martes, 31 de enero de 2023

Por tierras de Jaén y Málaga, siguiendo los paseos de Andrés de Vandelvira y José Martín de Aldehuela

 

En algunas entradas anteriores de este blog hemos hablado de la obra conquense de dos arquitectos reconocidos, llegados a nuestra ciudad desde sus tierras naturales de Albacete o de Teruel, para renovar la arquitectura local de los diferentes momentos que les había tocado vivir: Andrés de Vandelvira y José Martín de Aldehuela (ver, a este respecto, las entradas “La diócesis de Cuenca entre los siglos XV y XVI. El doctor Eustaquio Muñoz y su capilla”, 26 de enero de 2019;  “La catedral de Cuenca en el siglo XVI. Renovación artística y poder en el Renacimiento”, en dos entregas, 27 de septiembre y 6 de octubre de 2019; “Un viaje al sur del marquesado de Villena”, 19 de octubre de 2022; “Un documento inédito sobre el convento hospital de San Antonio Abad”, 8 de noviembre de 2020; “El altar mayor de la iglesia de Navalón”, 19 de enero de 2018, …) En esta ocasión, vamos a realizar un viaje por tierras andaluzas, para seguir la obra que, después de su paso por la ciudad de Cuenca, y también por el resto de la provincia, realizaron en tierras andaluzas, respectivamente en las provincias de Jaén y de Málaga.

Como ya se ha dicho en ocasiones anteriores, Andrés de Vandelvira está considerado como uno de los grandes puntales de la arquitectura española del primer renacimiento. Natural del pueblo albaceteño de Alcaraz, donde nació hacia el año 1505, realizó sus primeros trabajos en su ciudad natal, destacando entre ellos la Torre del Tardón o la hermosa portada del Alhorí, y en la provincia de Cuenca, donde, después de haber participado en la obra del convento santiaguista de Uclés, que había iniciado Francisco de Luna en 1529, con el que trabajó también en las obras del antiguo puente de San Pablo, realizó también obras importantes en el templo catedralicio, entre las que destaca su participación en la capilla Muñoz. Y desde Cuenca se trasladó a la provincia de Jaén, primero a Villacarrrillo, donde participó en la construcción de la iglesia de la Asunción, y donde llegó a fundar una capellanía en favor de uno de sus hijos, el licenciado Pedro de Vandelvira. Y desde Villacarrillo, el arquitecto albaceteño intervendría también en diversas obras para otros pueblos cercanos, como Orcera, Hornos y Segura de la Sierra. Parece ser que su llegada por primera vez a tierras jiennenses se debió a su compañero y mentor Francisco de Luna, con el que, como ya hemos dicho, había participado también en algunas de sus obras conquenses.



Sin embargo, la mejor etapa de su obra arquitectónica, y su gran popularidad, llegaría de mano de Francisco de los Cobos, uno de los secretarios del emperador Carlos V, natural de la ciudad de Úbeda, en la que estaba llevando a cabo una importante labor de modernización, dentro del nuevo espíritu renacentista que ya entonces estaba empezando a ponerse de moda, y que terminaría por convertirse en su principal mecenas durante gran parte de su vida. Un antes y después en el conjunto de la obra de Vandelvira fue la finalización de la Capilla Sacra del Salvador, que había mandado construir el propio Francisco de los Cobos para convertirla en su capilla funeraria, y que había iniciado Diego de Siloé. El gran éxito alcanzado por él en esta obra, sin duda una de las más destacadas del renacimiento andaluz, incluso español, permitiría que a partir de este momento le llovieran nuevos encargos, tanto del propio Francisco de los Cobos como de otros miembros de su familia, y también de otros mecenas de la zona. Hay que recordar que, en ese momento,  la ciudad de Úbeda bullía en una actividad incesante de renovación arquitectónica y urbanística.

