Datos personales

CURRICULUM LITERARIO E INVESTIGADOR



Julián Recuenco Pérez (Cuenca, 1964) es licenciado en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, con una tesis sobre "El tribunal de Curia Diocesana de Cuenca durante el reinado de Fernando VII (1808-1836)", publicado por la Universidad de Castilla-La Mancha.
Fruto del ciclo de conferencias que dirigió en la sede conquense de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo durante los años 2014 y 2015, sobre historia contemporánea de Cuenca, ha coordinado el libro colectivo titulado "Entre la guerra carlista y la Restauración. Cuenca en el último tercio del siglo XIX", publicado en el año 2016 por la Diputación Provincial de Cuenca. Su último libro publicado es "El león de Melilla. Federico Santa Coloma: un general a caballo entre el liberalismo y el africanismo", una biografía de este desconocido militar conquense que vivió a caballo entre la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de África, también por la Diputación Provincial. Su trabajo más reciente, en el que está sumido actualmente, forma parte del proyecto de la Biblioteca de Autores Cristianos "Historia de las diócesis españolas", para el que está realizando el capítulo correspondiente a la historia de la diócesis de Cuenca en el período contemporáneo; y en este mismo campo, ha participado también, en el proyecto titulado "Diccionario de los obispos españoles bajo el régimen del Real Patronato,", dirigido por Maximiliano Barrio Gozalo, y cuyo primer volumen ha sido publicado recientemente por la Biblioteca de Autores Cristianos. En este momento tiene en prensa el libro "Las élites militares conquenses en el reinado de Alfonso XIII (1886-1931)", escrito en colaboración con Pedro Luis Pérez Frías.

Ha realizado también diversos estudios sobre religiosidad popular y cofradías de Semana Santa, entre las que destaca el libro "Ilustración y Cofradías, la Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XVIII", que fue publicado por la Junta de Cofradías de la ciudad del Júcar en el año 2001, y "Cruz de guía", un acercamiento a la Semana Santa de Cuenca desde el punto de vista de la antropología y de las religiones comparadas. Así mismo, es autor de diversas monografías que tratan de la historia de algunas de las hermandades de la Semana Santa de Cuenca: Santa Cena, Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto (de San Antón), Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo, Nuestra Señora de la Soledad (del Puente), Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol y Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna.


En el campo de la creación literaria, ha ganado diversos premios de relatos, poesía y novela. Es autor de las novelas "El papiro de Efeso" (1998), "La mirada del cisne" (2007, Premio Ciudad de Valeria de novela histórica), "El rehén de Cartago" (2009), "Segunda oportunidad" (2011), y "El hombre que vino de Praga" (2016), de los poemarios "El hombre solo" (2007), Premio Villa de Arcas Eduardo de la Rica), "La ciudad vertical (2009), "El salón de baile" (2013, finalista del IV Certamen Poeta Juan Calderón Matador), y "Luna llena de Parasceve" (2013), publicado por la Junta de Cofradías dentro del programa oficial de Semana Santa), así como también de un libro de viajes "Crines de espuma" (2007) y de una colección de relatos, "Tratado de los espejos" (2008).


jueves, 31 de octubre de 2024

LA GUERRA DE GAZA SEGÚN LA VERSIÓN DE HAMÁS

 No decimos nada nuevo si afirmamos que hoy en día, en pleno siglo XXI, uno de los principales focos de tensión en la geopolítica internacional, más allá de la guerra de Ucrania, generada por el deseo de Rusia de volver a resucitar algo similar al antiguo imperio soviético perdido con la Perestroika, en su antiguo territorio de influencia, o, en otro orden de cosas, el constante conflicto entre la República Popular China y Estados Unidos por el dominio económico de todo el planeta, procede del área de Oriente Medio. La tensión entre palestinos e israelíes en lo que un día fue Tierra Santa; la proliferación del terrorismo de carácter islamista, en los países árabes y también en el mundo occidental; o el propio debate entre oriente y occidente, entre democracias liberales y dictaduras teocráticas, está en el germen de todo ese conflicto, que ha venido a desmentir en las últimas décadas, ya lo he dicho en este mismo blog en repetidas ocasiones, al politólogo norteamericano Francis Fukuyama y su teoría del “final de la Historia”.

