Plutarco
Fue un historiador y filósofo griego que vivió durante la segunda mitad del
siglo primero y el primer tercio de la centuria siguiente. Nacido en la ciudad
de Queronea, en la Beocia, realizó durante su vida numerosos viajes, entre
ellos a la propia ciudad de Roma, la capital del imperio, de la que consiguió
la ciudadanía, bajo el nombre de Lucio Mestrio Plutarco, llegando incluso en
tiempo del emperador hispano Trajano a ocupar el cargo de procurador de la
provincia de Acaya. Además de diferentes escritos morales, su obra más conocida
en de carácter biográfico: la titulada “Vidas paralelas”, en la que realizó una
serie de biografías, distribuidas por parejas, en las que comparaba en sus
virtudes y defectos morales a diferentes personajes griegos y romanos.
Salvando
las distancias, es también esto lo que he intentado yo hacer en esta nueva
entrada del blog, realizar una especie de “vidas paralelas”, esta vez entre dos
militares conquenses, muy poco conocidos los dos, que vivieron y desarrollaron
su profesión en los años turbulentos del final del reinado de Alfonso XIII y de
la Segunda República; pero ahora, no comparando sus virtudes y defectos
morales, sino su capacidad profesional. Los dos pertenecieron a la misma
generación (apenas se llevaban seis años de diferencia), y los dos tienen
también en común el hecho de que la sublevación militar de 1936, que
desencadenó la Guerra Civil y el final de la república, por muy diferentes
motivos, cortó de raíz una carrera militar que, en ambos casos, era bastante
prometedora. Por ello, ninguno de los dos pudo llegar al generalato, pero en
ambos casos, su pertenencia al Estado Mayor del ejército posibilitó a entrada
de los dos en eso que se ha venido a llamar las “élites militares”. Porque,
además, los dos pudieron ser testigos directos de diferentes hechos que
llegaron a ser cruciales para la historia de España durante el primer tercio
del siglo XX. Sus nombres fueron Luis Ortega Celada, que había nacido el 13 de
octubre de 1886 en Fuentes (o de Fuentes, por lo menos, era la mayor parte de la
familia, y allí, en ese pequeño pueblo conquense, fallecería, muchos años
después de haberse retirado del ejército), y Jacinto Dolz del Castellar Lozano,
natural, éste sí de manera segura, de Ledaña, donde había nacido el 19 de junio
de 1881.
La
entrada de ambos militares en el ejército fue de manera diferente. Dolz del
Castellar ingresó en la institución como mozo voluntario, en el regimiento de
Tetuán, en el que se incorporó como educando de la banda de este en 1899, y
sólo después de haber obtenido sus primeros ascensos, a cabo primero, en el
mismo año de su ingreso, y a sargento, en ambos casos por elección de sus
superiores, ingresaría en 1907 en la Academia de Infantería de Toledo, con el
fin de seguir avanzando en esa carrera militar. Ortega Celada, por s parte, ya
había ingresado directamente en ese mismo centro docente en 1904, de tal manera
que en 1907, cuando el otro comenzaba sus estudios en la academia, éste acababa
de recibir su primer despacho de teniente, con destino en el regimiento de Wad
Ras. Y en 1910, terminados sus estudios en el propio centro, Dolz del Castellar
sería también destinado como nuevo teniente en el regimiento de León.
A
partir de este momento, las carreras de estos dos militares conquenses son
bastante confluyentes, pues los dos, con una breve diferencia de tiempo, van a
ingresar también en la Escuela Superior de Guerra, el centro en el que los
oficiales del ejército español podían realizar estudios superiores y diplomarse
en Estado Mayor, hecho que por sí mismo ya les colocaba en una situación de
cierta superioridad respecto a otros compañeros que no habían realizado dichos
estudios. Ortega ingresó en la Escuela Superior de Guerra en 1909, logrando la
diplomatura en Estado Mayor, y con el grado de capitán, como era preceptivo, en
1915. Dolz del Castellar, por su parte, ingresó en 1913, habiendo terminado sus
estudios cinco años más tarde, en 1918, alcanzando con ello, y por el mismo
motivo, la misma graduación que el otro.
Los
siguientes años, y mientras que ninguno de los dos era enviado al norte de
África, las carreras militares de ambos marcharon de manera bastante pareja,
como una especie de vidas paralelas, en diferentes destinos en la península y
la participación de los dos en algunas comisiones militares, de acuerdo con su
competencia respectiva en Estado Mayor. Pedro un hecho concreto sí que les
diferenciaría: el ingreso de Luis Ortega en la Ecole Militaire, la escuela
superior de guerra de París, uno de los principales centros de este tipo que
existían en todo el mundo, en el que permaneció entre 1925 y 1927. Para
entonces, el de Fuentes ya había ascendido a comandante, y a su regreso a
España, y mientras le daban un nuevo destino, el militar conquense aprovechó
para trasladar a sus compañeros algunos de los conocimiento que había adquirido
en el país vecino, mediante conferencias y algunas publicaciones
especializadas.
