Nuestros archivos están
llenos de documentos que aguardan pacientemente a que los investigadores puedan
sacarlos del ostracismo que sufren en sus estanterías olvidadas. Unas veces,
esos documentos son importantes en sí mismos, capaces de, sin más ayuda que su
propia literalidad, abrir páginas inesperadas de la historia. Otras veces, se
trata de simples referencias a otros hechos ajenos a ellos, a personajes de nuestro
pasado, y necesitan de otras referencias, de otras historias. Éste es el caso
de estos dos documentos, conservados ambos en el Archivo Histórico Provincial
de Cuenca, y que nos remiten a sendos militares conquenses del siglo XIX. En
ambos casos, se trata de sendos expedientes de Clases Pasivas, solicitudes
realizadas por los familiares de los dos militares aludidos, para que les sean
reconocidos los respectivos derechos monetarios que en cada momento marcaban
las leyes españolas.
El primero de ellos es la
concesión, por parte de la Dirección General de la Deuda y Clases Pasivas, del
Consejo Supremo del Ejército y Marina, en favor de las hermanas María de la Paz
y Josefa Concepción Santa Coloma Olimpo, huérfanas del capitán de infantería
Eusebio Santa Coloma López, de una pensión de mil pesetas anuales, que
sustituiría a la que ya cobraban, pero por la cantidad de setecientas cincuenta
pesetas. La aprobación de esta pensión está fechada en el día 28 de agosto de
1929. El segundo documento, bastante similar a éste, procede también de la
misma sección del Archivo Histórico Provincial de Cuenca[1].
Se trata de una solicitud de Josefa Moya Castejón, viuda del general Eduardo
Castell, natural y residente en Tarancón, y fechada el 26 de febrero de 1929.
Ante esta solicitud de haberes, el Consejo Supremo de Guerra y Marina concedía
a la interesada con fecha 18 de marzo de ese mismo año, la pensión de cinco mil
pesetas anuales. Como decimos, ninguno de estos documentos serían importantes
por sí mismos, pero estudiados en su conjunto con otros documentos similares,
pueden ayudarnos a comprender cómo funcionaba, durante el primer cuarto del
siglo XX, la concesión de ayudas y subsidios a las viudas y los huérfanos de
los militares españoles. Por otra parte, además, y en un concepto diferente, el
biográfico, pueden proporcionar datos nuevos sobre esos militares, en estos
casos, sobre los ya citados Eusebio Santa Coloma (y por ende, también de su
hijo, Federico Santa Coloma) y Eduardo Castell. De los dos primeros, ya hemos
hablado aquí en varias entradas anteriores, y por ello, me remito a la
información proporcionada en dichas entradas, fácilmente accesibles en el
buscador adjunto. Del segundo, el taranconero Eduardo Castell, daré alguna
información más en estas líneas.
Descendiente de una
familia de propietarios acomodados, Eduardo Castell Ortuño nació en Tarancón el
12 de julio de 1861. Su padre, Ignacio Castell y García del Castillo, había
nacido en el pueblo cercano de Villanueva de Alcardete (Toledo), procedente de
una familia asentada allí desde bastante tiempo atrás, pues allí había nacido también
su abuelo paterno, y su madre, Bonifacia Ortuño y Melguizo, procedía también de
una familia de honda tradición taranconera. La posición económica y social de
la familia ha sido puesta de manifiesto en diferentes ocasiones, y uno de sus
hermanos, Ignacio Castell y Ortuño, que ejercía la profesión de abogado, fue en
diferentes ocasiones alcalde de dicho pueblo manchego, primero durante uno de
los gobiernos conservadores dirigidos por Maura, y más tarde, a partir de enero
de 1910, otra vez cuando los liberales se habían hecho con el poder. La prensa
liberal de la provincia se hacía eco de este hecho curioso, mostrando la
natural extrañeza que les había parecido el nuevo nombramiento .