Comprender el origen de esos focos de tensión, por otra parte, resulta complicado para todos los que no somos expertos en el tema, entre la multitud de artículos periodísticos publicados y los debates de televisión, hasta el punto de que muchas veces nos resulta difícil identificar a los verdaderos expertos de aquellos que sólo repiten, de manera más o menos acertada, lo que otros han dicho otros. Y es que, entre tantos supuestos expertos y otros que verdaderamente sí lo son, muchas veces nos resulta complicado saber quién tiene la razón en un conflicto internacional, si es que, de verdad, es uno el que tiene toda o casi toda la razón, que casi nunca es así. En la guerra de Ucrania, por ejemplo, puede parecer sencillo poder deducir que Rusia es el país invasor, mientras Ucrania ha sido el país invadido. Pero, ¿qué ocurre en el caso de la franja de Gaza y, más allá de ello, en la posterior extensión del conflicto a Libano, Hizbolá e incluso Irán?

Según un cuento tradicional hindú, que ha sido recogido por algunos escritores europeos, entre otros el historiador, economista y politólogo escocés James Mill, existía una vez, en una ciudad de la vecina Afganistán, una ciudad lejana en la que todos, absolutamente todos sus habitantes, estaban ciegos. Un día, les llegó la noticia de que iba a llegar a la ciudad un elefante, y tuvieron curiosidad por saber cómo eran los elefantes, pues nunca los habían visto. Por ello, cuando llegó el paquidermo a la ciudad, ellos enviaron una comisión de tres mensajeros para que se encontraran con él y pudieran saber cómo eran a través del sentido del tacto. Cuando el primer mensajero se acercó al elefante tocó su trompa, y el hombre pensó que éste era un gusano enorme que se mantenía enhiesto, en posición vertical. Cuando el segundo mensajero llegó al elefante tocó una de sus piernas, y el hombre llegó a la conclusión de que éste era como una columna. Y cuando llegó al animal el tercer mensajero, tocó una de sus orejas, y el hombre creyó que el nuevo animal que habían conocido era similar a un abanico. La conclusión, la moraleja del cuento, es bastante clara: en ocasiones, cuando nos acercamos a una realidad, no existe una verdad total y absoluta, sino que ésta es, realmente, una suma de verdades parciales. Y más, como es el caso, cuando se trata de complicados asuntos de geopolítica contemporánea.

Por ello, para intentar conocer al elefante en su totalidad y no sólo una parte del elefante, es por lo que me atrevo a comentar el libro del politólogo jordano Tareq Baconi, “Hamás. Auge y pacificación de la resistencia palestina”, que en realidad es una reedición de un libro anterior de este mismo autor, que ha vuelto a ser publicado a raíz de las acciones del pasado mes de octubre, en las que un numeroso grupo de terroristas de Hamás atacó desde los túneles de la franja de Gaza varias ciudades del sur de Israel, provocando en su ataque varios miles de asesinatos y un número superior a los doscientos secuestros. Este texto es en un intento de acercar al lector el problema palestino desde el punto de vista del grupo terroristas, al que, por cierto, dista mucho de definir como un grupo terrorista, que lo es, al menos, desde el punto de vista occidental, dando prioridad a su posicionamiento como un grupo político, que es mayoritario dentro de Gaza.

Antes de nada, y para que no haya dudas entre los lectores, quiero dejar clara cuál es mi postura en el conflicto, una postura que, por otra parte, ya he clara antes en alguna otra entrada del blog (ver “Un libro para entender el conflicto judeo-palestino: Israel, la tierra más disputada, de Joan B. Culla y Adriá Fortet”, 22 de mayo de 2024). Sin embargo, ningún conflicto, éste tampoco, es dual entre buenos y malos, entre blancos y negros, y conviene ser analizado desde todas sus perspectivas, también desde el punto de vista del contrario, para poder llegar a comprenderlo en todos sus términos. Y por ello, y dejando de lado ahora la posición israelí en el conflicto, ya analizada en el libro de Culla y Fortet, quiero analizar ahora el conflicto desde el punto de vista del combatiente palestino, y que el libro de Baconi, escrito a partir de la propia documentación generada por Hamás, y por diversas entrevistas realizadas por el autor a algunos de sus dirigente, es una buena forma de hacerlo.

