En el centro de la girola que rodea el Altar Mayor de la catedral de Cuenca, entre la Capilla Honda y la entrada a la Sala Capitular, se encuentra una pequeña capilla que está bajo la advocación de Santa Elena, la que fuera madre del emperador romano Constantino, y que fue protagonista consciente del hallazgo de la Vera Cruz, la Cruz verdadera en la que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo. Su portada, de estilo plateresco, está realizada a modo de un hermoso retablo de piedra, enmarcado en dos columnas de estilo corintio, y en el que resaltan, en las dovelas del arco, las representaciones de la Fe y la Esperanza, bajo la figura de sendos ángeles. Corona la portada un friso corrido, en el que destaca el escudo heráldico del fundador de la capilla, el canónigo Constantino del Castillo, y por encima de todo, tres hornacinas, en las que figuran la santa titular de la capilla, Santa Elena, y su hijo, el emperador, que remarcan otro altorrelieve en el que está representada la escena de la Asunción de la Virgen y, en un plano todavía superior, San Pedro y San Pablo, con sus atributos más comunes. Cierra todo el conjunto una hermosa reja de Hernando de Arenas, que fue concluida el año 1572, en la que aparece, otra vez, el escudo familiar del linaje del fundador, y en la se mezclan figuras de animales, casi mitológicas, con adornos vegetales.
En su interior, también es de enorme interés el retablo, de madera de nogal sin policromar, que fue realizado a mediados del siglo XVI, por el escultor francés Esteban Jamete, el mismo del famoso arco catedralicio que da acceso al claustro, al que da nombre,. Horizontalmente, está compuesto de dos cuerpos más predela, en la que se representa en su parte central, otra vez, el escudo de los Castillo, y una escena histórica: la victoria del emperador Constantino sobre Majencio en el puente Milvio, que significó la casi definitiva aceptación del Cristianismo por parte del gobierno romano. Verticalmente, consta de una calle central y dos calles laterales, separadas entre sí por columnas pareadas abalaustradas, de orden jónico en el primer cuerpo y corintio en el segundo, coronado todo ello por un ático en el que se representa, en su parte central, la Asunción de la Virgen, apoyada sobre cuatro angelillos, rodeada la escena por sendas hornacinas que dan cobijo a las imágenes de Santa Ana y la Sagrada Familia. Por su parte, en el cuerpo superior aparece, en su calle central, la propia Santa Elena, abrazada a la Cruz que ella misma pudo encontrar en unas excavaciones realizadas en el mismo lugar en el que Cristo fue crucificado, y el emperador Constantino, arrodillado al pie de esa misma Cruz. Y a los lados, en las calles laterales, la Anunciación, con el Ángel a la izquierda y la Virgen en la calle lateral de la derecha. Pero lo más curioso y significativo del retablo, es la escena que aparece en la calle central del primer cuerpo, entre los Apóstoles Pedro y Pablo, que ocupan las respectivas calles laterales: la representación de la Santa Cena, en la que los apóstoles se disponen en una mesa de forma circular, y en la que aparece representado, sobre una bandeja, un lechón, muerto y esperando a ser consumido por los intervinientes en el banquete sagrado. Una cruel burla, sin duda, del escultor orleanés, que sería encausado por el tribunal de la Inquisición, contra el sector eclesiástico.Dicho
esto, ¿quién era este Constantino del Castillo, fundador de la capilla de Santa
Elena? Lo primero que debemos tener en cuenta, si queremos acercarnos a esta
figura histórica, no demasiado bien conocida por los conquenses, es que
pertenecía a una de las familias aristocráticas más importantes de la ciudad
del Júcar, que dio a la Iglesia conquense varias dignidades de gran
importancia, y a su Ayuntamiento diversos regidores, a lo largo de los siglos. Así,
no hay que confundirlo con otro homónimo Constantino del Castillo, hermano suyo,
que fundó en la calle de San Pedro el convento de las Concepcionistas
Angélicas, donde hoy se encuentra el Instituto de Artes “Cruz Novillo”. Por
otra parte, a mediados del siglo XV había sido nombrado regidor uno de los
miembros de la familia que fue ascendido al cargo de regidor fue Alonso del
Castillo, nombrado como tal en 1458, en sustitución de Sancho de Jaraba, y a
finales de la misma centuria fueron nombrados regidores Diego del Castillo y Álvarez,
primo de nuestro protagonista, y su hijo, Francisco del Castillo y Peralta. Volviendo
a Constantino del Castillo, éste era hijo natural de Gregorio Álvarez Castillo,
quien fuera chantre y canónigo de la catedral, según un árbol genealógico que
se conserva en el archivo familiar del linaje conquense Chirino, y que fue
publicado en su blog por Paloma Torrijos[1]-,
era el deán Constantino Castillo.
