miércoles, 22 de mayo de 2024

UN LIBRO PARA ENTENDER EL CONFLICTO JUDEO-PALESTINO. “ISRAEL, LA TIERRA MÁS DISPUTADA”, DE JOAN B. CULLA Y ADRIÁ FORTET

 

El pasado 7 de octubre, un grupo de activistas de Hamás salieron de los túneles subterráneos que comunican el campo de refugiados de Gaza con los territorios israelíes que se encuentran al otro lado de la frontera, desatando el caos y la muerte entre los grupos de colonos judíos que viven cerca de ésta. El número de víctimas provocado por el grupo terrorista fue muy importante: doscientos cuarenta judíos fueron tomados como rehenes por los palestinos, algunos de los cuales murieron en las semanas siguientes, y el número de judíos asesinados en el ataque, que en un primer momento ya había pasado de los mil, a fecha de 14 de enero de 2024 había llegado ya a los mil doscientos, después de haber tenido que sumar a las primeras cifras algunos de los más de veinte mil judíos que habían resultado heridos en el ataque. Pero a estas cifras hay que sumar, además, otro tipo de víctimas, de las que apenas se ha hablado desde entonces en los medios de comunicación, que han sido fruto de violaciones y de todo tipo de humillaciones por parte de los atacantes.

          Tampoco se ha hablado en España de qué era lo que pretendían los terroristas de Hamás a la hora de desencadenar ese ataque, y que, tal y como sí han recogido algunos medios internacionales, “no es el resultado lamentable de un gran error de cálculo. Más bien, dicen, todo lo contrario: es el precio necesario de un gran logro, la ruptura del statu quo y la apertura de un capítulo nuevo y más volátil en su lucha contra Israel.” Así lo han publicado Ben Hubbard y María Abi-Habib, en la edición digital en español del diario The New York Times, en su edición correspondiente al día 9 de noviembre de 2023. Y continúan: “El precio necesario de un gran logro”. En realidad, no es una apreciación subjetiva de los periodistas, sino el reflejo de las palabras de uno de los dirigentes de Hamás, Khalil al-Hayya: “Era necesario cambiar toda la ecuación y no solo tener un enfrentamiento… Logramos volver a poner la cuestión palestina sobre la mesa, y ahora nadie en la región vive en calma”. Esto es, había que crear, otra vez, un estado de guerra permanente en Oriente Medio, sin importar el número de víctimas inocentes de uno y otro lado del conflicto, con el fin, además, de atraer la atención de la opinión pública del mundo árabe y, si era posible, de todo el mundo”. Lo ha dicho, también, otro de los dirigentes de Hamás, Taher el-Nounou, al diario Times: “Espero que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras, y que el mundo árabe se ponga de nuestro lado”.

En un primer momento, y como no podía ser de otra forma, la opinión pública internacional se puso del lado del agredido. Sin embargo, la respuesta del estado judío, como no podía ser de otra forma, no se hizo esperar, y muy pronto se multiplicaron los ataques bélicos contra la franja de Gaza, el territorio del que partieron los ataques terroristas -no hubo ataques contra el otro territorio Palestino, Cisjordania, cuyos dirigentes, por otra parte, condenaron desde un primer momento los ataques-,  en el cual los propios terroristas de Hamás se han hecho fuertes desde hace algunos años, y donde llegaron a alcanzar en las últimas elecciones el setenta por ciento de los votos; en realidad, hablar de elecciones en estos territorios, donde no se pueden garantizar las más mínimas garantías de seguridad, y donde no existe una verdadera democracia, no tiene demasiado sentido. Ello ha provocado que la opinión pública, manejada desde algunos medios de la izquierda, haya cambiado, y se manifieste mayoritariamente propalestina. Las múltiples manifestaciones universitarias, que se iniciaron en Estados Unidos, uno de los tradicionales aliados de Israel, y que se han extendido en las últimas semanas a otros países de Europa, entre ellos España, es buena prueba de ello. También lo es la tremenda politización que este año ha sufrido el festival de Eurovisión. En efecto, desde muchos países se quiso evitar la participación de la representante israelí, a la que se le sometió a una verdadera persecución, obligándosele a cambiar varias veces la letra de su canción, y que fue postergada por los jurados profesionales de casi todos los países participantes, a pesar de que fuera una de las favoritas por el tele votó particular, demostrando que, en algunos casos, no resulta tan sencillo domesticar a las masas.

Sin embargo, la mayor parte de los países, o al menos de la opinión pública de esos países, ha comprado el relato de Hamás, que en realidad era también una de las pretensiones de este grupo terrorista cuando se decidió a iniciar los ataques. Las manifestaciones en favor de los palestinos se suceden en gran parte de Europa y de Estados Unidos, y en ellas se lanzan consignas sin realizar antes una mínima crítica de lo que significan las palabras: “Desde el río hasta el mar” se grita en muchas ciudades europeas y americanas, un lema que, incluso, es también el título de un programa cultural puesto en marcha por el madrileño Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y que, en realidad, no deja de ser un mensaje de odio contra los judíos, considerado como tal en muchos países europeos. Porque lo que hay detrás de estas seis palabras no es, ni más ni menos,  que el deseo de la desaparición completa del estado de Israel, el deseo de ver a toda la nación judía fuera de la zona de conflicto: del río, el Jordán, hasta el mar, el Mediterráneo, es lo mismo que decir que todo ese espacio geográfico que se encuentra entre ambos accidentes debe quedar vacío de judíos.

