Una de las metas que me marqué desde que empecé a elaborar este blog, es la de dar a conocer a los conquenses sucesos del pasado poco conocidos, o algunos personajes históricos que, conocidos en su tiempo por diferentes facetas, fueron cayendo en el olvido, de manera que son muy pocos los que han oído alguna vez hablar de ellos. Creo que la patria, sea ésta la patria chica o la nación, deben ser siempre agradecidas con sus hijos, sobre todo con aquellos que un día llegaron a ser referentes, por sus obras o por sus actos, del conjunto de la sociedad, incluso de aquellas sociedades que se encuentran muy lejos de lo que hoy en día puede ser considerada como una sociedad modelo. Soy un ferviente defensor de la historia como conocimiento del pasado, como forma de aprender de nuestros errores para construir una sociedad mejor, pero no me considero defensor de una historia "moralista", entendiendo el término como lo entendieron en el Siglo de las Luces. Creo que no se puede juzgar un personaje del pasado, o un hecho antiguo, con los mismos criterios morales con los que hoy juzgaríamos a ese personaje o ese hecho concreto. "Yo soy yo y mis circunstancias", que dijo Ortega.
Esta entrada es muy diferente a otras entradas anteriores, aunque as motivaciones son las mismas que las demás: sacar a la luz dos personajes conquenses del siglo XIX, que en su momento formaron parte del debate intelectual, aunque el tiempo los ha ido dejando en el olvido, hasta el punto de que ni siquiera son demasiado conocidos en su pueblo natal. Quizá sus propias circunstancias vitales hayan influido en que ello sea así: uno de ellos, aunque nació en la provincia de Cuenca, lo hizo por casualidad, porque su padre había llegado a este pueblo manchego obligado por las circunstancias políticas en las que el país se encontraba sumido. El otro, aunque sí procedía de una familia conquense, vivió casi toda su vida fuera de Cuenca, primero en Guadalajara, durante sus años de bachillerato, y más tarde a caballo entre esta provincia, donde llevó a cabo gran parte de su trabajo de campo como arqueólogo, y Madrid, donde llegó a dirigir el Museo Arqueológico Nacional.
Y es muy diferente por la sistemática que he querido utilizar en ella. Y es que no es mi intención la de resumir aquí las biografías de dos personajes que he conocido por casualidad. Uno de ellos, el arqueólogo, hace ya algunos meses, durante la lectura de un curioso libro sobre la arqueología española, a la que dediqué ya antes alguna entrada (ver "Una historia, o varias, sobre la arqueología conquense", de marzo de 2021). El otro, el historiador, ferviente defensor de la Inquisición, más recientemente, por casualidad. En esta ocasión, sólo voy a proporcionar al lector dos enlaces, correspondiente cada uno de ellos a las respectivas referencias de ambos personajes en la WIkipedia. para que sea el lector el que, por sí mismo y sin intermediarios, y con la ayuda de la autoproclamada enciclopedia libre, pueda llegar a tener noticia de ambos personajes.
Francisco Javier García Rodrigo
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Javier_Garc%C3%ADa_Rodrigo
Juan Catalina García López
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Catalina_Garc%C3%ADa_(historiador)
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