Dicho todo ello, hay que tener en cuenta que no se puede identificar, en puridad, al grupo Hamás con el pueblo palestino, tal y como también reconoce el propio autor del libro. Por este motivo, también hay que diferenciar las diferentes maneras de vivir el conflicto con Israel por los diversos grupúsculos palestinos, asentados tanto en la propia franja de Gaza como en Cisjordania o en otros países de la zona, y también, y es algo que muchas veces se nos olvida, desde el de los palestinos asentados en el propio territorio de Israel o en la misma Jerusalén Este. Y es que, en los últimos años, desde Cisjordania, más afín a la propia Autoridad Palestina, los palestinos han sido bastante más comprensivos cuando, desde Israel, se ha intentado hacer una política relativamente pacificadora, mientras que en Gaza, más afín con Hamás y con otros grupos violentos, la política ha sido diametralmente opuesta, y eso es algo que también reconoce el autor del ensayo.

Así, Hamás se ha caracterizado históricamente por su selección a la hora de realizar atentados terroristas de carácter masivo, muchas veces con decenas de muertos y, a veces, centenares de heridos. Muchos de esos atentados eran realizados, además, en momentos muy críticos, cada vez que se iniciaba un proceso de paz, y con el fin de intentar descarrilar el proceso. Por otra parte, un error de concepto de Hamás, y en ocasiones también del propio Baconi, es pensar que únicamente los palestinos tienen derecho a ocupar el territorio en conflicto. No se trata de intentar identificar aquí las claves que se hallan en el origen del conflicto entre judíos y palestinos -algo que tampoco intenta el politólogo jordano, y que sí se hacía en el libro de Fortet y Culla-. Sin embargo, sí se hace alusión en el texto al famoso lema de Hamás: Palestina, del río al mar. Un lema que tanto ha sido repetido también por gran parte de la izquierda europea, sobre todo española, sin llegar a comprender en toda su importancia lo que las palabras significan realmente: la desaparición completa y absoluta del estado de Israel, y su sustitución por un nuevo estado palestino que abarcará todo el territorio en conflicto.

Por todo ello, y más allá de intentar comprender la posición palestina, no resulta extraño que, ya en 1997, Estados Unidos incluyera a Hamás en la lista de organizaciones terroristas, y de forma paralela con otras organizaciones similares, como la más peligrosa Hizbolá, por su capacidad de armamento, que opera principalmente desde el sur del vecino país del Libano. Y también, como es sabido, de forma paralela al paulatino reconocimiento de la Autoridad Palestina como verdadero y único interlocutor del pueblo palestino. Por ello, también, y a pesar de la crudeza de los sucesos del 7 de octubre, en los que un grupo de guerrilleros de Hamás cruzaron la frontera de Gaza para invadir territorio israelí,  provocando entre la población civil  un total de mil cuatrocientos asesinatos, además de varios miles más de heridos, y unos doscientos diecisiete judíos secuestrados, muchos de ellos fallecidos posteriormente, la violenta respuesta del gobierno de Israel fue dirigida, al menos en un primer momento, sólo contra la franja de Gaza, dominada por los propios terroristas de Hamás, que no dudan es utilizar a los civiles palestinos en su propio beneficio, usándolos, incluso, como escudos humanos, y dejando libre de ataques, sobre todo en un primer momento, al territorio de Cisjordania.

Y es en parte por este mismo motivo también, por el que el propio Israel, la única democracia existente en la zona, como ya es conocido, cuenta con algunos aliados también entre algunos países árabes del entorno, como Jordania, tal y como puso de manifiesto el ataque posterior de Irán contra Israel, con misiles y drones, el pasado mes de abril. En este sentido, si el escudo defensivo de Israel, la llamada Cúpula de Hierro, actuó de manera positiva, impidiendo que el grueso de los misiles y de drones alcanzara los objetivos israelíes desde el país de los ayatolás, posibilitando que apenas se produjera sola víctima, y además un palestino que fue alcanzado por los restos de un misil que anteriormente había sido destruido, la propia Jordania ayudó a Israel a repeler el ataque mediante la decisiva actuación de sus fuerzas aéreas.



lunes, 21 de octubre de 2024

UN NUEVO LIBRO SOBRE DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA: EL MONASTERIO DE LA CONCEPCIÓN FRANCISCA DE CUENCA