            Es cierto que la respuesta de Israel a los ataques de Hamás fue, posiblemente, demasiado cruenta, cebándose con la población civil, pero también lo es que la posición de Israel en esta guerra tampoco esa fácil, teniendo que hacer frente a continuos ataques terroristas de Hamás, desde Gaza, y también de Hizbolá, desde Líbano y Siria. Por otra parte, son los propios terroristas de Hamás los que no han tenido ningún problema en usar a su pueblo como carne de cañón, tal y como se desprende de las propias palabras de uno de sus dirigentes, que hemos reproducido en líneas anteriores. Por otra parte, tal y como ha reconocido la ONU en los últimos días, las cifras de víctimas palestinas en los ataques de Israel, cuya única fuente es la de los propios palestinos por la imposibilidad de que los periodistas internacionales puedan entrar en la zona, muy probablemente han sido infladas de manera partidista, tal y como sucede siempre en todas la guerras. No es ésta la primera vez que las cifras de muertes entre los palestinos, de manera interesada o no, han sido exageradas por los medios de comunicación o, incluso, por los informes oficiales. A propósito de ello, quiero recoger aquí uno de los párrafos del libro que, bajo el título de “Israel, la tierra más disputada. Del sionismo al conflicto de Palestina, no es ni más ni menos que la versión actualizada, publicada póstumamente, de Joan Baptista Culla, uno de los mayores especialistas españoles en Oriente Medio, y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona desde 1977, acaba de publicar, con la colaboración de Adriá Fortet:

            “La voluntad de conseguir una primicia y de transmitir la última actualidad sobre el terreno también hacía vulnerable al periodismo frente a las acusaciones interesadas. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la penetración israelí en el casco antiguo de Yenín en abril de 2002, en el marco de la operación Escudo Defensivo. El día 10, aún en medio de las operaciones, la BBC había informado de que había 150 palestinos muertos, cifra que al día siguiente las agencias humanitarias habían elevado a 200 y la ANP -Autoridad Nacional Palestina- a 500. El 13 de abril, el ministro de Información palestino hablaba de 900 muertos, de fosas comunes y de genocidio. Solamente después de verificaciones independientes se constató a finales de mes que el balance de victimas había sido de 23 israelíes y 52 palestinos, pero naturalmente las rectificaciones no ocupaban el mismo espacio que las acusaciones iniciales en los titulares de prensa y la apertura de los telediarios. Human Rights Watch y Amnistía Internacional necesitaron dos años y más de trescientas víctimas mortales israelíes antes de condenar los atentados suicidas como crímenes contra la humanidad, y aunque hubiera muchos judíos (Noam Chomsky, Nadine Gordimer,…) entre la intelectualidad crítica con el gobierno israelí, ello no quita la presencia de un componente antisemita en los ataques contra Israel, como quedó patente en la Conferencia de Durban, en la que se clasificó al sionismo como una forma de imperialismo colonialista y racista.”

            Como suele suceder, son muchas las novedades literarias que en los últimos meses han llegado a las librerías sobre el conflicto de Palestina, un conflicto que es difícil de llegar a conocer en toda su complejidad a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre ello; o quizá, precisamente, por lo mucho que se ha escrito. Y es que algunas de esas publicaciones se hacen desde postulados ideológicos, partidarios de uno o de otro de los bandos enfrentados. Respecto a ello, a esa especie de bosque que no nos deja ver la hermosura de un árbol concreto -en contraposición al refrán-, extraigo las primeras palabras de la introducción del libro del profesor Culla, respecto a cuáles son, a juicio de los autores, los principales problemas a los que debemos enfrentarnos a la hora de intentar conocer en profundidad el problema palestino, y que no tienen nada que ver con la falta de referencias literarias y periodísticas, sino todo lo contrario:

“En la configuración de nuestra opinión pública -occidental; europea- respecto del litigio árabe-israelí o isaelo-palestino, respecto de aquello que venimos denominando con optimismo el conflicto de Oriente Próximo -como si en aquello región no existiera más conflicto que ese, como si Iraq, Siria o el Yemen fuesen plácidas balsas de aceite- se produce un fenómeno singular, tal vez único: todo el mundo tiene, o cree tener, una posición tomada y definida ante el contencioso, un punto de vista formado. Cualquier persona que colabore en un periódico -aunque sea como autor de chistes gráficos- se siente autorizada para utilizar su viñeta, o su tira, o su crítica cinematográfica, si de tal cosa se ocupa, para tomar partido en la confrontación entre Israel y Palestina; cualquier entidad, asociación, grupo político u ONG se siente capaz de formular doctrina propia -a menudo, bajo la forma más contundente y categórica- sobre los derechos y las culpas de aquellas dos comunidades enfrentadas; cualquier corresponsal espontáneo osa enviar a los diarios una carta al director donde otorga enfáticamente la razón a un bando y abomina del otro; cualquier tertulia, ya sea mediática o de café, que se ocupe de Oriente Próximo permite escuchar un puñado de sentencias definitivas que, al parecer de sus autores, dejan la tragedia palestino-israelí juzgada de manera irrevocable… ¿Quién, entre nosotros, se ha atrevido a prescribir fórmulas de solución a la guerra civil siria que estalló en 2011 y que ya acumula más de 600.000 muertos? Después del genocidio de 1994 en Ruanda (entre medio millón y un millón de muertos), ¿quién ha vuelto a ocuparse de la suerte de las dos comunidades enfrentadas, hutus y tutsis, y de si la situación actual de la región de los Grandes Lagos les hace o no justicia? ¿Quién se manifiesta, recoge firmas o hace lobby a propósito de la guerra de Yemen, que dura desde 2014 y ha causado quizá 60.000 muertes directas? Paradójicamente, y a pesar de que otros conflictos han sido infinitamente más mortíferos que el de Israel-Palestina -durante el mismo periodo o incluso en toda su historia-, nuestras opiniones públicas los contemplan en respetuoso silencio, dejando que sean los escasos especialistas o conocedores directos del terreno quienes arrojen alguna luz.”

