Un
viaje por la provincia donde se funden Roma y Castilla, la épica y la poesía
Soria es una tierra discreta, pero no silenciosa. En
sus campos se oye aún el eco de voces celtíberas, de proclamas romanas, de
rezos medievales y de versos modernos. Es provincia de castillos y de obispos,
de templarios y de poetas. Es, en definitiva, la gran desconocida de todas las
provincias que conforman la actual comunidad autónoma de Castilla-León. Un
territorio que invita al viajero atento a recorrerlo sin prisa, sintiendo que
el tiempo, aquí, avanza de otro modo. Emprendamos, pues, este viaje por la historia
y la literatura que forjaron el alma de Soria.
Iniciamos nuestra ruta en Medinaceli, donde la meseta parece inclinarse suavemente hacia el valle del Jalón. Antigua ciudad celtíbera, el oppidum de Ocile, en territorio de los belos, su nombre resuena con ecos árabes y cristianos. Aquí levantaron los romanos en el siglo I un arco triunfal único en España, de tres arcos, y, siglos después, los musulmanes una alcazaba. Lugar de paso en el camino de destierro del Cid, en Medinaceli se refugiaron su esposa, doña Jimena, y sus dos hijas, doña Elvira y doña Sol, cuando iban a Valencia, escoltadas por Álvar Fáñez y por ciento sesenta y cinco de sus más fieles caballeros, para encontrarse allí con don Rodrigo, que había logrado conquistar la ciudad levantina, y allí volvieron a refugiarse, después de la legendaria afrenta de Corpes. Más allá de la leyenda, aunque el poema la presenta como plaza castellana, en realidad no fue conquistada por Alfonso VI hasta 1104, cinco años después de la muerte del Cid. Medinaceli se convirtió definitivamente en un importante bastión cristiano y, con el tiempo, en cabeza del ducado de Medinaceli, uno de los títulos nobiliarios más poderosos de la monarquía hispánica. Su palacio ducal, obra del arquitecto conquense Juan Gómez de Mora, y su colegiata, conservan la dignidad de la villa, mientras que su plaza mayor porticada sigue siendo un remanso de belleza castellana.
A orillas del río Ucero se alza la noble ciudad de Burgo
de Osma, sede episcopal desde que San Pedro de Osma, primer obispo de la
nueva diócesis, trasladó hasta aquí el foco espiritual de la antigua Oxama
celtíbera. Precisamente por ser ciudad del obispo, Burgo de Osma no tuvo
señores feudales: el único señor era el propio prelado. Este singular hecho
garantizó su estabilidad y desarrollo. Su catedral, de piedra clara y gótica
majestad, levantada sobre la antigua catedral románica, guarda los restos del
obispo Pedro. La Universidad de Santa Catalina, fundada en el siglo XVI, y su hospital,
de estilo renacentista, dan cuenta de la vocación educativa y caritativa de la
ciudad, y sobre todo la de su fundador, el obispo Pedro Álvarez de Acosta; Por
todas partes, tanto en la fachada como en el patio, el escudo del prelado, con
la rueda de cuchillas de la santa, de la que la familia era devota, y las cinco
costillas que aluden a su linaje, de origen portugués, timbrado con el capelo y
las seis borlas que hacen referencia a su alcurnia. Caminar por su Calle Mayor
y por su homónima plaza, bajo soportales de aire cervantino, es entrar en un espacio
suspendido en el tiempo.
Frente a Burgo de Osma, al otro lado del río Ucero, en el llano, la localidad de Osma, y en lo alto del cerro de Castro, los restos de Uxama Argaela, un importante oppidum celtíbero de los arévacos, que, como Numancia, participó también en las Guerras Celtibéricas, y más tarde se romanizó, convirtiéndose en una ciudad clave en la vía que comunicaba Caesaraugusta (Zaragoza) con Asturica Augusta Astorga (Astorga, León) . El yacimiento conserva restos de sus murallas, una terraza porticada, que probablemente formaba parte del foro, rodeada de tiendas - tabernae-, y con un importante templo con columnas en su parte superior. También han salido a la luz algunas viviendas, como la Casa de los Plintos, un auténtico palacio, organizado en torno a dos patios rodeados de habitaciones, una cisterna, y un acueducto que abastecía a la ciudad. También, una atalaya de época islámica, construida durante la Reconquista, que ofrece unas vistas espectaculares de ambas ciudades. En época visigoda, la ciudad de Uxama fue sede episcopal, tal y como demuestran las actas de algún concilio toledano.
