Cuando escribí mi biografía sobre el general Federico Santa Coloma pude hacer un acercamiento a la genealogía de esta familia conquense, cuyas raíces en nuestra provincia se remontan, al menos, hasta los años finales del siglo XVII, cuando Jerónimo Santa Coloma, quien en ese momento era viudo de una tal María Carrascosa, contraía matrimonio, en 1693, en la localidad de El Pedernoso, con Clara López Gallego. Asentado el matrimonio en este pueblo manchego, y viudo aquél de nuevo en 1701, ese mismo año volvía a casarse por tercera vez, ahora con Catalina Calero. De estos dos últimos matrimonios -no nos consta que de su primer matrimonio, con María Carrascosa, Jerónimo Santa Coloma hubiera llegado a tener hijos-, nacería una abundante descendencia que, por razones familiares, iría extendiéndose en los años siguientes por muchos pueblos de la provincia, con diferentes ramas en un árbol genealógico que paulatinamente se fue complicando. Hay que tener en cuenta que muchos de los varones de la familia estuvieron ligados profesionalmente a la medicina rural, como sangradores o cirujanos, y, como era normal en aquella época, también al sacerdocio.
En este sentido, tiene
especial importancia la descendencia surgida a partir se su tercer matrimonio,
con Catalina Calero, pues de su anterior matrimonio con Clara López Gallego
apenas nos consta el nacimiento de un hijo, llamado también Jerónimo, en 1696,
en el mismo pueblo de El Pedernoso. Más extensa es la familia que nuestro
primer protagonista tuvo con su tercera esposa, cuyo nombre completo nos consta
ya a partir de la combinación de las diferentes partidas bautismales de los
sucesivos hijos que tuvieron: María Catalina Calero Romero. De este matrimonio
nacieron siete hijos, todos ellos,
también, en el mismo pueblo manchego: Jerónimo (otro, lo que hace suponer que
en ese momento, 1702, ya había fallecido su hermanastro), Juan Narciso (1703),
Blas Manuel (1706), Lorenzo (1708), Francisco Javier (1712), otro Francisco
Javier (17l7, y también aquí debemos suponer el fallecimiento de su hermano
homónimo, antes de haber cumplido los cinco años de edad) y Alfonso (1722).
A partir de este momento,
el árbol genealógico de la familia Santa Coloma se vuelve mucho más tupido,
destacando, con ramas que nacen, sobre todo, de tres de los hijos de Jerónimo
Santa Coloma: Blas Manuel, el segundo Francisco Javier y Alfonso. De sus
hermanos, salvo de Juan Narciso, quien se ordenó de Corona y Grados en
1719 -no sabemos si llegó a terminar una
carrera eclesiástica, pues no he podido hallar su ordenación definitiva como
presbítero, culminando así su carrera como sacerdote-, nada más he podido
saber.
Más sabemos sobre la
descendencia que tuvieron los otros tres hermanos citados. De Blas Manuel
descendería, entre otros, el futuro general Federico Santa Coloma, y sobre él,
y sobre otros miembros de su familia más directa, ya hemos hablado en otras
entradas anteriores de este blog (ver “Eusebio Santa Coloma, un soldado
conquense en Filipinas”, 26 de mayo de 2016; y “Perseguido por los dos bandos
en la Guerra Civil: Manuel Santa Coloma Lafuente”, 12 de mayo de 2023). Del
menor de todos ellos, Alfonso Santa Coloma, Vicente Santa Coloma, al que
también hemos dedicado aquí el espacio
correspondiente (ver “Vicente Santa Coloma, moderado héroe de la Primera Guerra
Carlista”, 19 de junio de 2016; y “El regimiento provincial de Cuenca y el
pronunciamiento de Narváez”, 13 de abril de 2018). A nivel particular, quiero
citar aquí, también, a un nieto de este Vicente Santa Coloma, Florencio Royuela
Santa Coloma, vínculo que me une a mí también con esta familia (ver “17 de
julio de 1936: una historia familiar”, 17 de julio de 2016).