Los dos primeros capítulos del libro hablan sobre el origen del sionismo, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial y la declaración Balfour, que establecía el establecimiento de los judíos en Palestina. Un origen que se remonta a mediados del siglo XIX y que tiene como principal valedor a Theodor Herzl, un escritor vienes de origen húngaro, que fue corresponsal en París del prestigioso diario New Freie Presse. Aunque en el momento de su llegada a París, Herzl era uno de esos judíos cosmopolitas y descreídos, asimilado a la cultura alemana, el affaire Dreyfus, un proceso al que fue sometido un oficial del ejército francés que era de origen judío, y que provocó el conocido escrito en su defensa de Emile Zola, le convirtió en un sionista convencido, tal y como él mismo escribiría algunos años más tarde.  Fundador del sionismo político moderno, creó la OSM -Organización Sionista Mundial-, y promovió la inmigración de retorno de la diáspora judía a Israel.


El estallido de la Primera Guerra Mundial, y la derrota en ella del imperio turco, al cual pertenecía el territorio de Palestina, daría la oportunidad a las potencias vencedoras, principalmente a Reino Unido, de organizar esa inmigración, aún en contra de las pretensiones árabes, encabezadas por Hussein ibn Ali, jerife de La Meca y rey del Hiyad. Surge así en Gran Bretaña un desencuentro entre los militares, con Thomas E. Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia, a la cabeza, defensores de la pretensiones de los árabes, y los políticos, más cercanos a las pretensiones judías, que dieron como resultado la llamada Declaración Balfour, de noviembre de 1917, en la que se anunciaba el establecimiento de un "hogar nacional" para los judíos en Palestina. Son embargo, el plan tenía muchos problemas, tal y como recoge Joan Culla en su libro, y esta es una de las causas que provocaron el enfrentamiento entre judíos y árabes, al que todavía, en pleno siglo XXI, nadie ha podido encontrar una solución adecuada.

En efecto, esta dicotomía entre los derechos de los judíos y los de los palestinos, será lo que va a provocar todas las tensiones que vinieron después, y que van a caracterizar uno de los más enconados conflictos de la geopolítica contemporánea, foco de continuos enfrentamientos durante los siglos XX y XXI.  Ya en la década de los años veinte de la centuria pasada, los primeros conflictos, iniciados por la instalación en Amman el príncipe Abdullah, segundo hijo del rey Hussein, se solucionaron con la creación de dos territorios, la Cisjordania para los judíos y la Transjordania para la árabes, dejando la frontera entre ambos en el río Jordán. Sin embargo, este hecho no solucionó el problema, porque en el lado israelí va a quedar un número importante de musulmanes, que a partir de este momento van a ser conocidos con el nombre de palestinos. Desde el primer momento, múltiples actos de violencia se van a suceder, en forma de enfrentamientos entre palestinos y colonos judíos.

Y si la primera guerra mundial permitió a los judíos la promulgación de la Declaración Balfour, con lo que ello suponía para la entrada de los primeros colonos en el territorio, el desenlace de la Segunda Guerra Mundial va a permitir, pasado unos pocos años, la definitiva creación del Estado de Israel, tal y como David Ben-Gurión ya había previsto en 1939. La creación de Israel, en efecto, se llevó a cabo en 1948, momento en el que las tropas inglesas abandonaron el territorio, dando fin con ello a lo que se había llamado el “mandato británico”. Sin embargo, la aprobación del nuevo estado israelí tampoco estuvo exenta de problemas, tal y como los autores del libro describen en el capítulo quinto de su ensayo. A partir de este momento, la historia del nuevo estado de Israel, tal y como ya es conocido por todos, está repleta de actos violentos, con múltiples guerras contra los países árabes vecinos (Guerra del Yom Kipur, Guerra de los Seis Días,… ), y de múltiples actos terroristas provocados por diferentes grupos armados (Organización para la Liberación de Palestina, Hamás, Hizbolá,…), aunque también el estado judío ha sido acusado en no pocas ocasiones de realizar una especie de terrorismo de estado contra la población civil palestina.

Culla y Fortet, a lo largo de su estudio, nos ayudan a comprender toda esa historia violenta; a entender las razones de un bando y de otro; sobre todo, es cierto, las de Israel. Sin embargo, Israel, para los historiadores catalanes, no debe ser entendido simplemente como un pueblo, como la plasmación en un territorio concreto de todo el pueblo judío, sino como un espacio geográfico que desde hace muchos años se encuentra en disputa. Dicho esto, no es mi deseo resumir en esta breve entrada cada uno de los capítulos de esta guerra inacabada entre judíos y palestinos, que, según es previsible, está lejos de acabar; hacerlo sería poco menos que comportarnos como esos tertulianos a los que ambos autores critican en la introducción ya citada. Más allá de ello, la única manera de acercarnos realmente a un conflicto como éste, es leer por uno mismo a aquellos que de verdad lo conocen. Y en el caso del conflicto árabo-israelí, ya lo hemos dicho, Joan B. Culla es uno de los principales expertos que tenemos en España.