En 1878, Castell iniciaba
su carrera militar, al haber ingresado como cadete en la Academia de Infantería
el 2 de septiembre de ese año. Y una vez terminados sus estudios en ese centro,
fue promovido al empleo de alférez en el mes de julio de 1881, obteniendo su
primer destino profesional en el regimiento de Infantería de Granada nº. 39, de
guarnición en Madrid, donde permaneció hasta los primeros días de noviembre,
momento en el que se trasladó con su unidad a Linares (Jaén). Allí, en Linares
-salvo un breve periodo de tiempo que pasó en su pueblo natal, de licencia por
motivos propios, durante gran parte de los meses de julio y agosto de 1882-,
permanecería hasta el 20 de diciembre de ese último año, fecha en la que la
unidad se trasladó de nuevo a Madrid. Y en la capital madrileña permanecería
hasta el 8 de agosto del año siguiente, cuando su regimiento fue trasladado
temporalmente a Badajoz, a las órdenes del general Ramón Blanco, con el fin de
someter a la guarnición de la capital pacense, que se había sublevado algunos
días antes.
Permanecería aún, durante
algún tiempo más, de guarnición en Badajoz, hasta los primeros días de febrero
de 1884, que recibió la orden de su traslado al regimiento de Wad Ras nº. 53,
el 11 de dicho mes, aunque no se incorporaría a su nuevo destino, en Leganés
(Madrid) hasta finales de dicho mes. Después de una nueva licencia temporal por
asuntos propios, que disfrutó otra vez en Tarancón a partir del 3 de mayo de
ese año, ya no volvería a incorporarse a su antiguo destino en el cantón de
Leganés, al haber sido trasladado en el mes de junio al batallón de Reserva de
Tarancón, según oficio de la Dirección General del Arma, donde pasó a situación
de cuadro, y donde fue nombrado, el 1 de agosto de ese mismo año, oficial de
almacén. Fue durante este periodo de su vida, durante su estancia en la propia villa
manchega en la que había nacido, cuando contrajo matrimonio, el 10 de octubre
de 1885, con Alejandra Josefa Moya Castejón, que también era natural de la
misma villa de Tarancón.
En esta primera etapa en
Tarancón se mantuvo hasta el mes de marzo de 1887, salvo un pequeño intervalo,
entre finales de junio y finales de octubre de 1886, en la que permaneció de
comisión activa en Madrid, al haber sido elegido habilitado de su batallón. El
1 de abril de 1887 sería trasladado al regimiento de Córdoba, con destino en
Jerez de la Frontera, aunque realmente se vio obligado a trasladarse a la
capital de la provincia gaditana, a la que se destacó el 14 de ese mismo mes el
primer batallón de dicho cuerpo, en el cual había sido encuadrado. Y en este
nuevo destino fue cuando le llegó la orden de ascenso a teniente de Infantería,
con antigüedad de 13 de mayo de ese mismo año. Y con el ascenso, su nuevo
traslado, otra vez a Tarancón, donde iniciaría, a partir de ese momento, una
nueva etapa en el batallón de Reserva de dicha villa manchega . En esta nueva
etapa fue elegido cajero de su batallón para el ejercicio 1888-1889.
El 11 de junio de 1889,
por disposición del Director General de Infantería, fue destinado al batallón
de Cazadores de Depósito nº. 1, unidad que acababa de crearse en la capital
conquense, y allí, desempeñando otra vez la comisión de oficial de almacén,
permanecería hasta finales de agosto de ese mismo año, cuando fue trasladado de
nuevo, esta vez al regimiento de Infantería de la Reserva nº. 4, unidad en la
que sería nombrado, poco tiempo después de su llegada, ayudante abanderado. Y
en este destino permaneció hasta el mes de septiembre de 1891, sin más
novedades de consideración que el cambio oficial de denominación de su empleo,
que pasó a denominarse primer teniente, con fecha de antigüedad de 4 de julio
de 1890.