No es muy usual que un escritor vea publicados, en el breve plazo de unas pocas semanas, hasta tres libros, y más cuando se trata de un tipo de lectura que no cuenta con un número demasiado elevado de posibles lectores, como es el caso de la recuperación de documentos históricos. Esto es lo que le ha pasado a la protagonista de esta entrada, que no es otra que la investigadora María de la Almudena Serrano Mota, licenciada en Geografía e Historia y, al mismo tiempo, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca desde hace ya algunos años. En otra entrada anterior ya hablábamos de sus dos libros anteriores, que aparecieron en el breve lapso de unos pocos días (ver “Dos libros de Almudena Serrano Mota sobre la historia del Archivo Histórico Provincial de Cuenca y sobre la Real Casa de Santiago de Uclés”, 19 de julio de 2024). En esta ocasión, voy a comentar su última monografía, que tanta relación guarda con los otros dos textos citados, hasta el punto de que ha sido publicado, también, por la misma institución investigadora que había sacado a la luz a la otros dos, la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. En esta ocasión, la responsable de nuestro archivo ha venido también a divulgar una parte de la documentación que se conserva en el mismo, en esta ocasión la relativa al monasterio de la Concepción Francisca  de Cuenca, las populares “monjitas” del convento de la Inmaculada Concepción de la Puerta de Valencia, correspondientes al arco temporal comprendido entre los años 1498 y 1886.

Según se puede leer en  muchos lugares, el monasterio de la Inmaculada Concepción de Cuenca fue fundado en 1504 por Álvar Pérez de Montemayor, canónigo que era en ese momento de la catedral primada de Toledo, pero que era oriundo de Cuenca, a una de cuyas principales familias pertenecía. En la ciudad del Júcar se había fundado apenas unos años antes,  en 1484, el primer convento de esta nueva orden, en el llamado Palacio de Galiana, por doña Beatriz de Silva. Ésta había sido dama portuguesa que había sido  de la reina Isabel de Portugal, esposa del rey Juan II, en cuya compañía había llegado a Castilla en la década de los años cuarenta. Para la fundación contó primero con la ayuda de Isabel la Católica, y más tarde con la del papa, Inocencio VIII, quien reconoció la creación de la nueva orden  en 1489. De esta forma, el convento conquense se convirtió en la segunda fundación concepcionista, y a ella le seguirían algunas fundaciones más, en ocasiones por la propia influencia del monasterio conquense, tanto dentro la propia diócesis (Villarejo de Fuentes, Belmonte, Priego, Moya,) como fuera de ella.

Pero cabría hacernos una pregunta, relacionada con la propia fundación del monasterio. ¿Cuál es la fecha que se debe utilizar como fundación de una casa de estas características, la de la creación de todos los elementos precisos para la vida en la comunidad, o la del momento en la que se produce esa efectiva vida en comunidad de las monjas? En este sentido, y para el caso concreto de las monjas concepcionistas de Cuenca,  el primer documento que habla de la creación del monasterio está fechado ya el 24 de septiembre de 1498: se trata de la “licencia y consentimiento para la fundación del monasterio de la Concepción Franciscana de Cuenca, otorgada por fray Juan de Tolosa, vicario provincial de la vicaria observante de Castilla”, de los franciscanos. Sin embargo, la fecha tomada oficialmente como fundación del convento, 1504, se corresponde con la terminación de las obras en el nuevo monasterio, de cuya fábrica nos ha llegado la sencilla y hermosa portada, obra de Pedro de Alviz -que, por cierto, ha debido ser restaurada en cestos días por la restauradora Mar Brox, después del absurdo atentado sufrido este verano, cuando un loco provocó en el interior del templo un incendio que pudo haber causado daños mucho más importantes . El mismo año en el que están datadas la llegada de las primeras monjas a la comunidad, y la aprobación definitiva de ésta, por parte del pontífice español Alejandro VI -Rodrigo de Borja, o Borgia-.