Pero a modo de conclusión, sí conviene decir que en los últimos días se han sucedido las noticias al respecto de esta última tierra de Gaza, y éstas no son demasiado alentadoras para el proceso de paz. El 20 de mayo de este año, el fiscas jefe de la Corte Penal Internacional de La Haya, el abogado británico Karim Khan, ha solicitado sendas órdenes de detención internacional contra varios líderes de Hamás -Yahya Sinwar, jefe del grupo de la franja de Gaza; Isamil Haniya, antiguo primer ministro de Palestina en Gaza, y actual jefe principal del grupo terrorista; y Mohammed Deif, comandante en jefe de las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, y por lo tanto, jefe militar de su brazo armado-, pero también para el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y a su ministro de Defensa, Yoav Galiant. Es cierto que Netanyahu es el mismo líder ultraderechista que durante su primera etapa en el cargo, entre 1996 y 1999, torpedeó los acuerdos de paz de Oslo con una política demasiado agresiva contra los palestinos, que hicieron imposible la plasmación de dichos acuerdos, pero también lo es que poner en el mismo nivel al agresor y al agredido no es la mejor manera de acabar con la guerra en los territorios en disputa. Y por otra parte, el propio fiscal general, no debe olvidarse, es también un personaje demasiado controvertido, que no ha duda en defender, a lo largo de su carrera, a otros dictadores, acusados de cometer crímenes de guerra de mayor calado que los que ha producido el político judío.

Y al día siguiente, el mismo en el que estoy terminando de escribir estas líneas, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha anunciado que el próximo día 28 de mayo, nuestro país va a reconocer oficialmente el estado de Palestina, hecho que no llega en el mejor momento, y que probablemente nuevas tensiones diplomáticas con el país judío. Porque, aunque es justo que Palestina pueda ser reconocido por la comunidad internacional, y que sólo con este reconocimiento se podría llegar a poner fin a la guerra, ello no se debería producir nunca sin realizar antes un sincero ejercicio de reflexión, buscando las respuestas más adecuadas a la problemática que, sin duda alguna, se va a generar con ello. Asuntos difíciles, como qué papel va a jugar Hamás, y otros grupos terroristas en el futuro estado palestino -la presencia de Hamás en el gobierno puede provocar un nuevo Afganistán, en un territorio ya de por sí demasiado caliente-. Sólo así, a través de la reflexión internacional, Palestina podrá evitar convertirse en un estado fallido desde el mismo momento de su creación, y germen, por lo tanto, de nuevos enfrentamientos armados entre judíos y palestino.



domingo, 12 de mayo de 2024

UN NUEVO ACERCAMIENTO A LA ARQUITECTURA ROMÁNICA EN LA PROVINCIA DE CUENCA

 

    El pasado 6 de noviembre, realizábamos en este blog un primer acercamiento a la arquitectura románica en la provincia de Cuenca (ver “Un viaje al románico de la provincia de Cuenca”, 27 de noviembre de 2023). Se trataba de acercar al lector algunas de las iglesias que, iniciadas su construcción durante las primeras décadas de la repoblación cristiana de su territorio, y a pesar de las múltiples transformaciones que su fábrica sufrió a través de los siglos, aún conservan en algunas de sus estructuras, elementos que son propios de aquellos años en los que se inició su construcción. En aquella ocasión nos acercábamos a algunos pueblos de la Sierra y del Campichuelo (Villalba de la Sierra, Zarzuela, Ribatajadilla, Ribatajada, Portilla, Arcos de la Sierra y Pajares). En ésta, profundizaremos en otros pueblos de esa misma región, entre el Campichuelo y la primera serranía, que no pudimos ver en la ocasión anterior (Mariana, Sotos, Collados, Torrecilla, Villaseca y la ermita de la Horcajada de Ribagorda), para terminar en las hermosas y características iglesias de La Frontera y Albalate de las Nogueras.

    Pero antes de profundizar un poco en cada uno de los templos que vamos a visitar, y sin querer profundizar en cuáles son las características propias de este estilo, el primer estilo globalizador y europeo que se dio en la Historia del Arte, sobreponiéndose a otros estilos regionales como el asturleonés, el mozárabe y el carolingio, sí queremos resaltar algunos aspectos que si son propios del románico conquense, y que están relacionados con la etapa histórica en la que esa arquitectura se desarrolló. En este sentido, hay que tener en cuenta que la repoblación en Cuenca se llevó a cabo entre las dos últimas décadas del siglo XII y el primer tercio del siglo XIII. En efecto, la ciudad de Cuenca fue conquistada por Alfonso VIII en 1177. Su esposa era Leonor de Plantagenet, la hija de Leonor de Aquitania y del rey Enrique II de Inglaterra, y hermana, por lo tanto, de Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra. De niña se había criado en una de las cortes más desarrolladas, culturalmente hablando, de Europa, en unos territorios en los que ya se había desarrollado el nuevo estilo gótico. Una de las primeras cosas que hizo el rey de Castilla después de conquistar la ciudad fue dotarla de una sede episcopal, aunando las viejas sedes visigodas de Valeria y Ercávica. Y en la construcción de la nueva catedral intervino muy activamente la reina Leonor, mandando traer a Cuenca desde un lado y otro del Canal de la Mancha a artistas y canteros que ya estaban acostumbrados a construir edificios góticos, convirtiendo así la propia catedral conquense en el primer templo de la península que ya había sido proyectado desde el principio en el nuevo estilo gótico. De esta forma, cuando empezó a ser repoblada la actual provincia de Cuenca, y cuando se empezaron a trazar las nuevas iglesias que debían acoger espiritualmente a los nuevos pobladores, los arquitectos españoles que debían trazarlos, educados todavía en el viejo estilo románico, debían convivir ya con los artistas y canteros foráneos que ya conocían el gótico. Es por este motivo, por lo que el románico conquense va a ir adoptando, casi desde sus inicios, algunos elementos que son más propios del gótico, algo que se puede apreciar en las portadas de las iglesias, en las que los arcos levemente ojivales van a sustituir, muchas veces, a los arcos del medio punto, más propias del románico.

