domingo, 12 de mayo de 2024

UN NUEVO ACERCAMIENTO A LA ARQUITECTURA ROMÁNICA EN LA PROVINCIA DE CUENCA

 

    El pasado 6 de noviembre, realizábamos en este blog un primer acercamiento a la arquitectura románica en la provincia de Cuenca (ver “Un viaje al románico de la provincia de Cuenca”, 27 de noviembre de 2023). Se trataba de acercar al lector algunas de las iglesias que, iniciadas su construcción durante las primeras décadas de la repoblación cristiana de su territorio, y a pesar de las múltiples transformaciones que su fábrica sufrió a través de los siglos, aún conservan en algunas de sus estructuras, elementos que son propios de aquellos años en los que se inició su construcción. En aquella ocasión nos acercábamos a algunos pueblos de la Sierra y del Campichuelo (Villalba de la Sierra, Zarzuela, Ribatajadilla, Ribatajada, Portilla, Arcos de la Sierra y Pajares). En ésta, profundizaremos en otros pueblos de esa misma región, entre el Campichuelo y la primera serranía, que no pudimos ver en la ocasión anterior (Mariana, Sotos, Collados, Torrecilla, Villaseca y la ermita de la Horcajada de Ribagorda), para terminar en las hermosas y características iglesias de La Frontera y Albalate de las Nogueras.

    Pero antes de profundizar un poco en cada uno de los templos que vamos a visitar, y sin querer profundizar en cuáles son las características propias de este estilo, el primer estilo globalizador y europeo que se dio en la Historia del Arte, sobreponiéndose a otros estilos regionales como el asturleonés, el mozárabe y el carolingio, sí queremos resaltar algunos aspectos que si son propios del románico conquense, y que están relacionados con la etapa histórica en la que esa arquitectura se desarrolló. En este sentido, hay que tener en cuenta que la repoblación en Cuenca se llevó a cabo entre las dos últimas décadas del siglo XII y el primer tercio del siglo XIII. En efecto, la ciudad de Cuenca fue conquistada por Alfonso VIII en 1177. Su esposa era Leonor de Plantagenet, la hija de Leonor de Aquitania y del rey Enrique II de Inglaterra, y hermana, por lo tanto, de Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra. De niña se había criado en una de las cortes más desarrolladas, culturalmente hablando, de Europa, en unos territorios en los que ya se había desarrollado el nuevo estilo gótico. Una de las primeras cosas que hizo el rey de Castilla después de conquistar la ciudad fue dotarla de una sede episcopal, aunando las viejas sedes visigodas de Valeria y Ercávica. Y en la construcción de la nueva catedral intervino muy activamente la reina Leonor, mandando traer a Cuenca desde un lado y otro del Canal de la Mancha a artistas y canteros que ya estaban acostumbrados a construir edificios góticos, convirtiendo así la propia catedral conquense en el primer templo de la península que ya había sido proyectado desde el principio en el nuevo estilo gótico. De esta forma, cuando empezó a ser repoblada la actual provincia de Cuenca, y cuando se empezaron a trazar las nuevas iglesias que debían acoger espiritualmente a los nuevos pobladores, los arquitectos españoles que debían trazarlos, educados todavía en el viejo estilo románico, debían convivir ya con los artistas y canteros foráneos que ya conocían el gótico. Es por este motivo, por lo que el románico conquense va a ir adoptando, casi desde sus inicios, algunos elementos que son más propios del gótico, algo que se puede apreciar en las portadas de las iglesias, en las que los arcos levemente ojivales van a sustituir, muchas veces, a los arcos del medio punto, más propias del románico.

 

MARIANA

    La iglesia de Mariana es una iglesia del siglo XIII que, a pesar de las modificaciones realizadas en etapas posteriores, conserva todavía, bastante bien, su fábrica original. Tiene una nave recta de tamaño reducido, y cabecera con tramo recto y testero semicircular. La espadaña, a los pies, es ya del siglo XVI. Construida, como otras iglesias románicas de la zona, en mampostería, realzada en algunos lugares con cantería escuadrada. La cornisa de canecillos remarca la altura original del templo, pero la parte superior a la cornisa es posterior. Tiene una ventana saetera en el centro del ábside. Cuenta con dos portadas, ambas románicas. La del lado sur, que es la principal, tiene dos arquivoltas apuntadas, con jambas prismáticas, y corona la portada un tejaroz mal conservado. La conservación, en general, también es deficiente, porque ha perdido los relieves que debían haberla adornado.

