lunes, 24 de febrero de 2025

UN LIBRO DE JOAQUIN BOSCH SOBRE LOS PELIGROS Y LAS AMENAZAS A LAS QUE HOY SE ENFRENTA LA DEMOCRACIA

 

El libro que voy a comentar en esta entrada, en esencia, no es un libro de historia; no relata hechos del pasado, ni analiza sociedades ya pasadas. Por el contrario, el libro de Joaquim Bosch, “Jaque a la democracia. España ante la amenaza de la deriva autoritaria mundial”, es un libro de presente; de un presente que nos afecta a todos, porque esa amenaza a los estados democráticos, creciente en los últimos años, todos debemos sentirla como propia. Hace cien años, el crecimiento del fascismo en buena parte de Europa, y del comunismo, no menos totalitario, en otros países, derivo en una guerra mundial que se llevó por delante la vida de millones de personas. La amenaza actual no es el fascismo, por más que, desde determinados extremos del espectro político, se tiende a tildar de fascistas a todo aquél que no piensa como ellos, trivializando un término que, en todo su significado, es muy peligroso. Sin embargo, las amenazas a las que se enfrentan los sistemas democráticos en pleno siglo XXI son igual de peligrosas que el propio fascismo.

Antes de nada, si queremos comprender cuáles son las amenazas a las que hoy, en pleno siglo XXI, deben enfrentarse los sistemas democráticos, lo primero que debemos tener en cuenta es entender qué es realmente un sistema democrático, pregunta a la que responde el autor del libro de manera elocuente: “No basta con que un Gobierno afirme que el sistema político de su país es democrático para que lo sea. Lo más importante no son las manifestaciones de los dirigentes, sino las prácticas institucionales realizadas. La democracia representativa liberal tiene unos rasgos muy concretos. Y hay amplio consenso entre los especialistas al describir esos aspectos normativos. Las reglas principales de la democracia representativa es que debe existir pluralismo político. Además, han de celebrarse elecciones periódicas, con sufragio universal, de modo que se garantice el derecho al voto de todas las personas, sin discriminación por razón de sexo, etnia o capacidad económica.” En este sentido, algunos países que se autodefinen como democráticos, como algunas republicas hispanoamericanas, en las que no puede garantizarse el derecho al voto de todos los ciudadanos, y en los que tampoco está garantizada la pluralidad política, teniendo en cuenta que los partidos que están fuera del establishment no son autorizados a participar en las votaciones, no son verdaderas democracias.

La democracia contemporánea enfrenta una serie de desafíos que amenazan su estabilidad y eficacia. Entre los peligros más destacados se encuentran el auge de los movimientos ultraconservadores, la desinformación y la manipulación informativa, sobre todo en las redes sociales, y la creciente desconfianza ciudadana hacia las instituciones democráticas. En efecto, el ascenso de los partidos de extrema derecha en los últimos años es una realidad muy preocupante en muchos países occidentales. Estos grupos buscan sacudir los cimientos del consenso democrático, promoviendo discursos xenófobos, machistas y regresiones autoritarias. En España, esta tendencia no es ajena, y se observa una creciente presencia de formaciones políticas que cuestionan principios democráticos fundamentales.

Joaquim Bosch, siguiendo a los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblau, indican cuáles son los cuatro indicadores de comportamiento político autoritario que deberían hacer saltar las alarmas en cualquier sistema democrático: “En primer lugar, el rechazo a la débil aceptación de las reglas democráticas del juego, con muestras de no querer acatar las normas constitucionales o los resultados electorales, entre los que se incluye la restricción de derechos y libertades de las minorías. En segundo lugar, la negación de la legitimidad de los adversarios políticos o la afirmación de que otros partidos no deberían participar de manera plena en la esfera política. En tercer lugar, la tolerancia o el fomento de la violencia, junto a la negativa a condenar los actos agresivos de sus partidarios o a justificarlos. Y en cuarto lugar, la restricción de las libertades de los opositores políticos, con inclusión de los medios de comunicación o de entidades de la sociedad civil.”

