viernes, 8 de enero de 2021

La herrería de los Chorros: un importante enclave industrial del hierro en la serranía conquense durante los siglos XVIII y XIX

 

            En el norte de la provincia de Cuenca, en la comarca de la sierra alta, en la carretera que desde el pueblo de Tragacete, entre los términos municipales de este último pueblo y el de Huélamo, a través de una parte de la llamada Tierra de Cuenca conduce hasta el puerto del Cubillo y, desde allí, a la provincia limítrofe de Teruel, se encuentran, todavía en pie, las ruinas de lo que hasta finales del siglo XIX había sido la llamada Herrería de los Chorros, un edificio hoy semihundido al pie del arroyo homónimo, también llamado Arroyo Almagrero. Se trata éste de un cauce relativamente importante, aunque no demasiado largo, que nace en el rincón que forman los picos llamados Bodega y Púlpito, a unos mil trescientos metros de altitud, y desemboca en el Júcar, poco después de haber cruzado por debajo de un hermoso puente de origen medieval que recibe también el nombre del propio arroyo.

La herrería en cuestión es, todavía hoy en día, cuando lleva ya más de un siglo abandonada, un edificio de dimensiones considerables, de mampostería, todavía en pie a pesar de su ostensible deterioro. Documentalmente, se conoce su existencia desde al menos los años finales del primer tercio de siglo XVIII; en efecto, en el amojonamiento de Cuenca correspondiente al año 1732, esta herrería constaba ya como uno de los centros sociales y económicos más importantes de la serranía conquense. Y por otra parte, también sabemos por el catastro del Marqués de la Ensenada, fechado en 1752, el nombre de su propietario era un tal Miguel Franco, y que en aquel momento, la herrería contaba además con un martinete para fabricar cobre, y un complejo comercial de cierta importancia, formado por un mesón, varias casonas, y una abacería, en la que se vendían diferentes productos de alimentación por toda la comarca.

Cuenta todavía el edificio, o al menos lo contaba hasta hace muy pocos años, con un escudo heráldico, similar al que existe también en la casa familiar de los Franco, en el pueblo turolense de Orihuela de Tremedal, lo que ha hecho suponer, sin base documental cierta todavía, que este Miguel Franco, propietario de la herrería, estaba de alguna manera relacionado familiarmente con el linaje homónimo turolense, dueño así mismo de la casa aludida. Se trata ésta de una casa solariega, conocida como Casa Franco Pérez de Liria, en referencia a un linaje hidalgo, que tenía importantes intereses ganaderos en la sierra de Albarracín, uno de cuyos principales representantes fue Juan Franco Piqueras, señor de Pajarero, en la provincia de Guadalajara, y miembro destacado de la Mesta, que a finales del siglo XVII ordenó construir en la iglesia de la localidad la capilla de la Purísima Concepción. Cien años más tarde, el señorío de Pajarero se encontraba en manos de uno de sus descendientes, Jacobo Franco y Gregorio, quien además poseía en ese pueblo alcarreño algunas industrias, como un molino harinero, una fábrica de paños, y una fábrica de vidrio, ésta última en régimen de arriendo. Su hermano, José Franco y Gregorio, era así mismo arcediano de la catedral de Puebla de los Ángeles, en México, y miembro de la orden de Carlos III, y ambos eran hijos del anterior señor de Pajarero, Juan Antonio Franco y Pérez de Liria.

Una relación familiar que ya podemos constatar, a raíz de la aparición, entre los fondos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, de una escritura de venta de un monte cercano en favor de la herrería de Los Chorros, y de su propietario, Miguel Franco Generés, vecino, dice el documento, de Orihuela, en el partido de Santa María de Albarracín, la actual Orihuela del Tremedal; no sabemos si este Miguel Franco es el mismo que se menciona en el catastro de Ensenada, o algún hijo o heredero suyo, de igual nombre. Sin embargo, sí emos podido conocer, por otras referencias bibliográficas, las relación de parentesco existente entre este Miguel Franco y los Franco de Orihuela del Tremedal: Eduardo Duque y Pindado, en un estudio genealógico de la familia que fue publicado en la revista aragonesa Emblemata, accesible en la red, afirma que fue un tío suyo, llamado Ramón Franco y Generés, en realidad primo hermano de su padre, quien se encargó de justificar la nobleza del ya citado José Franco y Gregorio para poder acceder a la orden de Montesa[1]. Este Ramón Franco Generés era, sin duda, hermano del propietario de la herrería de Los Chorros.

