El 14 de diciembre de 1788 fallecía
el rey Carlos III, “el mejor alcalde de Madrid”, según ha sido considerado de
manera casi unánime por todos los historiadores, el rey ilustrado, siendo
sustituido por su hijo, Carlos IV, un monarca que no ha sido tan bien
considerado por los historiadores. La trayectoria del nuevo jefe del Gobierno
español es, sin embargo, algo que no nos interesa en este momento, sino los
festejos que fueron celebrados en Cuenca con motivo de la proclamación, con
algún tiempo de retraso, a partir del 20 de mayo de 1790, es decir, un año y
medio más tarde. Conocemos bien aquellos festejos, que fueron publicados en una
especie de folleto, impresos en la Imprenta Real de Madrid: “Noticia de las
funciones executadas en la M.N. y M. L. ciudad de Cuenca con motivo de la
proclamación del Señor D. Carlos IV en el día 20 de mayo de 1790”. Como
puede verse, el título es por sí claro de su contenido. Gracias a aquella
impresión, de la que todavía se conserva algún ejemplar, podemos saber con
total exactitud de qué manera se celebró en la ciudad del Júcar este
acontecimiento, que vino a transformar durante una semana, entre el 20 y el 27
de mayo, la vida de los conquenses de finales del siglo XVIII. La importancia
del documento me obliga, por esta vez, a presentar a los lectores de este blog
la literalidad del mismo, sin ningún tipo de interpretaciones historiográficas
intermedias:
“
Esta ciudad de Cuenca, que siempre ha sido de las primeras en acreditar su zelo, amor y respecto a los Soberanos, sufría impaciente que en medio de tantas demostraciones de júbilo de toda la Nación, se retardasen las suyas, a pesar de la actividad con que desde luego, se trabajó para prepararlas. Se celebraron diferentes juntas
extraordinarias presididas del Corregidor para arreglo de las celebraciones al
método y buen orden con que habían de acordarse las demostraciones de regocijo,
nombrando por Comisarios a los Regidores Perpetuos D. Francisco Paula Castillo
Álvarez de Toledo, Maestrante de Ronda, y a D. Santiago Guzmán de Villoria,
Alguacil mayor del Sto. Oficio de la Inquisición, Teniente coronel del
Regimiento Provincial, y señalado el día 20 de mayo para la proclamación, y los
sucesivos hasta el 27 para los festejos, tuvo efecto uno y otro de esta forma.
Vestidas
y adornadas las salas Consistoriales de damasco carmesí, mediascañas doradas,
cortinajes, frisos correspondientes, los techos de pinturas al fresco, con
remates dorados, dosel de terciopelo con galones y flecos de oro para los
retratos de SS.MM., canapés de igual clase, y construido nuevo oratorio de
estucos, columnas, altar y otros adornos de orden compuesto, se estrenaron la
mañana del mismo día 20 de mayo, celebrando Misa rezada en él su capellán,
aplicada por la salud, acier4to y felicidad de nuestros Soberanos.
Concluida
sacó el Corregidor el nuevo Real estandarte de damasco carmesí bordado de oro,
con flecos, cordones y borlas de lo mismo, y precedidas las formalidades de
costumbre, hizo entrega al Regidor Decano D. Juan Nicolás Álvarez de Toledo,
conde de Cervera, que en defecto del Alférez mayor debía levantarle; y formada
la Ciudad de todos los individuos que la componen, puestos de ceremonia,
acompañada del Coronel de Milicias del Exército D. Julián Guzmán de Villoria,
como Regidor de Madrid, de otro que por serlo de Ciudades con voto en Cortes
tienen lugar en ésta, de los que aunque retirados sirvieron los mismo oficios
en ella, y de los títulos de Castilla convidados para éste y demás actos, salió
precedida de clarines y timbales con sus Maceros, y en medio de aclamaciones y
repique general de campanas.
Fue
recibida por el Cabildo pleno con capas de coro, teniendo a su cabeza al Olmo.
Obispo vestido de Pontifical, el que bendixo con las oraciones rituales el Real
pendón, y despedida se retiró, depositándolo baxo dosel en las salas
Consistoriales.