    En el interior, la estructura románica está todavía peor conservada, debido a un incendio que la iglesia sufrió en 1960. En el incendio se quemó el artesonado. Sin embargo, sí se conservan dos tallas medievales, una de ellas con María Theotokos (María Madre de Dios – María con el Niño en brazos, a modo de Trono de Dios), románica, y otra cuya deficiente conservación nos impide saber a quién representa. La pila bautismal es de piedra caliza, decorada con hojas treboladas en la base, y en la propia copa, tres niveles decorativos superpuestos: una arquería con columnas pareadas, una primera cenefa con arcos secantes, y una segunda cenefa, parecida a la anterior, pero de mayor tamaño. Está fechada en el siglo XIII, y es uno de los elementos más singulares de los que se conserva en la provincia.


SOTOS

    La iglesia está muy retocada en tiempos posteriores, aunque conserva de su etapa románica su planta de nave rectangular, ábside único de forma semicircular, y torre a sus pies. En su alzado, en el siglo XVIII fue recrecida en altura, perdiendo así su primitiva configuración. Sin embargo, se puede vislumbrar su alzado primitivo, sobre todo en el ábside, por la diferenciación de las piedras que conforman su mampostería, así como por la cornisa, todavía visible en sus extremos. En el centro del testero se pueden ver todavía unas pequeñas ventanas de cantería rematadas con arco de medio punto. Una de ellas es más grande que la otra, lo que hace suponer que debió existir una tercera ventana, haciendo simetría con la más pequeña. Su portada principal es de fecha posterior, pero existe todavía la portada primitiva, del siglo XIII, en el lado sur, aunque en la actualidad está cerrada por un tapial. Se trata de una portada de medio punto adovelado, con arquivolta doble de puntas de diamante, y alfiz con pilastras ochavadas. Los capiteles, adornados con relieves zoomorfos, están muy deteriorados. La torre de campanas debió sustituir en algún momento a la primitiva espadaña, más propia de la arquitectura románica, debe ser también de origen medieval, como lo demuestra el escudo conservado, propio de la familia Albornoz, quienes fueran señores del pueblo.

    Toda la obra del interior está ocultada por la arquitectura posterior, de origen dieciochesco.

 

COLLADOS

    La iglesia parroquial de Collados, de la que no existe demasiada bibliografía, se corresponde estilísticamente con otras iglesias parroquiales de esta comarca del Campichuelo. Como ellas, se inscribe también en ese románico sencillo, rural, que es propio de la zona. Destaca, entre esos elementos románicos fosilizados, la portada. Ésta tiene un arco de medio punto, bajo un tejaroz.

 

TORRECILLA

    Se trata de una de iglesias más importantes y características del románico conquense. Nave rectangular alargada y cabecera semicircular. Los elementos decorativos se han datado hacia el cambio de siglo, es decir, hacia el año 1200, lo que da idea de su antigüedad. Su fábrica, muy irregular, es de mampostería, y conserva aún algunos elementos de lo que se ha llamado opus spicatum, utilizado de manera muy corriente en la arquitectura militar andalusí, lo que parece indicar que la iglesia se construyó sobre la antigua torre musulmana a la que se alude en el propio nombre del pueblo. En algunas zonas, la mampostería está reformada por cantería arenisca, sobre todo en las esquinas de la fábrica, en la espadaña y en las portadas. La principal presenta arco de medio punto, con arquivoltas adoveladas, aunque ha perdido parte de las columnas en las que se soportaba el propio arco. La otra portada, que en la actualidad da acceso al cementerio, cerrada, conserva también un arco de medio punto, aunque es más sencilla en su trazado. El ábside, aunque es el elemento peor conservado de su arquitectura románica, conserva todavía algunos motivos originales, sobre todo en su forma.

    El interior, dañado por un incendio, presenta en la actualidad una falsa bóveda de yeso. No se conserva, por lo tanto, ningún elemento original, más allá de la propia planta de la iglesia.



