domingo, 15 de julio de 2018

Alfonso VIII y la batalla de Las Navas de Tolosa



En algunas entradas anteriores ya he comentado alguna vez otros libros que tienen interés para la historia de Cuenca. Es el momento ahora de tratar dos monografías de reciente publicación, muy diferentes entre sí en cuanto a su propia concepción historiográfica y en cuanto a las circunstancias en las que fueron escritas, y también en lo referente a su redacción, pero tienen en común algo que no carece de interés: la importancia de ambos textos trascienden de la propia temática conquense de los personajes, de manera que sus respectivos autores ponen de manifiesto la importancia que estos tuvieron para el devenir de Castilla y de España en los tiempos en los que a ambos les había tocado vivir. El primero de ellos está dedicado a la figura del rey Alfonso VIII de Castilla, el rey bueno o el rey noble, y a él le voy a dedicar esta primera entrada, dejando el segundo de los textos, que tiene como protagonista a Julián Romero, uno de los héroes de los tercios, para la semana que viene.

Se trata este libro, en realidad, de una edición reciente de un texto que fue escrito en 1624, hace ya casi cuatro siglos, por el sacerdote conquense Baltasar Porreño, cura de Huete, Sacedón y Córcoles. Su título, Historia del santo rey don Alonso el Bueno, Alfonso VIII, es paradigmático del interés real de su autor a la hora de redactar el texto, que no era otro que poner su granito de arena para conseguir la canonización del rey castellano, una propuesta que finalmente saldría derrotada en beneficio de los defensores de la canonización de su nieto, el rey Fernando III de Castilla. Una edición, por otra parte, que acaba de editar la Diputación Provincial de Cuenca. Se trata, como no podía ser de otra forma, de un libro que adolece de un espíritu positivista, muy propio de la época en la que fue escrito. Por otra parte, el autor no era realmente un historiador, en el sentido más académico de la palabra; sería incluso un anacronismo pretenderlo. Sin embargo, no fue ésta su única inmersión en la historiografía, pues a lo largo de su vida dejó escritos cerca de cuarenta textos, de muy diferente temática, pero entre los que abundan los referidos a asuntos históricos, muchos de los cuales ni siquiera llegaron a verse publicados en vida del autor.

Está claro que la figura de Alfonso VIII es muy importante para la historia de Cuenca, como brillante conquistador a los moros de la capital y también, directamente o mediante algunos de sus caballeros más destacados, de algunas de las poblaciones más importantes de su zona de influencia, es decir, de aquellos territorios que ahora o en el pasado han formado parte de la diócesis conquenses; pero también, como repoblador de todos esos territorios, tomados para siempre en beneficio de la cristiandad. Sin embargo, a los conquenses muchas veces se nos olvida la importancia que este monarca tuvo también para el devenir global de la reconquista, y también para la historia del arte. Empezando por esta rama del conocimiento, su matrimonio con Leonor de Plantagenet, la hija de Leonor de Aquitania, y hermana por lo tanto del rey Ricardo I de Inglaterra, el famoso cruzado Ricardo “Corazón de León”, sería fundamental para que el gótico, el nuevo estilo artístico procedente de Europa, pudiera introducirse también en el reino de Castilla.

La madre de la reina había sido duquesa de Aquitania y de Guyena, y condesa de Gascuña, y fue después sucesivamente, por derecho de matrimonio, reina de Francia, entre 1137 y 1152, y de Inglaterra, entre 1154 y 1189, debido a sus matrimonios sucesivos con Luis VII y Enrique II. Fue una de las mujeres más poderosas de su época, y también de las más activas en lo que se refiere a la cultura. Su corte se llenó de artistas y de trovadores, y cuando su yerno Alfonso VIII conquistó Cuenca y decidió dotarla con una sede episcopal, su hija homónima, la esposa del monarca, que se había criado en aquel mismo ambiente cultural, tuvo un papel decisivo en la fábrica del edificio catedralicio, a través de una multitud de canteros y alarifes que, de la mano de la reina, habían llegado a Castilla, procedente de aquellas tierras del norte de Francia. De esta forma, la catedral de Cuenca, junto con la de Sigüenza, en la que también participaron los reyes de Castilla como comitentes, y más tarde el monasterio de Las Huelgas de Burgos, también fundación de Alfonso, que a su muerte se convertiría en su panteón regio, han sido consideradas como las más importantes puertas de entrada del gótico en el reino castellano.

