No es normal que dos personas pertenecientes a una misma
familia, padre e hijo, ocuparan durante el mismo siglo XVI un mismo cargo,
sobre todo si se trata de un cargo tan importante como el del virrey de Perú. Este
es el caso de András Hurtado de Mendoza, que fue segundo marqués de Cañete, que
fue virrey de Perú entre 1556 y 1560, y su hijo, García Hurtado de Mendoza,
cuarto marqués de Cañete, que lo fue ya a final del siglo, entre 1590 y 1596.
Entre uno y otro, fue tercer marqués de Cañete el hijo primogénito de Don Andrés,
Diego Hurtado de Mendoza y Manrique.
Sí algún conquense
ha logrado influir de manera importante en este fenómeno histórico que se llama
hispanización, ese ha sido, sin lugar a duda, Andrés Hurtado de Mendoza y
Cabrera. Virrey del Perú en los años turbulentos de intermedio del siglo XVI,
fundó allí diversas ciudades, a las que dio nombres que recuerdan a algunos de
los lugares de la provincia que le vio a hacer. Gracias a él, la imagen de
Cuenca sigue estando viva el América actual. Este conquense nació en la capital
de la provincia durante la primera mitad del siglo XVI, siendo el heredero de
una de las familias conquenses de más rancia nobleza. Hijo del primer mes de
Cañete, fue en su juventud guardia mayor de Cuenca, cargo que le hacía
responsable de la custodia del mismo pendón que rey Alfonso VIII portaba cuando
entró en la ciudad. Este cargo era de carácter vitalicio, y estaba en propiedad
de su familia, y pasaba de padres a hijos, sin salir jamás de la familia de los
Hurtado de Mendoza.
Antes de haber
partido hacia América, acompañó al Rey Carlos I en sus viajes y campañas
guerreras por Argel, Flandes y de Alemania. Esto le proporcionó una gran
experiencia, que más tarde le sería de gran aprovechamiento, cuándo es 1556
fuera nombrado virrey del Perú. Andrés Hurtado de Mendoza heredó de su padre,
Diego Hurtado de Mendoza y Silva, el marquesado de Cañete. Y antes de su
llegada a Perú reprimió primero en Panamá una revuelta que los negros de la
región habían protagonizado. Los culpables había sido castigados severamente
por él.
El 29 de
junio de aquel año hizo su entrada en la capital del virreinato, Lima. Por
aquel entonces, la situación de Perú en insostenible. Los encomenderos se
preocupaban más de sus propios beneficios que de mejorar la situación de los
indios. Hurtado de Mendoza detuvo muchos de esos encomenderos, y a los más
culpables les condenó a muerte. Envío a gente de su confianza, entre ellos al
conquense Julián González Altamirano, para que actuaran con mano dura en los
territorios dependientes del virreinato. Mandó también a su propio hijo, García
Hurtado de Mendoza, para que a pacificar Chile. Con estas medidas logró que
toda la zona volviera una situación casi normal, pero a cambio, todo ello le
granjeó innumerables enemigos, que con el tiempo le obligarían a abandonar el
cargo.
Sin embargo,
no todo fue dureza en el gobierno del virrey conquense. Logró triunfar, gracias
sólo es una inteligencia, sin derramar una sola gota de sangre, sobre la rebelión
que había iniciado Layri Tupac, príncipe heredero de la corona de los incas. El
9 de marzo de 1557 creo un pequeño ejército permanente de tres compañías, una
de alabarderos (los gentiles nombres de lanzas) y dos arcabuceros, que eran
realmente una guardia personal del virrey. Daban escolta, principalmente la
primera, a la carroza del virrey en los actos públicos, y hacían la Guardia en
sus habitaciones. En estas compañías se destacó cómo capital el conquense Juan
de Ordóñez. Fundó en Lima y en Trujillo escuelas para la enseñanza de niñas
mestizas, y dotó a la universidad de Lima, fundada pocos años antes, de todo lo
necesario para el funcionamiento óptimo. Prohibió o también los indios el
consumo de la chicha, una bebida alcohólica hecha de maíz.