Sin embargo, el autor del ensayo parece olvidar otro factor que también está desestabilizando la democracia en muchos países, de manera tan marcada como el avance de la ultraderecha, pero desde el lado opuesto del prisma político: el similar avance de la ultraizquierda en algunos países europeos y, sobre todo, en el continente americano. Y es que, a pesar de la superioridad moral que las izquierdas se atribuyen a sí mismas, ni la derecha tiene la exclusividad sobre la mentira, ni la izquierda tiene la exclusividad sobre la verdad; y mucho menos, cuando hablamos de los postulados más extremos. En este sentido, ya desde el primer capítulo, que el autor dedica a analizar históricamente el defectuoso desarrollo de la democracia en nuestro país, y al hablar de la Segunda República, el magistrado, que critica la espiral de violencia política provocada por la ultraderecha después de la victoria del Frente Popular en 1936 -como si las izquierdas no tuvieran también parte de responsabilidad en aquella ola de sangre y fuego-, obvia por completo lo que supuso el estallido revolucionario de 1934, como factor de desestabilización de un sistema republicano que, desde el principio, no fue tan democrático como algunos quieren ver.

Así pues, no es difícil encontrar las huellas de un doble juego político entre la extrema izquierda y la extrema derecha. Ambas pugnan por acabar con las democracias; al menos, con las democracias tal y como hoy las conocemos. Son como fuerzas centrífugas, como polos opuestos que se atraen en la forma de concebir el Estado, aunque para ello sigan caminos diferentes. Aunque es cierto que determinados agentes de ultraderecha pueden ser nocivos para la democracia en sus respectivos países, también lo es el hecho de que, en su aceptación por parte de una mayoría de los ciudadanos de sus países ha podido jugar un papel fundamental las políticas, igualmente nocivas, de sus respectivos antecesores, igualmente nocivos, de extrema izquierda. Y no quisiera poner ejemplos concretos, que a todos se nos ocurren.

En efecto, la victoria de las derechas en aquellas elección fueron contestadas, por parte de la izquierda, que ya desde la misma proclamación de la Segunda República había dado muestras de sus verdaderas intenciones, poco democráticas, con un doble proceso revolucionario. Las palabras de uno de los primeros defensores de la implantación de la República, y contrastado demócrata, José Ortega y Gasset, son bastante sintomáticas de la situación en la que se encontraba el país en aquel momento. En efecto, en uno de sus artículos, que tituló, de manera muy sintomática, “No es esto”, publicado en el diario “El Sol” el 9 de septiembre de 1931, ya expresó su preocupación por la falta de autenticidad y moderación en la República. y temía que el radicalismo, que ya empezaba a manifestarse desde el propio Gobierno, terminara por perjudicar el desarrollo futuro de la República. Lamentablemente, los hechos que se sucedieron en los seis años siguientes terminaron por darle la razón al filósofo madrileño.

Volviendo al momento actual, el neocomunismo que propugnan algunos partidos de extrema izquierda, también contribuye a desestabilizar las democracias modernas, como hemos podido ver, sobre todo, en algunos países americanos; también en España, donde el Partido Socialista Obrero Español ha abandonado las posturas socialdemócratas en las que se situó el partido después de congreso de Suresnes, y de las que se benefició todo el país en los años de la Transición, y donde las tensiones entre los dos partidos del Gobierno han venido provocando, en los últimos años, una pérdida paulatina de la salud de nuestro sistema democrático. La gradual colonización de las instituciones y de los otros poderes por parte del ejecutivo, principalmente del judicial, tampoco son ajenos a este hecho.

Tampoco lo son los intentos del Gobierno por callar a periodistas y medios no afines con su pensamiento político. Y no lo son tampoco, finalmente, los intentos de establecer un cordón sanitario contra Vox, que todavía no ha provocado actos contrarios al sistema democrático, por más que deba ser incluido dentro del espectro político de la ultraderecha, al mismo tiempo que mantiene acuerdos políticos con otros grupos políticos, relacionados con el terrorismo de ETA o con el separatismo catalán. Sobre todo, cuando no se le ofrece ninguna alternativa al centro o a la derecha convencional, como sucede en otros países europeos, en los que las dos alas más convencionales y moderadas de la política no tienen problemas en unirse, cuando el resultado en las urnas así lo obliga, impidiendo a los partidos más extremistas a alcanzar posiciones de gobierno.