 

MARIANA

    La iglesia de Mariana es una iglesia del siglo XIII que, a pesar de las modificaciones realizadas en etapas posteriores, conserva todavía, bastante bien, su fábrica original. Tiene una nave recta de tamaño reducido, y cabecera con tramo recto y testero semicircular. La espadaña, a los pies, es ya del siglo XVI. Construida, como otras iglesias románicas de la zona, en mampostería, realzada en algunos lugares con cantería escuadrada. La cornisa de canecillos remarca la altura original del templo, pero la parte superior a la cornisa es posterior. Tiene una ventana saetera en el centro del ábside. Cuenta con dos portadas, ambas románicas. La del lado sur, que es la principal, tiene dos arquivoltas apuntadas, con jambas prismáticas, y corona la portada un tejaroz mal conservado. La conservación, en general, también es deficiente, porque ha perdido los relieves que debían haberla adornado.

    En el interior, la estructura románica está todavía peor conservada, debido a un incendio que la iglesia sufrió en 1960. En el incendio se quemó el artesonado. Sin embargo, sí se conservan dos tallas medievales, una de ellas con María Theotokos (María Madre de Dios – María con el Niño en brazos, a modo de Trono de Dios), románica, y otra cuya deficiente conservación nos impide saber a quién representa. La pila bautismal es de piedra caliza, decorada con hojas treboladas en la base, y en la propia copa, tres niveles decorativos superpuestos: una arquería con columnas pareadas, una primera cenefa con arcos secantes, y una segunda cenefa, parecida a la anterior, pero de mayor tamaño. Está fechada en el siglo XIII, y es uno de los elementos más singulares de los que se conserva en la provincia.


SOTOS

    La iglesia está muy retocada en tiempos posteriores, aunque conserva de su etapa románica su planta de nave rectangular, ábside único de forma semicircular, y torre a sus pies. En su alzado, en el siglo XVIII fue recrecida en altura, perdiendo así su primitiva configuración. Sin embargo, se puede vislumbrar su alzado primitivo, sobre todo en el ábside, por la diferenciación de las piedras que conforman su mampostería, así como por la cornisa, todavía visible en sus extremos. En el centro del testero se pueden ver todavía unas pequeñas ventanas de cantería rematadas con arco de medio punto. Una de ellas es más grande que la otra, lo que hace suponer que debió existir una tercera ventana, haciendo simetría con la más pequeña. Su portada principal es de fecha posterior, pero existe todavía la portada primitiva, del siglo XIII, en el lado sur, aunque en la actualidad está cerrada por un tapial. Se trata de una portada de medio punto adovelado, con arquivolta doble de puntas de diamante, y alfiz con pilastras ochavadas. Los capiteles, adornados con relieves zoomorfos, están muy deteriorados. La torre de campanas debió sustituir en algún momento a la primitiva espadaña, más propia de la arquitectura románica, debe ser también de origen medieval, como lo demuestra el escudo conservado, propio de la familia Albornoz, quienes fueran señores del pueblo.

    Toda la obra del interior está ocultada por la arquitectura posterior, de origen dieciochesco.

 

COLLADOS

    La iglesia parroquial de Collados, de la que no existe demasiada bibliografía, se corresponde estilísticamente con otras iglesias parroquiales de esta comarca del Campichuelo. Como ellas, se inscribe también en ese románico sencillo, rural, que es propio de la zona. Destaca, entre esos elementos románicos fosilizados, la portada. Ésta tiene un arco de medio punto, bajo un tejaroz.

 

TORRECILLA

    Se trata de una de iglesias más importantes y características del románico conquense. Nave rectangular alargada y cabecera semicircular. Los elementos decorativos se han datado hacia el cambio de siglo, es decir, hacia el año 1200, lo que da idea de su antigüedad. Su fábrica, muy irregular, es de mampostería, y conserva aún algunos elementos de lo que se ha llamado opus spicatum, utilizado de manera muy corriente en la arquitectura militar andalusí, lo que parece indicar que la iglesia se construyó sobre la antigua torre musulmana a la que se alude en el propio nombre del pueblo. En algunas zonas, la mampostería está reformada por cantería arenisca, sobre todo en las esquinas de la fábrica, en la espadaña y en las portadas. La principal presenta arco de medio punto, con arquivoltas adoveladas, aunque ha perdido parte de las columnas en las que se soportaba el propio arco. La otra portada, que en la actualidad da acceso al cementerio, cerrada, conserva también un arco de medio punto, aunque es más sencilla en su trazado. El ábside, aunque es el elemento peor conservado de su arquitectura románica, conserva todavía algunos motivos originales, sobre todo en su forma.

    El interior, dañado por un incendio, presenta en la actualidad una falsa bóveda de yeso. No se conserva, por lo tanto, ningún elemento original, más allá de la propia planta de la iglesia.



VILLASECA

    A pesar de su sencillez, la iglesia conserva todavía algunos elementos románicos, principalmente la portada, apuntada, y de sillería, con una doble arquivolta, en la que alternan las típicas formas cóncavas y convexas, y puntas de diamante. Bajo los cimacios se presentan dos pares de columnas, que sólo presentan de su original construcción románica los capiteles, muy erosionados, pero conservando todavía parte de su original decoración vegetal de palmetas y hojas de roble. El falso tímpano, de yeso, es de construcción posterior. También es de destacar la espadaña, de sillería, situada a los pies del templo y, sobre todo, en la propia espadaña, una portada apuntada que en la actualidad aparece clausurada, y que también pertenece a la primitiva fábrica del templo, del siglo XIII.

