martes, 20 de abril de 2021

Festejos celebrados en Cuenca en 1790 para celebrar la proclamación de Carlos IV como rey de España

 

            El 14 de diciembre de 1788 fallecía el rey Carlos III, “el mejor alcalde de Madrid”, según ha sido considerado de manera casi unánime por todos los historiadores, el rey ilustrado, siendo sustituido por su hijo, Carlos IV, un monarca que no ha sido tan bien considerado por los historiadores. La trayectoria del nuevo jefe del Gobierno español es, sin embargo, algo que no nos interesa en este momento, sino los festejos que fueron celebrados en Cuenca con motivo de la proclamación, con algún tiempo de retraso, a partir del 20 de mayo de 1790, es decir, un año y medio más tarde. Conocemos bien aquellos festejos, que fueron publicados en una especie de folleto, impresos en la Imprenta Real de Madrid: “Noticia de las funciones executadas en la M.N. y M. L. ciudad de Cuenca con motivo de la proclamación del Señor D. Carlos IV en el día 20 de mayo de 1790”. Como puede verse, el título es por sí claro de su contenido. Gracias a aquella impresión, de la que todavía se conserva algún ejemplar, podemos saber con total exactitud de qué manera se celebró en la ciudad del Júcar este acontecimiento, que vino a transformar durante una semana, entre el 20 y el 27 de mayo, la vida de los conquenses de finales del siglo XVIII. La importancia del documento me obliga, por esta vez, a presentar a los lectores de este blog la literalidad del mismo, sin ningún tipo de interpretaciones historiográficas intermedias:

           

Esta ciudad de Cuenca, que siempre ha sido de las primeras en acreditar su zelo, amor y respecto a los Soberanos, sufría impaciente que en medio de tantas demostraciones de júbilo de toda la Nación, se retardasen las suyas, a pesar de la actividad con que desde luego, se trabajó para prepararlas.

            Se celebraron diferentes juntas extraordinarias presididas del Corregidor para arreglo de las celebraciones al método y buen orden con que habían de acordarse las demostraciones de regocijo, nombrando por Comisarios a los Regidores Perpetuos D. Francisco Paula Castillo Álvarez de Toledo, Maestrante de Ronda, y a D. Santiago Guzmán de Villoria, Alguacil mayor del Sto. Oficio de la Inquisición, Teniente coronel del Regimiento Provincial, y señalado el día 20 de mayo para la proclamación, y los sucesivos hasta el 27 para los festejos, tuvo efecto uno y otro de esta forma.

Vestidas y adornadas las salas Consistoriales de damasco carmesí, mediascañas doradas, cortinajes, frisos correspondientes, los techos de pinturas al fresco, con remates dorados, dosel de terciopelo con galones y flecos de oro para los retratos de SS.MM., canapés de igual clase, y construido nuevo oratorio de estucos, columnas, altar y otros adornos de orden compuesto, se estrenaron la mañana del mismo día 20 de mayo, celebrando Misa rezada en él su capellán, aplicada por la salud, acier4to y felicidad de nuestros Soberanos.

Concluida sacó el Corregidor el nuevo Real estandarte de damasco carmesí bordado de oro, con flecos, cordones y borlas de lo mismo, y precedidas las formalidades de costumbre, hizo entrega al Regidor Decano D. Juan Nicolás Álvarez de Toledo, conde de Cervera, que en defecto del Alférez mayor debía levantarle; y formada la Ciudad de todos los individuos que la componen, puestos de ceremonia, acompañada del Coronel de Milicias del Exército D. Julián Guzmán de Villoria, como Regidor de Madrid, de otro que por serlo de Ciudades con voto en Cortes tienen lugar en ésta, de los que aunque retirados sirvieron los mismo oficios en ella, y de los títulos de Castilla convidados para éste y demás actos, salió precedida de clarines y timbales con sus Maceros, y en medio de aclamaciones y repique general de campanas.

Fue recibida por el Cabildo pleno con capas de coro, teniendo a su cabeza al Olmo. Obispo vestido de Pontifical, el que bendixo con las oraciones rituales el Real pendón, y despedida se retiró, depositándolo baxo dosel en las salas Consistoriales.

