Algunas
veces, las circunstancias se van concatenando unas a otras, de tal forma que el
destino, caprichoso y voluble, proporciona sorpresas cuando menos agradables
para los amantes de la cultura local; otras veces las sorpresas, más que
agradables, sorprenden por su importancia, una importancia que trasciende por
encima del ámbito local, y llega a alcanzar cotas nacionales, e incluso
internacionales. ¿Cómo si no se puede entender que un escritor de origen
cubano, profesor en la universidad sueca de Estocolmo, haya venido precisamente
hasta Cuenca para publicar en esta ciudad un libro como éste, en el que el
arte, las matemáticas, la educación, e incluso la psicología, se dan la mano
para conformar una original teoría del conocimiento global? Los hombres del
Renacimiento ya sabían que el conocimiento humano, en toda su extensión, no
debería ser parcelado en una suerte de compartimientos estancos, más allá de la
pura especialización académica.
Y
eso es lo que es el profesor Juan Jorge Parera López, un hombre del
Renacimiento al más puro estilo leonardesco. Y eso es lo que es también su
libro, Arte, Matemática y pensamiento
visual, una hermosa teoría sobre el conocimiento del arte a través de las
matemáticas, o del conocimiento de las matemáticas a través del arte, que tanto
monta. Y a esta doble visión del arte y de las matemáticas le dedica una gran
parte de su libro, porque los clásicos ya sabían también la relación existente
entre estos dos campos del conocimiento, a través sobre todo de la geometría y
del concepto tradicional de las proporciones como fuente de belleza. Son varios
los ejemplos que se pueden poner de ello, desde la conocida proporcionalidad de
las esculturas griegas y la relación entre sus partes, hasta el concepto de
simetría, que es propio del arte del Renacimiento, pero que los hombres del
Renacimiento recuperan de la arquitectura griega y romana. En este sentido, es
destacable también la llamada sucesión de Fibronacci, un concepto que fue
descrito ya en el siglo XII por el matemático italiano Leonardo de Pisa, esa
gran teoría de la proporcionalidad que está presente en toda la naturaleza,
pero también en el arte, a través de lo que ha venido a llamarse la proporción
o número áureo.
Pero
el profesor Parera no sólo retoma a los artistas clásicos para establecer su
original teoría de la relación entre arte y matemáticas, y si bien toda la
historia del arte está marcada por ese concepto de la proporcionalidad del que
ya se ha hablado, también en la pintura y la escultura del siglo XX se puede
observar la relación existente entre ambos campos científicos, porque la
geometría también es matemática, y la geometría está siempre presente en
algunos de los grandes nombres del arte abstracto. Quizá no haya sido
casualidad entonces que este libro se haya publicado precisamente en Cuenca.
Quizá sea que el destino, caprichoso como ya he dicho, haya movido sus hilos
para que el libro fuera publicado precisamente en la ciudad del Museo de Arte
Abstracto, en la ciudad en la que hasta su monumento más importante, la
catedral, ha incorporado también a su brillante catálogo museístico este tipo
de arte, a través de las vidrieras diseñadas por Gustavo Torner y por Gerardo
Rueda, por Bonifacio y por Dechenet. Y el profesor dedica también a estas obras
catedralicias una parte de su libro.
Pero
Parera no se conforma con hablar de matemáticas y de arte, esas dos ramas de la
ciencia que conforman respectivamente su dedicación docente y su gran pasión
personal. Parera habla también de psicología, y dedica todo el segundo capítulo
de su libro a hablar de pensamiento espacial y de cómo el cerebro humano es
capaz de interpretar toda la información que le llega a través de los ojos. Un concepto,
éste que está relacionado desde antiguo con el arte, pero también con la
geometría y con las matemáticas. Algo que se hace aún más patente precisamente
a partir del siglo pasado, cuando la pintura y la escultura dejaron de ser, al
menos en parte, figurativas, de tal forma que se hiciera completamente
necesaria la reinterpretación de la propia obra de arte por parte del
espectador de la misma.
Pero
el profesor Parera es docente, y como docente no puede quedarse sólo en la mera
teoría. Necesita aplicar esa teoría a la enseñanza, y en este sentido, se
cierra el círculo de su propia teoría integradora de arte y matemáticas,
dedicando otra parte de su libro a la didáctica de las matemáticas. Para ello,
y no podía ser de otra forma, utiliza algunas de las más importantes obras de
arte para desarrollar una serie de juegos matemáticos, y para crear, también,
algunos juguetes didácticos. Porque la creación de este tipo de juguetes es
otra de sus grandes pasiones, y conoce de sobra su utilidad para tratar de
explicar a los niños el mundo desde el punto de vista de la física.
En
resumen, se trata de un libro original, un libro que trasciende de
la pura bibliografía local, y no sólo por la personalidad de su autor, sino
sobre todo por el interés de su lectura, ocupando de esta forma un espacio
propio en eso que se llama la cultura universal.