viernes, 20 de julio de 2018

¿Cristóbal Colón o Cristofor Colom?


La semana pasada prometía a los lectores de este blog un comentario sobre un libro de reciente publicación que tiene como protagonista a la figura de Julián Romero, el brillante maestre de los tercios españoles nacido en un pueblo de Cuenca, y que falleció en el norte de Italia, durante su viaje, otra vez al mando de sus tropas, por el siempre recordado, aunque también olvidado, Camino Español o Camino de Flandes. Sin embargo, la actualidad me ha obligado a aplazar esta promesa, dejarla para la semana que viene (si no hay mientras tanto otras novedades que lo impidan), y centrarme ahora en lamentar algunos aspectos que están relacionados con el 56 Congreso Internacional de Americanistas, que durante estas fechas se está celebrando en la Universidad de Salamanca. Un encuentro de carácter científico que acoge, según la organización, a un total de unos cinco mil expertos en la materia, procedentes de 56 países diferentes; un encuentro científico de gran interés, posiblemente el más importante de cuantos se celebran en el mundo, pero en el que, según recoge la prensa, se han colado también algunas aportaciones escasamente científicas que quizá, esperemos que no, puedan restarle interés.

Desde hace algún tiempo se está colando en una parte de la población, una teoría extraña que viene a otorgan a Cristóbal Colón un imaginario origen catalán que, cuando menos, nunca ha sido demostrado. Se trata, por otra parte, de una teoría de escasa o nula aceptación por parte de los especialistas en la materia, más allá de todos aquellos que pueden encontrarse inmersos en el nacionalismo más obtuso, inmersos más en su propia ideología que en la verdadera historia. Para ellos, desde la “historiografía oficial” se ha creado una especie de teoría de la conspiración, tal y como lo ha definido Rodrigo Alonso en el periódico ABC, para hacer olvidar del relato histórico del descubrimiento y la conquista de América a los que fueron, según ellos, sus verdaderos promotores: los catalanes. Así, según los propios independentistas, Cristóbal Colón no era genovés, y ni siquiera se llamaba realmente Cristóbal Colón. En realidad su nombre era Cristòfor Colom, era catalán, y además era de la misma familia a la que pertenecía Francesc Colom, el que fue presidente de la Generalitat de Cataluña entre 1467 y 1467.

Ahora, esta teoría de la conspiración va mucho más lejos. En efecto, la expedición de las tres naves colombinas que acabarían su viaje con el descubrimiento de América (la nao Santa María y las carabelas Pinta y Niña; de momento, a nadie se le ha ocurrido todavía rebautizarlas con nombres catalanes) no partió del puerto onubense de Palos de la Frontera , sino del catalán puerto de Pals, en el Ampurdán gerundense: “No hay ninguna base que sustente que Colón salió Palos de la Frontera; lo único que hay es una literatura de cronistas oficiales y de documentos perdidos. En cambio, en Pals hay diversas pruebas que demuestran que aparentemente podría haber sido el lugar de partida de la expedición”, afirma el presidente del Círculo Catalán de Historia, Joaquim Ulia al periódico ABC, en unas declaraciones que, sin duda, han pasado a formar parte de lo que podríamos llamar la “antología absurda de la historiografía ideológica”.

Quizá sea cierto que Cristóbal Colón no se llamara realmente Cristóbal Colón; en aquel tiempo, los nombres extranjeros se españolizaban para hacerlos más comunes y fáciles de distinguir a los españoles. Por otra parte, el asunto de su patria, de su lugar de nacimiento, ha sido fuente durante cinco siglos de innumerables debates historiográficos, aunque en la actualidad, la mayoría de los historiadores se inclinan por aceptar, mientras no se encuentren pruebas suficientes que lo desmientan, su origen genovés. Desde luego, la cercanía fonética del apellido con el Colom catalán no puede ser prueba suficiente para avalar esa teoría catalana. Y respecto al tema del lugar de partida de la expedición, éste es un asunto completamente cerrado desde el principio, en base, sí, a multitud de crónicas oficiales (no por ser oficiales son en sí mismas rechazables), pero también de documentos históricos. Es sabido, además, que los aragoneses, y los también los catalanes, como miembros de esa comunidad de origen, miraron durante toda la Edad Media más al Mediterráneo que al Atlántico. Por otra parte, cuando un historiador viene a contradecir una teoría que, como es el caso, ha sido claramente aceptada por la comunidad científica, es él quien debe soportar lo que en términos jurídicos sería el peso de la prueba: debe ser él quien, en base a sus nuevos descubrimientos, debe demostrar fehacientemente sus investigaciones, y no la propia comunidad científica la que tenga que desmentirlos.

Para los historiadores nacionalistas, toda la historia de España ha sido eso, una teoría de la conspiración, ideada desde las sombras con un único fin: denostar a la poderosa y avanzada nación catalana, mucho más adelantada cultural y técnicamente que la castellana en todo momento del pasado. Por ello, ocultaron ya en los tiempos lejanos del descubrimiento de América, la verdadera patria del hombre que había realizado tan importante hazaña, y por ello ocultaron también el verdadero punto de partida de la travesía. Por eso también, un siglo más tarde, ocultaron también la verdadera patria del autor de la que es considerada la más importante obra de ficción que ha dado la literatura española: Cervantes y su Quijote son, por supuesto, catalanes, porque en Castilla no podría existir ningún hombre tan ingenioso, capaz de escribir algo semejante. ¿No será posible, entonces, que la más importante novela de la literatura universal, hubiera sido escrita realmente en catalán, en una versión hecha desaparecer en virtud de esa teoría de la conspiración, con el fin de primar así su traducción al castellano?

La teoría catalanista de Colón se desmiente por sí misma, desde luego. Lo que para Joaquim Ulia es una falta total de testimonios y de pruebas históricas, es en realidad una multitud de referencias, que durante muchas décadas han sido puestas de manifiesto por los verdaderos especialistas en el tema.. Por todo ello, lo verdaderamente importante de este hecho no es la existencia de la teoría; eso es algo que todos esperamos de este tipo de historiadores, movidos más, como decía antes, por una ideología supremacista que por el interés científico. Es, en resumen, todo lo que cabría esperar de la historiografía abducida por el nacionalismo.

Lo verdaderamente grave, lo que más sorprende, es que este tipo de teorías pueda colarse en un evento como éste, la más importante reunión científica que existe ahora mismo en el ámbito de la historia de América. Lo que sorprende es que en un evento de este tipo, no exista un comité científico que lo impida. No se trata en realidad, como podrían aducir los nacionalistas, de ejercer una labor de censura entre las aportaciones entregadas, sino de garantizar que todas ellas puedan tener un mínimo rigor científico, evitando que se cuelen “de rondón” ensoñaciones como ésta, aportaciones que tienen más de historia-ficción, o incluso de ficción sin historia, que de verdadero estudio historiográfico. Todos los congresos científicos importantes tienen comisiones de este tipo, y cuanto más rigor tenga esa comisión a la hora de saber elegir las ponencias de deban ser presentadas y publicadas, mayor rigor científico tendrán también las conclusiones presentadas en ellos.
Monumento a Cristóbal Colón, en las Ramblas de Barcelona

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