No se sabe la fecha de nacimiento del canónigo Constantino del Castillo, pero debió ser a finales del siglo XV, o en los primeros años de la centuria siguiente. Desde muy joven destacó en los estudios eclesiásticos, lo cual, unido a la influencia que su familia tenía en la sociedad conquense, le llevó a alcanzar, desde muy pronto, importantes cargos en la diócesis, y fuera de ella, como los de arcediano de Játiva, en la diócesis de Valencia, y deán del cabildo conquense. También, por herencia de su abuelo, otro Diego del Castillo, fue nombrado comendador de la Mota de Toro, de la rama hispánica de la orden Teutónica de caballería. Este hecho resultaría de vital importancia para el desarrollo posterior de la orden en nuestro país, toda vez que poco tiempo más tarde, en 1521, fue cuando el reformador agustino Martín Lutero firmaría sus famosas tesis, provocando con ello un nuevo y definitivo cisma en la religión cristiana, y también en la propia orden teutónica, al sumarse el conjunto de la misma al luteranismo, pero permaneciendo la rama española, en parte por la apuesta personal de nuestro protagonista, dentro de la obediencia de Roma.
A
este respecto, la citada Paloma Torrijos ha escrito lo siguiente: “Murió Diego
del Castillo en 1514, y en la Encomienda le sucedió su nieto Constantino del
Castillo, el cual recuperó muchas de las propiedades que su tío había vendido o
permutado, celoso entusiasta de la Encomienda que tenía confiada visitó Roma y
el Papa León X le agradeció con los cargos y honores de Conde Lateranense,
noble del Sacro Palacio Apostólico, notario, familiar y escudero, pero
envanecido con ellos, contribuyó a la decadencia de esta Encomienda; en 1523 le
visitaron embajadores enviados por el Gran Maestre informando a éstos que por
la mucha distancia de Prusia en donde residía el gran Maestre, no podía
defender la Encomienda, cuyos bienes sufrían quebrantos, determinando a su
juicio la conveniencia de ponerla bajo la protección de la Santa Sede mediante
la creación de siete capellanes perpetuos presididos por el Capellán Mayor y
auxiliados por dos sacristanes, retribuyendo la dotación con una cantidad anual
que no excedería de 120 ducados de oro de Zamora, solución que aprobó el Papa
Paulo IV a finales de 1565; Constantino del Castillo, último Comendador,
continuó conservando esta denominación hasta su fallecimiento unos diez años
más tarde.”
Y a
continuación, sigue la misma autora: “En las Españas, el comendador Constantino
del Castillo viendo los acontecimientos acaecidos y la conversión del Gran
Maestre de la orden al luteranismo, se alejó de él y visitó a Su Santidad el
Papa León X en Roma ofreciéndole su lealtad y la ratificación de su catolicidad
romana y la de sus caballeros teutónicos de esta Provincia. El santo padre
expide dos bulas, la primera de 1 de abril de 1516, en la que instituye como
jueces conservadores de la orden en estos reinos a todos los arzobispos, obispos,
abades constituidos en dignidad y a todos los canónigos de las iglesias metropolitanas
y catedrales para que requeridos todos o cualquiera de ellos por el Comendador
acepten su jurisdicción. Con la segunda, de 1 de noviembre de 1518, agradece la
lealtad del comendador y le nombra Conde Lateranense y Noble del Sacro Palacio
Lateranense. El comendador, Constantino del Castillo, redactó en una escritura
de dieciséis páginas las Ordenanzas y Constituciones de la Provincia Teutónica
de las Españas, que entraron en vigor en 1560, y fue Comendador hasta su muerte
en 1575”.