VILLASECA

    A pesar de su sencillez, la iglesia conserva todavía algunos elementos románicos, principalmente la portada, apuntada, y de sillería, con una doble arquivolta, en la que alternan las típicas formas cóncavas y convexas, y puntas de diamante. Bajo los cimacios se presentan dos pares de columnas, que sólo presentan de su original construcción románica los capiteles, muy erosionados, pero conservando todavía parte de su original decoración vegetal de palmetas y hojas de roble. El falso tímpano, de yeso, es de construcción posterior. También es de destacar la espadaña, de sillería, situada a los pies del templo y, sobre todo, en la propia espadaña, una portada apuntada que en la actualidad aparece clausurada, y que también pertenece a la primitiva fábrica del templo, del siglo XIII.

    En el interior, se nos presenta una nave rectangular, levantada con mampostería, sin ninguna decoración. La cabecera es posterior, del siglo XVIII. Como único elemento mueble primitivo, es de destacar la pila bautismal, muy sencilla en su elaboración, pero posiblemente también de cronología románica.

 

RIBAGORDA. ERMITA DE LA HORCAJADA

    En su origen, esta ermita se corresponde con la iglesia parroquial de un antiguo despoblado, hoy desaparecido, que recibía el nombre de Los Villares. Edificio de mampostería y sillares esquineros, su fábrica, de finales del siglo XII, la convierte en uno de los edificios románicos más antiguos de la provincia. Nave rectangular y cabecera semicircular, iluminada por dos pequeñas ventanas aspilleras. Ha perdido buena parte de su fábrica original, como los típicos canecillos y el también típico escalonamiento en altura entre la nave propiamente dicha y el ábside. También el campanario. Sin embargo, sí se conservan su portada románica, a pesar de encontrarse muy deteriorada por la erosión, y recompuesta en las jambas. Ésta tiene arco de medio punto. Un elemento a destacar es el pórtico, de factura muy popular, constituido por cuatro grandes ventanales, también de medio punto, y cerrado por una fachada.

    El interior de la ermita es muy posterior. Hay que destacar, sin embargo, el banco corrido que, si bien es también posterior, es posible que esté recubriendo otro original, de etapa románica.

 

LA FRONTERA

    Del edificio original de la fábrica, datado a finales del siglo XII o en las primeras décadas del siglo XIII, se conserva sólo la nave rectangular, y sobre todo la portada, con arco interior de medio punto, sobre el que cabalga un arco exterior apuntado, con doble arquivolta, con molduras cóncavas y convexas y puntas de diamante en el lado más exterior. La separa de la calle una escalinata de piedra. En el lado contrario existe otra portada, pero ésta ya es puramente gótica.

    El resto de la iglesia, sobre todo en el interior, fue sometido a una profunda remodelación ya en el siglo XVIII, lo que provocó el recrecido de la nave, y también de la espadaña, perdiendo así el templo sus elementos primitivos románicos. Si es románica, sin embargo, la pila bautismal, que se encuentra en el sotocoro, sobre un pie troncocónico. El vaso de la pila está decorado con gallones encerrados en arcos de medio punto, y una cenefa con doble tallo ondulado, del que brotan unas elegantes hojas.

 


ALBALATE DE LAS NOGUERAS

    Según la tradición, la iglesia de Albalate de las Nogueras fue construida sobre la antigua mezquita de una localidad de origen árabe que entonces recibía el nombre de Albalate de Bombamarca. A destacar la planta de la iglesia, que tiene forma de cruz latina, en la que se observan dos etapas constructivas claramente diferenciadas. La más antigua, correspondiente al primer tercio del siglo XIII, se corresponde con los tres tramos de la nave, donde se observan elementos constructivos y decorativos propiamente románicos. Esta estructura románica fue desvirtuada notablemente en su segunda fase constructiva, en el siglo XVI, cuando despareció el primitivo ábside, sustituido por un testero rectangular, y crucero barroco coronado con cúpula de media. Posteriormente, las dos capillas laterales terminaron por enmascarar totalmente la primitiva planta original. Volviendo al interior, la parte románica se cubre con bóveda de cañón, con sillares ceñidos con arcos fajones. Las columnas que las sostienen tienen capiteles vegetales, con hojas lisas y nervadas alternadas, combinadas con motivos geométricos.

    En el exterior, las dos fases constructivas se diferencian en altura por la sillería que caracteriza a la obra románica, y por los canecillos que coronaban también la fábrica primitiva, todavía visibles en una parte de la fachada. Son también características de su etapa románica las dos portadas. La que actualmente es la portada principal, conserva un tejaroz con molduras de cestería, aunque está muy deteriorada. La otra, más antigua, responde a un románico más primitivo, posiblemente todavía del siglo XII. Tienen varias arquivoltas, con puntas de diamante y dientes de sierra, aunque se han perdido los capiteles que servían de apoyo al conjunto. También es de destacar su pila bautismal. La taza de la misma está formada por gajos verticales, divididos entre sí por cordones dobles y trenzados, dispuestos de forma alterna, y una cenefa superior,  formada también por cordoncillos.

