jueves, 13 de septiembre de 2018

Apuntes para la historia económica de Cuenca. La fábrica de jabón de la plaza de las Escuelas


En el Archivo Histórico Provincial de Cuenca, y en concreto en su sección de Protocolos Notariales, duermen miles de documentos que por sí mismos sólo tienen una importancia relativa, pero que, estudiados en conjunto, pueden ayudar al historiador a confeccionar la historia económica de nuestra ciudad en aquella época a la que podríamos llamar del precapitalismo industrial Y es que durante los siglos XVIII y XIX, se fue creando en todas las ciudades, también en Cuenca, una nueva sociedad burguesa, que estaba formada por agentes de negocios, comerciantes e industriales, que fueran creando en la ciudad, y en toda la provincia, una red clientelar, un tejido económico e industrial que, si bien nunca llegó a alcanzar cotas importantes en comparación con las de otros lugares del país, contribuyó a una trasformación social de Cuenca y de toda su zona de influencia. Un tejido industrial que, por otra parte, puede incluso parecer importante si la comparamos con el tejido industrial y comercial que presenta la ciudad en esta segunda década del siglo XXI.

Una industria precapitalista, la conquense de los siglos XVIII y XIX, que abarca sectores de actividad diferentes entre sí, algunos de ellos ya desaparecidos hace mucho tiempo del tejido industrial de nuestra ciudad. Éste es el caso de la fabricación de jabón, de la que tenemos algunas noticias correspondientes a la centuria decimonónica. Así, el 1 de marzo de 1850 está fechado cierto contrato de compraventa entre dos burgueses, nacidos ambos en la ciudad del Júcar, Amalio Ayllón y Ambrosio Yáñiz, de la fábrica de jabón del que el primero era propietario desde tres años antes. El documento, rubricado por uno de los notarios de más actividad en la ciudad en aquella época, Isidoro Escobar, estipula, como no podía ser de otra forma, tanto el lugar en el que se encontraba situada la fábrica en cuestión, como las condiciones económicas del acuerdo entre ambos industriales[1].

Resultado de imagen de plaza cardenal payas de cuencaEn cuanto a la situación geográfica en la que se encontraba la fábrica, se dice en el documento lo siguiente: “Sito en la población, calle de la Plazuela, bajo las escuelas gratuitas, que con ella linda al saliente y mediodía, el corral del expresado edificio y jardines de la casa de los herederos de don Félix Real y doña Juliana Soria, poniente el río Huécar y norte el Real Pósito, inclusa la parte de corral que hay desde la fuente a la fábrica, y cierra una pared parte del jardín, la cual le pertenece en propiedad.” Así pues, el lugar es fácil de encontrar todavía en el entramado urbano de la ciudad, a pesar de las modificaciones sufridas por ese espacio en los últimos ciento cincuenta años: la llamada todavía Plazuela de las Escuelas, o Plaza del Cardenal Payá, allí donde el obispo Palafox había fundado en los últimos años de la centuria anterior una escuela pública, en el lugar donde había estado en tiempos pretéritos la parroquia de San Vicente.
La fábrica había sido creada, o adquirida tres años antes, el 6 de mayo de 1847, sobre las posesiones de los ya citados Félix Real y Juliana Soria, propietarios todavía, o realmente sus herederos, de los jardines adyacentes al edificio. Así lo hace saber el propio vendedor al estipular las condiciones económicas del traspaso. En efecto, el propio Amalio Ayllón lo había adquirido a las hijas y a los nietos del matrimonio (Julián, Florencia, Elvira y María Rey; Petra, Antonia y Casimiro Real), y se hallaba libre de hipotecas, aunque con un censo redimible de ocho mil reales, más doscientos cuarenta reales de censos, sobre sus antiguos propietarios. Obligación a la que, como no podía ser de otra forma, debería corresponder a partir de ese momento su nuevo propietario, Ambrosio Yáñiz, y que se sumaba al pago de los doce mil reales que correspondían a la propia adquisición de la industria.

El contrato de compraventa, en sí mismo, por lo que respecta a las citadas condiciones económicas, no es demasiado minucioso; así, declara el vendedor lo siguiente: “Y así mismo declara que el justo precio y verdadero de los del edificio, fábrica, jabón deslindado, con todos sus útiles y efectos en él contenidos, son los doce mil reales líquidos, con más el capital del censo del que se hace inscrito, que son ocho mil reales…” Y a continuación prosigue el propio Amalio Ayllón: “Y desde hoy para siempre se aparta del servicio y posesión que tiene sobre dicha finca, útiles y efectos, y los cede y renuncia en favor del citado don Ambrosio Yáñiz, sus hijos, herederos y subcesores, dándoles amplia facultar para que judicial y extrajudicialmente se apoderen de todo sin necesidad de ningún otro derecho más que el otorgamiento de esta escritura, para lo que pide a mí, el escribano de copia autorizada (de esta escritura), además de hacerlo en este acto de la espresada, de imposición y venta a censo… Es condición que además del año dado por el Ayllón a los censatarios, con cuya inteligencia ha procedido a este contrato, lo ponga también el Yáñiz  en conocimiento de los mismos a los efectos consiguientes, entendiéndose que desde hoy es responsable el primero al pago de los réditos vencidos de dicho censo, y el segundo para lo sucesivo, cuya obligación y reconocimiento realizará en el mismo.”

Firmaban como testigos de la compraventa Antonio Luque, Juan Lozano y Julián López, todos ellos vecinos de Cuenca. Y por lo que respecta al futuro del edificio en cuestión, debió permanecer ésta durante algún tiempo más en su función de fabricar jabón para los conquenses de la segunda mitad del siglo XIX, aunque el tiempo, que todo lo destruye, terminaría por hacerla desaparecer del tejido industrial de la ciudad. El jardín del matrimonio formado por Félix Real y Juliana Soria, y quizá también el propio edificio, al menos en parte, terminarían por convertirse, en virtud de un nuevo planeamiento urbanístico, en una plaza más amplia, cerrada por las calles de San Vicente y de la Moneda. La fuente de la que se habla en el documento, sin embargo, permaneció algún tiempo más que el jardín y el edificio, aunque también terminó por correr la misma suerte que estos.



[1] Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales. P-2168/3.

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