaron escapar de la capital alemana con el fin de evitar ser
capturados por las tropas soviéticas. No se sabía nada de él hasta que en 1972,
unos trabajadores de la construcción encontraron los restos de varios hombres,
que habían sido enterrados en las cercanías de la estación Lehrter, en el
Berlín Oeste. Uno de esos restos fueron identificados como los del propio
Bormann por los registros dentales, así como por algunos daños que el cadáver
presentaba en la clavícula, que se correspondían con un accidente de equitación
que éste había sufrido en 1939. Sin embargo, aquello no fue suficiente para
acallar las especulaciones sobre su paradero hasta 1998, cuando se llevaron a
cabo exámenes genéticos de los huesos que certificaron que los restos eran del dirigente
nazi. Se supone que éste debía haberse suicidado para evitar su apresamiento,
pues en la boca del cadáver fueron encontrados también algunos trozos de
cristal, que sugirieron a los forenses que había mordido las tradicionales
cápsulas de cianuro que eran utilizadas por los nazis para no ser hechos
prisioneros. Algún tiempo después de su muerte, su cadáver, y el de algunos
nazis que también intentaban huir, fueron enterrados en una zanja, donde serían
encontrados algunos años más tarde.
Sin embargo, la
historia de Bormann no debe hacernos olvidar lo que el confidente del agente le
había dicho sobre el propio Winter. Y sobre todo, no debe hacernos olvidar lo
que en realidad nos interesa: la historia de esta casa, real y legendaria, una
mansión singular, hermosa a pesar de las condiciones de abandono en las que
actualmente se encuentra. Una casa que se levanta frente a la playa de Cofete,
en un espacio casi fantasmal, deshabitado, como un vigía atento a todo lo que
sucede en esas playas de barlovento que se extienden por el extremo sur de la
isla de Fuerteventura. Y como un elemento más de la leyenda, muy cerca de la
casa se puede visitar también un extraño cementerio alemán, cerrado solamente
por una empalizada de madera, de baja altura, incapaz de evitar que la arena
que el viento trae desde la playa pueda cubrir gran parte de las tumbas. Tumbas
sin nombre, muchas de ellas, y otras con extraños nombres de profunda raíz
germánica, que nos recuerdan todo ese pasado alemán que tiene la casa, esa casa
singular que se alza a medio camino entre la playa y la pelada cordillera que
la separa del resto de la isla.
[1] https://casawinter.com/la-casa-winter. Blog sobre la casa Winter, en español, inglés
y alemán.
[2] http://www.u-historia.com/uhistoria/historia/articulos/u167/u167.htm.
César O’Donnell. “Hundimiento del sumergible alemán U167 en aguas de la Isla de
Gran Canaria durante la Segunda Guerra Mundial”. Revista Española de Historia
Militar. Nº. 3. Mayo-Junio, 2000.
[3] “El
hombre también informó a NY T-1 que varios ex nazis viven en la isla de
Fuerteventura en las Islas Canarias. Las grandes propiedades de tierra en la
sección de Jandía de la isla son propiedad de ex nazis que reciben los ingresos
de la frontera, o son sitios de sus residencias. Según los informes, un hombre
llamado Winter actúa siguiendo el comportamiento de los nazis en sus gestiones
inmobiliarias.” http://espiral21.com/1973-fbi-tras-la-pista-la-colonia-nazi-fuerteventura-2/.
José S. Mújica. “1973: el FBI tras la pista de la colonia nazi en Fuerteventura”.
Espiral 21. Publicado el 23 de enero de 2017.
Realmente el fondo y forma de toda esta historia está superado. En Canarias, y directamente en Fuerteventura trabajo desde hace tiempo con lo mejor de los documentos y ya se han publicado algunas cosas que aclaran todo este tinglado. Sólo necesitamos un altavoz para darle luz a la aclaración de tanto disparate.
ResponderEliminarOrganizo charlas en mi isla, y vamos por una segunda ronda más ambiciosa, que salga del marcó de la isla a Gran Canaria y Tenerife, pero sé que es preciso seguir la ronda por la península, acepto ayuda en ese sentido para explicar con pelos y señales lo que desde lejos no acabarán de saber y seguirán manteniendo los mismos bulos y mitos sin solución. Toda la leyenda está construida sobre disparates cronológicos que no aguantan un descasacarillado con la realidad histórica y además tapan la verdadera historia de Jandía con la excusa de que la tapan las autoridades, que realmente como instituciones no tienen más interés que el administrativo y lo que pueda descubrirse en el caso fantástico de la leyenda en extremo, siempre será achacable a un régimen que ha dejado mucha tristeza y muchos muertos en la cuneta que ya no escandalizan a nadie pues siguen habiendo partidarios de aquel régimen y creciendo su partido. Por cierto integrado por algún elemento que milita en la propia leyenda de Cofete. Hay que meterse en la historia para hacerse las preguntas adecuadas y desfantasmarse de la magia de una casa que apenas vivieron dos familias diferentes de los Winter para cuidarla. El común de la gente no sabe que los Winter vivían en Morro Jable 3n su verdadera casa Winter. Y eso es una parte solo del engaño.
ResponderEliminarOtra cosa, no encontraremos en el cementerio ni una sola referencia alemana, el estudio que se hizo registro por Iglesias y civiles en 2002 y que aún continúa la persona que lo realizó, no señala un solo apellido alemán, es más solo puramente peninsular español el de un farero que murió estando destinado aquí, los demás todos son de frecuencia majorera, conejera o Canarios, de los doscientos casi de la placa y de los muchos más que se verán publicados en un futuro si su autor consigue darlos a conocer. Saludos, en honor a la verdad.
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