viernes, 16 de febrero de 2024

El canónigo Constantino del Castillo, maestre de la orden de la rama española de los caballeros teutónicos, y sus dos capillas en Cuenca y en Roma

 

En el centro de la girola que rodea el Altar Mayor de la catedral de Cuenca, entre la Capilla Honda y la entrada a la Sala Capitular, se encuentra una pequeña capilla que está bajo la advocación de Santa Elena, la que fuera madre del emperador romano Constantino, y que fue protagonista consciente del hallazgo de la Vera Cruz, la Cruz verdadera en la que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo. Su portada, de estilo plateresco, está realizada a modo de un hermoso retablo de piedra, enmarcado en dos columnas de estilo corintio, y en el que resaltan, en las dovelas del arco, las representaciones de la Fe y la Esperanza, bajo la figura de sendos ángeles. Corona la portada un friso corrido, en el que destaca el escudo heráldico del fundador de la capilla, el canónigo Constantino del Castillo, y por encima de todo, tres hornacinas, en las que figuran la santa titular de la capilla, Santa Elena, y su hijo, el emperador, que remarcan otro altorrelieve en el que está representada la escena de la Asunción de la Virgen y, en un plano todavía superior, San Pedro y San Pablo, con sus atributos más comunes. Cierra todo el conjunto una hermosa reja de Hernando de Arenas, que fue concluida el año 1572, en la que aparece, otra vez, el escudo familiar del linaje del fundador, y en la se mezclan figuras de animales, casi mitológicas, con adornos vegetales.

      En su interior, también es de enorme interés el retablo, de madera de nogal sin policromar, que fue realizado a mediados del siglo XVI, por el escultor francés Esteban Jamete, el mismo del famoso arco catedralicio que da acceso al claustro, al que da nombre,. Horizontalmente, está compuesto de dos cuerpos más predela, en la que se representa en su parte central, otra vez, el escudo de los Castillo, y una escena histórica: la victoria del emperador Constantino sobre Majencio en el puente Milvio, que significó la casi definitiva aceptación del Cristianismo por parte del gobierno romano. Verticalmente, consta de una calle central y dos calles laterales, separadas entre sí por columnas pareadas abalaustradas, de orden jónico en el primer cuerpo y corintio en el segundo, coronado todo ello por un ático en el que se representa, en su parte central, la Asunción de la Virgen, apoyada sobre cuatro angelillos, rodeada la escena por sendas hornacinas que dan cobijo a las imágenes de Santa Ana y la Sagrada Familia. Por su parte, en el cuerpo superior aparece, en su calle central, la propia Santa Elena, abrazada a la Cruz que ella misma pudo encontrar en unas excavaciones realizadas en el mismo lugar en el que Cristo fue crucificado, y el emperador Constantino, arrodillado al pie de esa misma Cruz. Y a los lados, en las calles laterales, la Anunciación, con el Ángel a la izquierda y la Virgen en la calle lateral de la derecha. Pero lo más curioso y significativo del retablo, es la escena que aparece en la calle central del primer cuerpo, entre los Apóstoles Pedro y Pablo, que ocupan las respectivas calles laterales: la representación de la Santa Cena, en la que los apóstoles se disponen en una mesa de forma circular, y en la que aparece representado, sobre una bandeja, un lechón, muerto y esperando a ser consumido por los intervinientes en el banquete sagrado. Una cruel burla, sin duda, del escultor orleanés, que sería encausado por el tribunal de la Inquisición, contra el sector eclesiástico.

Dicho esto, ¿quién era este Constantino del Castillo, fundador de la capilla de Santa Elena? Lo primero que debemos tener en cuenta, si queremos acercarnos a esta figura histórica, no demasiado bien conocida por los conquenses, es que pertenecía a una de las familias aristocráticas más importantes de la ciudad del Júcar, que dio a la Iglesia conquense varias dignidades de gran importancia, y a su Ayuntamiento diversos regidores, a lo largo de los siglos. Así, no hay que confundirlo con otro homónimo Constantino del Castillo, hermano suyo, que fundó en la calle de San Pedro el convento de las Concepcionistas Angélicas, donde hoy se encuentra el Instituto de Artes “Cruz Novillo”. Por otra parte, a mediados del siglo XV había sido nombrado regidor uno de los miembros de la familia que fue ascendido al cargo de regidor fue Alonso del Castillo, nombrado como tal en 1458, en sustitución de Sancho de Jaraba, y a finales de la misma centuria fueron nombrados regidores Diego del Castillo y Álvarez, primo de nuestro protagonista, y su hijo, Francisco del Castillo y Peralta. Volviendo a Constantino del Castillo, éste era hijo natural de Gregorio Álvarez Castillo, quien fuera chantre y canónigo de la catedral, según un árbol genealógico que se conserva en el archivo familiar del linaje conquense Chirino, y que fue publicado en su blog por Paloma Torrijos[1]-, era el deán Constantino Castillo.