A
las tres y media de la tarde se juntaron los Capitulares en el Consistorio, al
que también pasó en caballo primorosamente enjaezado el Corregidor acompañado
de sus Ministros de golilla, del Alguacil mayor, de su Teniente, dos volantes
ricamente vestidos, llevando detrás dos lacayos con libreas de gala con
caballos de mano cubiertos de reposteros con los escudos de sus armas.
Salió
también el Conde de Cervera en la propia forma precedido de los Gremios y
acompañado de varios Caballeros, con dos Regidores que pasaron a conducirlo, y
siendo recibido de otros dos Comisarios en las salas Consistoriales, repitió el
Corregidor la entrega del Real estandarte.
Sin
embargo de no ser la tarde la más apacible por llover con exceso, como la ropa
del Regimiento Provincial se hallaba tendida con sus Xefes militares y
banderas, y convocado un numeroso concurso de naturales y forasteros, no se
detuvo la Ciudad en verificar el acto, y tomando sus caballos se ordenó la comitiva
en esta forma.
Abrían la marcha una partida de soldados de Caballería con espada en mano, después los Gremios vestidos a la Española, de Moros, Holandeses, Húngaros y otros trages con arreglo a costumbre. Los clarines y timbales con uniformes de gala. Los Ministros de Justicia en trage de golilla y varas altas. El Alguacil mayor con la suya. Los Porteros con mazas de plata, ropas talares de damasco carmesí guarnecidos de galón de oro. El Mayordomo de la Ciudad. Los Escribanos de Ayuntamiento. El Procurador del estado de Caballeros hijosdalgo. El Síndico Personero del común. Los Diputados y Regidores, y demás convidados, cada uno con su volante al estrivo. En el medio los Reyes de Armas con cotas de damasco bordadas de oro, cerrando la comitiva el Corregidor y el conde de Cervera a la derecha con el Real estandarte. Detrás el Teniente de Alguacil mayor, los caballos de respeto conducidos por lacayos, y otra partida de Caballería con espada en mano. En esta disposición se presentó en la plaza tan lucida cabalgata, en donde formó el Regimiento Provincial, batiendo la marcha, y presentando las armas a la Real insignia, llegó al tablado dispuesto para el primer acto. Estaba custodiado de cuatro centinelas, adornada su circunferencia de valaustres, pirámides, xarrones, las armas reales, las de la Ciudad, con dos órdenes de gradas, todo alfombrado, y con inscripciones alusivas al asunto. Dexados sus caballos, subieron los Maceros, los Escribanos de Ayuntamiento, los Reyes de Armas, el Regidor subdecano, D. Antonio del Castillo y Peralta, el Corregidor y el Conde; impuesto silencio por los Reyes de Armas, se pronunció la fórmula de Castilla, Castilla, Castilla por el Sr. Rey D. Carlos IV (que Dios guarde) tremolando tres veces el Real pendón. A este tiempo se descorrió la cortina que cubría en los balcones Consistoriales, baxo magnífico dosel, los Reales retratos, presentándose en su custodia dos granaderos del Regimiento Provincial, quedando de guardia los tres días y noches que permanecieron descubiertos. Principió al punto el repique general de campanas, se soltaron los reloxes, y conmovido el pueblo prorrumpió en repetidas vivas y aclamaciones, al que se arrojaron varias monedas de plata dispuestas por el Conde. Con el mismo orden siguió la comitiva a reiterar iguales actos en la plazuela de la Inquisición y campo de San Francisco por las calles señaladas, significando el pueblo su alegría, fidelidad y regocijo. Restituida a las casas Consistoriales, devolvió el Conde el Real pendón, que se colocó baxo dosel, y entre las centinelas, y acompañando todos al Decano a su casa, se retiró cada uno a la suya.
Aquella
noche se sirvió en casa del Conde un magnífico y delicado refresco de varios
géneros de helados y dulces de ramillete, al que concurrió por convite el Sr. Obispo,
Cabildo, Clero, Xefes políticos y militares, y toda la Nobleza de ambos sexos,
y después de una completa orquesta de música siguió el bayle hasta el día,
pasando de mil personas las que asistieron.
Al
repique general de campanas y reloxes, principió la iluminación de toda la
Ciudad, y la música en los balcones Consistoriales, durando hasta las once.
