Hay personas
que parecen haber sido olvidados por la historia. Su importancia puede ser
igual o incluso superior a otros que sí son conocidos por la gente, pero el
desconocimiento que se tiene de sus vidas y de sus obras les hace sumergirse en
el olvido. Así sucede con Amador de Cabrera, cuyo descubrimiento de la mina de
azogue de Huencavélica, a pesar del carácter de casualidad que éste tiene, como
la mayor parte de los descubrimientos, incluso los más importantes, fue
decisiva para la minería de plata de Perú.
Amador de Cabrera había nacido en Cuenca durante la primera mitad del
siglo XVI, y era pariente del otro Cabrera, Andrés, el primer marqués de Moya
Su presencia en el continente americano data del año 1557, formando parte de la
escolta de su paisano Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, que para
entonces ya había sido nombrado virrey de Perú.
Parece ser que, hallándose el día del Corpus del año 1563 en la ciudad
peruana de Huamanga, fue el encargado de portar el guion durante la procesión.
Estorbándole su propio sombrero, del que llevaba prendido un dije de mucho
valor, se lo dejó a un muchacho, criado suyo, para que se lo guardara. Pero es
el caso que lo perdió o se lo robaron, por lo que no dudó en huir
inmediatamente de la ciudad, temiendo que su señor le reprendiera por su
torpeza. A los pocos días, el padre del muchacho se presentó ante Cabrera para
ofrecerle, en compensación a la pérdida del dije, y solicitándole al mismo
tiempo el perdón para su hijo, la mina de azogue de Huancavélica, cuyo
paradero sólo él conocía.
La
importancia de la mina de azogue, estribaba, más que en el propio mercurio, en
su uso para abaratar los costes de la extracción de plata en las minas de
América. Pues si en un principio ésta se hacía mediante la oxidación del metal
para, después de ello, a través de sucesivas fundiciones, separar la plata de
los otros metales que constituyen las gangas, se pasó posteriormente a
amalgamar la mezcla extraída con mercurio. Ello permitía, después de destilar
el conjunto resultante de la amalgama, recuperar tanto la plata como la mayor
parte del mercurio.
Las
condiciones de los trabajadores en la mina eran muy pobres, a lo que
contribuía aún más la difícil situación de Huancavélica, en plena cordillera
andina, a casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, y en un páramo casi
estéril. Aunque en un principio el cinabrio, sulfuro de mercurio, única mena
posible de este metal líquido, comenzó a explotarse a cielo abierto. Su
escasez hizo necesario excavar galerías profundas que provocaron múltiples
accidentes. Además, el polvo del cinabrio era fuente muchas enfermedades e intoxicaciones
entre los mineros, que llegaban a producirles incluso la muerte.
La mina era trabajada por los mitayos, indios de la comarca que trabajaban
con arreglo a unos tumos establecidos, de los cuales proviene la palabra que
les da el nombre (del quechua "mita", que significa tumo). Los
mitayos, en teoría, eran trabajadores libres, y percibían un sueldo por su
labor en las minas. Pero realmente el sueldo era tan escaso, y la mortalidad
tan elevada, lo que, unido a la huida de los habitantes de la comarca para
evitar las condiciones extremas de trabajo en la mina, prácticamente toda la región
de Huencavélica quedó despoblada en muy poco tiempo.
Antes de producirse el descubrimiento de esta mina, el mercurio necesario
para la extracción de plata en las minas peruanas debía ser importado desde el
otro lado del océano, desde Almadén y, en menor medida, desde Idria, en Yugoslavia.
Pero a partir de este momento, el cinabrio extraído en Huancavélica producía el
mercurio suficiente para las minas americanas, e incluso para enviar las
cantidades sobrantes a los puertos de la península.
Al principio, la mina fue explotada directamente por el propio Amador
de Cabrera, y a su muerte, el conquense la dejó en heredad a un hermano suyo,
de nombre desconocido. Pero pronto fue incautada por la corona, que, como sucedió
en el resto de las minas americanas, arrendaba a particulares. Los arrendadores
estaban obligados a vender al gobierno a ella toda la cantidad extraída, pues
su transporte, distribución y venta a los mineros de plata era un monopolio
del estado. Sin embargo, el contrabando de mercurio llegó a ser muy
importante, llegando a alcanzar el cuarenta por ciento del mineral extraído.
Durante
el siglo XVII, la producción de mercurio en Huancavélica disminuyó. Si en el
siglo anterior la cantidad de mineral extraído para las minas indianas de
plata, era en Huancavélica superior a la importada desde la península, a
partir principalmente de 1605 se ve igualada, incluso a veces superada por la
de Almadén. Esto e debió posiblemente, además de por la antigüedad de los
ingenios y por la antigüedad de los hornos, análogos a los más viejos de
Almadén, por la escasez de la inversión y por los problemas técnicos técnicos
de la mina de Huancavélica. Port todo ello, a partir de 1680 la extracción en
las minas peruanas de plata fue bastante más difícil y cara, lo que llegó a
causar el declive económico del virreinato de Perú, que, si bien antes había
sido el más importante de América, a partir de este momento fue superado por
el de Nueva España, en Centroamérica. Probablemente, fue esa la causa de que en
el siglo XVIII terminaran los arrendamientos en la mina de Huancavélica,
pasando la corona a explotarla directamente.
Publicado en Nuevo Diario del Júcar, 1 de diciembre
de 1991