El 16 de agosto de 1891
había sido trasladado al regimiento Castilla nº. 16, y a esa unidad se
incorporó el 1 de septiembre, quedando por este motivo de guarnición en
Badajoz, ciudad que ya conocía al haber participado, algunos años antes, en el
sometimiento de la guarnición. En el mes de marzo de 1893 se vio obligado a
viajar hasta Madrid para hacerse cargo de la receptoría de los nuevos reclutas
correspondientes a su zona militar. Y habiendo quedado a su regreso a Badajoz,
de nuevo, de guarnición en la capital del Guadiana, desde los primeros días de
agosto de ese año desempeñó la comisión de secretario del coronel jefe de su
regimiento, en la cual permaneció hasta el 2 de marzo de 1895, cuando tuvo que
dejarla temporalmente para viajar a la provincia madrileña, a Getafe, para
hacerse cargo otra vez de los reclutas destinados a su cuerpo, encargo que
finalizó siete días después, y volvió a su puesto de secretario.
En el mes de octubre de
ese mismo año, 1895, iba a comenzar una nueva etapa de su vida, habiéndose
visto obligado a partir de este momento a entrar por primera vez en campaña, al
haberle correspondido por sorteo formar parte del primer batallón de ese mismo
regimiento, considerado ahora como expedicionario en la Guerra de Cuba . Por
ese motivo, el 23 de noviembre tuvo que viajar con su unidad hasta Cádiz por
ferrocarril, en cuyo puerto se embarcó dos días más tarde en el vapor “Ciudad
de Cádiz”, con destino a aquella isla del Caribe, sumida ya en una nueva guerra
contra los insurgentes, desembarcando en La Habana el 9 de diciembre, y
saliendo finalmente de operaciones por la provincia de Santa Clara desde el día
12 de ese mismo mes. Poco tiempo después de su llegada a Cuba, el 6 de diciembre,
ascendió al empleo de capitán, con efectividad de 27 de noviembre de ese año .
Así, a lo largo de todo
el año 1896, participó en diversas operaciones militares, formando parte con su
unidad, primero de la columna que mandaba el general de brigada Pedro Cornell,
a cuyas órdenes se encontró, el 11 de febrero, en la acción de Laborí, y poco
tiempo más tarde, de la del general de división Álvaro Suarez Valdés, a cuyo
mando participó el día 14 en la acción de Cayo Rosa y Guanabo. Y a partir del
25 de abril, comenzó a ejercer el cargo de ayudante de su batallón, pero sin
olvidar tampoco los enfrentamientos bélicos contra los insurgentes. El 21 de
abril participó activamente en la acción de Ceja de Herradura; el 22, en el
Guanal de Alonso Rojas; y entre los días 23 y 24, en la defensa de Consolación
de Rajarrana, todas ellas a las órdenes del general Wenceslao Molina. El 25, a
las órdenes otra vez de Suárez Valdés, en la acción de las Lajas y Lomas del
Descanso. Y ya durante los meses de julio y agosto, participó también en otras
acciones militares: Arroyo de San Felipe, el 27 de julio; Arroyo Taganana, el
11 de agosto; Paso de La Isabela, Potrero de Losa y Trastia, el 20 de agosto;
Sábana Moria y Bardajo, el 21 de agosto;…
El 19 de noviembre se
incorporó a la columna que dirigía el general en jefe de las tropas
expedicionarias, Valeriano Weyler, que había sido nombrado gobernador de Cuba
en el mes de enero de ese mismo año. A las órdenes directas del general de
brigada Isidoro Aguilar había asistido también, el día 10 de noviembre, a la
acción de Rubí, y en los días siguientes, a las de Brujito, Zarallones de
Aoriche y Santa Mónica, a las órdenes del general Cándido Hernández de Velasco,
de quien fue nombrado ayudante de campo el 1 de febrero de 1896. Sería demasiado
extenso y tedioso relacionar aquí, siquiera brevemente, todas las operaciones
militares en las que participó nuestro militar desde ese momento hasta su
salida de la isla, en los primeros meses de 1898: Peña Blanca, Lomas de Toro,
Cafetal del Mono, Aguacate de la Nuara Vuelta, Ducassi,… Sí conviene, sin
embargo, destacar su participación entre las tropas de la vanguardia, el 18 de
marzo de 1897, en la acción de Cabezadas del Río Hondo, en la que fue herido y
hecho prisionero el general insurgente Juan Rius Ribera, comandante en jefe de
las fuerzas cubanas de la provincia de Pinar del Río, en unión de su jefe de
estado mayor, Bacallo. El enfrentamiento, que terminó con la destrucción
completa del campamento cubano, significó para el militar conquense la felicitación
pública por el general en jefe de su brigada.