A este respecto, podemos leer en la contraportada del libro lo siguiente: “El 24 de septiembre de 1498 se puso por escrito, en Toledo, la decisión de fundar en Cuenca.. . Álvar Pérez de Montemayor, canónigo de la iglesia toledana, fue el fundador y primer patrono. En 1504 se obtuvo la autorización papal y, rápidamente, se facilitó el espacio en el que se ubicaría el convento, lugar donde estuvo la ermita de la Santísima Trinidad. El fundador otorgó bienes dotales de diferente tipo y, además, retuvo en el patronazgo la facultad de poder nombrar y presentar ocho religiosas sin dote, hecho que ocasionó numerosos pleitos entre las monjas y los patronos durante el siglo XVII y XVIII, por las adversas circunstancias económicas, en que se vieron envueltas las religiosas, como consecuencia de la crisis económica generalizada.”

Sobre esta profusa documentación, sobre la relativa a la primera fundación del convento, entre la que destaca el testamento del fundador, en el que figura, entre otros asuntos de interés, la decisión de hacerse enterrar en la capilla mayor de la iglesia conventual, frente al altar, en un sepulcro que fue realizado por el entallador flamenco Diego de Flandes, en 1512, y que desapareció en el transcurso de las obras realizadas en el siglo XVIII por José Martín de Aldehuela -realizado en alabastro, según parece, contaba con la imagen yacente del propio fundador, acompañado por un paje-, es de lo que trata este libro. Y también,  sobre el resto de los documentos que formaban parte del propio archivo de la institución, custodiados actualmente por la propia Almudena Serrano en la institución que ella dirige. Documentos relacionados con las heredades y apeos que fueron conformando el importante patrimonio que tenía la comunidad, un patrimonio que, a pesar de todo, y debido a la fuerte crisis en la que estaba sumida la ciudad, como el resto del viejo reino de Castilla, no impedía que las monjas pasaran también por ciertos momentos de penuria, que también se reflejan en toda esa documentación.

Son interesantes, también, los documentos relativos a la presentación de nuevas monjas por parte de los patronos, un patronazgo que en 1572 pasó a manos de la familia Cañamares, por medio, primero de Alonso González Teruel de Cañamares, quien, en ese momento, era a su vez canónigo del cabildo conquense. Este había sucedido en el patronazgo por el fallecimiento de Juan Pérez de Teruel Montemayor. Es sabido que, en la alta sociedad conquense de entresiglos, los apellidos Montemayor y Teruel se confunden en una misma familia, en un posible intento, quizá, de ocultar entre sus miembros una descendencia de judíos conversos que, en realidad, fue bastante usual entre las más importantes familias conquenses de la época. No es casualidad, por ello, que en el escudo heráldico del fundador, que todavía se conserva en una de las fachadas del edificio, aparezca la imagen de un toro pasante.

Es de especial interés, por otra parte, toda la documentación relativa al siglo XIX, una etapa difícil, como es sabido, para cualquier comunidad de este tipo, en tanto en cuanto tuvieron que pasar las monjas por diferentes vicisitudes relacionadas con la implantación en el país del sistema liberal, y por las políticas desamortizadoras que afectaron a todos los bienes eclesiásticos. De esta forma, en mayo de 1836, las monjas se vieron obligadas a realizar una serie de inventarios de los bienes que poseía la comunidad, en el que figuraban un buen número de fincas, tanto en la capital como en varios pueblos de la diócesis, los bienes muebles e inmuebles que poseían las monjas, incluidas obras de arte, y también todo tipo de riquezas en juros y créditos contra el Estado. Documentación que ha llegado hasta nosotros, y que se conserva también entre los fondos del Archivo Histórico Provincial.

Y aunque la documentación conservada, como ya he dicho, llega sólo hasta los últimos años del siglo XIX, la autora del libro recoge también algunos testimonios orales relacionados con los años de la Guerra Civil y la primera posguerra;. Un interesante capítulo de la historia de este convento, uno de los más antiguos de Cuenca, que, a modo de epílogo, nos hace reflexionar en la necesidad que tiene el historiador, como depositario que es del pasado, a través de los documentos que hasta nosotros nos han llegado -y que no siempre son documentos escritos-,  de alejarse de las presiones que recibe -quizá, más potentes que nunca, aunque parece una contradicción en un sistema democrático como éste en el que nos encontramos, al menos en teoría-, por parte del conjunto de la sociedad y, sobre todo, de todos los espectros del caleidoscopio político actual.