Al contrario de lo que pasa con algunos tertulianos y opinadores de izquierda, Joaquim Bosch sí intenta encontrar las causas de ese peligroso ascenso de la ultraderecha en muchos países occidentales, y una de esas causas, quizá la más importante, radica en la elevada inmigración descontrolada a la que se enfrentan algunos apíses: “El incremento de la movilidad humana, favorecida igualmente por las innovaciones tecnológicas, chocó con la precarización que sufrían los países de acogida. Y se acentuaron las actitudes de rechazo hacia la inmigración. Como explicó  Zygmunt Bauman, la manipulación de la incertidumbre favoreció que las iras por la gestión de la mala situación económica se desviaran hacia los extranjeros. Todo ello fue posible por la incapacidad del sistema democrático de modular esas desigualdades, o de implementar medidas de protección de los nacionales y de integración de los inmigrantes. Mientras tanto, la misma revolución digital que había propiciado todo tipo de transformaciones económicas también empezó a incidir en el debate político y en la discusión colectiva, a través de formatos que auspiciaron la implantación progresiva de la extrema derecha.”

Si en esencia las palabras del magistrado son ciertas, también lo es que, en determinadas circunstancias, se quedan cortas. Si bien es cierto que la inmigración no tiene por qué ser un riesgo para la democracia del país de acogida, que no lo es, la inmigración ilegal y descontrolada, sí puede llegar a serlo. En efecto, las sociedades receptoras de esos grandes grupos de inmigrantes, en ocasiones descontrolados, en esencia las europeas o la norteamericana, pueden sentirse desprotegidos. En efecto, muchas ciudades europeas, sobre todo en las grandes ciudades, aquellas que más problemas tienen de superpoblación, la inmigración ha llegado a alcanzar cotas tan altas, que la población oriunda es incapaz de absorber. En muchas de esa ciudades hay barrios enteros poblados casi íntegramente por inmigrantes, que viven arracimados en guetos, en malas condiciones higiénicas y sanitarias, en los que, además, se ha producido un elevado incremento de la delincuencia. Un paradigma, en este sentido, puede ser el barrio parisino de La Chapelle, ubicado en el distrito 18 de la ciudad del Sena, en el que los inmigrantes procedentes del norte de África son una inmensa mayoría, pero el problema puede extenderse también a otras grandes ciudades europeas. Así, la sociedad receptora puede llegar a sentir que las políticas sociales se hacen para beneficiar al inmigrante y perjudicar al nacional. Y a esa sensación de inseguridad contribuye también el miedo al terrorismo islámico, y a perder la propia identidad cultural.

La desconfianza ciudadana hacia las instituciones es otro factor que debilita la democracia. Casos de corrupción, percepciones de ineficacia gubernamental y la sensación de que las élites políticas están desconectadas de las necesidades reales de la población alimentan el descontento y la apatía política. Este desencanto facilita el terreno para discursos populistas que prometen soluciones rápidas, pero que a menudo carecen de fundamentos sólidos y pueden derivar en prácticas autoritarias. La desinformación y la propagación de noticias falsas a través de las redes sociales agravan esta situación. Plataformas digitales, en ocasiones, facilitan la difusión de bulos y mensajes de odio que polarizan a la sociedad y erosionan la confianza en el sistema democrático. Figuras influyentes y multimillonarios propietarios de estas plataformas son señalados como actores que, con fines lucrativos, promueven la polarización y el odio, poniendo en riesgo la cohesión social y los valores democráticos.

En su libro "Jaque a la democracia", el magistrado Joaquim Bosch analiza estos peligros y destaca la necesidad de fortalecer los principios democráticos para contrarrestar la deriva autoritaria. Bosch subraya la importancia de identificar las dinámicas y los intereses de los grupos ultraconservadores que buscan debilitar la democracia desde dentro. Además, propone una reflexión profunda sobre las carencias del sistema democrático actual y la implementación de instrumentos adecuados que permitan mejorar la calidad democrática. Bosch también enfatiza la relevancia de una ciudadanía informada y participativa como pilar fundamental para la defensa de la democracia. Aboga por una mayor transparencia en las instituciones, la promoción de una cultura política basada en el respeto y la tolerancia, y la necesidad de regular las plataformas digitales para evitar la difusión de desinformación y discursos de odio.