Fue el 1 de marzo de
1898, cuando fue destinado por fin, otra vez, a la península, por resolución
del capitán general de la isla, “por carecer de aptitud física para soportar
las fatigas, por enfermedad adquirida en campaña”, según se relata en su hoja
de servicios. Así, el 20 de marzo embarcaba en el puerto de La Habana, a bordo
del vapor correo “Alfonso XIII”, desembarcando en La Coruña el 1 de abril, y
dirigiéndose desde allí directamente hasta Tarancón, ciudad en la que quedó en
situación de reemplazo. En aquel momento, la guerra se dirigía ya hacia su
final trágico: el 15 de febrero, el acorazado norteamericano “USS Maine” había
explotado en la bahía de La Habana, por circunstancias todavía polémicas que
provocaron la entrada de Estados Unidos en la guerra, lo que desequilibró la
balanza en beneficio de los independentistas cubanos; y en junio de ese año, la
Armada española sería derrotada por la marina norteamericana en Santiago de
Cuba, poniendo fin a una guerra que supuso, por la paz de Versalles, el final
definitivo del otrora importante imperio colonial español en América.
Su participación en la
Guerra de Cuba le supondría a nuestro soldado su primer ascenso por méritos de
guerra, el empleo de comandante, con fecha de antigüedad de 27 de septiembre de
1897, por los méritos contraídos en las acciones de Casas y Tumba-Tonico,
ascenso que sería confirmado después por Real Orden de 11 de mayo de 1897 . Y
también, sus primeras condecoraciones: tres Cruces al Mérito Militar de Primera
Clase, con distintivo rojo, por las acciones de Laborí , Guanal y Paso de La Isabela ; dos Cruces al Mérito
Militar de Segunda Clase, también con distintivo rojo, uno por su participación
en Cabezadas de Río Hondo , en la que había sido capturado el cabecilla Rius
Ribera, y otra por las operaciones en las que había participado durante el mes
de diciembre de 1896 ; y la Cruz de la Orden de María Cristina, así mismo de
segunda clase, por su participación en las acciones de Loma del Inglés, Santa
Paula y Aranjuez . Así mismo, en el año 1905, y con carácter retroactivo, sería
autorizado a usar la Medalla de la Campaña de Cuba.
En Tarancón, y en
situación de reemplazo, permanecería hasta el mes de septiembre de 1898, fecha
en la que fue nombrado excedente y afecto al regimiento de Infantería de
Reserva de Flandes nº. 82, permaneciendo después, todavía en situación de
excedente, en diversos destinos, hasta su destino a la caja de reclutas de
Hellín (Albacete), a la que se incorporó el 31 de diciembre de 1906. Desde allí
pasó a ocupar, entre el 1 de abril de 1907 y los últimos días de mayo de 1908,
el cargo de oficial mayor de la Comisión Mixta de Reclutamiento de Cuenca.
Vuelto a su antigua situación de excedente, después de su ascenso a teniente
coronel por antigüedad, en abril de 1908 , a finales del mes de agosto de ese
año fue destinado al regimiento de San Fernando, al que no llegó nunca a
incorporarse, por haber sido destinado pocos días más tarde, el 1 de octubre,
al regimiento de Infantería de Murcia , que estaba acuartelado en Vigo
(Pontevedra), como jefe del primer batallón de dicho cuerpo, en el que
permaneció hasta el mes de febrero de 1912.