¿De qué manera puede
vincularse a esta Ángela Santa Coloma con su descendencia cubana? El asunto me
pareció tan interesante para seguir avanzando en el conocimiento de esta
familia conquense, que a partir de ese momento, inicie con mi interlocutor una
cierta relación, a través siempre del correo electrónico, cuyas conclusiones
presento en este momento a los lectores. Habíamos dejado a Ángela Santa Coloma
en Cuenca, viviendo sola en la parroquia de Santa María con una de sus hijas,
sin duda la más pequeña, Victoriana, que en realidad había nacido en 1808, y,
según su propia declaración, era de estado pobre. Pero Victoriana no había sido
la única hija que había tenido el matrimonio formado por Félix Sotoca y Ángela
Santa Coloma, pues antes de ello habían nacido también cinco hijos más: Benigno
(1794), Gregorio (1800), María Isidra (1802), Eladia (1804) y Bonifacio Antonio
(1806). Todos ellos habían nacido ya en la capital conquense, y al menos dos de
ellos, Gregorio y Antonio, eran también cirujanos; en el Archivo Histórico
Nacional se conservan los expedientes de ingreso de Benigno y de Gregorio
Sotoca Hidalgo de Santa Coloma en el Real colegio de Cirugía y de Medicina de
San Carlos, de Madrid, que incluyen las respectivas partidas de bautismo y la
información de limpieza de sangre, que era obligatoria para su ingreso en dicha
institución. Ángela, por otra parte, fallecería en la capital conquense, en
1833.
En este momento, es en
María Isidra en quien debemos prestar toda nuestra atención. Como decimos,
había nacido en Cuenca en 1802, y fue bautizada al día siguiente en la
parroquia de San Miguel, a la que la familia estaba vinculada por razones de
domicilio. En mi investigación anterior sobre la familia le perdí la vista. Sin
embargo, y aunque desconocemos los motivos que le movieron a ello, ahora la
encontramos en Madrid, en la década de los años treinta del siglo XIX, donde
contrajo matrimonio, en 1837, con un abogado cubano, Ramón Francisco Valdés,
que había llegado a la península poco tiempo antes. Y es precisamente este matrimonio,
que tuvo tres hijos, la vinculación de la familia Santa Coloma con la isla del
Caribe, a la que poco tiempo después, hacia 1840, regresaría el matrimonio, donde
llegaría a culminar una brillante carrera dedicada al derecho y a la política.
Para entonces, habían nacido ya dos hijos del matrimonio: María Dolores,
en Madrid el 8 de julio de 1838, siendo
bautizada el día 20 de ese mismo mes en la parroquia de San Sebastián, en
Atocha, y Ramón Joaquín, del que desconocemos la fecha exacta de su nacimiento,
y que es el vínculo directo de la familia con mi interlocutor. Ya asentados en
La Habana, nacería también un tercer hijo del matrimonio, Emilio Valdés Sotoca,
el 14 de abril de 1842. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid también se conserva el expediente personal como delineante en la Dirección de
Administración Local de Cuba.
Y llegados a este punto del relato, algo más es lo que debemos decir sobre la personalidad de este Ramón Francisco Valdés, que por casualidad o por amor se vinculó a la familia conquense Santa Coloma, llevando el apellido a esta isla caribeña. Éste había nacido en La Habana en 1810 -era, por lo tanto, ocho años más joven que su esposa-, donde estudió en el Real Seminario de San Carlos, y antes de cumplir la edad reglamentaria para ello, pues sólo tenía entonces quince años, se graduó en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de la capital cubana, donde también se doctoró en Leyes, y de donde sería más tarde profesor, llegando a ocupar diferentes cátedras. Hacia 1835, poco antes de su traslado a la península, trabajó como redactor en el “Diario de Gobierno”, y desempeñó diversos cargos en la Sociedad Económica de Amigos del País de su ciudad natal. Fue en 1836 cuando se trasladó a Madrid, en cuyos círculos de poder pudo integrarse, perteneciendo además a diversas organizaciones políticas. En ese momento llegó a ser propuesto como diputado a Cortes, aunque finalmente no pudo ser elegido, motivo por el que quizá, desengañado de su actividad política en la capital del país, regresó a Cuba, hacia el año 1840. Con el matrimonio también regresó una de las hermanas de Isidra, Eladia Santa Coloma, quien estaba casada con el arquitecto Gervasio Palacio, con el que tuvo, que se sepa, un único hijo, José Joaquín Palacio Sotoca, quien a su vez contrajo matrimonio con la hija mayor del matrimonio Valdés-Sotoca, María Dolores.
La familia permaneció en
La Habana hasta 1845, cuando Ramón Francisco, siempre acompañado de su esposa,
María Isidra Sotoca Santa Coloma, y sus tres hijos, se trasladó a la ciudad de
México, donde fue secretario del gobierno y magistrado de la Corte Suprema,
alcanzando un gran prestigio en el plano jurídico. En el año 1854 había sido
elegido cónsul general de México en Estados Unidos. Sin embargo, el estallido,
en el estado de Guerrero, de la revolución de Ayutla, que llevó consigo el
exilio del dictador Antonio López de Santa Anna, frustraría su nombramiento.