A las tres y media de la tarde se juntaron los Capitulares en el Consistorio, al que también pasó en caballo primorosamente enjaezado el Corregidor acompañado de sus Ministros de golilla, del Alguacil mayor, de su Teniente, dos volantes ricamente vestidos, llevando detrás dos lacayos con libreas de gala con caballos de mano cubiertos de reposteros con los escudos de sus armas.

Salió también el Conde de Cervera en la propia forma precedido de los Gremios y acompañado de varios Caballeros, con dos Regidores que pasaron a conducirlo, y siendo recibido de otros dos Comisarios en las salas Consistoriales, repitió el Corregidor la entrega del Real estandarte.

Sin embargo de no ser la tarde la más apacible por llover con exceso, como la ropa del Regimiento Provincial se hallaba tendida con sus Xefes militares y banderas, y convocado un numeroso concurso de naturales y forasteros, no se detuvo la Ciudad en verificar el acto, y tomando sus caballos se ordenó la comitiva en esta forma.

Abrían la marcha una partida de soldados de Caballería con espada en mano, después los Gremios vestidos a la Española, de Moros, Holandeses, Húngaros y otros trages con arreglo a costumbre. Los clarines y timbales con uniformes de gala. Los Ministros de Justicia en trage de golilla y varas altas. El Alguacil mayor con la suya. Los Porteros con mazas de plata, ropas talares de damasco carmesí guarnecidos de galón de oro. El Mayordomo de la Ciudad. Los Escribanos de Ayuntamiento. El Procurador del estado de Caballeros hijosdalgo. El Síndico Personero del común. Los Diputados y Regidores, y demás convidados, cada uno con su volante al estrivo. En el medio los Reyes de Armas con cotas de damasco bordadas de oro, cerrando la comitiva el Corregidor y el conde de Cervera a la derecha con el Real estandarte. Detrás el Teniente de Alguacil mayor, los caballos de respeto conducidos por lacayos, y otra partida de Caballería con espada en mano. En esta disposición se presentó en la plaza tan lucida cabalgata, en donde formó el Regimiento Provincial, batiendo la marcha, y presentando las armas a la Real insignia, llegó al tablado dispuesto para el primer acto. Estaba custodiado de cuatro centinelas, adornada su circunferencia de valaustres, pirámides, xarrones, las armas reales, las de la Ciudad, con dos órdenes de gradas, todo alfombrado, y con inscripciones alusivas al asunto. Dexados sus caballos, subieron los Maceros, los Escribanos de Ayuntamiento, los Reyes de Armas, el Regidor subdecano, D. Antonio del Castillo y Peralta, el Corregidor y el Conde; impuesto silencio por los Reyes de Armas, se pronunció la fórmula de Castilla, Castilla, Castilla por el Sr. Rey D. Carlos IV (que Dios guarde) tremolando tres veces el Real pendón. A este tiempo se descorrió la cortina que cubría en los balcones Consistoriales, baxo magnífico dosel, los Reales retratos, presentándose en su custodia dos granaderos del Regimiento Provincial, quedando de guardia los tres días y noches que permanecieron descubiertos. Principió al punto el repique general de campanas, se soltaron los reloxes, y conmovido el pueblo prorrumpió en repetidas vivas y aclamaciones, al que se arrojaron varias monedas de plata dispuestas por el Conde. Con el mismo orden siguió la comitiva a reiterar iguales actos en la plazuela de la Inquisición y campo de San Francisco por las calles señaladas,  significando el pueblo su alegría, fidelidad y regocijo. Restituida a las casas Consistoriales, devolvió el Conde el Real pendón, que se colocó baxo dosel, y entre las centinelas, y acompañando todos al Decano a su casa, se retiró cada uno a la suya.

Aquella noche se sirvió en casa del Conde un magnífico y delicado refresco de varios géneros de helados y dulces de ramillete, al que concurrió por convite el Sr. Obispo, Cabildo, Clero, Xefes políticos y militares, y toda la Nobleza de ambos sexos, y después de una completa orquesta de música siguió el bayle hasta el día, pasando de mil personas las que asistieron.