    Cuenta también Albalate de las Nogueras con un puente de factura medieval, sobre el río Trabaque, el llamado Puente del Noguerol. Se trata de un puente de dos ojos, de medio punto cada uno de ellos, realizado en sillería, con un agudo tajamar en su centro. Aunque están muy camuflados por algunas obras posteriores, cuenta también todavía con algunos elementos de origen andalusí, según ha desvelado un estudio arqueológico realizado recientemente.

jueves, 2 de mayo de 2024

GEOPOLÍTICA EN EL SIGLO XXI

 

A mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, el líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, inició el gran terremoto ideológico que ha venido a llamarse la Perestroika: la reforma política y económica que haría el viejo imperio comunista, que sería sustituido por una Rusia renovada, libre ya de las tensiones que se habían ido sucediendo en la gran nación de naciones desde el mismo momento en el que había triunfado la revolución de 1917. Y paralelamente a ello, también, la libertad y la independencia para todas esas naciones que, ya desde antes de la Segunda Guerra Mundial, habían formado parte también de aquel imperio, de manera que tanto una como las otras pasaron a incorporarse, al menos nominalmente, a la lista de los países de la Europa democrática. También, todos aquellos países que, nominalmente independientes de la Rusia comunista, formaban parte también, de facto, de ese entente comunista que fue el Pacto de Varsovia, siguieron engrosando la lista de las nuevas democracias europeas, de manera que se fue generando en todo el mundo una especie de proceso sociológico y psicológico, cuyo efecto más importante sería, ya en el mes de noviembre de 1989, el derrumbe del muro de Berlín, que durante muchos años había dividido en dos a Alemania y a todo el mundo occidental.

La caída del muro permitió la definitiva reunificación del país que había sido derrotado durante la Segunda Guerra Mundial, pero sus efectos no se limitaron sólo a la propia Alemania. Se había iniciado, o al menos eso es lo que entonces se creía, una nueva historia: una historia diferente, que había logrado trascender por fin a la Guerra Fría, a ese mundo dividido en dos bloques enfrentados, esas dos maneras opuestas de entender la política, la economía, y la sociedad en general. “El fin de la historia y el último hombre”, es el título del ensayo que el historiador norteamericano Francis Fukuyama publicó en 1992, basándose en la teoría de otros pensadores anteriores, que arrancan del propio Hegel: la historia de la humanidad, concebida como una lucha entre ideologías contrapuestas, ha concluido con la derrota definitiva del mundo comunista; dando inició con ello a un nuevo mundo de paz, basado en la economía del libre mercado. La teoría, como decimos, no era nueva, pero hasta entonces no se habían podido poner las bases para ese “hombre nuevo” del que hablaba Fukuyama, en una Europa de entreguerras primero, y más tarde, en un mundo polarizado y dividido por lo que Winston Churchill, nada más acabada la guerra, en 1946, llamó el Telón de Acero, haciéndose eco de una vieja locución inglesa utilizada ya desde el siglo XVIII en los viejos teatros londinenses.

Sin embargo, los hechos posteriores han venido a demostrar que la teoría del historiador estadounidense estaba equivocada, dándole la razón, de esta forma, a Samuel Huntington y su teoría del choque de las civilizaciones. A la antigua polarización entre capitalismo y comunismo, que caracterizó a la etapa de la Guerra Fría, le ha venido a sustituir una nueva polarización, en la que el gran enemigo del liberalismo democrático es el terrorismo. En efecto, desde hace algunos años es el terrorismo, especialmente el terrorismo de carácter integrista, musulmán, el que ha venido a desempeñar el papel que hasta hace algunos años ocupaba el propio comunismo soviético. Pero además, la propia sociedad occidental ha venido a demostrar también que la historia, tal y como la entendía Fukuyama, sigue teniendo la misma vigencia que antes, y que la guerra sigue siendo, también en la propia Europa, una forma muy común de relacionarse entre los diferentes países. Lo demostraron, poco tiempo después de la caída del comunismo, las Guerras de Yugoslavia, y lo sigue demostrando la actual Guerra de Ucrania, que otra vez ha venido a traer el dolor y la muerte hasta las mismas fronteras de Europa.

