En los últimos años, han surgido en internet diversos portales especializados en subastas o en venta directa, que han venido a modificar de manera considerable el comercio de cualquier tipo de objeto coleccionable -antigüedades, monedas, sellos, …- un comercio que, por otra parte, hasta hace muy pocos años ha estado en manos de unos pocos anticuarios y casas de subastas. En efecto, en esos portales de internet, que usualmente se dedican a todo tipo de compraventa, de los que Ebay y Todo Colección son los más conocidos, pero no los únicos, podemos encontrarnos de todo, desde objetos muy valiosos, piezas únicas valorados en varios miles de euros, hasta modestos objetos, de escaso valor crematístico, que pueden ser adquiridas por ubos pocos euros, y que son susceptibles de ser coleccionadas por todo aquél que desee iniciarse en el mundo de las antigüedades.
Desde luego, no todos los objetos que pueden
encontrarse en este tipo de portales son auténticos, pues también abundan en
ellos las falsificaciones, mejor o peor realizadas. Y es que en estas páginas
de internet tienen también cabida, junto a los profesionales serios que siempre
nos ofrecen, en cada una de sus operaciones de venta, el correspondiente
certificado de autenticidad, tramposos y falsificadores, algunas veces
conscientes de sus mentiras y otras veces de forma inocente, víctimas ellos también
de otros engaños anteriores . Por ello, a la hora de hacer alguna operación en
estos portales, es conveniente tener mucho cuidado a la hora de seleccionar los
objetos que han sido puestos a la venta en este tipo de páginas. La experiencia
anterior que el comprador pueda tener, y sobre todo, el sistema de valoración
de los clientes, ayudará a separar, tal y como asegura el refrán castellano, el
grano de lo bueno, de la paja que conforman las abundantes falsificaciones que
podemos encontrar en el sistema. Por otra parte, resulta bastante más
provechoso intentar falsificar objetos valiosos que aquellos otros que no lo
son, pero también es mucho más peligroso para los propios falsificadores; y por
ello, quizá, son mucho más abundantes las falsificaciones de aquellos objetos que
se encuentran en el medio del arco crematístico, aquellos cuyo valor se
encuentra entre las pocas decenas de euros, y unas cantidades que pueden superar
fácilmente los dos o tres mil euros. Mientras la falsificación de los objetos
de menos valor no son, usualmente, rentables para los falsificadores, la de los
objetos de un valor más alto que ese extremo superior pueden atraer la mirada
de los coleccionistas más expertox, haciendo que el engaño pueda ser detectado
con más facilidad.
Y junto a este asunto de las falsificaciones
conscientes, otro problema con los que también nos podemos encontrar a la hora
de hacer estas transacciones, es el de las descripciones erróneas o
insuficientes, proporcionadas por algunos vendedores no expertos, pero carentes
de un deseo consciente de engañar a los posibles compradores. Y un problema
mucho mayor, especialmente grave, que puede causar al comprador importantes
problemas de cara incluso a la justicia, es el de la procedencia, legal o
ilegal, de aquellos objetos que son puestos en venta. El mundo de las antigüedades
es muchas veces un mundo oscuro, en el que abundan los documentos sacados de forma
ilegal de archivos poco vigilados, o restos antiguos extraídos, también
ilegalmente, de los abundantes yacimientos arqueológicos con que cuenta nuestro
país. La diferente legislación existente entre un país y otro en este sentido,
y la clara concepción de este tipo de portales dentro de un comercio
internacional, que facilita las diferentes interpretaciones de leyes, siempre
ambiguas o incluso inexistentes, ayuda a que esto sea así. Se trata, como
decimos, de un asunto importante, y abundan las noticias que podemos encontrar
en diferentes medios de comunicación, en un país tan rico en patrimonio
histórico como es España, de operaciones policiales y judiciales realizadas
contra los usuarios de los detectores de metales, un material que provoca
graves daños en los yacimientos, y, cuya utilización, recordémoslo, es ilegal
en las zonas protegidas. En muchas ocasiones, además, las denuncias pueden ser
extendidas también a los compradores -también en el caso de anticuarios y casas
de subasta de las que siguen operando al modo tradicional, desde luego-, y pueden
tener como consecuencia el embargo de los objetos adquiridos, e incluso, muchas
veces, la correspondiente denuncia judicial.