    En el interior, se nos presenta una nave rectangular, levantada con mampostería, sin ninguna decoración. La cabecera es posterior, del siglo XVIII. Como único elemento mueble primitivo, es de destacar la pila bautismal, muy sencilla en su elaboración, pero posiblemente también de cronología románica.

 

RIBAGORDA. ERMITA DE LA HORCAJADA

    En su origen, esta ermita se corresponde con la iglesia parroquial de un antiguo despoblado, hoy desaparecido, que recibía el nombre de Los Villares. Edificio de mampostería y sillares esquineros, su fábrica, de finales del siglo XII, la convierte en uno de los edificios románicos más antiguos de la provincia. Nave rectangular y cabecera semicircular, iluminada por dos pequeñas ventanas aspilleras. Ha perdido buena parte de su fábrica original, como los típicos canecillos y el también típico escalonamiento en altura entre la nave propiamente dicha y el ábside. También el campanario. Sin embargo, sí se conservan su portada románica, a pesar de encontrarse muy deteriorada por la erosión, y recompuesta en las jambas. Ésta tiene arco de medio punto. Un elemento a destacar es el pórtico, de factura muy popular, constituido por cuatro grandes ventanales, también de medio punto, y cerrado por una fachada.

    El interior de la ermita es muy posterior. Hay que destacar, sin embargo, el banco corrido que, si bien es también posterior, es posible que esté recubriendo otro original, de etapa románica.

 

LA FRONTERA

    Del edificio original de la fábrica, datado a finales del siglo XII o en las primeras décadas del siglo XIII, se conserva sólo la nave rectangular, y sobre todo la portada, con arco interior de medio punto, sobre el que cabalga un arco exterior apuntado, con doble arquivolta, con molduras cóncavas y convexas y puntas de diamante en el lado más exterior. La separa de la calle una escalinata de piedra. En el lado contrario existe otra portada, pero ésta ya es puramente gótica.

    El resto de la iglesia, sobre todo en el interior, fue sometido a una profunda remodelación ya en el siglo XVIII, lo que provocó el recrecido de la nave, y también de la espadaña, perdiendo así el templo sus elementos primitivos románicos. Si es románica, sin embargo, la pila bautismal, que se encuentra en el sotocoro, sobre un pie troncocónico. El vaso de la pila está decorado con gallones encerrados en arcos de medio punto, y una cenefa con doble tallo ondulado, del que brotan unas elegantes hojas.

 


ALBALATE DE LAS NOGUERAS

    Según la tradición, la iglesia de Albalate de las Nogueras fue construida sobre la antigua mezquita de una localidad de origen árabe que entonces recibía el nombre de Albalate de Bombamarca. A destacar la planta de la iglesia, que tiene forma de cruz latina, en la que se observan dos etapas constructivas claramente diferenciadas. La más antigua, correspondiente al primer tercio del siglo XIII, se corresponde con los tres tramos de la nave, donde se observan elementos constructivos y decorativos propiamente románicos. Esta estructura románica fue desvirtuada notablemente en su segunda fase constructiva, en el siglo XVI, cuando despareció el primitivo ábside, sustituido por un testero rectangular, y crucero barroco coronado con cúpula de media. Posteriormente, las dos capillas laterales terminaron por enmascarar totalmente la primitiva planta original. Volviendo al interior, la parte románica se cubre con bóveda de cañón, con sillares ceñidos con arcos fajones. Las columnas que las sostienen tienen capiteles vegetales, con hojas lisas y nervadas alternadas, combinadas con motivos geométricos.

    En el exterior, las dos fases constructivas se diferencian en altura por la sillería que caracteriza a la obra románica, y por los canecillos que coronaban también la fábrica primitiva, todavía visibles en una parte de la fachada. Son también características de su etapa románica las dos portadas. La que actualmente es la portada principal, conserva un tejaroz con molduras de cestería, aunque está muy deteriorada. La otra, más antigua, responde a un románico más primitivo, posiblemente todavía del siglo XII. Tienen varias arquivoltas, con puntas de diamante y dientes de sierra, aunque se han perdido los capiteles que servían de apoyo al conjunto. También es de destacar su pila bautismal. La taza de la misma está formada por gajos verticales, divididos entre sí por cordones dobles y trenzados, dispuestos de forma alterna, y una cenefa superior,  formada también por cordoncillos.

    Cuenta también Albalate de las Nogueras con un puente de factura medieval, sobre el río Trabaque, el llamado Puente del Noguerol. Se trata de un puente de dos ojos, de medio punto cada uno de ellos, realizado en sillería, con un agudo tajamar en su centro. Aunque están muy camuflados por algunas obras posteriores, cuenta también todavía con algunos elementos de origen andalusí, según ha desvelado un estudio arqueológico realizado recientemente.

jueves, 2 de mayo de 2024

GEOPOLÍTICA EN EL SIGLO XXI

 

A mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, el líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, inició el gran terremoto ideológico que ha venido a llamarse la Perestroika: la reforma política y económica que haría el viejo imperio comunista, que sería sustituido por una Rusia renovada, libre ya de las tensiones que se habían ido sucediendo en la gran nación de naciones desde el mismo momento en el que había triunfado la revolución de 1917. Y paralelamente a ello, también, la libertad y la independencia para todas esas naciones que, ya desde antes de la Segunda Guerra Mundial, habían formado parte también de aquel imperio, de manera que tanto una como las otras pasaron a incorporarse, al menos nominalmente, a la lista de los países de la Europa democrática. También, todos aquellos países que, nominalmente independientes de la Rusia comunista, formaban parte también, de facto, de ese entente comunista que fue el Pacto de Varsovia, siguieron engrosando la lista de las nuevas democracias europeas, de manera que se fue generando en todo el mundo una especie de proceso sociológico y psicológico, cuyo efecto más importante sería, ya en el mes de noviembre de 1989, el derrumbe del muro de Berlín, que durante muchos años había dividido en dos a Alemania y a todo el mundo occidental.