No se sabe la fecha de nacimiento del canónigo Constantino del Castillo, pero debió ser a finales del siglo XV, o en los primeros años de la centuria siguiente. Desde muy joven destacó en los estudios eclesiásticos, lo cual, unido a la influencia que su familia tenía en la sociedad conquense, le llevó a alcanzar, desde muy pronto, importantes cargos en la diócesis, y fuera de ella, como los de arcediano de Játiva, en la diócesis de Valencia, y deán del cabildo conquense. También, por herencia de su abuelo, otro Diego del Castillo, fue nombrado comendador de la Mota de Toro, de la rama hispánica de la orden Teutónica de caballería. Este hecho resultaría de vital importancia para el desarrollo posterior de la orden en nuestro país, toda vez que poco tiempo más tarde, en 1521, fue cuando el reformador agustino Martín Lutero firmaría sus famosas tesis, provocando con ello un nuevo y definitivo cisma en la religión cristiana, y también en la propia orden teutónica, al sumarse el conjunto de la misma al luteranismo, pero permaneciendo la rama española, en parte por la apuesta personal de nuestro protagonista, dentro de la obediencia de Roma.

A este respecto, la citada Paloma Torrijos ha escrito lo siguiente: “Murió Diego del Castillo en 1514, y en la Encomienda le sucedió su nieto Constantino del Castillo, el cual recuperó muchas de las propiedades que su tío había vendido o permutado, celoso entusiasta de la Encomienda que tenía confiada visitó Roma y el Papa León X le agradeció con los cargos y honores de Conde Lateranense, noble del Sacro Palacio Apostólico, notario, familiar y escudero, pero envanecido con ellos, contribuyó a la decadencia de esta Encomienda; en 1523 le visitaron embajadores enviados por el Gran Maestre informando a éstos que por la mucha distancia de Prusia en donde residía el gran Maestre, no podía defender la Encomienda, cuyos bienes sufrían quebrantos, determinando a su juicio la conveniencia de ponerla bajo la protección de la Santa Sede mediante la creación de siete capellanes perpetuos presididos por el Capellán Mayor y auxiliados por dos sacristanes, retribuyendo la dotación con una cantidad anual que no excedería de 120 ducados de oro de Zamora, solución que aprobó el Papa Paulo IV a finales de 1565; Constantino del Castillo, último Comendador, continuó conservando esta denominación hasta su fallecimiento unos diez años más tarde.”

Y a continuación, sigue la misma autora: “En las Españas, el comendador Constantino del Castillo viendo los acontecimientos acaecidos y la conversión del Gran Maestre de la orden al luteranismo, se alejó de él y visitó a Su Santidad el Papa León X en Roma ofreciéndole su lealtad y la ratificación de su catolicidad romana y la de sus caballeros teutónicos de esta Provincia. El santo padre expide dos bulas, la primera de 1 de abril de 1516, en la que instituye como jueces conservadores de la orden en estos reinos a todos los arzobispos, obispos, abades constituidos en dignidad y a todos los canónigos de las iglesias metropolitanas y catedrales para que requeridos todos o cualquiera de ellos por el Comendador acepten su jurisdicción. Con la segunda, de 1 de noviembre de 1518, agradece la lealtad del comendador y le nombra Conde Lateranense y Noble del Sacro Palacio Lateranense. El comendador, Constantino del Castillo, redactó en una escritura de dieciséis páginas las Ordenanzas y Constituciones de la Provincia Teutónica de las Españas, que entraron en vigor en 1560, y fue Comendador hasta su muerte en 1575”.