Uno de esos mecenas fue Fernando Ortega Salido, futuro deán de la catedral de Málaga y chantre de la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, muy próxima a la propia capilla del Salvador, de la que, además, fue su primer capellán. El religioso le encargaría la construcción de su palacio, actual parador nacional de turismo, uno de los más destacados palacios renacentistas de la ciudad andaluza, que conforma, junto a los sos edificios religiosos citados, una de las plazas más hermosas de Úbeda. Él mismo le encomendaría, después, la construcción de la iglesia de San Nicolás. Y mientras realizaba estas obras para otros mecenas, no dejaría de trabajar para su primer valedor, Francisco de los Cobos, o para otros miembros de su familia o de su círculo de influencias. Entre estas obras destacan el hospital de Santiago, obra encargada por el obispo de Jaén, Diego de los Cobos, el palacio Vela de los Cobos, el palacio de las Cadenas, o de Vázquez de Molina, por la personalidad de aquél que mandó construirlo, Juan Vázquez de Molina, también miembro del consejo de Castilla. Que es la sede actual del ayuntamiento, o la residencia del marqués de la Rambla. Y el propio consejo de la ciudad, le encargaría también, por aquel tiempo, el puente de Ariza, así como otras obras de carácter civil.

A partir de 1555, las obras de Vandelvira se extendieron también a otros pueblos de la provincia, especialmente a la cercana Baeza, donde Diego Valencia de Benavides, un noble local, quiso imitar la acción de Francisco de los Cobos en Úbeda, promoviendo una intensa actividad constructiva. Así, encargo primero al arquitecto de Alcaraz su propia capilla funeraria, la llamada capilla Benavides, en el convento de San Francisco, que lamentablemente sería destruida por el terremoto de Lisboa de 1755. Allí, en la otra ciudad de la comarca de la Loma, realizaría también otras obras de gran importancia, principalmente en la propia catedral. Sin embargo, su gran momento llegaría en 1553, cuando, después de haber ganado el concurso para la realización de la nueva catedral de Jaén, sería nombrado maestro mayor de obras de la diócesis. Desde entonces, el arquitecto manchego estaría obligado a concinar sus trabajos en el propio templo catedralicio con otras obras religiosas en diferentes puntos de la diócesis: el convento de Santo Domingo, en La Guardia de Jaén; la iglesia de la Inmaculada Concepción, en Huelma; la basílica de Santa María la Mayor, en Linares; el santuario de la Virgen de la Cabeza, en Andújar, …

Entre 1560 y 1567, Vandelvira fue nombrado maestro mayor de obras de la diócesis de Cuenca, aunque sin obligación de residir en la ciudad del Júcar, al estar ya comprometido por su intensa labor en la de Jaén. Desde la ciudad andaluza, envió las trazas para algunas obras en la propia catedral, entre ellas, quizá, las del propio arco de Jamete, muy similar, aunque en unas dimensiones mucho mayores, al que el arquitecto de Albacete había realizado en los primeros años de su carrera para la portada del Alhorí de su ciudad natal. De esta etapa conquense, siempre llevada a cabo desde su residencia en Jaén, se conoce su participación en el hospital de Santiago, así como en el ayuntamiento de San Clemente. Y desde Jaén realizaría también algunas obras para otras diócesis andaluzas, tanto para las catedrales de Málaga o de Sevilla, como una nueva capilla para la catedral de Guadix, en Granada. Falleció en la propia ciudad de Jaén en el año 1575.

