lunes, 10 de febrero de 2020

Vidas paralelas: Luis Ortega Celada y Jacinto Dolz del Castellar Lozano, dos militares conquenses de Estado Mayor


Plutarco Fue un historiador y filósofo griego que vivió durante la segunda mitad del siglo primero y el primer tercio de la centuria siguiente. Nacido en la ciudad de Queronea, en la Beocia, realizó durante su vida numerosos viajes, entre ellos a la propia ciudad de Roma, la capital del imperio, de la que consiguió la ciudadanía, bajo el nombre de Lucio Mestrio Plutarco, llegando incluso en tiempo del emperador hispano Trajano a ocupar el cargo de procurador de la provincia de Acaya. Además de diferentes escritos morales, su obra más conocida en de carácter biográfico: la titulada “Vidas paralelas”, en la que realizó una serie de biografías, distribuidas por parejas, en las que comparaba en sus virtudes y defectos morales a diferentes personajes griegos y romanos.

Salvando las distancias, es también esto lo que he intentado yo hacer en esta nueva entrada del blog, realizar una especie de “vidas paralelas”, esta vez entre dos militares conquenses, muy poco conocidos los dos, que vivieron y desarrollaron su profesión en los años turbulentos del final del reinado de Alfonso XIII y de la Segunda República; pero ahora, no comparando sus virtudes y defectos morales, sino su capacidad profesional. Los dos pertenecieron a la misma generación (apenas se llevaban seis años de diferencia), y los dos tienen también en común el hecho de que la sublevación militar de 1936, que desencadenó la Guerra Civil y el final de la república, por muy diferentes motivos, cortó de raíz una carrera militar que, en ambos casos, era bastante prometedora. Por ello, ninguno de los dos pudo llegar al generalato, pero en ambos casos, su pertenencia al Estado Mayor del ejército posibilitó a entrada de los dos en eso que se ha venido a llamar las “élites militares”. Porque, además, los dos pudieron ser testigos directos de diferentes hechos que llegaron a ser cruciales para la historia de España durante el primer tercio del siglo XX. Sus nombres fueron Luis Ortega Celada, que había nacido el 13 de octubre de 1886 en Fuentes (o de Fuentes, por lo menos, era la mayor parte de la familia, y allí, en ese pequeño pueblo conquense, fallecería, muchos años después de haberse retirado del ejército), y Jacinto Dolz del Castellar Lozano, natural, éste sí de manera segura, de Ledaña, donde había nacido el 19 de junio de 1881.

La entrada de ambos militares en el ejército fue de manera diferente. Dolz del Castellar ingresó en la institución como mozo voluntario, en el regimiento de Tetuán, en el que se incorporó como educando de la banda de este en 1899, y sólo después de haber obtenido sus primeros ascensos, a cabo primero, en el mismo año de su ingreso, y a sargento, en ambos casos por elección de sus superiores, ingresaría en 1907 en la Academia de Infantería de Toledo, con el fin de seguir avanzando en esa carrera militar. Ortega Celada, por s parte, ya había ingresado directamente en ese mismo centro docente en 1904, de tal manera que en 1907, cuando el otro comenzaba sus estudios en la academia, éste acababa de recibir su primer despacho de teniente, con destino en el regimiento de Wad Ras. Y en 1910, terminados sus estudios en el propio centro, Dolz del Castellar sería también destinado como nuevo teniente en el regimiento de León.

A partir de este momento, las carreras de estos dos militares conquenses son bastante confluyentes, pues los dos, con una breve diferencia de tiempo, van a ingresar también en la Escuela Superior de Guerra, el centro en el que los oficiales del ejército español podían realizar estudios superiores y diplomarse en Estado Mayor, hecho que por sí mismo ya les colocaba en una situación de cierta superioridad respecto a otros compañeros que no habían realizado dichos estudios. Ortega ingresó en la Escuela Superior de Guerra en 1909, logrando la diplomatura en Estado Mayor, y con el grado de capitán, como era preceptivo, en 1915. Dolz del Castellar, por su parte, ingresó en 1913, habiendo terminado sus estudios cinco años más tarde, en 1918, alcanzando con ello, y por el mismo motivo, la misma graduación que el otro.

Los siguientes años, y mientras que ninguno de los dos era enviado al norte de África, las carreras militares de ambos marcharon de manera bastante pareja, como una especie de vidas paralelas, en diferentes destinos en la península y la participación de los dos en algunas comisiones militares, de acuerdo con su competencia respectiva en Estado Mayor. Pedro un hecho concreto sí que les diferenciaría: el ingreso de Luis Ortega en la Ecole Militaire, la escuela superior de guerra de París, uno de los principales centros de este tipo que existían en todo el mundo, en el que permaneció entre 1925 y 1927. Para entonces, el de Fuentes ya había ascendido a comandante, y a su regreso a España, y mientras le daban un nuevo destino, el militar conquense aprovechó para trasladar a sus compañeros algunos de los conocimiento que había adquirido en el país vecino, mediante conferencias y algunas publicaciones especializadas.

