viernes, 13 de abril de 2018

El regimiento provincial de Cuenca y el pronunciamiento de Narváez


En una entrada anterior ya vimos como el Regimiento Provincial de Cuenca había tenido una participación destacada en el frente norte de la primera guerra contra los carlistas, y principalmente en la defensa de la ciudad de Bilbao, que había sido atacada por estos hasta en tres ocasiones entre los años 1835 y 1836. Pero una vez acabada la guerra, y después de un breve periodo de tiempo en el que pasaría a ser desmovilizada, volvería a tener un peso importante en la actividad militar de un ejército que, paulatinamente, se iría incorporando a la política de una España en crisis. En efecto, en 1843 el regimiento conquense se vio sometido también a las fuertes tensiones ideológicas que enfrentaban en aquel momento a las dos facciones liberales, progresistas y moderados, que desencadenarían finalmente el pronunciamiento del general Francisco Narváez y el consecuente exilio de su oponente, el progresista Baldomero Espartero.
Este hecho se enmarca en ese proceso, tan propio del liberalismo español del siglo XIX, como es la entrada de los militares en la política, y el pronunciamiento militar como sistema endémico para provocar un cambio de gobierno. Baldomero Espartero había forzado en 1840 la salida de España de la regente María Cristina de Borbón, la viuda de Fernando VII, obligando al mismo tiempo a que fuera nombrado regente durante los últimos años de la minoría de edad de su hija, y había encumbrado en el poder a los progresistas, llevando al país a una situación de tensión interna en la que los moderados se sentían postergados. Y entre esos moderados, que en absoluto estaban contentos con la nueva situación política creada, se encontraban también algunos militares, que enseguida empezaron a ver a la regente defenestrada como una madre apartada de sus hijas por la fuerza.
Un primer levantamiento de O’Donell fracasó en 1841. Pero la sucesión de pronunciamientos que se llevó a cabo en varias ciudades de España devolvería el poder a los moderados, y forzaría la salida al exilio en Inglaterra del propio Espartero dos años más tarde. En el otoño de 1842 se produjo en Barcelona una insurrección popular, apoyada por gran parte del ejército, que fue sofocada mediante un continuado bombardeo, que duró todo el día 3 de diciembre, y que tuvo su reflejo en un nuevo pronunciamiento contra el gobierno de Espartero, el día 8 de junio del año siguiente. La situación en la que se encontraba el ejército desde hacía algunos años explica estos sucesos, más allá de posicionamientos ideológicos de los oficiales que, si bien existían, eran ajenos a una parte de la oficialidad.
El gran líder del pronunciamiento, en Barcelona como en otras ciudades de España, fue el granadino Ramón María de Narváez, duque de Valencia. En la ciudad del Turia se encontraba a mediados de mayo, cuando inició un movimiento contra el regente que muy pronto fue secundado en otras regiones de España, principalmente en Andalucía, pero también en Cataluña y en Galicia. Málaga, una de las primeras ciudades en pronunciarse abiertamente, lo había hecho el 24 de mayo de 1843, declarando la formación de una junta de gobierno independiente de la de Madrid. Granada lo hizo dos días después, y a ella le siguieron más tarde otras ciudades andaluzas, como Almería y Algeciras. A mediados de junio, el incendio se había extendido a lugares tan lejanos como Barcelona o La Coruña. Aproximadamente al mismo tiempo, el 11 de junio, la principal ciudad meridional del país, Sevilla, también se había incorporado al proceso, por lo que fue cercada poco después por las tropas leales a Espartero.[1]
Respecto al foco granadino, que es el que ahora nos interesa especialmente,José Francisco de Luque resumió los acontecimientos apenas una década después de que se produjera el hecho narrado. El 26 de mayo de 1843 se había pronunciado un batallón del regimiento de Asturias, que en aquellos momentos se encontraba guarneciendo la ciudad. Pocos días después, Espartero envío una división completa, al mando del general Álvarez, para sofocar la rebelión, y ante la falta de acción de éste, lo sustituyó por Van Halen, el mismo que pocos días después cercaría Sevilla. Sin embargo, tampoco éste se decidió a entrar en la ciudad de la Alhambra, y la presencia en las cercanías de la misma del general Manuel Gutiérrez de la Concha, quien había desembarcado en Málaga para adherirse también al pronunciamiento, obligó a levantar el sitio a las tropas esparteristas[2]. Gutiérrez de la Concha había sido precisamente dos años antes comandante general de las provincias de Guadalajara y Cuenca, pero en el mes de octubre de ese año se vio obligado a exiliarse en Florencia, después de haber participado con Diego de León y con otros militares y políticos moderados en un primer intento fallido de derribar a Espartero.