Pero lo
más destacado en su biografía quizás sea la fundación de ciudades, existentes
todavía en las actuales naciones de Perú y Ecuador: Santa María de la Parrilla
y Cañete en 1556, y Camaná y Cuenca en 1557. Estás fundaciones no fueron
realizadas por él directamente, sino que se las encargó a algunos de sus
capitanes, como a Gil Ramírez Dávalos, el caso de Cuenca (Ecuador), Jerónimo Zurbano en el de Cañete
(Perú, actual San Vicente de Cañete), y al conquense Alonso Martín en el caso
de Santa María de la Parrilla, actual Loja (Ecuador).
Entretanto,
Felipe II había sucedido a su padre en el trono de España, y hasta él llegaron
los enemigos del virrey conquense para dirigirle sus quejas Ellos lograron
hacer se oír por el monarca, quien ordenó la destitución del valeroso conquense,
y nombró un nuevo virrey en la persona de Diego de Acevedo. Era el año 1560. Poco
tiempo después de marzo de 1561, Andrés Hurtado de Mendoza falleció, antes incluso
de haber podido abandonar América, a causa del dolor que su injusta destitución
le había producido. Fue enterrado en Lima, en la Iglesia de San Francisco. Poco
tiempo después, sus restos fueron trasladados a Cuenca, a la capilla del
Espíritu Santo, que él mismo había fundado en la catedral.
Treinta
años después su hijo, García Hurtado de Mendoza y Manrique, ocuparía también el
mismo cargo que con anterioridad había tenido el padre, virrey del Perú, Pero
no fue esta la primera vez que el conquense visitaba tierras americanas. Por el
contrario, ya había estado antes también durante el mandato de su padre, participando
en distintas gestas de importancia, principalmente en la victoria sobre los
araucanos. De esta forma comienza la Araucana,
el célebre poema épico de Alonso de Ercilla que narra la conquista del pueblo
por los españoles:
No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto, enamorados;
ni las muestras, regalos, ni ternezas
de amorosos aspectos y cuidados.
Más el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco, no domada
pusieron duro yugo por la espada.
Varios conquenses
estuvieron en aquella gesta histórica: García Hurtado de Mendoza, Felipe
Mendoza, su hermanastro, y los hermanos Francisco, Julian y Lope de Cañizares,
primero; y varias décadas más tarde, Alonso García Remón y Pedro López de Fuentes.
García Mendoza había nacido en cuenca en 1535. Hijo de Andrés, segundo Marques
de Cañete, y hermano segundón de Diego, le sucedió a éste en el título a su
muerte, acaecida en 1591. Ya de muy joven se había destacado en la guerra en
diversas combates por Europa, hasta que en la década de los años acompañó a su
padre a tierras americanas, donde participó, como hemos dicho, en la victoria sobre
los araucanos de Chile. Y es que, estando los españoles en una situación
bastante apurada durante la guerra contra estos, fue nombrado por su padre, a
petición de sus propios compañeros de armas, gobernador de Chile y general de
los ejércitos que guerreaban en aquella región. Esto ocurrió en 1557, cuando
apenas tenía veintidós años de edad. Poco tiempo después pacífico los
territorios que se hallaban en conflicto, realizando varias salidas militares
contra los indios. En no de aquellos combates estuvo a punto. de perder la vida,
al haber sido herido en la cabeza por una piedra que uno de los indios había lanzado
contra él. Sin embargo, Felipe de Mendoza, hijo bastardo de su padre, le salvó
la vida, al retirarle apresuradamente del campo de batalla. Recuperado al poco
tiempo de su herida, siguió contando por victorias sus enfrentamientos contra
los enemigos.
