Ponencia presentada en el II Congreso "Arte, Cultura y Patrimonio". Museo Etnográfico de Castilla y León. Zamora, 1 a 4 de septiembre de 2019.
La catedral de Cuenca. Elementos y fases constructivas
Después
de todo lo dicho, ¿a qué periodo y estilo corresponde entonces la construcción
de la catedral de Cuenca? Desde luego, intentar clasificar y dividir en
subestilos dentro de una rama común, resulta muchas veces un ejercicio
demasiado complicado, y cualquier teorificación en este sentido siempre va a
contar con defensores y detractores. Se ha hablado de un supuesto estilo
anglonormando, cuando en realidad no sabemos bien a qué nos estamos refiriendo
con este término. Si hablamos de arquitectura normanda, nos estamos refiriendo,
más bien, a un tipo de románico, extendido por esa parte de Francia, y también
por el sur de Inglaterra y otras regiones europeas, durante los siglos XI y
XII, a impulso de los avances normandos. Si hablamos de gótico inglés, debemos
referirnos entonces al primer gótico inglés, o Early Style, en estilo surgido en realidad a caballo entre los
siglos XII y XIII, en parte como derivación del viejo estilo normando al
mezclarse con el gótico en los tiempos de Leonor de Aquitania y de sus hijos
ingleses. En todo caso, los primeros edificios levantados en este estilo, como
ya hemos visto, son todos ellos posteriores a la catedral conquense. Y si otros
autores han hablado de un gótico franco-normando, o de un gótico de influencia
franco-borgoñona, esto apenas es decir nada.
Quizá lo más adecuado sea hablar de
un gótico angevino, gótico Plantagenet o gótico occidental, que de las tres
formas ha sido definido por los estudiosos este tipo especial del gótico nacido
en las tierras normandas de la dinastía Plantagenet, a la que pertenecía la
reina Leonor de Castilla. Este estilo se caracteriza, entre otros aspectos de
importancia, por contar con tres portadas en la fachada principal, como ocurre
en Cuenca. También, por la estructura de las bóvedas, con una clave bastante
más elevada que los arcos formeros, tal y como se observa también en el caso
conquense, principalmente, en el crucero o linterna.
Se observa en la fábrica medieval de
la catedral conquense la sucesión de tres etapas constructivas. En la primera,
que se corresponde con los últimos años del siglo XII y los primeros decenios
de la centuria siguiente, se realizó toda la cabecera del templo, hasta el
crucero y la llamada Torre del Ángel, o torre-linterna. A mediados del siglo
XIII se iniciaría la segunda fase de su construcción, que se corresponde con
las tres naves longitudinales, y su prolongación hasta la fachada actual del
edificio. Por último, ya a finales del siglo XV, se realizó la girola, a
imitación de la de la catedral de Toledo, lo que supuso la demolición de la
cabecera primitiva, de manera que alguno de los elementos ornamentales y
estructurales que en un primer momento se encontraban en el exterior, quedaron
entonces integrados dentro de la iglesia. Éste es el caso, por ejemplo, de
algunos de los ventanales del ábside, ahora convenientemente cerrados pero
visibles, y una cabeza de ángel, semioculta detrás del remate renacentista de
la capilla del arcipreste Barba.
No resulta difícil imaginarnos cómo
sería la planta de la catedral de Cuenca en aquella primera fase constructiva.
Constaba ésta de cinco naves longitudinales, la central más ancha que las otras
cuatro naves laterales, y cada una de ellas terminada en su respectivo
ábside. Resulta complicado, sin embargo,
saber la disposición original de cada uno de esos ábsides laterales, pues
fueron destruidos en el siglo XV para hacer la girola. Debieron ser ábsides
semicirculares, bien en paralelo, tal y como sugirió en su informe Vicente
Lampérez, o bien escalonados, como defienden la mayor parte de los estudiosos
que han tratado el asunto, y entre ellos, Rodrigo de Luz. Más clara, sin
embargo, resulta la disposición del ábside que remataba la nave central, pues
su estructura fue respetada casi en su totalidad durante las obras que se
llevaron a cabo en su tercera etapa constructiva, y también en el siglo XVIII,
cuando Ventura Rodríguez reformó el presbiterio, dotándole de un nuevo altar
mayor. Se trata de un ábside poligonal de siete lados, una posible pervivencia,
según el propio Ramón de Luz, de la arquitectura cisterciense, pero que nos
acerca también a la cabecera del monasterio burgalés de Las Huelgas.