Precisamente con el fin de intentar apagar el incendio revolucionario es por lo que fue movilizado el regimiento provincial. Entre los fondos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca se conserva una carta de poder otorgada por uno de hombres de la unidad, el soldado Santos Abarca, en favor de Casiano López; el documento está fechado el 1 de diciembre de 1842, y nos informa de la próxima militarización del regimiento: “Que teniendo que ausentarse de esta ciudad a la villa y corte de Madrid con su compañía de guarnición, y estándole adeudando Francisco Cuenca, vecino de Huete, nuevecientos cuarenta reales procedentes de estar el otorgante sirviendo la plaza de soldado por un hijo suyo, cuya cantidad sin embargo de los muchos avisos amistosos que le ha dado, no le ha sido posible cobrarla, desde luego en la mejor vía y forma que haya lugar en derecho otorga: que da, confiere y comunica todo su poder cumplido, tan bastante como de derecho es necesario y se requiere para valer, a Casiano López, vecino de esta ciudad, para que a su nombre y representando su propia persona, acciones y derechos del otorgante, pueda percibir y cobrar, haya, perciba y cobre del Francisco Cuenca la indicada cantidad.”[3] Sin embargo, diferentes poderes redactados por varios oficiales demuestran a su vez que al menos una parte del regimiento aún se encontraba en la capital del Júcar durante la primera mitad de 1843, por lo que quizá la movilización había sido sólo parcial, afectando sólo a algunos de los batallones que la componían, lo cual redunda en la posibilidad de que sólo participó en el pronunciamiento una parte del mismo.
Sea como sea, a principios del mes de junio, el regimiento fue incorporado al ejército esparterista de Andalucía, que estaba al mando del general Juan Van-Halen, y es precisamente aquí donde nos surge un nuevo interrogante. Según la hoja de servicios de uno de sus suboficiales, el sargento primero Vicente Santa Coloma se adhirió al pronunciamiento el día 20 de ese mes de junio, siendo el encargado de llevar la bandera del regimiento el 5 del mes siguiente a la ciudad de Granada. Así se describe el hecho en el documento:  “Fue el encargado de extraer la bandera de la casa del coronel del cuerpo don Francisco La Rocha, y verificado la condujo a Granada.” Se conserva una fotografía de la bandera coronela del regimiento provincial de Cuenca, que fue la enseña oficial de la unidad durante toda la primera mitad del siglo XIX, y que sin duda es la misma que portó Vicente Santa Coloma en este momento. Bastante mal conservada como se puede apreciar en la fotografía, es de color blanco, y sobre el paño aparece, centrado, el escudo de España sobre una cruz de Borgoña de color rojo, similar todavía a la bandera de los Tercios, pero rematada en cada uno de sus cuatro extremos por el escudo de la ciudad; éste, el escudo de cada provincia, era el verdadero identificador de la unidad correspondiente. Precisamente sería a finales de ese año, mediante Real Decreto fechado el 13 de octubre, cuando se unificaban las banderas de todos los regimientos, siendo sustituidas éstas por la bandera rojigualda, que hasta entonces sólo había sido utilizada por la Armada, desde los tiempos de Carlos III, y por algunos batallones de la milicia nacional. La nueva bandera a franjas roja y amarilla, se había convertido en los últimos años en un símbolo de los liberales, que contrastaba con el color blanco que siguieron usando durante toda la guerra las tropas carlistas[4].




Pero, ¿qué significa realmente esa información que aparece en su hoja de servicios? Pedro Luis Pérez Frías, historiador y militar, afirma en una consulta personal del autor que lo más probable es que pueda tratarse, más que del hecho en sí mismo de portar la bandera del regimiento y trasladarla desde la casa del coronel Francisco La Rocha, hasta la ciudad de Granada, el que nuestro protagonista sería uno de los suboficiales de esta graduación elegidos para formar la escolta reglamentaria durante la solemne ceremonia en la que debía leerse públicamente el bando del pronunciamiento. Lo contrario hubiera sido algo difícil de comprender, teniendo en cuenta que en aquellos momentos nuestro protagonista era todavía sargento primero, y que el cargo de abanderado del regimiento solía estar reservado a un alférez o a un subteniente.