Trasladado como excedente
a la plaza de Melilla, en el norte de África, comenzaría entonces para Eduardo
Castell la segunda etapa bélica de su carrera militar. Hacía ya tres años desde
que la zona empezó a encontrarse en una situación de guerra, que no dejaría de
afectar, como es lógico, a todos los militares que estaban destinados en las
dos plazas africanas. Así, el 16 de febrero de 1912, el militar taranconero se
embarcaba en Málaga, en el vapor “J.J. Sister”, al haberse dispuesto su
incorporación con urgencia, desembarcando en la plaza de Melilla el día 17, y
permaneciendo en esa situación hasta su incorporación al regimiento
Extremadura, al que se incorporó el día 23 en el campamento de Monte Arruit. Y
allí permaneció hasta el 12 de marzo, fecha en la que se trasladó a la posición
avanzada de Taurrit-Nauriche, donde debía hacer frente a su nuevo destino, en
el regimiento Saboya.
Participó a partir de
este momento en diversas acciones de reconocimiento del terreno y de protección
de convoyes, en las zonas de Taurrit y Nador, y durante ocho días, entre el 15
y el 23 de abril de ese año, tuvo que hacerse cargo del mando del regimiento,
por ausencia de su coronel titular, Domingo Arráiz. Asistió con su unidad a
diversas acciones de guerra, destacando entre todas ellas la operación que tuvo
lugar en Ad-Lad-Kaddú, que significó numerosas pérdidas para el bando enemigo,
y entre ellas la del santón Mohammed el-Mizzian, uno de los principales
cabecillas sublevados. Allí, entre la ciudad de Melilla, Nador, Larache,
Alcazarquivir, y los puestos avanzados que protegían la comarca, alternando operaciones
de guerra con momentos en los que se encontraba acuartelado, permaneció hasta
el 16 de mayo de 1914, fecha en la que fue enviado, como excedente, a la
comandancia general de Larache, en el sector occidental de Marruecos, a donde
le llegaría la noticia de su ascenso a coronel, otra vez por méritos de guerra,
con fecha de antigüedad del 18 de agosto de 1913 . Durante esa etapa de su vida
obtuvo también dos Cruces al Mérito Militar de Segunda Clase con distintivo
rojo .
En situación de excedente
hasta finales de julio de ese año, el 22 de dicho mes se le asignó el mando del
regimiento Saboya, cargó del que tomó posesión en Madrid el 1 de agosto,
saliendo inmediatamente otra vez para Marruecos con el fin de hacerse cargo del
batallón expedicionario, que en aquellos momentos se encontraba en la plaza de
Tetuán. Y desde Tetuán pasó a la posición avanzada de Laucién, al frente de sus
tropas, desde cuyo campamento regresó el día 13 otra vez a Tetuán, por haberse
efectuado el relevo de las posiciones. Así, alternando entre ambos puntos
geográficos del norte de África, se mantendría durante todo el resto de ese
año, hasta que, en enero de 1915, participó de manera activa en la operación
que, dirigida por el general de brigada Ataúlfo Ayala, concluyó con la toma de
la Peña de Beni-Hosmar. Esta operación, junto a las que se llevaron a cabo por
todo el territorio de Larache (Dancier, Río Martín, otra vez Beni-Hosmar …), le
valió una nueva Cruz al Mérito Militar, con distintivo rojo .
Durante los primeros
meses de 1916, permaneció en la posición avanzada de Rincón del Medik,
alternando otra vez, por los lógicos relevos de tropas, con otros periodos de
estancia en el campamento general de Tetuán, hasta el 22 de julio de ese año,
que regresó al frente de su regimiento hasta la posición de Laucién, en la que
relevó a las fuerzas del regimiento de Wad Ras. Y a partir del mes de agosto,
al mando de diferentes columnas, participó en nuevas marchas y operaciones de
guerra. Así permaneció, entre Tetuán y la propia Laucién, durante todo ese año,
que finalizó con una nueva recompensa: una nueva Cruz al Mérito Militar de
tercera clase, pensionada, así mismo con distintivo rojo, por el conjunto de
los servicios prestados en la zona de Tetuán desde el 1 de mayo de 1915 hasta
el 30 de junio de 1916 . En el norte de África permanecería, manteniéndose
incluso como jefe de toda la zona oriental durante los primeros meses de ese
año, hasta el 5 de abril de 1917, fecha en la que se embarcó para la península
a bordo del vapor “Teodoro Llorente”, habiendo llegado a Madrid el día 8, y
pasando inmediatamente de guarnición en la capital madrileña, para hacerse
cargo del despacho de su regimiento. Su permanencia en campaña en el norte de
África le valió la concesión, de la Medalla del Rif.