Después
de haber recibido de Perú nuevos refuerzos, se atrevió a cruzar la frontera
natural del rio Bio-Bio, y obtuvo importantes victorias, como la de Quinquina,
Lagunillos y Aquiapo. En algunas de estas victorias consiguió capturar y dar
muerte a algunos de los más importantes capitanes araucanos, como Galvarino o
el famoso Caupolicán. Descubrió el archipiélago de Chiloé, y ordenó sendas
exploraciones por el estrecho de Magallanes y la región de Cuyo . También mandó
la construcción de ciudades y de fuertes a lo largo de lo que hoy son las
naciones de Chile y Argentina. Al poco tiempo de haber comenzado la campaña
contra los araucanos ordenó la construcción del fuerte de Tucapel, y pocos años
más tarde, la reconstrucción de Arauco En 1559 dispuso que se repoblara la
ciudad de Los Confines, a la que dio el nombre nuevo de Infantes. También
realizó las fundaciones de dos ciudades importantes: Mendoza y Osorio.
Todos los
grandes hombres tienen un elevado al número del enemigos, envidiosos de su
posición. Como le pasó también a su padre, no fue nuestro país en una excepción,
y algunos españoles, compañeros de armas en los campos de batalla, lograron en
el año 1560 que fuera de revelado de sus funciones y apartado del poder. Se vio
él también obligado a dejar en el Gobierno de Chile, con carácter interino, en
manos de Rodrigo de Quiroga. Año siguiente, después de trasladarse a Perú,
enviar al rey Felipe II un memorial en el que reflejaba todos sus servicios a
la Corona, y de este modo logró que se le absolviera de algunos de los puntos
de que costaba su condena. A pesar de que se le había prohibido abandonar
América, Hurtado de Mendoza regresó a España, y pocos años más tarde logró el
perdón definitivo del monarca.
García Hurtado
de Mendoza regreso a América en 1589, al ser nombrado por Felipe II nuevo
virrey de Perú. Durante su mandato realizó una labor importante, dirigiendo de
nuevo la guerra contra los araucanos, que habían vuelto a rebelarse, y contra
los piratas ingleses. Derrotó a sendas flotas inglesas que estaban al mando de
Richard Hawkins, en Atacames y de Francis Drake, en Portobelo, enfrentamiento
que se saldó con la muerte de este último, a causa de la disentería. Y también
apoyó la minería de la comarca de Potosí, de tanta importancia para la economía
de la colonia. Una de las minas más importantes, la de Huancavelica, estuvo
durante mucho tiempo al frente de otro conquense bastante desconocido, Amador
de Cabrera. Pero ya viejo y cansado de tantos combates, y también de tantas
injusticias que se habían cometido contra él, se vio obligado abandonar el
virreinato en 1596.
Vuelto a
España, vivió mi bien interrumpidamente en Madrid y en su ciudad natal, Cuenca,
y una vez muerto su gran valedor, Felipe II, olvidado de todos y desentendido
por su sucesor, Felipe III, murió en 1609 en la capital del reino. Está
enterrado, como muchos de los miembros de su familia, en la catedral de Cuenca,
en la capilla del Espíritu Santo, que su familia había fundado junto al
claustro. Junto a su sepulcro había hasta hace poco tiempo algunas de las banderas
él había tomado a varios de los capitanes ingleses que ejercían de piratas por
el Atlántico y el Caribe, incluida también una que, según la tradición, había
sido bordada por la propia reina Isabel de Inglaterra, para el célebre Francis
Drake.
La figura
de Hurtado de Mendoza sirvió de inspiración para muchos literatos de la época (Lope
de Vega, Juan Ruiz de Alarcón…) La
Araucana, de Alonso de Ercilla, cuenta la epopeya de sus victorias. Bajo
sus auspicios fueron escritos El araucana
domado, de Pedro de Oña, y La crónica
del reino de Chile, de Bartolomé de Escobar. En definitiva, los escritores
que se han basado en la persona de este conquense para componer sus obras han
sido numerosos hasta el siglo XVIII, cuando Francisco González escribió la
comedia titulada Los españoles en Chile.
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