Constantino
del Castillo permanecería en Roma hasta su fallecimiento, acaecido, tal y como
se ha dicho, en 1575. Antes de ello, en 1551, siendo refrendario pontificio y
gobernador de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma en ese año,
adquirió una capilla en dicho templo, junto a la Piazza Navona, que actualmente
se encuentra bajo la advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que fue
dedicada a la Asunción de la Virgen. Dos años más tarde, el eclesiástico
conquense encomendó a Gaspar Becerra la decoración de dicha capilla, de acuerdo
a las características siguientes, tal y como ha sido descrita por Gonzalo Redín
Michus en la revista Archivo Español de Arte, en base a un documento que se
conserva en el Archivio Storico Capitalino[2]:
“El andaluz debía hacer un cuadro para el altar pintado al óleo sobre tabla representando la Asunción de la Virgen acompañada por los doce apóstoles; el marco de la pintura se haría de estuco, dorado y entallado. Encima de este cuadro, en la luneta, debía ser pintada al fresco, dentro de un círculo (con el marco también estucado y dorado), la Santísima Trinidad coronando a la Virgen, todo siguiendo un dibujo del maestro que mostraba también el arco con las pilastras, que, como la cornisa de travertino, serían doradas y entalladas. En las enjutas de dicho arco, encima del arquitrabe, pintados al fresco, San Gabriel y la Virgen representarían la Anunciación, acompañada del Espíritu Santo, y entre ambos se dispondrían las armas en estuco de Constantino del Castillo con su epitafio. Sobre el arco se dispondría otro cuadro, que representaría el descenso de Cristo al limbo, pintado también al fresco, sobre el que debían colocarse tres estatuas de estuco. En el paño de la bóveda inmediato al altar se pintaría, siempre al fresco, la historia de la invención de la Vera Cruz en el momento en el que Santa Elena la muestra a Constantino emperador, y en el contrario Constantino del Castillo, acompañado de algunas doncellas a las que había dotado para casarse.”
Una descripción anónima
de la capilla, fechada en 1628 y conservada en el mismo archivo, permite darnos
cuenta de hasta qué punto se respeto el contrato oficial, y qué es lo que
realmente se llevó a la práctica. Y de la comparación con su capilla conquense,
también podemos comprobar cuáles serán las principales devociones de nuestro
protagonista, que algunas veces se repiten en una y en otra fundación. Por otra
parte, esta capilla romana de la iglesia de Santiago, que fuera refugio sagrado
de los castellanos que se encontraban en la ciudad eterna, no tuvo la misma
suerte histórica que la conquense, pues su situación en el templo, la primera
del lado de la Epístola, obligó primero, en 1878 a una importante alteración de
la misma, lo que supuso la destrucción parcial de los elementos decorativos, y
más tarde, hacia 1940, la destrucción total del conjunto, al ser abatida la
fachada y el primer tramo del templo, en el marco de la transformación urbana
que supuso la sustitución de la vieja vía de la Sapienzia por el actual Corso
Rinascimento.
En principio, algunas de
sus pinturas si pudieron salvarse, al ser traspasadas al lienzo. Son las
tituladas “Invención de la Cruz por Santa Elena” y “Descenso de Cristo al
limbo”. Sin embargo, mientras el segundo se sabe que permanece en una de las
dependencias del Castillo de Sant’Angelo, aunque en unas condiciones pésimas de
conservación, del primero no se conoce su actual paradero.
Aunque el hecho no es
muy conocido por la mayoría de la población, la rama hispánica de la orden
teutónica sigue existiendo todavía, y su actividad puede seguirse a través de
su propia página web[3].
Una de las actividades que la orden celebra anualmente es la peregrinación de
sus miembros a la capilla conquense de Santa Elena, cada 19 de noviembre, fecha
en la que se conmemora la fundación de la orden, en Jerusalén, por un conjunto
de caballeros alemanes, como una más de las diferentes órdenes de monjes
guerreros que protegían la salud y la seguridad de aquellos que acudían en
peregrinación a Tierra Santa.
[1] https://palomatorrijos.blogspot.com/2020/06/constantino-del-castillo-comendador-de.html.
[2] https://xn--archivoespaoldearte-53b.revistas.csic.es/index.php/aea/article/view/344/342.
[3] https://prioratoteutonico.es/