La relación familiar entre ambas ramas del linaje, se constata también comparando ambos escudos, el de la casa de Orihuela y el de la fachada de la herrería. El primero se describe como un escudo partido disimétrico; el lado de la izquierda, más grande que el de la derecha, está a su vez partido en cuatro cuartos iguales por una cruz griega, con una flor de lis en cada uno de los cuartos; el de la derecha, más pequeño, está a su vez partido en dos mitades, con dos leones andantes dispuestos en palo en la parte superior, y dos espadas dispuestas en faja, con las puntas hacia el jefe del escudo; y todo ello coronado por un yelmo, en referencia al carácter de infanzones que tuvieron los miembros del linaje. El escudo conquense, también coronado por un yelmo, aunque en general es diferente, como corresponde al hecho de pertenecer a otra rama de la familia diferente, presenta algunos elementos iguales al de la casa familiar, especialmente en su mitad derecha, que presenta los mismos elementos característicos, aunque las cuatro flores de lis se hallan en disposición diferente, sin la cruz, y pareadas, dos arriba y dos abajo.


Volviendo al documento del archivo conquense, el monte al que se hace referencia en el mismo, estaba formado en realidad por diferentes parajes de la llamada Tierra de Cuenca, una parte importante de la serranía conquense que había sido cedida al ayuntamiento capitalino por el rey Alfonso VIII poco tiempo después de que éste conquistado la ciudad en 1177. El producto de la venta, por otra parte, debía ser utilizado para la fabricación el carbón que era necesario para alimentar la propia herrería. El documento está fechado el 2 de marzo de 1798, ante Pablo Román Ramírez, escribano de número de la ciudad de Cuenca, y la venta había sido otorgada por los ediles del ayuntamiento conquense, a cuya propiedad pertenecía el monte, o los montes, en cuestión. Transcribimos a continuación una parte del citado documento notarial[2]:

“En la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Cuenca, cabeza de su provincia y una de las de número de voto en Cortes de estos reinos de Castilla y León, a dos de marzo de mil setecientos noventa y ocho, estando en la sala capitular de ella, celebrando ayuntamiento los señores don Manuel Becerril y Valero, del Consejo de Su Majestad, ministro honorario de la Real Audiencia de Asturias, su corregidor, que lo presidió; don Juan Nicolás Álvarez de Toledo y Borja, conde de Cervera, don Francisco Antelo y Villoria, capitulares; don Francisco Javier López, diputado del común; y don Felipe Real, provisor síndico general, y personero de él, por sí y a nombre de los demás  vocales e individuos que al presente son y en adelante fueren, por quienes prestaron voz y caución de rato manente pacto[3] judicio sixti judicatum solvi[4], del que estarán y pasarán por el contenido de este instrumento, bajo la expresa obligación que hicieron de los propios, bienes y rentas de esta ciudad, dijeron:

Que por Real Orden de Su Majestad, comunicada a esta subdelegación de montes por el señor don Miguel de Mendinueta y Muzquiz, caballero del hábito de Santiago, del Consejo Real de Su Majestad y Supremo de Inquisición, juez conservador y privativo de los montes  de las veinticinco leguas en contorno de la Corte, que se hizo saber a esta ciudad en el Ayuntamiento celebrado en veinte y cuatro  de julio del año próximo anterior, se concedió real permiso a don Miguel Franco y Generés, vecino del lugar de Orihuela de Aragón, para cortar leñas por entresaca en los montes de esta ciudad, y hacer carbón para surtir la fábrica de herrería titulada de Los Chorros, que le pertenece en la jurisdicción de Huélamo, hasta en número de ciento veinte mil trescientos diez pinos, reconocidos por peritos útiles sólo para este efecto, dividiéndolos entres diez u once cuarteles por cada carga de leña, lo que se regulase valer y en que se ajustase, sobre la tasación que hicieron los peritos que reconocieron los montes para las diligencias previas a este real permiso, guardando en la corta las reglas de entresacar, según se contiene en dicho real permiso.