Constantino del Castillo permanecería en Roma hasta su fallecimiento, acaecido, tal y como se ha dicho, en 1575. Antes de ello, en 1551, siendo refrendario pontificio y gobernador de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma en ese año, adquirió una capilla en dicho templo, junto a la Piazza Navona, que actualmente se encuentra bajo la advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que fue dedicada a la Asunción de la Virgen. Dos años más tarde, el eclesiástico conquense encomendó a Gaspar Becerra la decoración de dicha capilla, de acuerdo a las características siguientes, tal y como ha sido descrita por Gonzalo Redín Michus en la revista Archivo Español de Arte, en base a un documento que se conserva en el Archivio Storico Capitalino[2]:

El  andaluz  debía  hacer  un  cuadro  para  el  altar  pintado  al  óleo  sobre  tabla  representando  la Asunción de la Virgen  acompañada  por  los  doce  apóstoles;  el  marco  de  la  pintura  se  haría  de  estuco,  dorado y entallado. Encima  de este cuadro, en la luneta,  debía  ser pintada  al fresco,  dentro  de un círculo (con  el marco  también  estucado  y dorado),  la Santísima Trinidad coronando  a la  Virgen,  todo  siguiendo  un  dibujo  del  maestro  que  mostraba  también  el  arco  con  las  pilastras,  que,  como  la  cornisa  de travertino,  serían  doradas  y entalladas.  En  las  enjutas  de  dicho  arco,  encima  del  arquitrabe, pintados  al fresco,  San  Gabriel  y la Virgen representarían  la Anunciación, acompañada  del  Espíritu  Santo,  y  entre  ambos  se  dispondrían  las  armas  en  estuco  de  Constantino  del  Castillo  con  su epitafio.  Sobre  el arco  se dispondría  otro cuadro, que representaría  el descenso de  Cristo al limbo, pintado  también  al  fresco,  sobre  el  que  debían  colocarse  tres  estatuas  de  estuco.  En  el paño  de  la bóveda  inmediato  al  altar  se pintaría,  siempre  al  fresco,  la historia  de  la invención de  la  Vera Cruz en  el  momento  en  el  que  Santa  Elena  la  muestra  a  Constantino  emperador,  y  en  el  contrario  Constantino  del  Castillo,  acompañado  de  algunas  doncellas  a las que había dotado para casarse.”

      Una descripción anónima de la capilla, fechada en 1628 y conservada en el mismo archivo, permite darnos cuenta de hasta qué punto se respeto el contrato oficial, y qué es lo que realmente se llevó a la práctica. Y de la comparación con su capilla conquense, también podemos comprobar cuáles serán las principales devociones de nuestro protagonista, que algunas veces se repiten en una y en otra fundación. Por otra parte, esta capilla romana de la iglesia de Santiago, que fuera refugio sagrado de los castellanos que se encontraban en la ciudad eterna, no tuvo la misma suerte histórica que la conquense, pues su situación en el templo, la primera del lado de la Epístola, obligó primero, en 1878 a una importante alteración de la misma, lo que supuso la destrucción parcial de los elementos decorativos, y más tarde, hacia 1940, la destrucción total del conjunto, al ser abatida la fachada y el primer tramo del templo, en el marco de la transformación urbana que supuso la sustitución de la vieja vía de la Sapienzia por el actual Corso Rinascimento.

En principio, algunas de sus pinturas si pudieron salvarse, al ser traspasadas al lienzo. Son las tituladas “Invención de la Cruz por Santa Elena” y “Descenso de Cristo al limbo”. Sin embargo, mientras el segundo se sabe que permanece en una de las dependencias del Castillo de Sant’Angelo, aunque en unas condiciones pésimas de conservación, del primero no se conoce su actual paradero.

Aunque el hecho no es muy conocido por la mayoría de la población, la rama hispánica de la orden teutónica sigue existiendo todavía, y su actividad puede seguirse a través de su propia página web[3]. Una de las actividades que la orden celebra anualmente es la peregrinación de sus miembros a la capilla conquense de Santa Elena, cada 19 de noviembre, fecha en la que se conmemora la fundación de la orden, en Jerusalén, por un conjunto de caballeros alemanes, como una más de las diferentes órdenes de monjes guerreros que protegían la salud y la seguridad de aquellos que acudían en peregrinación a Tierra Santa.



[1] https://palomatorrijos.blogspot.com/2020/06/constantino-del-castillo-comendador-de.html.

[2] https://xn--archivoespaoldearte-53b.revistas.csic.es/index.php/aea/article/view/344/342.

[3] https://prioratoteutonico.es/


Grupo de caballeros teutónicos, en su rama española, que peregrinaron el pasado día 19 de noviembre 
de 2023 a la capilla de Santa Elena de la catedral de Cuenca. En las dos fotografías superiores,
altar de la capilla de Santa Elena, de la catedral de Cuenca, y "Descenso de Cristo al Limbo",
antigua capilla de la Asunción de la iglesia de Santiago de los Españoles, en Roma. 

Etiquetas