Y respecto al presbiterio, hay que
decir que éste contenía en un primer momento el coro, al estilo de las
catedrales francesas (en España, muchas son la catedrales que tienen ya desde
su origen el coro fuera de él, en la nave central). Este elemento era, como es
sabido, allí donde los canónigos se unían para realizar los cantos de la
liturgia diaria, canónigos que, por otra parte, eran en un primer momento de
tipo regular, es decir, que vivían en comunidad al estilo de lo que sucedía en
conventos y monasterios. Este tipo de canónigos no es una excepción, pues era
lo propio hasta los siglos XII y XIII, lo que demuestra, una vez más, lo
temprano de la institución de la diócesis conquense. No sería hasta los años
iniciales de la centuria siguiente cuando el cabildo conquense fuera
secularizado, pasando de esta manera sus miembros a vivir de forma
independiente, aunque probablemente, tal y como era usual en otras diócesis, en
una misma zona, llamada por ello “barrio de los canónigos”.
Acerca de esta primera fase
constructiva, tenemos que decir alguna cosa más respecto a la nave que en la
actualidad conforma el crucero, y que se corresponde con la primera fachada con
la que contó la catedral de Cuenca. Y en concreto, sobre la linterna, cubierta
en la actualidad por una bóveda octopartita, lo que no permite su visibilidad
completa para el visitante del edificio. Son muchos los problemas que crea este
elemento al estudioso actual del edificio. ¿Por qué se encuentra cerrada, y
oculta tras esta bóveda, impidiendo contemplar su enorme belleza? ¿Fue
realizada esa bóveda al mismo tiempo que el resto de la torre, o fue un
elemento posterior, transformando lo que al principio sería torre de las
campanas y simple linterna? ¿Qué papel desempeñó, por lo tanto, la torre en la
fachada primitiva? ¿Cómo quedaba rematada en un primer momento la propia torre?
Con el fin de responder a algunas de estas preguntas vamos a recoger las
palabras escritas a este respecto por Rodrigo de Luz; aunque la cita puede
resultar demasiado larga, la considero necesaria para entender mejor el
problema:
Todo ello unido al hecho de que, el sistema de cubrición,
como ya se dijo, se resolvía en terrazas, nos lleva a la conclusión de que el
remate era un pináculo, una aguja o un chapitel, de forma también octogonal,
que se asentaba en la planta de ocho lados, del recinto interior, coincidiendo,
así, con la base de la bóveda peraltada de ocho plementos, que cerraba el
conjunto, y sirviendo para ejercer una función de aplomado de los empujes de
esta bóveda. La cornisa cuadrada exterior, albergaba el canal de desagüe, cuyo
drenaje se produciría, sobre el trasdós de las bóvedas triangulares y,
finalmente, por las gárgolas de las esquinas.
El chapitel se compondría de varios pisos divididos por
molduras con goterón, análogas a las de coronamiento de la nave del
presbiterio, y sus aristas se adornarían con rosas, o crochets, de escaso relieve. En los paños entre molduras, podrían
disponerse pequeñas capillas, en cuyo frente se abrirían ajimeces semejantes a
los del primer piso de la torre. El conjunto se remataría por un florón, o una
bola, sustentando un ángel, con las alas desplegadas y haciendo sonar una
trompeta, tal y como es testimonio transmitido de una forma tradicional.
El segundo problema, planteado por una bóveda octopartita
que oculta la torre, ya se ha tratado reiteradamente, en apartados anteriores.
En ellos se ha llegado a la conclusión de que su implantación fue algo
posterior a la construcción de la cabecera. El dato aportado por Lampérez, que,
según él, es decisivo para asegurar su edificación simultánea, y que consiste
en que las cabezas situadas en las claves de los arcos torales, están labradas
en un mismo sillar, sometido a análisis sirve para afirmar todo lo contrario.
En efecto, estas cabezas forman parte material del arco toral, pero sólo como
elemento decorativo y de remate, por ello su relieve es de escaso bulto, y el
hecho de que carezcan de ábaco, o cimacio, invalida la hipótesis de su
utilización como ménsula, desde un primer momento. Sin embargo, las ménsulas
colocadas en la parte inferior, de los ángulos del centro del crucero, tienen
más relieve, un ábaco y distinta talla. No cabe duda de que se hicieron para
apoyar los nervios diagonales de la bóveda, pero sólo después de que se llegara
a ella como una medida necesaria para convertir la torre, provisionalmente, en
campanario.[1]
Así las cosas, y atendiendo a otros
elementos que resultarían demasiado profusos en un trabajo de estas
características, como la pervivencia en algunas capillas posteriores de algunos
restos que parecen indicar la existencia en la fachada de dos portadas
laterales, además de la central, lo que, por otra parte, tal y como hemos
visto, está en consonancia con el gótico angevino, el ya citado Rodrigo de Luz
hizo un esquema aproximativo de cómo sería en ese momento su primitiva fachada,
una vez terminada su primera fase constructiva, así como también la parte de
los ábsides[2].