Y por consecuencia de él, habiendo comisionado la ciudad y junta de propios al caballero, diputado del común, don Juan Saiz Peñalver, y provisor síndico general de él, don Francisco de Amaya y Cerezo, para que, previos los informes y noticias conducentes, eligieran y nombraran un perito de integridad, práctico conocimiento y demás circunstancias, para que, junto con el que eligiese la subdelegación de montes y nombrase el comisionado de Marina, procediesen a hacer la división en cuarteles, y a preciar uno de ellos, conforme lo tratado en la junta, regulando los pinos que en él hubiesen de ser cortados, cargas de carbón de su rendimiento, precios de todas y cada una de ellas, graduando éste por distancia, estado y demás. Y con efecto, dichos comisionados hicieron nombramiento de perito en Juan de Mariana, vecino del lugar de Alcalá de la Vega, con el que se confirió la subdelegación, y habiendo pasado a ejecutar el citado reconocimiento, dio su declaración ante el señor corregidor.”

A continuación figura en el documento el permiso real aludido en la escritura, en los términos siguientes: “Conformándose el rey con el dictamen extendido por V.S. en cuatro de abril próximo pasado, sobre la instancia de don Miguel Franco y Generés, vecino de Orihuela de Aragón, en que pide real permiso para cortar leña por entresaca en varios sitios que indica de los montes de la ciudad de Cuenca, y hacer carbón de ella, con el fin de surtir en los sucesivo la fábrica de hacer hierro que posee en la jurisdicción de Huélamo, de la misma provincia de Cuenca, se ha dignado Su Majestad concedérsele para la corta y carboneo de ciento veinte mil trescientos diez pinos, reconocidos por peritos en los sitios de los referidos montes, que por menor se refieren en sus exposiciones, con tal que antes todas cosas se dividan los mencionados pinos en diez u once cuarteles, como propone la junta de propios y el corregidor subdelegado de montes de la ciudad de Cuenca, y apoya el comisionado principal de Marina, entendiéndose el real permiso por tantos años cuantos cuarteles se formen, y que antes de usar de éste, trate Generés con la junta de propios del ajuste de las cargas, sobre los precios a los que, según la situación de las leñas, las valuaran los peritos, y demás pactos que sean convenientes al asunto, y que su producto se ponga en el arca del caudal de los mismos propios, con la debida cuenta y razón, y con la misma se hagan cargo de él las que presenten en la intendencia, y observándose las reglas acostumbradas para la conservación de los montes, y evitar incendios con motivo de la fábrica de carbón...”

Es también interesante la declaración del perito encargado de valorar el producto, Juan de Mariana, referente a la demarcación de los diez cuarteles en los que debía dividirse la demarcación del monte al que se hacía referencia: “En la ciudad de Cuenca, a  veinte y seis de enero de mil setecientos noventa y ocho, ante el señor don Manuel Becerril y Valero, del Consejo de Su Majestad, ministro honorario de la Real Audiencia de Asturias, corregidor y justicia mayor, juez subdelegado de montes y plantíos de esta dicha ciudad y su partido, pareció Juan de Mariana, vecino del lugar de Alcalá de la Vega, jurisdicción de la villa de Moya, perito nombrado por esta Muy Noble y Leal ciudad, y con el que se conformó esta subdelegación para el reconocimiento, formación de cuarteles, y señalamiento de uno de ellos, según se expresará, del cual por ante mí, el escribano, recibió juramento, en forma que hizo como se requiere por Dios nuestro señor, y a una señal de Cruz, bajo del cual dijo:  que en puntual cumplimiento de cuanto se le manda por el anterior despacho, que ha tenido muy a la vista, ha pasado en compañía de Lorenzo Riquelme, delineador de Marina, nombrado al efecto por el caballero comisario principal  de este ramo, a los montes propios de dicha Muy Noble y Leal ciudad y sitios de su sierra, llamados el Molino de Juan Romero, con sus solanas, umbrías e inmediaciones; El Picuerzo, con umbría y solana, y Ardal Monteagudillo y Cabeza Gorda, con sus umbrías y solanas, en los collados de Valdecabras y la inmediación de Tierra Muerta, Barranco de la Soldada, que bajan de los collados a la rambla, con la Umbría de la Muela de Valdecabras y Garci Ligeros, en la Muela de la Madera, con todos sus barrancos y desanches de Las Majadas, Valsalobre, Muela de Pancrudo con Hosquillo, sus umbrías, solanas y barrancos, en cuyos sitios reconocidos, que fueron con el cuidado y escrupulosidad que se requiere, se formaron la división y separación que se dirá en número de diez cuarteles, de la forma siguiente.”