Soria capital es una ciudad tranquila y austera, cuya
esencia se descubre al recorrerla despacio. En su Instituto General y Técnico
enseñó Antonio Machado, del que recibe su nombre en la actualidad. El poeta
frecuentaba el Círculo Amistad Numancia, donde compartía tertulias con la élite
cultural de la ciudad; algunos años más tarde, también la frecuentaría otro
poeta, Gerardo Diego, quien también fue profesor en ese mismo instituto. En la
pequeña ciudad castellana, Machado conoció a Leonor Izquierdo, con la que se
casó en la iglesia de Santa María la Mayor, una pequeña iglesia de austero
románico que se asoma a la Plaza Mayor, frente a su ayuntamiento porticado, que
ocupa el palacio en donde se reunían los llamados Doce Linajes, una antigua
casa que parece estar salida de una leyenda artúrica; no en vano, como los Doce
Linajes, los caballeros de la Tabla Redonda también eran doce, y en el siglo
XVI, el escribano Alonso Ramírez comparó explícitamente los Doce Linajes con
los Doce Pares de Francia y la Tabla Redonda de Inglaterra, sugiriendo una
inspiración directa entre la histórica casa y las leyendas artúricas. En
realidad, los llamados Doce Linajes de
Soria eran una institución nobiliaria que agrupaba a doce familias hidalgas que
tenían privilegios especiales, también bajo un principio de igualdad entre
ellas.
Al norte de la ciudad de Soria nos aguarda el cerro de La
Muela de Garray, donde se libró una de las gestas más recordadas de la
antigüedad hispánica: la resistencia numantina frente a Roma. Numancia, capital
de la tribu de los arévacos, resistió durante décadas el avance del imperio
romano, hasta que, finalmente en el año 133 a.C., el general Escipión Emiliano
la cercó con un impresionante sistema de fortificaciones, con el fin de
derrotarles por el hambre. Antes de él lo habían intentado ya otros generales
romanos. Quinto Fulvio Nobilior sufrió una gran derrota frente a los numantinos,
a pesar de que había incorporado a su ejército tropas númidas, que estaban
apoyadas por una decena de elefantes, animales que nunca antes se habían visto
en aquellas latitudes. Después de él, también sufrieron sendas derrotas Marco
Claudio Marcelo y Quinto Pompeyo, y Cayo Hostilio Mancino firmó un tratado con
los numantinos que el Senado romano nunca aprobó; por el contrario, entregó a
su general a los propios numantinos, atado y vestido con una simple túnica en
pleno invierno, dejándolo frente a las murallas de la ciudad. Poco tiempo antes
de llegar a Numancia, Publio Cornelio Escipión Emiliano había terminado de
derrotar a Cartago en la Tercera Guerra Púnica, por lo que había recibido el
sobrenombre de Africano “el Menor” para diferenciarlo de su abuelo, el vencedor
de Aníbal medio siglo antes. Los habitantes, antes que rendirse, eligieron la
muerte y el incendio. Esta tragedia épica inspiró a Cervantes, a los
historiadores románticos y a los ideólogos del regeneracionismo español como
ejemplo de dignidad frente a la opresión, más allá de que, detrás de la
tragedia colectiva de Numancia, haya en realidad más leyenda que historia.
Volviendo a la ciudad de Soria, y siguiendo el curso del
Duero, llegamos a Gormaz, cuya fortaleza califal domina el horizonte castellano.
Fue erigida en el siglo X por orden del califa Hixem II, sobre un castillo
anterior de origen visigodo. Se dice que es la fortaleza califal más extensa de
Europa, y su silueta, poderosa y solemne justifica esta afirmación. En la Ruta
del Cid, Gormaz ocupa también un lugar destacado, pues fue una de las
posiciones que Rodrigo Díaz asedió durante su paso por la frontera entre
Castilla y Al-Ándalus. El héroe castellano llegó a ser alcaide de Gormaz, lo
que significa que tuvo la custodia militar de la fortaleza. En 1081, un ataque
musulmán a la población de Gormaz provocó una represalia del Cid contra los
territorios de la taifa de Toledo, que en aquel momento estaba gobernada por la
familia de los Dil Nun, de origen conquense, y a la que hemos dedicado ya
alguna entrada en este blog (ver “Desde el Pacto de Cuenca hasta la batalla de
Uclés. Una parte de nuestra historia medieval “, 15 de marzo de 2021; y “Mito y
realidad de la princesa Zayda”, 9 de marzo de 2023). Aliados los reyes de
Toledo del monarca castellano, Alfonso VI, y realizada la acción, sin tener
antes permiso del monarca, este hecho fue una de las causas que motivaron su
primer destierro, marcando un punto clave en la biografía del héroe. Desde los
elevador muros de Gormaz se contempla un mar de campos castellanos que no ha
cambiado en siglos.