Para escuchar esta entrada en tipo podcast, pinchar en el siguiente enlace:

MONASTERIO DE LA CONCEPCIÓN FRANCISCA DE CUENCA 

viernes, 27 de septiembre de 2024

“HISTORIAS DE LA HISTORIA”. UNA COLECCIÓN DE RELATOS LITERARIOS SOBRE LA HISTORIA DE ESPAÑA

 En varias entradas anteriores ya he comentado lo que para mí significa la novela histórica, y cuál es el interés que este género literario tiene para acercarnos al estudio de la propia Historia. En este sentido, quiero recordar lo qué dije hace muy poco tiempo, en la entrada que dediqué a la última novela de Antonio Pérez Henares, “El juglar”:  “En entradas anteriores de este mismo blog ya comentábamos qué es lo que entendemos por novela histórica, que no es ya la completa historicidad de todos los hechos narrados, sino la connivencia absoluta de esos hechos, sobre todo de aquellos que no son conocidos en todos sus detalles, con la propia historia; que esos hechos, si no sucedieron como el autor lo describe, bien pudieron haber sucedido así. Y es que, si la tarea del historiador es la de narrar la historia tal y como sucedió, sin ninguna concesión para la imaginación del autor, la del novelista, y la del novelista histórico en concreto, es la de acercarnos a nuestro pasado de una manera literaria, con el apoyo de un argumento sólido y de unos diálogos bien trazados. Pero en la novela histórica, al contrario de lo que sucede en la novela fantástica, ni el argumento ni los diálogos nunca pueden estar en contraposición con la historia.”

Esto mismo vale también para comentar el libro que traigo a relucir en esta ocasión, que no es en sí mismo una novela, sino una serie de relatos cortos, en los que cada uno de ellos nos acerca a una página concreta de la historia de España. Es, además, otro libro en el que, de nuevo, el propio Antonio Pérez Henares es partícipe, como autor de uno de esos relatos, y como uno de los principales coordinadores del libro. Y es, sobre todo, una de las últimas aportaciones que la Asociación Escritores con la Historia ha realizado para la cultura y la sociedad de nuestro país, una asociación de la que el propio escritor alcarreño es fundador y primer presidente de la misma.

Un vistazo a la página web de la asociación Escritores con la Historia (http://www.escritoresconlahistoria.es/) nos puede dar una idea aproximada de cuáles son sus intereses, entre los que figura el de trabajar en pro de un mejor conocimiento de nuestra historia, que pasa, entre otras cosas, porque los españoles nos podamos quitar, por fin, el complejo en el que nos ha sumido tantos años de leyenda negra, una leyenda negra que, por otra parte, en la actualidad, está más presente entre los propios españoles, sobre todo entre los más jóvenes, que fuera de nuestro país, y que está muy relacionado, por otra parte, con el olvido creciente que del estudio de la Historia, y de las Humanidades en general, se ha ido teniendo en los años recientes, y que se ha ido manifestando de manera creciente desde un tiempo a esta parte.

Por todo ello, es necesario que la asociación Escritores con la Historia se vaya haciendo presente en el conjunto de nuestra sociedad, y en ello es en lo que están trabajando un grupo de escritores más o menos conocidos en el actual mundo editorial, pero que todos ellos tienen en común un amplio currículum en lo que se refiere a la novela histórica; y también, algún pintor bastante reconocido, como es el caso de Augusto Ferrer Dalmau, el conocido “pintor de batallas del siglo XXI”. En este sentido, no hay más que citar a quienes forman parte de su actual junta directiva, y que está formada por el propio Antonio Pérez Henares como presidente, Isabel San Sebastián como vicepresidente, Emilio Lara como secretario y María Vila como vicesecretaria, a los que habría que añadir, en la figura de vocales, los escritores siguientes: Juan Eslava Galán, Santiago Posteguillo, Almudena de Arteaga, Luz Gabás y Jaime Sierra.

Una visita a su página web, ya citada, nos da también idea de cuál es la amplia actividad que los miembros de la asociación realizan, a lo largo y a lo ancho de todo el país, con el fin de divulgar nuestra verdadera historia patria, más allá de esa leyenda negra que se inventaron otros países, pero también de la leyenda rosa que forma parte de ese espíritu nacionalista mal entendido, que también existe. No es éste el lugar más adecuado para relacionar aquí esa actividad, porque mi único interés es recomendar al lector del blog un libro, de muy entretenida lectura por otra parte, con el cual el lector podrá acercarse a algunas páginas, más o menos olvidadas de nuestro pasado. Pero sí quiero antes de pasar a hablar del propio libro, porque considero muy necesario hablar de ello, la redacción de un manifiesto contra el último proyecto de reforma curricular de Enseñanza Secundaria, que fue aprobado por el Gobierno hace sólo unos meses, y que, según el propio documento, “supone enviar a la Historia a la guillotina”, un proyecto que es, en realidad, una vuelta de tuerca más en ese deseo de los políticos de hacer de la Historia una herramienta más de sus propios intereses.