La caída del muro permitió la definitiva reunificación del país que había sido derrotado durante la Segunda Guerra Mundial, pero sus efectos no se limitaron sólo a la propia Alemania. Se había iniciado, o al menos eso es lo que entonces se creía, una nueva historia: una historia diferente, que había logrado trascender por fin a la Guerra Fría, a ese mundo dividido en dos bloques enfrentados, esas dos maneras opuestas de entender la política, la economía, y la sociedad en general. “El fin de la historia y el último hombre”, es el título del ensayo que el historiador norteamericano Francis Fukuyama publicó en 1992, basándose en la teoría de otros pensadores anteriores, que arrancan del propio Hegel: la historia de la humanidad, concebida como una lucha entre ideologías contrapuestas, ha concluido con la derrota definitiva del mundo comunista; dando inició con ello a un nuevo mundo de paz, basado en la economía del libre mercado. La teoría, como decimos, no era nueva, pero hasta entonces no se habían podido poner las bases para ese “hombre nuevo” del que hablaba Fukuyama, en una Europa de entreguerras primero, y más tarde, en un mundo polarizado y dividido por lo que Winston Churchill, nada más acabada la guerra, en 1946, llamó el Telón de Acero, haciéndose eco de una vieja locución inglesa utilizada ya desde el siglo XVIII en los viejos teatros londinenses.

Sin embargo, los hechos posteriores han venido a demostrar que la teoría del historiador estadounidense estaba equivocada, dándole la razón, de esta forma, a Samuel Huntington y su teoría del choque de las civilizaciones. A la antigua polarización entre capitalismo y comunismo, que caracterizó a la etapa de la Guerra Fría, le ha venido a sustituir una nueva polarización, en la que el gran enemigo del liberalismo democrático es el terrorismo. En efecto, desde hace algunos años es el terrorismo, especialmente el terrorismo de carácter integrista, musulmán, el que ha venido a desempeñar el papel que hasta hace algunos años ocupaba el propio comunismo soviético. Pero además, la propia sociedad occidental ha venido a demostrar también que la historia, tal y como la entendía Fukuyama, sigue teniendo la misma vigencia que antes, y que la guerra sigue siendo, también en la propia Europa, una forma muy común de relacionarse entre los diferentes países. Lo demostraron, poco tiempo después de la caída del comunismo, las Guerras de Yugoslavia, y lo sigue demostrando la actual Guerra de Ucrania, que otra vez ha venido a traer el dolor y la muerte hasta las mismas fronteras de Europa.

Sin embargo, la guerra de Ucrania -o la no guerra, si queremos seguir la denominación que le ha dado el dirigente del país invasor, Vladimir Putin, en una clara muestra de esa hipocresía que le caracteriza, que la denominó, hay que recordarlo, operación militar de carácter especial-, no es un hecho aislado, sino el desenlace lógico de una forma de hacer política que ha caracterizado al propio Putin desde el mismo momento en que llegó al poder, convirtiendo así al país en el heredero vital de la antigua Unión Soviética. El proceso se inició ya con su antecesor en el cargo, Boris Yeltsin, quien protagonizó las primeras injerencias rusas en Georgia, defendiendo a los independentistas de Osetia del Sur y Ajasia, dos pequeñas repúblicas de mayoría prorrusa, y haciendo lo mismo en la Transnitria moldava, o en la guerra civil que asoló entre 1992 y 1997, la república de Tayikistán. Y dentro de los propios límites de la Rusia actual, las revueltas en Chechenia fueron aprovechadas tanto por Yeltsin como por el propio Putin para enraizarse todavía más en el poder. Desde entonces, las injerencias rusas en las antiguas repúblicas soviéticas independizadas han sido múltiples, como ya demostraron, en la misma Ucrania, las anteriores crisis de Crimea y el Dombás.   

Tal y como ha descrito en su libro “Putinistán” el periodista Xavier Colás, quien había sido enviado especial del diario “El Mundo” a Moscú hasta el pasado mes de marzo, cuando fue expulsado del país al no haberle sido renovado su visado profesional, Putin concibe su país como ese gran territorio que va más allá de esa Gran Rusia, que está conformada también por Bielorrusia y Ucrania, además de la propia Rusia, y dotada, también, de una zona de influencia que se debe extender a muchos de los territorios que habían conformado la antigua Unión Soviética. Así lo ha definido el británico Mark Galeotti, autor de uno de los libros más imprescindibles para comprender la psicología del mandatario ruso, “Las guerras de Putin, desde Chechenia a Ucrania”, en un artículo publicado recientemente en España: “En muchos aspectos, Putin es un geopolítico del siglo XIX. Desde su punto de vista, un gran país necesita una esfera de influencia, de modo que la soberanía de estados como Ucrania debe subordinarse a los intereses de Moscú, de la misma manera que debe tener derecho a ser escuchada -lo que viene a ser un derecho de veto- de todos los asuntos de importancia global, y tener la posibilidad [Rusia] de romper las reglas del orden internacional, con impunidad de vez en cuando. Esto es, después de todo, de lo que piensa que gozan los Estados Unidos.”