La segunda pregunta que nos debemos hacer para comprender este momento de la vida de Vicente Santa Coloma es la siguiente: ¿Quién mandaba el regimiento provincial conquense en el verano de 1843, cuando al menos una parte del mismo se adhirió al pronunciamiento contra el regente? Según la hoja de servicios del propio Vicente Santa Coloma, éste no era otro que un tal Francisco La Rocha. Sin embargo, si hacemos caso del Estado Militar de España, publicación que tenía carácter anual y que era una especie de vademécum de la situación global en la que se encontraba en cada momento el ejército español, en 1843 figuraba todavía como jefe del regimiento conquense el ya citado José Filiberto Portillo, y así se hace constar también en la biografía de Espartero antes citada. Por otra parte, Santiago Álvarez Novoa figuraba como jefe de la unidad conquense ya al año siguiente. Y aunque el ascenso a brigadier de aquél y su incorporación a la política, iniciada ya ese mismo año de 1843, pudo haber dejado el regimiento provincial de Cuenca en manos del coronel Francisco La Rocha, nada sabemos apenas de este militar, que no aparece como tal ni en el Estado Militar de España de 1843, ni tampoco en al anuario del año siguiente. Sería lógico suponer entonces que después de haber sustituido a Portillo en los primeros meses de 1843, y una vez obtenida la victoria por los partidarios de Narváez, el coronel La Rocha habría sido sustituido a su vez por el propio Novoa poco tiempo después, bien al haber sido premiado y ascendido en el caso de haber participado en el pronunciamiento, o bien por ser destituido del cargo en el caso contrario. Sin embargo, y según siempre la información facilitda desde el Archivo General Militar de Segovia, no figura en la sección de personal de dicho archivo ningún expediente bajo este nombre.Tampoco he encontrado datos a este respecto en el Archivo Municipal de Cuenca.
También podría tratarse de un militar proveniente de la Armada. En 1830, un teniente de navío de este nombre estaba destinado en la guarnición de Cádiz[5], aunque no podemos certificar con rotundidad que pueda tratarse de la misma persona. Sí podría tratarse del mismo Francisco de la Rocha y Duggi, que, después de haber participado en la Segunda Guerra Carlista, en la que destacó a finales de la década en el frente de Cataluña, forzó en 1851 a que le fuera reconocida la corbata de San Fernando a los dos batallones del regimiento Castilla que habían participado más de diez años antes, a cuyo frente él debía encontrarse en aquel momento, con las que habían sido premiados en el mes de marzo de 1839, en la batalla de las canteras de Utrillas,[6]. Nacido en 1808 en Lisboa, ya en los años sesenta era gobernador militar de Valencia[7], y llegó a alcanzar el grado de brigadier y mariscal de campo. Tal y como vemos, y al no poder contar con su hoja de servicios, no podemos asegurar que este militar estuviera en ese momento al frente del regimiento conquense. Otra posibilidad es que se tratara éste del jefe de una especie de ejército de operaciones, que estuviera formado por varias unidades diferentes, una de las cuales podría ser el regimiento conquense, bien en su conjunto o bien sólo alguna de sus compañías. Este hecho explicaría que no hayamos encontrado ninguna relación directa de él con la unidad conquense.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, según María Felisa Álvarez Rey, el batallón provincial de Cuenca era uno de los diecisiete batallones que, todavía a las órdenes de Van Halen, se hallaban a mediados de junio en el cerco de Sevilla[8], también levantada en armas, como se ha visto, con el fin de conseguir la rendición de la ciudad. Pero las tropas progresistas nunca lograron la rendición de la capital andaluza, a pesar de que poco tiempo después, el propio Espartero se dirigía a ella para ponerse al frente de un ejército que, con los hombres que él mandaba, alcanzaba ya un total de diez mil soldados.


De todo ello se desprende que la unidad abandonó el cerco de la ciudad del Guadalquivir y se dirigió a Granada, con el fin de adherirse, ellos también, al pronunciamiento moderado. Y aquí tenemos que recordar que el militar que en aquel momento mandaba la unidad, o al menos lo había sido hasta muy poco tiempo antes, era el coronel José Filiberto Portillo, quien había sido poco tiempo antes ascendido a brigadier, o lo sería muy pronto, quizá por su participación en el pronunciamiento granadino, y nombrado gobernador de Málaga. Hay que tener en cuenta también que el ejército de Espartero se fue desmembrando conforme los pronunciados se iban acercando a Madrid, hecho que facilitaría claramente el cambio de siituación de los conquenses.