Aquel
día dio la comida el corregidor a 73 pobres encarcelados, con abundancia y
explendidez, encargándoles pidiesen a Dios por la salud, acierto y prosperidad
de SS.MM. y Real Familia. Los quatro siguientes hicieron igual caritativa
demostración el Sr. Obispo, el Arcediano titular de la Sta. Iglesia Catedral D.
Antonio Palafox y Croy, el Conde de Cervera, y la Junta de Ganaderos.
El
21 por la mañana junta la Ciudad como en el antecedente, pasó a la Catedral al
Te Deum y Misa solemne que celebró de Pontifical el Ilmo. Obispo, con
asistencia del Cabildo, en acción de gracias por la exaltación al Trono de
nuestro Soberano, y para implorar de la Divina Omnipotencia derramase sus
bendiciones sobre SS.MM. y Real Familia, concediéndoles toda prosperidad.
Igual
acto de religión había executado la Sociedad patriótica de Amigos del país el
19, teniendo exámenes públicos en que se repartió varios premios asignados por
su Ilustrísima, por el Corregidor, por los Regidores D. Francisco Paula
Castillo y Don Santiago Villoria, y por otros sujetos amantes de la buena
educación y progreso de la juventud, de que la misma Sociedad dará noticia
individual y circunstanciada.
Un
Canónigo de la propia Catedral, cuyo nombre no se ha publicado, vistió interior
y exteriormente 60 pobres de ambos sexos, elegidos por los Curas de las
Parroquias de la Ciudad, concurriendo a una Misa solemne que se dixo en S.
Nicolás, y al Ofertorio se adjudicaron dos dotes de a 50 ducados, que a
expensas del mismo fueron sorteados entre 16 niños y niñas para tomar estado,
comulgando todos; y después de haber recibido decentes limosnas, pasaron a la
Catedral a implorar las divinas piedades por la intercesión de S. Julián, cuyo
cuerpo se expuso en su magnífica Capilla por tres días de acuerdo de su
Cabildo.
A
la tarde salieron los gremios en comparsas figurando la toma de Cuenca y
entrada en triunfo del Rey D. Alonso el VIII, que conducido en un suntuoso
carro y acompañado de una vasta comitiva precedida de soldados a caballo,
timbales y clarines, llegó a la plaza y subiendo al tablado que sirvió para la
proclamación, ocupó su silla y almohada recibiendo la obediencia y homenaje que
le presentaron todos, con alusión al que se renueva en la persona a de S.M.
reynante, a quien de nuevo le reconoce y jura por su Soberano.
Se
personalizaron las Villas conquistadas con las banderas de sus armas,
ofreciendo sus peculiares frutos y esquilmos. Las de los conquistadores, las
Órdenes Miliares que concurrieron, y quanto conduxo a su condecoración,
guardando las ritualidades que los Romanos en semejantes actos.
El
Rey correspondió repartiendo las diferentes mercedes, gracias y privilegios
concedidos a la Provincia, como también otros símbolos de su protección a la
Religión, ciencias y artes, recitándose en verso por uno de los Xefes del
acompañamiento la relación de este pasage de la historia.
Finalizado,
volvió el Rey a su carro triunfal; continuó la marcha con su comitiva,
cerrándola el Teniente de Alguacil mayor con dos Ministros a caballo, y otra
partida de soldados, que dando vuelta a la carrera concluyeron los festejos del
día, repitiendo la iluminación general, repique de campanas y reloxes, y la
música en los balcones de la Ciudad.
En
la tarde del 22 representaron los mismos gremios la fábula de Pandora y
Concilio de los Dioses, tan conocida en la mitología, principiando la numerosa
y concurrida comitiva como en el día antecedente, siguiendo las comparsas respectivas
de los Dioses, que se distribuyeron en quatro primorosos carros triunfales
costeados, el principal y muy superior por los Gremios, y los tres por los
Labradores y Hortelanos.
La
Diosa Ceres iba coronada de espigas, con racimos de uvas y amapolas en cuna
mano, en la otra la cornucopia, arrojando flores y frutos, y componían su
comparsa Segadores y Espigadores.