Porque sólo de esta forma, mediante esa falsa concepción de la historia como una herramienta política, se puede entender la absurda polémica diplomática que en los últimos días, otra vez, ha vuelto a enfrentar a dos países hermanos, México y España. Más allá de la ignorancia mostrada por la nueva presidenta del país hispanoamericano, Claudia Sheinbaum, que ni siquiera ha sabido situar en su momento histórico real el origen de Tenochtitlan, que según ella debió se debió producir, poco más o menos, en la misma época en la que sus antepasados de independizaban de España, la reclamación de su antecesor, Andrés López Obrador, para que el rey de España le pidiera disculpas por las supuestas faltas contraídas por España durante la etapa del virreinato, que no de una supuesta e inexistente colonización de los territorios americanos, era, en sí misma, absurda. Por eso, por ser algo absurdo y falto de sentido, aquella carta no tuvo respuesta por parte de nuestro monarca. Y por ello, por ser absurda, el hecho de que ella no le haya invitado a su toma de posesión es, también, tan absurdo y falto de sentido como la propia misiva. Es cierto que el debate entre los defensores de la actuación del gobierno, que en este caso se han colocado del lado el sentido común y han cerrado filas al lado del monarca, y los defienden la postura de la izquierda más extrema, esa misma izquierda que también forma parte del gobierno, bebe en parte esa leyenda negra, que históricamente ha venido alimentando las posturas antiespañolas, de fuera y de dentro del país.

Muchas son las preguntas que podríamos hacer tanto a Claudia Sheinbaum como a Andrés López Obrador, o también a cualquiera de esos políticos de esa izquierda extrema que, lejos de conocer la historia de su país, compran sin problemas la versión de los que no conocen, no ya la historia de España, sino la del propio país mexicano. ¿Saben ellos quienes eran los aztecas? ¿Saben que los aztecas ofrecían sacrificios humanos a sus dioses, sacrificios que siempre terminaban con el consumo antropófago de sus víctimas? ¿Saben que la conquista del imperio azteca por parte de los españoles no hubiera sido posible sin la ayuda de esas otros pueblos centroamericanos, víctimas de los aztecas, que vieron a Hernán Cortés y a sus hombres como sus verdaderos libertadores? ¿Saben que Hernán Cortés tuvo con Malinche, una mujer del pueblo nahua, que habitaba Mesoamérica antes incluso de la llegada de los aztecas, y que había estado a punto de ser sacrificada por estos, al menos un hijo, al que le dio su apellido, al que legitimó y envío a la corte del emperador Carlos? ¿Saben de la existencia del testamento de la reina Isabel, en el que se protegían a los indios? ¿Saben de la existencia de las leyes de Burgos, dictadas ya en 1512 por el rey Fernando de Aragón, en las que, entre otras cosas, se abolía la esclavitud indígena? ¿Saben que al finalizar el siglo XVI existían ya, en las más importantes ciudades del continente americano, cerca de diez universidades, que llegaron a ser hasta treinta y tres en el momento de la independencia, y una gran cantidad de hospitales, a los que, por cierto, podían asistir tanto ndígenas como españoles? ¿Cuántas existían en ese momento en las antiguas colonias inglesas o francesas? Es cierto que algunos conquistadores y encomenderos no se comportaron tal y como marcaban las leyes, pero eso es algo que siempre ha pasado, sin necesidad de responsabilizar de ello a los gobiernos actuales?