En resumen, la democracia actual enfrenta amenazas significativas que requieren una respuesta decidida y consciente. La obra de Joaquim Bosch ofrece un análisis detallado de estos desafíos y propone vías para fortalecer el sistema democrático, enfatizando la importancia de una ciudadanía activa y de instituciones sólidas y transparentes. Para estabilizar la democracia y el estado del bienestar, el autor nos ofrece una receta lógica: desconfiar de las proclamas de todos los partidos de ultraderecha, pero también de ultraizquierda, de conseguir el estado perfecto, porque el estado perfecto no deja de ser, como en el libro de Tomás Moro, una utopía. Recojo, en este sentido, las palabras del propio Bosch: “Esa apuesta por la sociedad perfecta ha sido la promesa habitual de todo tipo de movimientos totalitarios, que han acabado empeorando los males que prometían solucionar. No debemos esperar que la democracia nos traiga el paraíso, pero sí reivindicar que evite la llagada del infierno. Sólo un conjunto de seres perfectos puede constituir un estado de perfección. Los humanos somos falibles, y por eso las democracias siempre serán imperfectas. Hay que cuidarlas, renovarlas y actualizarlas constantemente. Además, siempre que se obtienen progresos suelen aparecer nuevos problemas, desajustes o perturbaciones, que hay que volver a resolver. Y así sucesivamente.” En fin, y como ya dijera en su momento Winston Churchill, "la democracia es el peor de los sistemas de gobierno, a excepción de todos los demás".









martes, 11 de febrero de 2025

EL OLVIDADO HOSPITAL DE LA MISERICORDIA “VIEJO”. UN DOCUMENTO PARA SU HISTORIA

 

Trifón Muñoz y Soliva, en su “Noticia de todos los Ilustrísimos Señores Obispos que han regido la diócesis de Cuenca”, nos habla del espíritu filántropo del obispo Antonio Palafox, ya desde su etapa como arcediano de Cuenca, y nos informa de que, entre otras fundaciones, destaca su colaboración en la construcción de la Casa de la Misericordia, a partir del año 1784, cuando todavía era arcediano de Cuenca, con el fin de atender a enfermos y ancianos sin recursos; una institución que, a partir del fallecimiento del obispo Flores Pabón, sería agregada a la Casa de Recogidas, que él mismo había fundado, haciéndose él cargo de gran parte de los recursos necesarios para su mantenimiento. Sin embargo, hay noticia de que existía, al menos ya desde el siglo XV, otro “Hospital de la Misericordia”, situado en la calle que hasta buena parte del siglo XX se llamaba de esta forma, junto a la Carretería, y frente a lo que entonces era el convento de San Francisco, actual iglesia de San Esteban. La primera referencia que tenemos de dicho hospital nos la proporciona José María Sánchez Benito, a partir de un documento procedente del Archivo Municipal de Cuenca. Se trata de una donación realizada en 1438 por el concejo de la ciudad a los cofrades de cierto cabildo, de una cantidad de tres mil reales para apoyar la construcción de un hospital.


A partir de este momento, varios son los interrogantes que podemos hacernos a este respecto. ¿Tiene algo que ver este cabildo-cofradía de la Misericordia, con el cabildo homónimo que sería autorizado un siglo más tarde, en 1527, por el emperador Carlos V, con el fin de enterrar a los ajusticiados? ¿Se trata del mismo hospital, que pervivió a lo largo de varias centurias, hasta su incorporación a la Casa de Recogidas de Flores Pabón? ¿Tiene en realidad algo que ver este hospital con la Çasa de la Misericordia de Palafox, creada, como es sabido, en un espacio muy diferente, junto al Júcar, enfrente, y al otro lado del puente, de la iglesia de San Antón? La falta de documentación sobre este hospital contribuye a que resulte muy difícil responder a estas y otras preguntas que podemos hacernos.


He podido encontrar, muy recientemente, entre los fondos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, un documento que parece incidir en que se trata de edificios diferentes. Fechado en 1828, se trata de un “reconocimiento y tasación hecho por Nicolás Gómez, vecino y maestro de obras de Cuenca, de los materiales necesarios para construir el piso nuevo y tejado hundido de la Casa de la Misericordia Vieja, en la calle de Carretería, frente al convento de San Francisco (signatura 111; CO-05/020). En efecto, el documento parece indicar que por aquel entonces, muy adentrado ya el siglo XIX, y por lo tanto, más de cincuenta años después de la construcción de la obra de Antonio Palafox, aún existía este edificio, cuya gestión, por otra parte, es fácil suponer, también se va a incorporar poco tiempo después, como el resto de los hospitales, a la Diputación Provincial, una vez estas instituciones, que habían sido creadas a principios del siglo XIX, con las Cortes de Cádiz, se asentaran definitivamente, al amparo del régimen liberal.