Al
carro magnífico en que iba Pandora precedía una primorosa danza de enanos y su
brillante comitiva, cerrando el Teniente de alguacil mayor con dos Ministros y
otra partida de Caballería. Al llegar al
tablado, en el que como el día anterior se hallaba la silla y almohada, baxaron
los Dioses y esperando a Pandora, la acompañaron a su puesto, y sentada, la
fueron ofreciendo sus respectivos dones, recitando en verso cada uno los justos
motivos de su gratitud; todo con efusión, a que si en aquella Diosa que sacó
Vulcano tan perfecta admiración, y confesaron los demás su preferencia,
tributándola dones, con quanta más razón deberá Cuenca, su Provincia y el
Reyno, respetar y reco9nocer a la Reyna nuestra Señora por su Soberana,
publicando las virtudes, gracias y dotes que la singularizan.
Concluido
este acto circuló por la carrera toda la comitiva; continuaron por la noche la
iluminación y repique general de campanas, habiendo retirado el Corregidor con
el Ayuntamiento el Real estandarte, después de tremolarlo tres veces en los
balcones, y proferir por otras tantas vivas al Sr. D. Carlos IV nuestro
Soberano (que Dios guarde), a que concurrió el pueblo con sus finales
aclamaciones.
Sin
intermisión principiaron los conciertos que la Ciudad dispuso en sus salas
Consistoriales y bayle público sin ceremonia, franqueando la entrada a toda
persona de ambos sexos que se presentó con decencia, sin capa ni mantilla, y en
términos que no desdixere de una concurrencia tan ilustre, observando aquel
modo, compostura y circunspección propia de tan serio y decoroso festejo.
Estuvo presente el corregidor, y fueron Directores del bayle que se executaba a
un tiempo en tres salas, el regidor D. Francisco Antelo Pazos y Villoria con
los de proclamación. Se iluminaron vistosamente la entrada, escaleras y
salones, sin que en tan numeroso concurso se experimentara la menor confusión
ni desorden.
El
23 por la mañana, con la mayor pompa y aparato prestó el Ilmo. Sr. Obispo
juramento en manos del deán, y pleyto homenaje en las del Corregidor,
comisionados por S.M. a este fin, al Príncipe D. Fernando nuestro Señor,
celebrándose un acto tan decoroso en la Capilla de S. Julián que existe en la
Sta. Iglesia Catedral, teniendo después en su Palacio un abundante y espléndido
banquete.
Con
tan plausible motivo, puso decreto este Prelado perdonando 286.393 reales que
se le debían por distintos Labradores y Artesanos imposibilitados, y al mismo
tiempo consiguió 50 dotes de a 100 ducados, para distribuirlos entre otras
tantas doncellas honestas que fuesen del territorio de sus Mayordomías, a fin
de tomar el estado de Religión o Matrimonio que eligiesen.
Aquella
tarde se corrieron parejas por los Gremios en caballos de pasta en la Plaza
mayor, divididos en quatro cuadrillas con distintos trages y divisas, y
hicieron varias evoluciones, juegos de estafermo y sortija, que concluyeron con
las regulares a los Reales retratos.
El
día 24 se permitió saliesen por la tarde los vecinos con mojigangas
arbitrarias, divirtiendo al pueblo en lo extraño de sus disfraces e
invenciones. En la misma executó sus habilidades en la Plaza del Campo de S.
Francisco una compañía Valenciana, repitiendo la Ciudad por la noche sus
conciertos y bayle sin ceremonia, como en el anterior, que continuaron después
por dos días a costa de los Comisarios de proclamación, para que el pueblo
siguiese dando pruebas de su amor y regocijo en obsequio de los Soberanos.
Los
días 25, 26 y 28 se tuvieron por mañana y tarde las tres corridas de novillos
permitidas por la Superioridad en la plaza construida al intento, llenando el
gusto y diversión de los aficionados.
La
tranquilidad, buen orden y el haber reunido el numeroso concurso de naturales y
extraños al precioso objeto de tributar aclamaciones a tan benéfico Monarca,
sin verificarse el menor exceso ni desavenencia, sobrando a precios cómodos los
abastos de primera necesidad y aún los de regalo, dan un público testimonio de
acierto en las providencias, bandos, rondas y patrullas que dispuso el
Corregidor y correspondieron a sus intenciones.”
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