Y si en la
primera fase de la construcción del templo conquense, ya lo hemos visto,
intervino activamente el matrimonio entre el rey Alfonso VIII y su esposa,
Leonor de Inglaterra, otra pareja regia, la formada por su nieto, Fernando III,
y por Beatriz de Suabia, hacía lo propio en lo que se refiere a la segunda fase
del edificio, terminada, parece ser, por el hijo de estos, Alfonso X. Así se
desprende de algunos elementos conservados entre sus muros, como el escudo con
el águila imperial que se ha encontrado en uno de sus muros, propio de la
dinasrtía Hohenstaufen, a la cual pertenecía la reina, como hija que era de
Felipe de Saubia, duque de Suabia, príncipe elector de Wuzburgo y “rey de
romanos”, y de Irene Ángelo, hija a su vez del emperador bizantino Isaac II
Ángelo. A este respecto hay que decir, que se ha especulado en repetidas
ocasiones que los once ángeles que adornan el triforio (doce en su origen, pues
uno fue destrudio en uno de los repetidos incendios que sufrió el templo en
tiempos pasados), el elemento más característico y singular de esta segunda
fase constructiva, fue un tributo u homenaje a la familia materna de la reina.
Esta segunda
fase constructiva se corresponde con las tres naves actuales, desde los pies de
la iglesia hasta el crucero, y también resulta actualmente de difícil
contemplación por el traslado del coro, durante el siglo XVI, a la nave
central, y su cerramiento posterior, ya en el XVIII por José Martín de
Aldehuela. Se trata, como se ha dicho, de cuatro tramos cada una de ellas, de
tres naves paralelas, la central más elevada que las laterales. Esa nave cental
mantiene en sus dos tramos más cercanos al presbiterio las bóvedas sexpartitas,
mientras que las de los otros dos tramos son cuatripartitas, igual que las de
las naves laterales. La nave central, por otra parte, se encuentra rematada en
su parte superior por un triforio, o falso triforio, de elegante belleza, a
pesar de que los arcos que conforman dicho triforio fueron profusamente
adornados en su última fase constructiva, la correspondiente al siglo XV, con
elementos flamígeros y celosías, que en realidad restan elegancia al sencillo
trazado primitivo. En el triforio
destacan cada uno de los ángeles, de composición orientalizante, lo que
demuestra quizá la participación de algún cantero de origen bizantino, de donde
procedía también la familia materna de la reina, apoyados cada uno de ellos
sobre las columnas que forman las dobles arcadas geminadas, y que a su vez
soportan un óculo, coincidente a su vez con el rosetón que da luz a cada uno de
los tramos.
Aunque no
tenemos referencia visual de cómo sería la portada correspondiente a esta
segunda fase constructiva, pues fue modificada en el siglo XVII en consonancia
con el estilo barroco imperante en la época, el propio Rodrigo de Luz también
restituyó esa posible segunda fachada, eliminando de la misma los detalles
barrocos, y atendiendo sólo a las características del gótico que pudieron haber
respetado los constructores de la fachada barroca[3].
Tal y como
se ha dicho antes, a lo largo del siglo XV se terminó la catedral de Cuenca,
con la construcción de la girola y un claustro que sería sustituido durante la
centuria siguiente por otro de estilo renacentista. Al menos en lo que es
propiamente la planimetría principal del edificio, si bien a lo largo de los
siglos XVI y XVII se seguirían abriendo, alrededor de esa planimetría
principal, nuevas capillas laterales. Sin embargo, el desarrollo del edificio,
a partir de este momento, queda ya fuera del espacio cronológico de este
trabajo, y de los fines que nos hemos propuesto, que se resumen sobre todo en
destacar al lector el papel que jugó el primer templo de la diócesis conquense,
sede de su cátedra episcopal, en el desarrollo del primer gótico por todo el
reino de Castilla; un papel, por otra parte, que a menudo resulta demasiado
olvidado, pese a los trabajos de otros arquitectos y especialistas en la
historia del arte, en los cuales, como se ha dicho. nos hemos apoyado.
[1] Luz Lamarca, Rodrigo de,
La catedral de Cuenca del siglo XIII, cuna del gótico castellano, Cuenca, ed.
del autor, 1978, p. 100.
[3] Luz Lamarca, Rodrigo de,
o.c., p 57.
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