Desde luego, este tipo de portales puede ser de gran
ayuda para los coleccionistas, que pueden adquirir algunas piezas curiosas por
poco dinero, pero debe tener mucho cuidado si no quiere caer en algunas de las trampas
que el sistema les tiende, sobre todo a los menos expertos. Aquí, sólo a modo
de ejemplo, vamos a examinar cuatro piezas históricas, relacionadas todas ellas
con la provincia de Cuenca, que nos proporcionó una búsqueda casual realizada
hace unas pocas semanas en uno de esos portales. Se trata, como hemos dicho, de
cuatro objetos, muy diferentes entre sí, de escaso valor crematístico los
cuatro, por lo que no es factible que hayan sido realizados por falsificadores,
y cuya procedencia legal, en ninguno de los casos, parece dudosa. Se trata de
dos botones militares del regimiento provincial de Cuenca, realizados en
bronce, datados ambos en dos momentos claves del siglo XIX, un mapa de una
parte de la provincia de Cuenca, también militar, realizado en los años de la
Segunda Guerra Mundial, y una muy desconocida bandera de la provincia de
Cuenca.
Empezaremos por los dos botones militares. El
primero de ellos, en la parte visible, su anverso, contiene el número 10,
correspondiente al número que en el primer tercio de la centuria tenía el regimiento
provincial de Cuenca, inscrito dentro de un círculo, y debajo del número, la
palabra CUENCA, lo que evita cualquier tipo de dudas en lo que respecta a la
localización de la unidad militar a la que pertenecía su antiguo propietario;
en la parte interior, un arco del mismo metal soldado a la superficie del botón
servía para que éste pudiera ser cosido a la chaqueta del uniforme.
Estas milicias provinciales tienen su origen ya en
tiempos de Felipe II, aunque realmente su concepción casi definitiva no se realizaría
hasta una época muy posterior,ya durante el reinado de los Borbones. El coronel
Benito Tauler Cid, en un trabajo sobre las unidades que, con el nombre de
Cuenca, participaron en la Guerra de la Independencia, afirmaba lo siguiente
sobre estas unidades: “Se trataba de unidades suplementarias pero,
realmente, eran la primera reserva de las fuerzas de servicio continuo el
Ejército, que se deberían utilizar exclusivamente en caso de necesidad y, en
principio, en los territorios peninsulares, con orden del Rey. Pero pronto se
vio que esto no sería así, y ya en la Guerra de Italia (1743-48) se enviaron
las compañías de preferencia, las de granaderos, de todos los regimientos, además
de regimientos completos y piquetes de los otros. Los Regimientos de Milicias Provinciales
fueron creados como unidades de reserva por Real Orden de 1734 por Felipe V.
Inicialmente fueron 33 regimientos, aumentados en diez más en 1766. Este
servicio recaía, exclusivamente, entre los habitantes de los territorios de las
dos Castillas, Andalucía y Galicia, las cuatro divisiones territoriales en las
que se dividía el ejército, estando el resto de los territorios de la corona
exentos del servicio en función de sus fueros y privilegios. Pero no así la
contribución económica, que se hizo sobre el impuesto a la sal, para
mantenerlos. Por tanto, si la contribución de sangre caía sobre Castilla, la
economía se hizo extensiva a todos los territorios europeos de la corona
española.”
Este botón corresponde a los años de la Guerra de la
Independencia, periodo en el que el regimiento provincial de Cuenca había sido
identificado con el número 10, que aparece inscrito en su superficie. Hay que
tener en cuenta que en aquella época, los soldados eran identificados de acuerdo
a la unidad a la que pertenecían, en un lugar visible de su uniforme: los
botones y los adornos de sus guerreras, y que cada una de esas unidades estaba identificada
a su vez por un número. Así, al regimiento provincial de Cuenca le había
correspondido ese número 10, desde los años previos a la Guerra de la
Independencia, sustituyendo al 43, número con el que había sido identificado
desde el momento de su creación, en 1766, mediante una Real Orden de Carlos III.
Durante la Guerra de la Independencia, el regimiento provincial conquense, y recogemos
de nuevo los datos que nos ofrece otra vez el autor antes citado, “se
encontraba movilizado en Tarifa, con una plantilla de 34 oficiales y 142 de
tropa, en un solo batallón, y la compañía de granaderos de Cuenca, en la
primera división de granaderos, en Portugal.” Así, en los primeros meses de
la guerra, la unidad había quedado encuadrada en el Ejército de Andalucía, que
a las órdenes del general Castaños obtuvo una importante victoria en la batalla
de Bailén, en los campos de Jaén, formando parte de su segunda división.