Sin embargo, la guerra de Ucrania -o la no guerra, si queremos seguir la denominación que le ha dado el dirigente del país invasor, Vladimir Putin, en una clara muestra de esa hipocresía que le caracteriza, que la denominó, hay que recordarlo, operación militar de carácter especial-, no es un hecho aislado, sino el desenlace lógico de una forma de hacer política que ha caracterizado al propio Putin desde el mismo momento en que llegó al poder, convirtiendo así al país en el heredero vital de la antigua Unión Soviética. El proceso se inició ya con su antecesor en el cargo, Boris Yeltsin, quien protagonizó las primeras injerencias rusas en Georgia, defendiendo a los independentistas de Osetia del Sur y Ajasia, dos pequeñas repúblicas de mayoría prorrusa, y haciendo lo mismo en la Transnitria moldava, o en la guerra civil que asoló entre 1992 y 1997, la república de Tayikistán. Y dentro de los propios límites de la Rusia actual, las revueltas en Chechenia fueron aprovechadas tanto por Yeltsin como por el propio Putin para enraizarse todavía más en el poder. Desde entonces, las injerencias rusas en las antiguas repúblicas soviéticas independizadas han sido múltiples, como ya demostraron, en la misma Ucrania, las anteriores crisis de Crimea y el Dombás.   

Tal y como ha descrito en su libro “Putinistán” el periodista Xavier Colás, quien había sido enviado especial del diario “El Mundo” a Moscú hasta el pasado mes de marzo, cuando fue expulsado del país al no haberle sido renovado su visado profesional, Putin concibe su país como ese gran territorio que va más allá de esa Gran Rusia, que está conformada también por Bielorrusia y Ucrania, además de la propia Rusia, y dotada, también, de una zona de influencia que se debe extender a muchos de los territorios que habían conformado la antigua Unión Soviética. Así lo ha definido el británico Mark Galeotti, autor de uno de los libros más imprescindibles para comprender la psicología del mandatario ruso, “Las guerras de Putin, desde Chechenia a Ucrania”, en un artículo publicado recientemente en España: “En muchos aspectos, Putin es un geopolítico del siglo XIX. Desde su punto de vista, un gran país necesita una esfera de influencia, de modo que la soberanía de estados como Ucrania debe subordinarse a los intereses de Moscú, de la misma manera que debe tener derecho a ser escuchada -lo que viene a ser un derecho de veto- de todos los asuntos de importancia global, y tener la posibilidad [Rusia] de romper las reglas del orden internacional, con impunidad de vez en cuando. Esto es, después de todo, de lo que piensa que gozan los Estados Unidos.”

La guerra de Ucrania, aún entendiéndola como una consecuencia final de la política de Putin -y que no sólo es de Putin, pues no son escasos los rusos que piensan como él-, no es el único problema al que debe enfrentarse el mundo civilizado en pleno siglo XXI. También debemos dirigir la vista hacia otros territorios, que también están anclados, desde hace mucho tiempo, en un profundo pozo de sangre y de terror: la guerra de Siria, que en estos momentos se encuentra tan enraizada; el enfrentamiento entre Israel y Palestina, tan asociado también con el mismo problema de Siria; la creciente belicosidad de territorios como el Sahel africano, tan empobrecido por el hambre y por la falta de agua, y que constituye un importante caldo de cultivo para el crecimiento de los más sangrientos grupos islamistas como el Grupo de Apoyo al Islam, filial en la zona de Al Qaeda, o Boko Haram. Son sólo algunos ejemplos; los focos de conflicto se multiplican por todo el mundo, y los analistas internacionales siguen vertiendo ríos de tinta en periódicos, revistas especializadas o libros, intentando dar las claves para que la opinión pública pueda intentar comprender todos estos conflictos en toda su extensión, aunque en ocasiones, es cierto, esas claves no dejan de estar teñidas con su propia ideología, lo cual, por otra parte, hace todo mucho más confuso.