Pero si hay un hecho histórico que a partir de este momento va a marcar el discurrir histórico de Castilla y del conjunto de la península ibérica, incluso el de toda Europa, es la batalla de las Navas de Tolosa, de la cual, precisamente en estos días, se cumplen 806 años. Miguel Salas Parrilla, que es el autor del estudio crítico que precede a la edición del texto de Porreño, es consciente de la importancia que tuvo en su época esta victoria definitiva sobre las tropas almohades de Muhammad al-Nasir, el Miramamolín de las crónicas cristianas, una importancia que debe ser tenida en cuenta sobre todo ahora, en estos tiempos en los que el fundamentalismo islámico amenaza con llevar a Europa el mismo terror continuado que, salvando las distancias cronológicas, estaba representado entonces, a caballo entre los siglos XII y XIII, por estos guerreros llegados desde el norte de África. En efecto, no es una exageración comparar a los almohades con los actuales guerreros de ISIS o del Daesh. Al-Nasir fue uno de los príncipes musulmanes que con más ahínco promulgo en la Edad Media la yihad o guerra santa, como así lo han certificado multitud de historiadores, y también otros escritores como Antonio Pérez Henares o Arturo Pérez Reverte, autores que, sin ser historiadores, cumplen con sus textos el papel, también importante de la divulgación histórica.

En este sentido podemos recoger las palabras de Jesús María Ruiz Vidondo: “Una de las creencias fundamentales de los islamistas radicales de hoy en día consiste en creer que España debe ser parte de su futuro califato: ser de nuevo Al Andalus. Y es que nuestro país en uno de los pocos lugares en los que los musulmanes han retrocedido y han sido derrotados, tras una época de expansionismo. Pues bien: el momento que los historiadores consideran como el fin del ímpetu expansionista musulmán en la península, y el principio del fin de su presencia en España, es esta batalla de las Navas de Tolosa.” La cita procede de la página web del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), y el lector interesado puede acceder al texto completo, a través de uno de los enlaces de este blog, que puede encontrar en la sección NOTICIAS HISTÓRICAS. El Grupo de Estudios Estratégicos, por otra parte, es una asociación privada radicada en Madrid que, entre otros fines, tiene el de elaborar informes técnicos relacionados con la seguridad y la defensa.

Y ese fue precisamente el mérito de nuestro protagonista: repelen el ataque de los fundamentalistas islámicos de aquella época, los almohades, hacerlos retroceder de nuevo hacia el otro lado del Estrecho de Gibraltar, abriendo por fin las puertas de Andalucía al avance cristiano.  Para ello, solicitó del papa Inocencio III la consideración de cruzada para la campaña que estaba preparando, una cruzada a la que se incorporaron los reyes cristianos de la península ibérica, y también otros grupos de guerreros procedentes del resto de Europa, principalmente de aquellas tierras que estaban sometidas a la familia de la reina. Este espíritu de cruzada fue lo que motivó que muchos siglos después, alentados por el ejemplo de Francia, que ya tenía entre sus monarcas a un rey santo, San Luis o Luis IX (nieto de Alfonso, por cierto), los españoles quisieran convertirlo en santo. Sin embargo, el concejo y el obispado de Sevilla tuvieron más fuerza que las homónimas instituciones conquenses, logrando la canonización de su propio rey conquistador, Fernando III. De esta forma, se olvidó para siempre el asunto, y de esta forma, si bien Alfonso el Noble no llegaría nunca a ser canonizado, sí es quizá el único monarca que cuenta con dos nietos que sí lo fueron después de haber ocupado sendos tronos reales.

Los musulmanes se equivocan pensando que las tierras de Al Andalus deben ser suyas, que forman parte de su califato. Es cierto que algún tiempo los habitantes de la península rezaron a Alá, pero lo hicieron sólo por derecho de conquista. Cuando los cristianos, por las armas, los rechazaron al otro lado del mar, lo único que hicieron en realidad fue recuperar lo que por historia, por tradición y por derecho, había sido cristiano. Y eso es algo que, en gran parte, se lo debemos a Alfonso el Bueno, Alfonso el Noble, Alfonso VIII de Castilla, y a su gran victoria, en compañía de los otros reyes cristianos (Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra y Alfonso II de Portugal; Alfonso IX de León prefirió seguir haciendo la guerra a sus correligionarios de Castilla a apoyar la cruzada contra los musulmanes) en las Navas de Tolosa, provincia de Jaén, el 16 de julio de 1212.
Batalla de las Navas de Tolosa
Francisco de Paula Van Halen
Palacio del Senado. Madrid

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