Al repique general de campanas y reloxes, principió la iluminación de toda la Ciudad, y la música en los balcones Consistoriales, durando hasta las once.

Aquel día dio la comida el corregidor a 73 pobres encarcelados, con abundancia y explendidez, encargándoles pidiesen a Dios por la salud, acierto y prosperidad de SS.MM. y Real Familia. Los quatro siguientes hicieron igual caritativa demostración el Sr. Obispo, el Arcediano titular de la Sta. Iglesia Catedral D. Antonio Palafox y Croy, el Conde de Cervera, y la Junta de Ganaderos.

El 21 por la mañana junta la Ciudad como en el antecedente, pasó a la Catedral al Te Deum y Misa solemne que celebró de Pontifical el Ilmo. Obispo, con asistencia del Cabildo, en acción de gracias por la exaltación al Trono de nuestro Soberano, y para implorar de la Divina Omnipotencia derramase sus bendiciones sobre SS.MM. y Real Familia, concediéndoles toda prosperidad.

Igual acto de religión había executado la Sociedad patriótica de Amigos del país el 19, teniendo exámenes públicos en que se repartió varios premios asignados por su Ilustrísima, por el Corregidor, por los Regidores D. Francisco Paula Castillo y Don Santiago Villoria, y por otros sujetos amantes de la buena educación y progreso de la juventud, de que la misma Sociedad dará noticia individual y circunstanciada.

Un Canónigo de la propia Catedral, cuyo nombre no se ha publicado, vistió interior y exteriormente 60 pobres de ambos sexos, elegidos por los Curas de las Parroquias de la Ciudad, concurriendo a una Misa solemne que se dixo en S. Nicolás, y al Ofertorio se adjudicaron dos dotes de a 50 ducados, que a expensas del mismo fueron sorteados entre 16 niños y niñas para tomar estado, comulgando todos; y después de haber recibido decentes limosnas, pasaron a la Catedral a implorar las divinas piedades por la intercesión de S. Julián, cuyo cuerpo se expuso en su magnífica Capilla por tres días de acuerdo de su Cabildo.

A la tarde salieron los gremios en comparsas figurando la toma de Cuenca y entrada en triunfo del Rey D. Alonso el VIII, que conducido en un suntuoso carro y acompañado de una vasta comitiva precedida de soldados a caballo, timbales y clarines, llegó a la plaza y subiendo al tablado que sirvió para la proclamación, ocupó su silla y almohada recibiendo la obediencia y homenaje que le presentaron todos, con alusión al que se renueva en la persona a de S.M. reynante, a quien de nuevo le reconoce y jura por su Soberano.

Se personalizaron las Villas conquistadas con las banderas de sus armas, ofreciendo sus peculiares frutos y esquilmos. Las de los conquistadores, las Órdenes Miliares que concurrieron, y quanto conduxo a su condecoración, guardando las ritualidades que los Romanos en semejantes actos.

El Rey correspondió repartiendo las diferentes mercedes, gracias y privilegios concedidos a la Provincia, como también otros símbolos de su protección a la Religión, ciencias y artes, recitándose en verso por uno de los Xefes del acompañamiento la relación de este pasage de la historia.

Finalizado, volvió el Rey a su carro triunfal; continuó la marcha con su comitiva, cerrándola el Teniente de Alguacil mayor con dos Ministros a caballo, y otra partida de soldados, que dando vuelta a la carrera concluyeron los festejos del día, repitiendo la iluminación general, repique de campanas y reloxes, y la música en los balcones de la Ciudad.

En la tarde del 22 representaron los mismos gremios la fábula de Pandora y Concilio de los Dioses, tan conocida en la mitología, principiando la numerosa y concurrida comitiva como en el día antecedente, siguiendo las comparsas respectivas de los Dioses, que se distribuyeron en quatro primorosos carros triunfales costeados, el principal y muy superior por los Gremios, y los tres por los Labradores y Hortelanos.

La Diosa Ceres iba coronada de espigas, con racimos de uvas y amapolas en cuna mano, en la otra la cornucopia, arrojando flores y frutos, y componían su comparsa Segadores y Espigadores.