Sobre el problema de Palestina, por ejemplo, mucho es lo que se ha escrito en los últimos años, y ahora, cuando la guerra ha vuelto a avivarse, no son pocos los libros sobre el tema que siguen llegando a los escaparates de las librerías. Algunos han sido escritos desde el punto de vista de los israelitas, y otros, más incluso, lo han sido desde el punto de vista de los palestinos. No es extraño que haya sido así, sobre todo en un conflicto como éste, que desde hace tanto tiempo se halla tan incardinado al conjunto de la sociedad, y más aún en momentos como éste, cuando la polarización en el conjunto de la sociedad es tan exacerbada. En un lado del tablero se aduce que Israel es el único país realmente democrático en toda la zona de Oriente Medio, y que los aliados de los palestinos, Irán y Rusia sobre todo, pero también otros grupos terroristas, como Hizbulá en Líbano y los yutíes en Yemen, forman parte del llamado eje del mal; a los que defienden esta teoría, desde luego, no les falta una parte de razón. Y se defiende, sobre todo, y en lo que se refiere a esta última etapa del conflicto, que Israel ha sido el país agredido por un grupo terrorista, Hamás, que ni siquiera es capaz de defender a su propia población palestina, que ha matado y raptado a civiles inocentes, en un ataque perpetrado desde la franja de Gaza. Y desde el punto de vista de los árabes, y tampoco les falta una parte de razón, se aduce que los palestinos también tienen el derecho a vivir en esta parte de la tierra, que fue suya al menos durante un tiempo, antes de la llegada masiva de colonos semitas.

Desde el mundo occidental, que no sufre el conflicto de manera directa, que sólo lo vive de manera tangencial, se ha intentado solucionar el problema de diversas maneras, pero ninguna de ellas, al menos hasta el día de hoy, ha tenido el éxito esperado. Se ha hablado de la posibilidad de crear un país binacional, que acoja en su seno a judíos y a palestinos. Se ha hablado, también, de la creación de dos países diferentes, Israel y Palestina, lo que debería contar con un reconocimiento generalizado desde las Naciones Unidas. Quizá sea ésta la teoría que más adeptos tienen, aunque en Estados Unidos y en la mayor parte de los países europeos, muchos coinciden en afirmar que no es éste el mejor momento para alcanzar este reconocimiento, y que no puede estudiarse en serio la propuesta mientras el territorio se encuentre sumido en una guerra a sangre y fuego. El apoyo de algunos países árabes vecinos, como Jordania y la propia Arabia Saudí, que colaboraron con Israel hace unas semanas, cuando fue atacado por Irán, hace pensar que el conflicto entre ambos países es más territorial que puramente religioso.

      Así las cosas, la sensación que puede tener el observador externo es la de un mundo que está a punto de estallar, un mundo que, en esencia, no es muy diferente al del siglo XX, el siglo de las dos guerras mundiales y de la Guerra Fría. Y entre ambas guerras, además, el creciente auge de los totalitarismos, de izquierda y de derecha; el mundo de Stalin y de Hitler, y con ellos, de tantos y tantos dictadores -Benito Mussolini en Italia, Miguel Primo de Rivera en España, Óscar Carmona en Portugal, Miklós Horthy en Hungría, Józef Pilsudsky en Polonia,… y más tarde, también, Antonio de Oliveira Salazar y Francisco Franco en los dos países de la península Ibérica- que siguieron sus pasos, convirtiendo el continente europeo en un extenso territorio en el que las libertades democráticas brillaron por su ausencia.

En efecto, el fascismo en este siglo XXI se llama populismo. Y el populismo, que puede ser de izquierdas o de derechas, o incluso nacionalista, se está extendiendo por toda Europa, también por los Estados Unidos -Joe Biden y Donald Trump pueden ser dos ejemplos de ambos populismos- de manera bastante peligrosa, poniendo en jaque a todo el sistema democrático liberal. También en España, el populismo está atacando todo el edificio de la Transición, como también han puesto de relieve José Manuel García-Margallo y Fernando Eguidazu en su último libro “España, terra incógnita”; y buen ejemplo de ello es la llamada ley de la [des]memoria [anti]democrática, que al mismo tiempo que blanquea los crímenes cometidos por ETA -a fin de cuentas, Bildu ha tenido mucho que ver en el desarrollo de la ley-, reescribe la historia, y convierte a la Segunda República, y también a la Guerra Civil, en eso que nunca fue: una historia dulcificada de buenos demócratas, los de izquierda, y de malos, malísimos, opresores liberticidas, los de derecha. Ninguna guerra civil, tampoco la española, ha sido nunca nada más que la firme constatación de un enorme fracaso de la convivencia social.

Etiquetas