Pero
en una cosa sí se adelantó Dolz de Castellar al propio Ortega Celada, y fue en
la participación directa en acciones de guerra contra el enemigo, que en ambos
casos fue siempre el mismo: las insurgentes cabilas de la zona del
protectorado, que paulatinamente seguían acechando a los militares y civiles
asentados en el norte de África. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que
si en el caso del de Fuentes este acercamiento al frente no se realizó hasta
1929, como ayudante de campo del general de brigada José Millán-Astray, el
mismo que había fundado nueve años antes, cuando aún era coronel, el llamado
Tercio de Extranjeros, que sería popularizado poco tiempo después como la
Legión, el de Ledaña se había incorporado ya algún tiempo antes, a finales de
1918, a la comandancia de Melilla, como uno de los oficiales de Estado Mayor
del propio comandante general. En este destino se encontraba todavía en 1921,
cuando se produjeron los hechos del Desastre de Annual, en el que perdieron la
vida más de trece mil soldados españoles, incluido el propio comandante general
de la plaza, Manuel Fernández Silvestre.
Los
años que siguieron a su presencia en África fueron para nuestros dos
protagonistas años de paz. Dolz del Castellar ascendió a comandante en
noviembre de 1921, poco tiempo después de que hubiera sido terminado de
instruir el expediente Picasso. Mientras tanto, Ortega Celada, que en el
momento de su nombramiento como ayudante de campo del general Millán-Astray era
ya teniente coronel, fue nombrado e1l 1 de junio de 1931 profesor de Escuela
Superior de Estudios Militares, donde él ya había estudiado algunos años antes,
cuyo nombre había cambiado en 1927. En el centro le sorprendería, cinco años
más tarde, el estallido de la Guerra Civil, y al tener que ser cerrado el
centro docente, por su situación cercana al propio frente y porque sus alumnos
eran necesarios en la situación de guerra en la que ya se encontraba el país,
nuestro paisano fue incorporado temporalmente al Estado Mayor Central del
ejército republicano, que entonces estaba al mando del teniente coronel
Federico de la Iglesia, quien en ese momento era uno de los principales
colaboradores del general Vicente Rojo en la defensa de Madrid, aunque durante
la mayor parte del conflicto bélico se mantuvo ajeno a la lucha directa, oficialmente
por encontrarse enfermo. Quizá por este motivo salió indemne en el expediente
que se le incoaría como a todos los militares que habían formado parte del
ejército republicano, una vez acabada la guerra. Por ello, fue reincorporado al
ejército en el mes de agosto de 1939, siéndole además reconocido el ascenso a
coronel, tal y como le había correspondido, de acuerdo con el escalafón, en el
mes de febrero de ese mismo año. Si embargo, dos años más tarde, en julio de
1941, se declararía su retiro forzoso del ejército, pero sin perder los
derechos que le pudieran corresponder en el seno de la Real y Militar Orden de
San Hermenegildo. Luis Ortega falleció en Fuentes, el 27 de agosto de 1978.
Por
su parte, Dolz del Castellar, que de alguna manera se había visto implicado en
1930 en la sublevación republicana de Jaca y Cuatro Vientos, y en concreto en
sus derivaciones levantinas de Valencia y Alicante, donde nuestro paisano estaba
entonces destinado (su hoja de servicios no especifica de qué manera se vio
implicado en estos hechos, que le supondrían un traslado forzoso a la plaza de
Mahón), corrió peor suerte que el otro. Allí, en Mahón, se encontraba el 17 de
julio de 1936, cuando se sublevó contra la república el ejército africano, como
jefe del Estado Mayor del comandante general de la isla, el general José Bosch
Atienza. Y allí, una vez iniciado el levantamiento, y siguiendo la actuación del
comandante general de todo el archipiélago, Manuel Goded, ambos militares, con
la mayor parte de toda la oficialidad que estaba destinada en la isla, se
declaró partidario de lo que entonces se suponía aún que iba a ser un sencillo
golpe de estado. No obstante, los militares sublevados no habían considerado
bien la situación, pues la mayor parte de la tropa, junto a algunos de los
suboficiales, que se habían mantenido fieles a la república, consiguieron,
junto a un grupo de civiles izquierdistas, parar la sublevación y hacer
prisioneros a los oficiales levantados en armas. Estos fueron conducidos a
castillo de La Mola, o de Isabel II, que también era conocida de esta forma la fortaleza
que cierra por uno de sus lados el puerto de Mahón. De allí fueron sacados un
grupo de esos oficiales, entre ellos el propio general Bosch Atienza y el jefe
de su Estado Mayor, Jacinto Dolz del Castellar, para ser ejecutados el 2 de
agosto de 1936.