Pero no todos sus encuentros con el enemigo francés
se resolvieron, como en Bailén, con una victoria, tal y como suele ser común en
casi todas las guerras. Así, poco tiempo después, en julio de 1808, formando
parte del Ejército del Centro, se encontraba en la dolorosa derrota de Tudela,
donde el ejército español fue destrozado por los franceses, y como consecuencia
de esa derrota, en la difícil retirada hacia el centro de la península, que ya
fue descrita en otra entrada anterior de este mismo blog (ver “La retirada del
ejército del centro desde Tudela a Cuenca. Una operación de repliegue de la
Guerra de la Independencia”, 31 de octubre de 2019). Volvemos, en este sentido,
a recoger las palabras del coronel Tauler Cid: “El grueso del Regimiento
Provincial de Cuenca llegaría a su tierra de origen en un estado lamentable.
Aquí, con los recursos de la tierra y con nuevos hombres, se rehace.
Recompuesto con la reunión de dispersos y reclutas, llegó a los seiscientos
hombres, que solamente dispondrá para ellos de trescientos fusiles, y en estas
condiciones participó en la jornada de Uclés, donde fue aniquilado.” Recompuesto
de nuevo en los meses siguientes, volveremos a ver combatir a nuestros paisanos
conquenses contra los franceses, en Chinchilla (Albacete), Tarancón, ya en
nuestra provincia, Ocaña (Toledo), y más tarde, en tierras de Murcia, Cádiz, y
nuevamente en Cuenca.
El segundo de los botones encontrados en ese portal
contiene la inscripción siguiente: 29. PROVINCIAL DE CUENCA. Como vemos, para
entonces se había cambiado ya el número con el que eran identificadas estas
unidades, pasando la de Cuenca a ser designada con el número 29. Por ello,
podemos saber que se trata ya de un periodo posterior de su historia, el
correspondiente, a la Primera Guerra Carlista, o al menos una etapa muy cercana
a dicha guerra. En ella, la unidad conquense combatió valerosamente en los
diversos frentes de la guerra, principalmente en el Frente Norte, en los
alrededores de Bilbao, donde tuvo que hacer frente a diversos ataques de los
carlistas. Y después, en 1843, participaría también en el pronunciamiento de
los moderados contra el gobierno de Baldomero Espartero, incorporándose a la sublevación
que la ciudad de Granada había llevado a cabo en aquellos momentos. Podemos
seguir los pasos de la unidad en esa etapa a partir de las vicisitudes de uno
de sus soldados, Vicente Santa Coloma, al que también se le dedicó una entrada
del blog (ver “Vicente Santa Coloma, moderado y héroe de la Primera Guerra
Carlista”, 19 de junio de 2016).
El tercer objeto analizado es un mapa de la provincia de Cuenca, o, de una parte de ella, que fue realizado por el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Realizado por la Oficina de Guerra en escala 1:250.000, formando parte de una colección de mapas que comprenden toda la península ibérica, tal y como como puede verse en el encabezamiento que corona su parte superior izquierda,-IBERIAN PENINSULA-, y la numeración de la hoja que le corresponde en el conjunto, la número 7.248, demuestra que, aunque Portugal y España habían declarado oficialmente su neutralidad en del conflicto, todavía existía en el gobierno inglés, y en los aliados, la preocupación de que ambos países pudieran incorporarse a la guerra del lado de las potencias del eje. En el margen derecho del mapa aparecen sendos diagramas descriptivos de cada una de las hojas, para facilitar la lectura de toda la colección, y en el margen inferior, aparecen también las consecuentes informaciones respecto a carreteras, vías de ferrocarril, y otras vías de comunicación existentes. Como se ha dicho, la hoja no abarca toda la superficie provincial, sino sólo una parte de la misma, la que corresponde al espacio que se extiende desde las estribaciones de la sierra de Bascuñana, junto a los límites más meridionales de la comarca del Campichuelo, hacia Zarzuela, en el noroeste, hasta Minglanilla, en el sureste, incorporando además los límites más occidentales de las provincias de Teruel y de Valencia, está ultima la correspondiente al Rincón de Ademuz y a la comarca llamada de la Valencia castellana, la que hasta mediados del siglo pasado estuvo incorporada todavía a la provincia conquense. Así pues, y resumiendo, en el mapa se recoge una parte importante del valle del Júcar en su recorrido por la provincia conquense, desde un poco más al sur del pueblo de Huélamo hasta Alarcón, extendiéndose, hacia el sureste, por la rica comarca de la Manchuela.