El documento establece de manera detallada, a continuación, el lugar exacto en el que se podían hacer las cortas correspondientes a cada cuartel. Por otra parte, y ya para iniciar la explotación del primero de los cuarteles, correspondiente a ese primer año, el citado perito certifica también que había dejado señalados con tres golpes de hacha al pie de cada uno, dieciséis mil ochocientos diez pinos, todos albares a excepción de unos pocos negrales, pero todos viejos, truncos, ramudos,  torcidos y centellados, y los más con sus cogollas secas, inútiles para madera y sólo a propósito para carbón, y podrán rendir el número de cuarenta mil y seiscientas cargas de esta especie.” A continuación, se valora también el producto, de acuerdo con la distancia entre este cuartel y la propia herrería de Los Chorros, “de tres leguas, antes más que menos, de mala tierra”, a razón de real y cuarto cada una de las mil doscientas cargas de carbón. Finalmente, se da razón también de que el representante de la Marina real, Lorenzo Riquelme, se había reservado en ese mismo cuartel un total de dos mil pinos, marcados con una X, para uso de la propia Real Armada.

No se trata en realidad, como se puede ver, de la venta de los montes propiamente dichos, que siguieron siendo propiedad del ayuntamiento conquense, sino del aprovechamiento maderero, sólo para su conversión en carbón, de una parte importante de sus pinos, pero, en realidad, la parte que, por sus condiciones, no tenía ya otro tipo de aprovechamiento. De esta forma, todos esos montes, todavía reconocibles sus nombres entre las personas que conocen bien la serranía conquense, extendidos por gran parte de la jurisdicción del ayuntamiento de la capital por el conjunto de la serranía, aún importante, fueron divididos así en los mencionados diez cuarteles. De esta forma, Miguel Franco podía utilizar cada año la madera procedente de un número concreto de los pinos existentes uno de los diez cuarteles relacionados, y convertir la madera en el carbón necesario para alimentar la herrería.

A continuación, el 26 de enero se hacía presente en la ciudad Ramón Martínez, mayordomo y apoderado del propio Miguel Franco, con el fin de contraer con su Ayuntamiento el consabido documento de compra, de acuerdo con la peritación que, ya hemos visto, había hecho antes Juan de Mariana. Se incorporaba a la escritura también el consabido poder, que había sido firmado por el propietario de la herrería, el 29 de abril de 1792, en la ciudad de Albarracín, y en favor del ya citado Ramón Martínez Castillo y de Juan Toribio, ambos vecinos de Orihuela. Vuelvo a citar literalmente esta parte de la escritura, pues da información interesante sobre la personalidad y la situación económica de quien otorgaba el poder: “Don Miguel Franco y Generés, vecino del lugar de Orihuela, del partido de la ciudad de Santa María de Albarracín, hermano del Honrado Concejo de la Mesta de Castilla, con mi cabaña de ganados lanares finos trashumantes.”

Más tarde, el 23 de febrero de 1798, el concejo de la capital conquense firmaba el consiguiente decreto de venta de la madera correspondiente a los montes que formaban parte del primer cuartel, venta que iba a tomar forma contractual con el traslado del acuerdo a la oficina de Pablo Román Ramírez, escribano de número de la ciudad, quien además era, en ese momento, el escribano mayor interino del propio Ayuntamiento conquense. Finalmente, cabe decir que el contrato constaba de nueve estipulaciones, cuyo detalle haría demasiado extenso este texto. Si queremos destacar que el precio de la venta de toda esa madera había sido tasado en doscientos veinticinco mil reales, que serían pagados en tres plazos anuales, de setenta y cinco mil reales cada uno.



[1] Duque y Pindado, Eduardo, “Un estudio genealógico revisado: los Franco y sus alianzas”, publicado en Emblemata, revista aragonesa de emblemática, num. 20-21 (2014-2015), pp. 509-534.

[2] Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Sección Notarial. P-1572.

[3] En el Derecho antiguo se permitió mediante pacto expreso («rato manente pacto»), que autoriza para exigir el principal y la pena conjuntamente y en el caso de pena pactada para el supuesto de retardo en el cumplimiento.

[4] En derecho romano, garantía que debía prestar el demandado para asegurar al actor el cumplimiento de la sentencia.

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