Pero en una cosa sí se adelantó Dolz de Castellar al propio Ortega Celada, y fue en la participación directa en acciones de guerra contra el enemigo, que en ambos casos fue siempre el mismo: las insurgentes cabilas de la zona del protectorado, que paulatinamente seguían acechando a los militares y civiles asentados en el norte de África. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que si en el caso del de Fuentes este acercamiento al frente no se realizó hasta 1929, como ayudante de campo del general de brigada José Millán-Astray, el mismo que había fundado nueve años antes, cuando aún era coronel, el llamado Tercio de Extranjeros, que sería popularizado poco tiempo después como la Legión, el de Ledaña se había incorporado ya algún tiempo antes, a finales de 1918, a la comandancia de Melilla, como uno de los oficiales de Estado Mayor del propio comandante general. En este destino se encontraba todavía en 1921, cuando se produjeron los hechos del Desastre de Annual, en el que perdieron la vida más de trece mil soldados españoles, incluido el propio comandante general de la plaza, Manuel Fernández Silvestre.  


Los años que siguieron a su presencia en África fueron para nuestros dos protagonistas años de paz. Dolz del Castellar ascendió a comandante en noviembre de 1921, poco tiempo después de que hubiera sido terminado de instruir el expediente Picasso. Mientras tanto, Ortega Celada, que en el momento de su nombramiento como ayudante de campo del general Millán-Astray era ya teniente coronel, fue nombrado e1l 1 de junio de 1931 profesor de Escuela Superior de Estudios Militares, donde él ya había estudiado algunos años antes, cuyo nombre había cambiado en 1927. En el centro le sorprendería, cinco años más tarde, el estallido de la Guerra Civil, y al tener que ser cerrado el centro docente, por su situación cercana al propio frente y porque sus alumnos eran necesarios en la situación de guerra en la que ya se encontraba el país, nuestro paisano fue incorporado temporalmente al Estado Mayor Central del ejército republicano, que entonces estaba al mando del teniente coronel Federico de la Iglesia, quien en ese momento era uno de los principales colaboradores del general Vicente Rojo en la defensa de Madrid, aunque durante la mayor parte del conflicto bélico se mantuvo ajeno a la lucha directa, oficialmente por encontrarse enfermo. Quizá por este motivo salió indemne en el expediente que se le incoaría como a todos los militares que habían formado parte del ejército republicano, una vez acabada la guerra. Por ello, fue reincorporado al ejército en el mes de agosto de 1939, siéndole además reconocido el ascenso a coronel, tal y como le había correspondido, de acuerdo con el escalafón, en el mes de febrero de ese mismo año. Si embargo, dos años más tarde, en julio de 1941, se declararía su retiro forzoso del ejército, pero sin perder los derechos que le pudieran corresponder en el seno de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Luis Ortega falleció en Fuentes, el 27 de agosto de 1978.

Por su parte, Dolz del Castellar, que de alguna manera se había visto implicado en 1930 en la sublevación republicana de Jaca y Cuatro Vientos, y en concreto en sus derivaciones levantinas de Valencia y Alicante, donde nuestro paisano estaba entonces destinado (su hoja de servicios no especifica de qué manera se vio implicado en estos hechos, que le supondrían un traslado forzoso a la plaza de Mahón), corrió peor suerte que el otro. Allí, en Mahón, se encontraba el 17 de julio de 1936, cuando se sublevó contra la república el ejército africano, como jefe del Estado Mayor del comandante general de la isla, el general José Bosch Atienza. Y allí, una vez iniciado el levantamiento, y siguiendo la actuación del comandante general de todo el archipiélago, Manuel Goded, ambos militares, con la mayor parte de toda la oficialidad que estaba destinada en la isla, se declaró partidario de lo que entonces se suponía aún que iba a ser un sencillo golpe de estado. No obstante, los militares sublevados no habían considerado bien la situación, pues la mayor parte de la tropa, junto a algunos de los suboficiales, que se habían mantenido fieles a la república, consiguieron, junto a un grupo de civiles izquierdistas, parar la sublevación y hacer prisioneros a los oficiales levantados en armas. Estos fueron conducidos a castillo de La Mola, o de Isabel II, que también era conocida de esta forma la fortaleza que cierra por uno de sus lados el puerto de Mahón. De allí fueron sacados un grupo de esos oficiales, entre ellos el propio general Bosch Atienza y el jefe de su Estado Mayor, Jacinto Dolz del Castellar, para ser ejecutados el 2 de agosto de 1936.