Finalmente, quiero destinar unas pocas palabras para
describir el último de los objetos encontrados, una desconocida para muchos,
también para mí, bandera de la provincia de Cuenca. Sí, de la provincia, no de su
capital, que ésta es mucho más conocida, aunque suele describirse erróneamente
como el “pendón morado de Castilla”; un pendón que en realidad nunca fue
morado, sino de un color rojo carmesí. Por el contrario, esta otra bandera, la
de la provincia, está formada por tres bandas horizontales, de igual tamaño las
tres, que secuencialmente responden a los colores amarillo, blanco y rojo. Una
bandera que no sabemos de dónde ha podido salir, que nunca ha sido una bandera
oficial, pero que así puede encontrarse en diferentes lugares, y entre ellos en
el artículo de Wikipedia correspondiente a la provincia conquense. Por otra
parte, en su blog “Cuenca en el recuerdo”, en un artículo dedicado a analizar
los símbolos heráldicos de la provincia de Cuenca, Antonio Rodríguez Saiz, afirma
la existencia de una bandera oficial que pueda identificar a ésta.
Respecto a la identificación de la bandera como
propia de la provincia de Cuenca, hay que decir que en el centro de esta figura
el escudo, éste sí oficial, a partir de su aprobación, mediante un decreto
fechado el 31 de octubre de 1975. En el Boletín Oficial del Estado
correspondiente al 10 de noviembre de ese año, ese escudo se describe de la
manera siguiente: «Escudo cuartelado. Primero, a su vez, cuartelado; primero
y cuarto de gules, el castillo de oro; segundo y tercero de oro el león
rampante de gules. Segundo, de gules; cáliz de oro, sumado de estrella de
plata. Tercero, de plata; el pino de sinople. Cuarto, de azur; un libro —el
fuero de Cuenca— de oro. Al timbre, corona real cerrada.» Los colores que
aparecen en la bandera son los oficiales, recogidos en la descripción, algo que
no siempre sucede en muchas representaciones. Por otra parte, la explicación de
los cuatro símbolos del escudo es bastante clara; siguiendo el orden descrito
en el documento oficial, los dos cuarteles superiores responden,
respectivamente, a su pertenencia al antiguo reino de Castilla -identificada con
los castillos y los leones-, y a la propia ciudad de Cuenca, capital de la
provincia -el cuenco, símbolo parlante de la ciudad, bajo una estrella que a su
vez es también el símbolo parlante del nuevo reino de Castilla, Toledo, para
diferenciarlo del reino viejo, Burgos, que estaba identificado con un castillo,
lo que contrasta con la descripción legendaria relacionada con los Reyes Magos
y el día de San Mateo-. Y en su parte inferior, ambos símbolos heráldicos, el pino
y el fuero, representan respectivamente dos de los más importantes regalos que ,
junto a la creación de la diócesis, el rey Alfonso VIII le hizo a la primera
ciudad importante que él logró conquistar a los musulmanes: un inmenso
territorio, poblado principalmente de pinos, fuente durante muchos años de
importantes riquezas, y el fuero, repetidamente imitado en los años siguientes
por otros fueros posteriores.
Muy probablemente, si hoy mismo hacemos una búsqueda
similar en cualquiera de estos portales, podremos encontrar otros muchos
objetos que también están relacionados con nuestra provincia. Muchos de ellos
tienen cierto valor crematístico (monedas acuñadas en Cuenca, o en las ciudades
romanas de Segóbriga, Contrebia, Ercávica o Ikalesken; cuadros y grabados en
los que aparecerán representados algunos de nuestros paisajes más hermosos, …);
pero otros muchos, seguramente, serán objetos de escaso valor, como estos cuatro
que hemos analizado en esta entrada, pero que enlazan directamente con
cualquier aspecto de nuestra historia. Entre ellos, especial valor tienen
algunas fotografías antiguas, más allá de aquellas otras que, publicadas ya en
diferentes libros y revistas, conocidas de todo el mundo porque son
continuamente enviadas en correos y mensajes de WhatsApp y otros sistemas de
comunicación.
Y es que todavía, afortunadamente, podemos encontrar
en esas páginas pequeños tesoros escondidos, tesoros que permiten, a los
coleccionistas y a los amantes de nuestro pasado, recuperar las mismas
sensaciones que hasta hace algún tiempo estaban reservadas sólo a los curiosos exploradores
del Rastro de Madrid, o de esos mercadillos de cosas antiguas que abundan en casi
todas las ciudades.
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