La guerra de Ucrania, aún entendiéndola como una consecuencia final de la política de Putin -y que no sólo es de Putin, pues no son escasos los rusos que piensan como él-, no es el único problema al que debe enfrentarse el mundo civilizado en pleno siglo XXI. También debemos dirigir la vista hacia otros territorios, que también están anclados, desde hace mucho tiempo, en un profundo pozo de sangre y de terror: la guerra de Siria, que en estos momentos se encuentra tan enraizada; el enfrentamiento entre Israel y Palestina, tan asociado también con el mismo problema de Siria; la creciente belicosidad de territorios como el Sahel africano, tan empobrecido por el hambre y por la falta de agua, y que constituye un importante caldo de cultivo para el crecimiento de los más sangrientos grupos islamistas como el Grupo de Apoyo al Islam, filial en la zona de Al Qaeda, o Boko Haram. Son sólo algunos ejemplos; los focos de conflicto se multiplican por todo el mundo, y los analistas internacionales siguen vertiendo ríos de tinta en periódicos, revistas especializadas o libros, intentando dar las claves para que la opinión pública pueda intentar comprender todos estos conflictos en toda su extensión, aunque en ocasiones, es cierto, esas claves no dejan de estar teñidas con su propia ideología, lo cual, por otra parte, hace todo mucho más confuso.

Sobre el problema de Palestina, por ejemplo, mucho es lo que se ha escrito en los últimos años, y ahora, cuando la guerra ha vuelto a avivarse, no son pocos los libros sobre el tema que siguen llegando a los escaparates de las librerías. Algunos han sido escritos desde el punto de vista de los israelitas, y otros, más incluso, lo han sido desde el punto de vista de los palestinos. No es extraño que haya sido así, sobre todo en un conflicto como éste, que desde hace tanto tiempo se halla tan incardinado al conjunto de la sociedad, y más aún en momentos como éste, cuando la polarización en el conjunto de la sociedad es tan exacerbada. En un lado del tablero se aduce que Israel es el único país realmente democrático en toda la zona de Oriente Medio, y que los aliados de los palestinos, Irán y Rusia sobre todo, pero también otros grupos terroristas, como Hizbulá en Líbano y los yutíes en Yemen, forman parte del llamado eje del mal; a los que defienden esta teoría, desde luego, no les falta una parte de razón. Y se defiende, sobre todo, y en lo que se refiere a esta última etapa del conflicto, que Israel ha sido el país agredido por un grupo terrorista, Hamás, que ni siquiera es capaz de defender a su propia población palestina, que ha matado y raptado a civiles inocentes, en un ataque perpetrado desde la franja de Gaza. Y desde el punto de vista de los árabes, y tampoco les falta una parte de razón, se aduce que los palestinos también tienen el derecho a vivir en esta parte de la tierra, que fue suya al menos durante un tiempo, antes de la llegada masiva de colonos semitas.

Desde el mundo occidental, que no sufre el conflicto de manera directa, que sólo lo vive de manera tangencial, se ha intentado solucionar el problema de diversas maneras, pero ninguna de ellas, al menos hasta el día de hoy, ha tenido el éxito esperado. Se ha hablado de la posibilidad de crear un país binacional, que acoja en su seno a judíos y a palestinos. Se ha hablado, también, de la creación de dos países diferentes, Israel y Palestina, lo que debería contar con un reconocimiento generalizado desde las Naciones Unidas. Quizá sea ésta la teoría que más adeptos tienen, aunque en Estados Unidos y en la mayor parte de los países europeos, muchos coinciden en afirmar que no es éste el mejor momento para alcanzar este reconocimiento, y que no puede estudiarse en serio la propuesta mientras el territorio se encuentre sumido en una guerra a sangre y fuego. El apoyo de algunos países árabes vecinos, como Jordania y la propia Arabia Saudí, que colaboraron con Israel hace unas semanas, cuando fue atacado por Irán, hace pensar que el conflicto entre ambos países es más territorial que puramente religioso.

      Así las cosas, la sensación que puede tener el observador externo es la de un mundo que está a punto de estallar, un mundo que, en esencia, no es muy diferente al del siglo XX, el siglo de las dos guerras mundiales y de la Guerra Fría. Y entre ambas guerras, además, el creciente auge de los totalitarismos, de izquierda y de derecha; el mundo de Stalin y de Hitler, y con ellos, de tantos y tantos dictadores -Benito Mussolini en Italia, Miguel Primo de Rivera en España, Óscar Carmona en Portugal, Miklós Horthy en Hungría, Józef Pilsudsky en Polonia,… y más tarde, también, Antonio de Oliveira Salazar y Francisco Franco en los dos países de la península Ibérica- que siguieron sus pasos, convirtiendo el continente europeo en un extenso territorio en el que las libertades democráticas brillaron por su ausencia.

En efecto, el fascismo en este siglo XXI se llama populismo. Y el populismo, que puede ser de izquierdas o de derechas, o incluso nacionalista, se está extendiendo por toda Europa, también por los Estados Unidos -Joe Biden y Donald Trump pueden ser dos ejemplos de ambos populismos- de manera bastante peligrosa, poniendo en jaque a todo el sistema democrático liberal. También en España, el populismo está atacando todo el edificio de la Transición, como también han puesto de relieve José Manuel García-Margallo y Fernando Eguidazu en su último libro “España, terra incógnita”; y buen ejemplo de ello es la llamada ley de la [des]memoria [anti]democrática, que al mismo tiempo que blanquea los crímenes cometidos por ETA -a fin de cuentas, Bildu ha tenido mucho que ver en el desarrollo de la ley-, reescribe la historia, y convierte a la Segunda República, y también a la Guerra Civil, en eso que nunca fue: una historia dulcificada de buenos demócratas, los de izquierda, y de malos, malísimos, opresores liberticidas, los de derecha. Ninguna guerra civil, tampoco la española, ha sido nunca nada más que la firme constatación de un enorme fracaso de la convivencia social.