La estancia en la
península no impediría que nuestro militar interviniera, en momentos puntuales,
en servicios extraordinarios, ahora por diversas alteraciones del orden público
y algaradas revolucionarias, primero en Valencia, entre el 20 y el 31 de julio
de ese año, y después en Madrid, entre el 12 y el 23 de agosto. Manteniéndose
todavía como jefe en la misma unidad, el regimiento Saboya, el 12 de marzo de
1918 fue nombrado vocal de la Junta Facultativa del Arma de Infantería, y el 3
de junio, vicepresidente del tribunal que debía examinar a los sargentos
aspirantes para el ascenso a oficiales de la escala de reserva retribuida. Y
por fin, por un Real Decreto del 11 de septiembre de 1918 se le promovía al
empleo de general de brigada por servicios y circunstancias, siéndole
autorizado fijar su residencia en Tarancón, en espera de su nuevo destino, el
cual le llegaría el 13 de noviembre, al ser nombrado jefe de la segunda brigada
de la 12ª. división de infantería, que tenía asimilado también el cargo de
gobernador militar de Santander , puesto en el que permanecería hasta el mes de
diciembre de 1923. Allí, entre el 3 y el 23 de abril de 1920, se vio obligado a
asumir el mando de la autoridad civil en aquella plaza y provincia, al haber
sido declarado en ella el estado de guerra con motivo de la huelga general,
participando activamente en la solución del conflicto laboral, tal y como se
refleja en la prensa de la época . Y en virtud de su cargo, en agosto de 1921
fue el encargado de recibir con honores, al frente de sus tropas, al presidente
de la República Argentina, Máximo Torcuato de Alvear, que se encontraba de
visita en Santander, cubriendo la carrera desde el puerto hasta el palacio de
la Magdalena.
El 14 de septiembre de
1923 se hizo cargo otra vez del gobierno civil de la provincia montañesa, esta
vez por motivaciones ajenas: se había producido en Madrid el golpe de estado de
Miguel Primo de Rivera, que elevó al gobierno de la nación al Directorio
Militar que el dictador había creado, y al de todas las provincia a los
respectivos gobernadores militares. Y ya a finales de ese año, el 21 de
diciembre, fue ascendido al empleo de general de división, por el mismo motivo
que le había elevado antes al de general de brigada , siendo nombrado tres días
más tarde gobernador militar de Cartagena y de toda la provincia de Murcia . En
virtud de su cargo, el 3 de abril de 1925 fue el encargado de recibir en Cieza
al rey Alfonso XIII. Como muchos otros militares y autoridades civiles, recibió
a solicitud propia la Medalla del Homenaje de Sus Majestades los Reyes, que
había sido creada en mayo de ese año .
Su carrera militar estaba
llegando ya a su punto final. En efecto, el 19 de julio de ese mismo año pasó a
situación de primera reserva, por haber cumplido la edad reglamentaria para
ello, cesando en su cargo de gobernador militar de Cartagena y siendo
autorizado a fijar su residencia otra vez en su localidad natal, Tarancón. Y
poco después de su pase a la reserva, el 15 de agosto, fue premiado con la Gran
Cruz Blanca de la Orden del Mérito Militar . Allí, en Tarancón, fallecería el
15 de enero de 1929. Estaba en posesión de la Cruz de la Real y Militar Orden
de San Hermenegildo, con antigüedad del 11 de octubre de 1911; la Placa de la
misma orden, con antigüedad también de esa misma fecha; y la Gran Cruz, con
antigüedad de 5 de febrero de 1919.