Muy cerca de Gormaz se halla San Esteban de Gormaz, cuna de
un románico tempranero y creativo. Hasta este luego, el todavía joven Alfonso
VIII sería trasladado secretamente, desde Atienza, para protegerlo de las intrigas
nobiliarias entre los Castro y los Lara, y en 1187, el rey celebró aquí una
Curia Regia, que incluyó por primera vez representantes de los concejos, y que
ha sido considerada por algunos estudiosos, como las primeras Cortes de
Castilla y de Europa. La iglesia de San Miguel, con su galería porticada y el
célebre canecillo del maestro Juliano, que nos da la fecha de finalización de
su construcción -IVLIANUS MAGISTER FECIT ERA MCXVIIII; “me hizo el maestro
Juliano en la era 1119", correspondiente al año 1081del año actual- es un ejemplo magnífico de ese estilo aún en
fase de ensayo. En cambio, la iglesia de Nuestra Señora del Rivero muestra ya
un románico más maduro, solemne y equilibrado. La tradición local sitúa aquí la
leyenda, según la cual, Fernán Antolínez, un caballero cristiano que, por
devoción, decidió asistir a tres misas en esta iglesia antes de unirse a la
batalla del Vado de Cascajar, en el río Duero. Mientras rezaba, un ángel
enviado por la Virgen María tomó su forma, montó su caballo, y luchó en su
lugar, logrando la victoria frente a los. Cuando Fernán salió del templo,
encontró sus armas melladas y su caballo herido, prueba de, de alguna forma,
había participado en el milagroso combate. Entonces,el conde García Fernández
lo recibió con honores, y desde aquel momento, el antiguo caballero adoptó el
nombre de Vivas Pascual, en memoria del día de Pascua en que ocurrió el
prodigio. Alfonso X recogió el milagro en las Cantigas de Santa María,
concretamente en la Cantiga LXIII.
Soria es tierra de castillos. Uno de los más conocidos por
su historia, y de los más descuidados por su conservación, es el castillo de Catalañazor.
Ubicado en la provincia de Soria, es una fortaleza medieval que se alza sobre
un risco dominando el llamado “valle de la Sangre”, escenario legendario de la
derrota del caudillo andalusí Almanzor en el año 1002. Su nombre proviene del
árabe Qalat al-Nusur, que significa “castillo de los buitres”. Construido en el
siglo XII y reformado en el XIV, fue residencia del linaje de los Padilla, y
más tarde de los duques de Medinaceli. Aunque hoy está en ruinas, conserva
parte de su torre del homenaje, así como algunos restos de murallas, que evocan
su antiguo esplendor como bastión fronterizo entre los reinos cristianos y
musulmanes.
Junto al castillo, desde el mirador de La Galiana se
divisa el Cañón del Río Lobos, la espectacular garganta del río, uno de los
parajes naturales más hermosos de Castilla, más de diez mil hectáreas de
paisaje kárstico, que ha sido moldeado por el río Lobos, entre las provincias
de Soria y de Burgos. Sus imponentes paredes calizas, cuevas, pozas con
nenúfares, y una rica biodiversidad, tanto de animales vertebrados, como los
majestuosos buitres leonados que surcan el cielo, como de invertebrados, lo
convierten en un destino ideal para senderistas, fotógrafos, y amantes de la
naturaleza en general. En su interior, la ermita de San Bartolomé, de origen también
templario, se erige como un eje místico y simbólico: su ubicación exacta señala
el centro geográfico de la antigua Hispania, según la tradición. Rodeada de
leyendas templarias, destaca por su rosetón, en forma de estrella de cinco puntas, y sus
enigmáticos canecillos tallados. Se cree que formó parte de un antiguo cenobio,
aunque de él hoy solo queda la capilla. Y detrás de la ermita, la Cueva Grande
conserva vestigios de ocupación prehistórica, y también de cultos paganos.
Junto al paisaje histórico de Soria, destaca también su
paisaje literario. Antonio Machado inmortalizó la ciudad y su entorno, entre
San Polo y San Saturio, en su libro más conocido, “ Campos de Castilla”; en él,
el alma del paisaje y la memoria colectiva castellana confluyen: “Allá, en las
tierras altas, / por donde traza el Duero / su curva de ballesta / en torno a
Soria, / entre plomizos cerros / y manchas de raídos encinares, / mi corazón
está vagando, en sueños.” Gustavo Adolfo
Bécquer, en su “Rayo de Luna” o en “El monte de las ánimas”, también evoca
parajes sorianos como escenarios de misterio y pasión. Gerardo Diego, en sus
versos dedicados a San Saturio, ofrece otra mirada lírica y mística sobre el
Duero soriano. Pocas provincias han suscitado tal caudal de literatura intensa,
sentida y hondamente vinculada al terreno. Al norte de la provincia, la Laguna
Negra se oculta entre pinares y riscos calizos. Oscura, profunda, de aguas
inmóviles, inspiró a Machado uno de sus relatos, “La tierra de Alvargonzález”,
reconvertido después en romance e incorporado a su “campos de Castilla”. En la
leyenda, los celos y la codicia de los hijos acaban con el padre, cuyo cuerpo
es arrojado a la laguna. Es un lugar de silencios densos, que parece contener
todos los secretos de la naturaleza castellana. Muy cerca, los Picos de Urbión
elevan la mirada hacia el nacimiento del Duero.
Este itinerario ofrece solo un destello del vasto patrimonio
soriano. Restan joyas de la historia y de la historia del arte, como la iglesia
mozárabe de San Baudelio de Berlanga, con sus pinturas únicas; la colegiata y el
castillo de Berlanga de Duero; la muralla y las iglesias de Almazán; el
yacimiento arqueológico de Tiermes, otro oppidum arévaco, conocido como la
“Pompeya soriana” por sus mosaicos; o la villa romana de La Dehesa. Soria, en
fin, es tierra para regresar, para redescubrir, y para dejarse transformar por
la huella de la historia y la voz de los poetas.