Esta misma tarde, hacia
las veinte horas, el Ayuntamiento de Ceutí (Murcia) va a homenajear al profesor y
filósofo Antonio Hernández Sánchez, poniéndole a la Biblioteca Pública
Municipal, en el marco de la reinauguración de dicho centro cultural, después de haber permanecido varios años cerrado debido a una completa restructuración de sus servicios; al acto, además, asistirá el director de la Biblioteca General de Murcia, el doctor en Filosofía Juan José Lara Peñaranda. El homenajeado, Antonio Hernández, nació en ese pueblo murciano, uno
de los más importantes de la Vega Media del Segura, que cuenta en la actualidad
con cerca de doce mil habitantes, y después de haber pasado casi media vida
entre las aulas de diversas universidades españolas y francesas, primero como
alumno y después como profesor, pasó más de la otra mitad en Cuenca, desde que
llegara, a caballo entre los años setenta y ochenta, para ocupar el cargo de
catedrático de Filosofía y Sociología de la entonces Escuela Universitaria de
Magisterio, actual Facultad de Educación, de la Universidad de Castilla-La
Mancha. Aquí, en la ciudad del Júcar, permanecía todavía, dedicado a sus
quehaceres investigadores en diferentes campos de la Filosofía desde su
jubilación como profesor universitario, cuando, el 25 de marzo del año pasado,
2020, falleció, convirtiéndose de esta forma en una de las primeras víctimas conquenses
de esta dolorosa pandemia que nos ha tocado vivir, llamada Covid-19.
Después de haber
realizado sus primeros estudios en Ceuti y en la capital murciana, Antonio Hernández
Sánchez se trasladó a París, con el fin de licenciarse en Filosofía, y donde
fue discípulo, entre otros, del antropólogo Claude Lévi-Strauss, y del filósofo
fenomenólogo Paul de Ricoeur. Fue doctor en Teología por la Universidad
Pontificia de Salamanca y doctor de Filosofía por la Universidad Complutense de
Madrid. Miembro durante un tiempo de la Asociación Católica de Propagandistas,
fue profesor del CEU-Universidad de San Pablo, de Madrid, y finalmente, se trasladó
a Cuenca como catedrático de Filosofía y Sociología de la Escuela Universitaria
de Magisterio, pasando más tarde a impartir sus conocimientos en la Facultad de
Ciencias Sociales, Ciencias de la Educación y Humanidades de la misma
Universidad de Castilla-La Mancha, en el campus conquense, en la que ya había
sido integrada, como una más de sus facultades, la propia Escuela de Magisterio,
ahora como profesor titular de Historia de la Filosofía. Así mismo, fue también
profesor en el centro asociado de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia, en la misma capital conquense.
Su amplia mirada europea y universalista, alejado siempre de todo tipo de nacionalismos, le llevó a estudiar a todos los grandes filósofos europeos del siglo XX: Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Louis Althusser, Paul Ricoeur, Simone de Beauvoir…; con algunos de ellos había compartido aulas en la capital francesa, como compañero o como alumno aventajado. En este sentido, fue autor de varios libros y artículos de filosofía, antropología y ciencias de la educación: “Antropología y Ciencia” (Murcia, 1979), “Tres temas de antropología” (Cuenca, 1981), “Tres estudios sobre filosofía de la educación, psicología y psicosociología” (Cuenca, 1983), “Sociología de la cultura educativa” (Cuenca, 1984), “Didáctica y sociología” (Madrid, 1988), “La educación imposible” (Granada, 1999) y “La personalidad obediente” (Cuenca, 1999). Su “Sociología de la educación” fue traducida incluso al portugués, y publicada por la editorial Tex, de Río de Janeiro.
Sin embargo, su obra más
personal está conformada por una serie de artículos publicados en seis
volúmenes, que fueron apareciendo en los últimos quince años, en combinación
con las ilustraciones de los cuadros de su esposa, la pintora conquense María
Teresa Recuenco Escudero: “De pintar y escribir” (2006), “El terror de la belleza
y otras divinidades” (2007), “La prosa de Acteón” (2008), “Biografemas” (2010),
“La rosa de nadie” (2011) y “El jardín de Emily Dickinson” (2013). En ellos,
los diferentes aspectos filosóficos que siempre preocuparon a Antonio Hernández,
durante su larga vida intelectual, se combinan con su gran interés por el arte
y la belleza, algo que no está presente sólo en los hermosos cuadros de María
Teresa Recuenco, sino también en los propios textos del filósofo murciano-conquense.
Y también, con su intimidad más profunda, a partir de unos textos más
intimistas, cuajados de poesía, en los que se aprecia, por otra parte, la influencia
que sobre él ejercieron algunos de sus poetas preferidos, especialmente el
argentino Jorge Luis Borges y el greco-egipcio Constantino Cavafis.
También son dignas de
destacar, en los últimos años, las tarjetas de felicitación de Navidad, en las
que se unían también la obra pictórica de María Teresa y los pensamientos más
relevantes de Antonio. Realizadas en la misma línea que esos últimos libros del
filósofo y la pintora, siempre hacían las delicias de todas las personas que
las recibían.
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