Por lo que se refiere al otro arquitecto citado, José Martín de Aldehuela, quien, como se sabe, había llegado a Cuenca llamado por los hermanos Carvajal y Lancáster, ambos canónigos de la diócesis conquenses -uno de ellos, Isidro, llegaría después a alcanzar la prelatura, convirtiéndose en obispo de la diócesis-, para participar en las obras de la iglesia de San Felipe, y al que de atribuye tradicionalmente gran parte de las construcciones realizadas en la ciudad a lo largo del siglo XVIII, en algunos casos erróneamente, tal y como ha venido demostrando en los últimos años el profesor Pedro Miguel Ibáñez (ver, al respecto, las entradas “La Plaza Mayor de Cuenca y su estructura barroca”, 3 de agosto de 2020; y “Del edificio de las religiosas carmelitas a la Casa del Corregidor. Segunda entrega de Pedro Miguel Ibáñez sobre el barroco en Cuenca”, 29 de diciembre de 2022), su obra fuera de la diócesis sigue siendo para los conquenses muy poco conocida.

Éste había nacido en 1729 en Aldehuela, una aldea dependiente de Manzanera, en la provincia de Teruel, en 1729, y había llegado a Cuenca, tal y como se ha dicho, en la década de los años cuarenta, con el fin de participar en la obra del oratorio de San Felipe Neri. En los años siguientes participaría en la reconstrucción de diferentes iglesias de la capital, lo que le llevaría a ser nombrado maestro mayor de obras de la diócesis. Y si Francisco de los Cobos fue el primer gran valedor de Vandelvira en tierras de Jaén, en el caso de José Martín sería el obispo José Molina Lario, turolense de origen como el propio arquitecto, quien llevaría a éste hasta tierras de Málaga, a donde llegó en 1778. En este caso, la excusa fue la construcción de las cajas de los dos órganos de la catedral, órganos que fueron realizados por cierto,  por el mismo maestro organero que había construido antes los dos órganos hermanos de la catedral de Cuenca, el conquense, de Barchín del Hoyo, Julián de la Orden. Desde este momento, el arquitecto aragonés permaneció en la provincia andaluza, buena parte del tiempo como nuevo maestro mayor de obras del obispado. Y en la ciudad andaluza realizó también algunas obras de carácter civil, como el acueducto de San Telmo, la casa barroca de las Atarazanas, o la Casa del Consulado, en la plaza de la Constitución.

También realizó algunos edificios de gran importancia en otros pueblos de la provincia, entre los que destaca su participación en la renovación barroquizante de la Real Colegiata de Santa María la Mayor, de Antequera. Pero fue en la ciudad de Ronda, junto a la propia capital malagueña, donde más destacó su importante labor arquitectónica. En esta ciudad, tan parecida a Cuenca que ya desde los años setenta del siglo pasado, ambas ciudades firmaron su compromiso de hermanamiento, se le atribuye la construcción de su importante plaza de toros, la primera que fue construida ex novo para esta función, entre los años 1780 y 1785. Y si no existen documentos que puedan certificar la participación del turolense en la construcción de la plaza de toros, sí está documentada como obra suya la terminación del fastuoso Puente Nuevo de Ronda, el monumento más emblemático de la ciudad andaluza, construido centre 1751 y 1793 para salvar los noventa y ocho metros de altura que conforman el impactante tajo sobre el río Guadalevín. Hasta 1839, cuando se construyó el Puente de la Calle, entre Cruseilles y Allonzier-la-Caille, en Francia, este puente estuvo considerado como el más alto del mundo.

Martín de Aldehuela falleció en Málaga el 7 de septiembre de 1802, de muerte natural, y fue enterrado en la iglesia del convento de San Pedro de Alcántara, en la misma ciudad mediterránea. Sin embargo, en Ronda se cuenta una leyenda según la cual, el arquitecto, encantado con la obra que había realizado en el Puente Nuevo, y consciente de que ya no sería capaz de realizar nada que pudiera rivalizar con su belleza, se arrojó desde allí al propio “Tajo de Ronda”, que salga el propio puente. Es sólo una leyenda, desde luego, pero da luz a la enorme importancia de esta obra, que si bien es conocida en su mismo por la generalidad de los conquenses, todos de ellos son los que saben que se trata de una de las más importantes del mismo arquitecto al que se deben algunos edificios en la ciudad del Júcar.



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