Muy probablemente, ese hecho provocó su definitivo regreso a su ciudad natal, donde
colaboró con publicaciones como “Cuba Literaria” y “La Experiencia” y donde fue
también director del Ateneo Cubano. En 1856 sus “Elementos de declamación”
fueron premiados con medalla de oro por el Liceo de La Habana. En 1858, por
Real Decreto, fue nombrado caballero de la orden de Carlos III Falleció en la
capital cubana en 1866, cuando sólo contaba cincuenta y seis años de edad.
Ramón Francisco Valdés
publicó diversas obras de jurisprudencia: “Examen crítico-filosófico sobre
algunos puntos de jurisprudencia española” (1839), “Aforismos de jurisprudencia criminal
española” (1843), “Diccionario de jurisprudencia criminal mexicana” (1850),
“Tratado sobre los derechos de los hijos naturales” (1851), “Manual del criminalista”
(1855), “Proyecto de una sociedad anónima para la formación del Liceo de La
Habana” (1857), “Instituta criminal teórico-práctica” (1859), “Diccionario de
legislación y jurisprudencia criminal” (1859), y “Manual del procurador”
(1862). También es autor de un “Compendio de la historia antigua de la isla de
Cuba”, compuesto en forma de diálogo, para su estudio en las escuelas, y en el
campo de la biografía, “Noticia biográfica del Sr. D. Juan Ignacio Rendón y
Dorsuna, del Consejo de S. M., su ministro honorario de la Real Audiencia de la
Isla de Cuba”, publicado en Madrid, en 1839, y también editó las obras
completas del médico cubano Tomás Romay, considerado el primer higienista
cubano, e iniciador de la ciencia médica en la isla. Finalmente, en el campo de
la literatura, es también autor de diversos dramas teatrales, escritos algunos
de ellos en verso: “El doncel” (1838), “Cora” (1839), “Ginebra” (1839), “Leonor
o el pirata” (1841), “Doña Sol” (1852), “Enrico” (1856) y “Querer más de la
cuenta” (1865). En 1858 se le había prohibido la representación de su drama
“Ivanhoe o la judía”.
Como ya se ha dicho,
Ramón Francisco Valdés falleció en La Habana en 1866. Cuatro años antes, en
1862, había fallecido su esposa, María Isidra Sotoca Santa Coloma, seis años
después, por otra parte, de que lo hubiera hecho su hermana, Eladia. Su estirpe
había logrado que este apellido conquense hubiera cruzado el Océano Atlántico,
a partir de los tres hijos que tuvo el matrimonio: María Dolores (Madrid, 1838
– La Habana, 1892), Ramón Joaquín (Madrid, 1839 o 1840 – La Habana, 1890) y
Emilio (La Habana, 1842 – La Habana, 1904). Y no debemos olvidar, tampoco, la
contribución a la causa que había tenido también Eladia, a partir del hijo que
ella había tenido con Gervasio Palacio. Viuda
de éste, y aunque en alguna genealogía en internet he visto modificado
su nombre como Eulalia, erróneamente, Eladia Sotoca Hidalgo Santa Coloma daría
un paso en el ennoblecimiento del apellido, al contraer matrimonio por segunda
vez, en 1853, con Ambrosio María Rendón Sarmiento y Zuazo, hijo de la primera
marquesa de Rendón, María de las Nieves Zuazo y Rodríguez de Medina – la reina
Isabel II le había otorgado el título en 1843, y algunos años más tarde, en
1869, le sucedería en el cargo- y de Juan Ignacio Rendón Sarmiento de Dorsuna,
el abogado venezolano, al que Ramón Francisco Valdés le había dedicado una
biografía. Éste último había nacido en Cumaná, en el estado de Sucre, ciudad en
la que habían vivido todos sus Antepasados desde que la segunda mitad del siglo
XVI, cuando se estableció en ella el capitán Garci Pérez Rendón Sarmiento,
quien había nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz), y era descendiente, a su
vez, de Garci Pérez Rendón de Burgos, caballero
de la banda y héroe de la batalla de Algeciras en 1291. No obstante, Eladia
fallecería, como se ha dicho, poco tiempo después, antes de que se esposo
hubiera heredado el título de marqués, y sin haber llegado a tener descendencia
de este segundo matrimonio.
El Podcast de Clio: LA DESCENDENCIA CUBANA DE LA FAMILIA SANTA COLOMA
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