Pero seguimos con las preguntas, porque ambos presidentes mexicanos han responsabilizado a España del atraso en el que, todavía, doscientos años más tarde, viven los países americanos respecto de Europa. ¿Es responsable España de que gran parte del continente, a pesar de su riqueza, se haya gobernado, muchas veces a lo largo de la historia, por políticos corruptos, que han dirigido a sus respectivos países como si fuera un cortijo personal? ¿Saben los señores López Obrador y Sheinbaum que a principios del siglo XIX, cuando España abandonó su país, mucho más extenso de lo que lo es en la actualidad, existían aún en él grandes núcleos de población formados por los antiguos indios apaches? ¿Saben que ya en el siglo XIX, cuando parte de su país fue tomada por los Estados Unidos, desparecieron todos esos núcleos, y que en la actualidad, los pocos indígenas que perviven en ese país lo hacen, casi siempre, dentro dd reservas? ¿Saben que el presidente Thomas Jefferson, uno de padres de la patria norteamericana, tuvo varios hijos con una de sus esclavas, y que no manumitió nunca ni a ella ni a los hijos? ¿Por qué, en doscientos años de historia, sólo ha habido un presidente de origen indígena, Benito Juárez, quien era de origen zapoteca? ¿Qué piensan los indígenas que todavía residen en México de las políticas de los señores López Obrador y Sheinbaum? Y, quizá, la más importante de todas: ¿Cuál es el origen de los apellidos López Obrador y Sheinbaum?

Dicho esto, al hilo de la más rigurosa actualidad y al amparo que me ha dado la oportunidad de haber escrito sobre una asociación cultural tan necesaria, sobre todo en estos tiempos, tengo ahora que regresar al libro que ésta ha coordinado; un libro que, por otra parte, no deja de ser una iniciativa más para que los españoles podamos conocer mejor nuestra historia. Se trata, como ya he dicho, una colección de relatos, un total de treinta y cinco cuentos, presentados de forma cronológica, escritos cada uno de ellos por un miembro de la asociación, escritores más o menos conocidos pero que cuentan, todos ellos, con una característica común: todos ellos se han acercado con anterioridad a la creación literaria, desde el género de la novela histórica. Relatos que van desde la más remota antigüedad, cuando se produce el que quizá fue el mayor descubrimiento de la humanidad, el fuego -Antonio Pérez Henares nos acerca otra vez a los lectores esa temática argumental con la que empezó a ser conocido  en el mundo editorial, aquella tetralogía, la de Nublares, con la que nos relató la prehistoria de su tierra alcarreña-, hasta el descubrimiento de la civilización tartésica en la primera mitad del siglo XX, por la piqueta del arqueólogo alemán Adolf Schulten.  En esta ocasión, es Manuel Pimentel, autor de interesantes proyectos en el campo de la divulgación de la arqueología, quien nos ofrece este último relato.

Se trata, como digo, de un interesante libro, muy cómodo de leer tanto para el que conoce bien nuestra historia, como aquel que sólo tiene de nuestro pasado vagas referencias y algún recuerdo de su etapa escolar. He aquí, para terminar, la relación de autores: Abenia, Isabel; Arteaga, Almudena de; Arveras, Daniel; Balbás, Yeyo; Buesa Conde, Domingo; Calvo Poyato, Julio; Cano, Rafaela; de Carlos Bertrán, Luis, y de Carlos Santiago, Luis; Castellanos, Santiago; Díaz Pérez, Eva; Eslava Galán, Juan; García Mauriño, Matilde; Gil Soto, José Luis; Giner, Gonzalo; Gómez Domínguez, David; López, Obdulio; López Herrador, Marcos; Luján, Olga;  Maeso de la Torre, Jesús; Martínez Laínez, Fernando; Mazarro, Santiago; Michavila, Nieves; Molist, Jorge; Pérez Henares, Antonio; Pimentel, Manuel; Pro Uriarte, Begoña; Queralt del Hierro, María Pilar; Reig, María; Sala Martí, José Manuel; San Sebastián, Isabel; Valero, Begoña; Vallina, Alicia; Vila, María; Villa, Ramón; y Zoilo, José. Faltan algunos nombres entre los principales y más conocidos miembros de la asociación, es cierto -Pilar de Arístegui, Marcos Chicot, Luis del Val, Chencho Arias, o, sobre todo, Santiago Posteguillo, entre otros-, es cierto, pero la relación de los que sí aparecen es, por sí misma, una muestra suficiente de la importancia que el libro tiene tanto en lo que se refiere a la capacidad literaria de los autores, como al interés histórico de cada uno de los relatos.

Relieve azteca en el que pueden verse sacrificios humanos


Etiquetas