Paso aquí a transcribir literalmente el documento encontrado, por su especial interés y, sobre todo, por la escasez de documentación existente sobre este hospital: “Digo yo, Nicolás Gómez, vecino y maestro de obras de esta ciudad, que en ejecución y cumplimiento de lo que se me ha mandado por el Y. L. Ayuntamiento realista  de esta dicha ciudad, he pasado a ver, reconocer y tasar los materiales necesarios para cubrir el tejado y echar el piso que falta, en toda la parte que mira a poniente, hasta el calicanto que divide todo el patio último de la entrada, y primero que mira al estado poniente, incluso en el insinuado patio y pasillos correspondientes a él, de la casa nominada de la Misericordia Vieja, sita en la calle hoy llamada de la Carretería, frente al convento de padres franciscanos de esta ciudad, y sin inclusión de otra obra de reparo alguno de la indicada casa, suelo, puerta ni ventana, que sólo el mencionado piso y tejado. Asciende el valor de las maderas necesarias, teja, clavazón y uso, a la cantidad de diez mil cuatrocientos noventa y siete reales y dieciséis maravedíes, sin inclusión del coste de jornales o de manos, que no pongo, por poder ser estos más bajos a dicho costo, cuyos materiales, en el tanteo que a V. y L. acompaño a esta declaración, son los precios necesarios para dicha reparación, bajo el pie a que si estos materiales bajan de valor que llevan puestos, y el que hoy corre, bajara dicha cantidad, que es cuanto puedo decir, en desempeño de mi cargo. Cuenca y febrero 14, de 1824.”

Pasa a continuación el propio maestro de obras a pormenorizar el presupuesto de costes, punto por punto. Más allá de ese presupuesto pormenorizado, se trata, como se ha podido ver, de uno de esos documentos de carácter económico, que abundan en los protocolos notariales, y en otras secciones del Archivo Histórico Provincial, cuyo principal interés principal radica en el hecho de que es uno de los escasos documentos que sobre este hospital han llegado hasta nosotros; y, sobre todo, en que, al menos aparentemente, todavía se encontraba en uso en las primeras décadas del siglo XIX. De ahí, el interés que el Ayuntamiento de la ciudad, que el año anterior, como en todo el país, había vuelto a caer en manos de los absolutistas, una vez terminada la segunda aventura política de los liberales, tenía para restaurar el edificio, con el fin de seguir asistiendo en él a los necesitados.

También es interesante el hecho de que el edificio, se encontraba frente al convento de San Francisco, es decir, en su misma jurisdicción geográfica, como pasaba también con el viejo cabildo homónimo. El hecho, aunque por sí mismo no demuestra nada, sí parece incidir en la posible relación con éste, el cual, por otra parte, ya se había convertido para entonces en cabildo de la Vera Cruz, alternando así su función social, la de enterrar a los pobres y ajusticiados, con otra función meramente penitencial, a través de la creación de hermandades satélites: la de organizar la procesión del Jueves Santo. Por otra parte, a lo largo de todo el siglo anterior aquellas hermandades dependientes del cabildo matriz ya se habían independizado por completo, y treinta años después de que este documento fuera redactado, llegarían a unirse de nuevo, constituyendo la archicofradía de Paz y Caridad. (ver “La hermandad de la Vera Cruz de Cuenca. Antecedente directo de la archicofradía de Paz y Caridad”, 5 de abril de 2019; “De cabildo de la Vera Cruz  a archicofradía de Paz y Caridad. La procesión del Jueves Santo en Cuenca”, 13 y 20 de abril de 2019; El cabildo de la Vera Cruz y Nuestra Señora de la Misericordia, protohistoria de la Semana Santa de Cuenca”, 21 de marzo de 2021).








El podcast de Clio: EL OLVIDADO HOSPITAL DE LA MISERICORDIA