El 23 de julio, las tropas de Narváez derrotaron finalmente en Torrejón de Ardoz (Madrid) a las de Espartero, dirigidas para la ocasión por el general Antonio Seoane. Por su parte, el duque de la Victoria se vio obligado el día 27 a levantar el cerco de Sevilla e iniciar el camino del exilio, lo que hizo en Cádiz, sobre la cubierta de un barco de vapor que tenía precisamente el mismo nombre que la ciudad a la que no había conseguido derrotar: Betis. Narváez fue nombrado entonces presidente del Consejo de Ministros, y para evitar la inestabilidad que podría suponer una tercera regencia se le adelantó la mayoría de edad a la reina Isabel, cuando apenas había cumplido trece años.
Su participación en el pronunciamiento le supuso un nuevo ascenso a subteniente, tal y como sucedió también con otros muchos compañeros del soldado conquense, que también participaron con él en esta operación; en uno de los documentos que figuran en su expediente personal existe la relación pormenorizada de aquellos que fueron ascendidos por este motivo, según una orden que estaba fechada el 21 de agosto de 1843. El ascenso, que afectaba a una cincuentena de oficiales y suboficiales del batallón de la reserva de Cuenca, fue concedido por el gobierno provisional, en nombre de Isabel II. En su expediente figura la relación de esos cincuenta oficiales y suboficiales que fueron ascendidos por este motivo al empleo o grado inmediatamente superior al que tenían en ese momento. Sólo en el caso del sargento primero Santa Coloma, se le reconocía al mismo tiempo el grado y también el empleo de subteniente, hecho que provocaría en los años siguientes una reclamación del interesado, al no habérsele reconocido por parte de sus superiores en la unidad dicho empleo, sino sólo el grado correspondiente. No obstante, la hoja de servicios del militar es clara en este sentido, pues con la misma fecha de antigüedad, el 21 de agosto de 1843, se le concedía al mismo tiempo el grado de subteniente de infantería, el empleo de subteniente de milicias, y el empleo de subteniente de infantería.
Vicente Santa Coloma había nacido en la provincia de Cuenca, en el pueblo de Torralba, el 22 de enero de 1815, y moriría poco tiempo después, el 10 de agosto de 1848, después de haber sido movilizado. El ejército, sin embargo no se había enterado del fallecimiento, y no fue hasta el mes de mayo del año siguiente, un mes después de haberse publicado la orden de su nueva movilización e incorporación al regimiento de Saboya, cuando el capitán general lo notificó a las instancias superiores.



[1] El pronunciamiento y sitio de Sevilla en junio y julio de 1945, por un miliciano nacional. Sevilla, Establecimiento Tipográfico, 1843. ÁLVAREZ REY, María Felisa, “Pronunciamiento de 1843: Espartero en Sevilla durante la  regencia del general Espartero (1841-1843)”, en VV.AA., La era isabelina y la revolución (1843-1875). XIII Jornadas Militares de Historia Militar, Cátedra General Castaños, Sevilla, 2009.
[2] LUQUE, José Francisco de, Granada y sus contornos. Historia de esta célebre ciudad desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, Imprenta de Don Manuel Garrido, Granada, 1858,  pp. 427-428. Edición facsímil de Editorial Maxtor, Valladolid, 2006.
[3] Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1628. Manuel Pedraza (1842-1843). Exp. 1. Fols. 519-519v.
[4] ÁLVAREZ ABEILHE, Juan, “La bandera de España”, en Revista de Historia Militar: El origen militar de los símbolos de España, número extraordinario (2015), p. 63
[5] Estado General de la Real Armada. Año de 1830. Imprenta Real. Madrid, 1830.
[6] http://voluntariosdecastilla.blogspot.com.es/2011/03/el-coronel-de-la-rocha-y-duggi.html. Voluntarios de Castilla. El coronel De la Rocha y Duggi. Consultado el 24 de diciembre de 2015.
[7] PINGARRÓN-ESAÍN, Fernando, “Las torres del portal de Cuarte de Valencia y su función carcelaria”, en Ars Longa, nº 16 (2007), pp. 73-92.
[8] ÁLVAREZ REY, María Felisa, o.c., p. 50.

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