Al carro magnífico en que iba Pandora precedía una primorosa danza de enanos y su brillante comitiva, cerrando el Teniente de alguacil mayor con dos Ministros y otra partida de Caballería.  Al llegar al tablado, en el que como el día anterior se hallaba la silla y almohada, baxaron los Dioses y esperando a Pandora, la acompañaron a su puesto, y sentada, la fueron ofreciendo sus respectivos dones, recitando en verso cada uno los justos motivos de su gratitud; todo con efusión, a que si en aquella Diosa que sacó Vulcano tan perfecta admiración, y confesaron los demás su preferencia, tributándola dones, con quanta más razón deberá Cuenca, su Provincia y el Reyno, respetar y reco9nocer a la Reyna nuestra Señora por su Soberana, publicando las virtudes, gracias y dotes que la singularizan.

Concluido este acto circuló por la carrera toda la comitiva; continuaron por la noche la iluminación y repique general de campanas, habiendo retirado el Corregidor con el Ayuntamiento el Real estandarte, después de tremolarlo tres veces en los balcones, y proferir por otras tantas vivas al Sr. D. Carlos IV nuestro Soberano (que Dios guarde), a que concurrió el pueblo con sus finales aclamaciones.

Sin intermisión principiaron los conciertos que la Ciudad dispuso en sus salas Consistoriales y bayle público sin ceremonia, franqueando la entrada a toda persona de ambos sexos que se presentó con decencia, sin capa ni mantilla, y en términos que no desdixere de una concurrencia tan ilustre, observando aquel modo, compostura y circunspección propia de tan serio y decoroso festejo. Estuvo presente el corregidor, y fueron Directores del bayle que se executaba a un tiempo en tres salas, el regidor D. Francisco Antelo Pazos y Villoria con los de proclamación. Se iluminaron vistosamente la entrada, escaleras y salones, sin que en tan numeroso concurso se experimentara la menor confusión ni desorden.

El 23 por la mañana, con la mayor pompa y aparato prestó el Ilmo. Sr. Obispo juramento en manos del deán, y pleyto homenaje en las del Corregidor, comisionados por S.M. a este fin, al Príncipe D. Fernando nuestro Señor, celebrándose un acto tan decoroso en la Capilla de S. Julián que existe en la Sta. Iglesia Catedral, teniendo después en su Palacio un abundante y espléndido banquete.

Con tan plausible motivo, puso decreto este Prelado perdonando 286.393 reales que se le debían por distintos Labradores y Artesanos imposibilitados, y al mismo tiempo consiguió 50 dotes de a 100 ducados, para distribuirlos entre otras tantas doncellas honestas que fuesen del territorio de sus Mayordomías, a fin de tomar el estado de Religión o Matrimonio que eligiesen.

Aquella tarde se corrieron parejas por los Gremios en caballos de pasta en la Plaza mayor, divididos en quatro cuadrillas con distintos trages y divisas, y hicieron varias evoluciones, juegos de estafermo y sortija, que concluyeron con las regulares a los Reales retratos.

El día 24 se permitió saliesen por la tarde los vecinos con mojigangas arbitrarias, divirtiendo al pueblo en lo extraño de sus disfraces e invenciones. En la misma executó sus habilidades en la Plaza del Campo de S. Francisco una compañía Valenciana, repitiendo la Ciudad por la noche sus conciertos y bayle sin ceremonia, como en el anterior, que continuaron después por dos días a costa de los Comisarios de proclamación, para que el pueblo siguiese dando pruebas de su amor y regocijo en obsequio de los Soberanos.

Los días 25, 26 y 28 se tuvieron por mañana y tarde las tres corridas de novillos permitidas por la Superioridad en la plaza construida al intento, llenando el gusto y diversión de los aficionados.

La tranquilidad, buen orden y el haber reunido el numeroso concurso de naturales y extraños al precioso objeto de tributar aclamaciones a tan benéfico Monarca, sin verificarse el menor exceso ni desavenencia, sobrando a precios cómodos los abastos de primera necesidad y aún los de regalo, dan un público testimonio de acierto en las providencias, bandos, rondas y patrullas que dispuso el Corregidor y correspondieron a sus intenciones.”

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