¿Qué
es el arte románico? ¿Cómo podemos distinguir una iglesia románica dee una
iglesia gótica, o de un templo realizado en cualquiera de los muchos estilos
“regionales” que se desarrollaron, antes que él, en cualquier rincón de Europa?
En una enciclopedia abierta como la Wikipedia, podemos leer lo siguiente: “El
arte románico fue un estilo artístico predominante en Europa Occidental durante
los siglos XI, XII y parte del XIII. El arte románico fue el primer gran estilo
claramente cristiano y europeo que agrupó a las diferentes opciones que se
habían utilizado en la temprana Edad Media (romana, prerrománica, bizantina,
germánica y árabe) y consiguió formular un lenguaje específico y coherente
aplicado a todas las manifestaciones artísticas. No fue producto de una sola
nacionalidad o región, sino que surgió de manera paulatina y casi simultánea en
España, Francia, Italia, Alemania y en cada uno de esos países surgió con
características propias, aunque con suficiente unidad como para ser considerado
el primer estilo internacional, con un ámbito europeo.” Y más adelante, establece tres condicionantes
que permitieron su desarrollo, al mismo tiempo, en todo el continente: la
expansión de las órdenes religiosas, Cluny y Císter principalmente, como fuente
de riqueza, no sólo económica, sino también social y urbana; el desarrollo de
las peregrinaciones, y en concreto, para España, de la peregrinación a
Santiago; y el aumento y predominio de la Iglesia en el conjunto de la
sociedad.
Si queremos adentrar os en lo que
significa, para la Historia y la Historia del Arte, el movimiento románico, nos
debemos preguntar hasta qué punto es correcta esta definición. En primer lugar,
hacia el siglo XI, centuria en la que los investigadores suelen localizar el
inicio del románico, hacía ya mucho tiempo que la Iglesia había acumulado un
gran poder, tal y como se demuestra en multitud de documentos de todo tipo:
epigráficos, diplomas, incluso monumentales. Por otra parte, muchas iglesias
románicas se encuentran en espacios aislados, lejos no ya de las ciudades -que
verán, más tarde, el desarrollo del arte gótico-, sino incluso de los propios
conventos cluniancenses o cistercienses -hay que pensar, en este sentido, en
ese otro estilo intermedio, a caballo entre el románico y el gótico- llamado
precisamente como propio de las órdenes-. Y finalmente, y desarrollaremos este
aspecto con más profundidad, no todo el arte románico español está relacionado
directamente con el camino de Santiago, sino que en otros espacios más
meridionales, como es el caso de las provincias de Guadalajara y Cuenca, el
desarrollo del románico debe ser vinculado con otros aspectos, tan importantes
como la repoblación.
Finalmente, a la hora de acercarnos
a la Historia del Arte, debemos pensar que la compartimentación temporal que
normalmente se hace al definir cada uno de los estilos es una compartimentación
puramente convencional, con el fin de ayudar tanto a los estudiosos como a los
no iniciados a situar cada uno de los estilos en el marco histórico. A este
respecto, recogemos las palabras de uno de esos estudiosos, Miguel Cortés
Arrese: Hoy en día, se considera que las divisiones cronológicas en la
historia del Arte son en parte convencionales, al estar guiadas por la
necesidad de establecer límites precisos y articulaciones rígidas en un
desarrollo, en realidad, continuo y discontinuo; a ello cabe añadir la
diacronía existente en la producción artística de distintas regiones y países.
Así, por ejemplo, mientras que el arte románico pleno se extendería por el sur
de Francia, la Península Ibérica o Italia, desde 1140 se vislumbraba el gótico
en Francia. Es a partir de 1140 cuando urge un movimiento encabezado en la
Francia capeta, que se va a oponer al románico de las iglesias de
peregrinación; la cristalización del nuevo estilo va a ir a la par de la
formalización, centralización y expansión del dominio real.”
Esta diacronía histórica se puede
apreciar claramente en el románico conquense. Las iglesias, todas ellas, fueron
iniciadas ya en el siglo XIII, es decir, en las etapas finales del estilo, y
son, por lo tanto, como mínimo coetáneas a la construcción de la propia
catedral. En otros lugares, también en este mismo blog (ver “La catedral de Cuenca, cuna del gótico
castellano. Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, impulsores de un templo
cristiano”, 6 de septiembre de 2019) ya he hablado de la importancia que tiene
la catedral de Cuenca, como primer templo gótico de la península ibérica. Y
ahora quiero resaltar como, mientras en la capital, de la diócesis, por el
patrocinio de los reyes y gracias al trabajo de algunos maestros llegados de
fuera, de Aquitania o de la misma Inglaterra, se está empezando a vislumbrar un
nuevo estilo, que muy pronto se va a extender por los diferentes reinos
peninsulares, a muy pocas leguas de distancia, en estas tierras del
Campichuelo, los artistas locales siguen trabajando de la misma forma que ellos
llevaban haciendo desde hacía muchas décadas, en ese estilo románico que
todavía pervivirá algunas décadas más.
Sería demasiado largo traer aquí a
colación las múltiples características que definen al arte románico, y sus
diferentes variaciones tanto geográficas como temporales, pero sí podemos
acercarnos, al menos, a las más definidoras de la arquitectura románica: el
arco de medio punto en las portadas, adornadas muchas veces con arquivoltas o
elementos vegetales o geométricos; fachadas de mampostería o de piedra
escuadrada, pero raras veces pulimentada; cabeceras de línea circular, en forma
de semitambor, algunas veces adornadas con ventanas estrechas, saeteras;
bóvedas de cañón en las cubiertas; naves más amplias y elevadas que los de los
templos anteriores, pero bastante menos que en las posteriores iglesias
góticas; profusión de pilares como elemento de sustentación de las bóvedas;
gran sencillez decorativa, más allá de las portadas monumentales de algunas
iglesias del Camino de Santiago, o la profusión de pinturas murales en otros
templos,…
Por lo que a la provincia de Cuenca
se refiere, y también, en líneas generales, a la provincia vecina de
Guadalajara, cuando hablamos del románico tenemos que tener en cuenta la
relación que el estilo tiene con la repoblación. En efecto, si en el norte de
España tenemos que hablar de un románico de peregrinación, vinculado al Camino
de Santiago, en el centro peninsular debemos hablar de un románico de
repoblación, vinculado al propio desarrollo de la reconquista de Cuenca. Huete
fue tomado a los musulmanes en torno al año 1150, por Alfonso VII, y fue
incorporado inmediatamente, y anteriormente a su vinculación definitiva al
obispado de Cuenca a raíz de la creación de su obispado, como un arcedianato
del arzobispado de Toledo. Cuenca, por su parte, y como todos sabemos, fue
conquistada por Alfonso VIII en 1177. A partir de este momento, las tierras de
Cuenca se convierten en un espacio de frontera entre cristianos y musulmanes,
hasta el punto de que una de sus aldeas llegara a tomar, y hasta el día de hoy,
ese nombre oficial -La Frontera-, y sólo a partir del año 1212, con la victoria
de las tropas cristianas en Las Navas de Tolosa, esa frontera pudo trasladarse
muchos kilómetros hacia el sur, hasta más allá de Despeñaperros. De esta
manera, la repoblación de esta parte de la meseta, realizada con personas
procedentes de la Extremadura castellana, hasta entonces sometida a las
múltiples y sangrientas razias en territorio enemigo que protagonizaban ambos
bandos, pudo estabilizarse definitivamente.
Otro aspecto a tener en cuenta, a la
hora de hablar del románico conquense, es la medida utilizada por los
arquitectos a la hora de trazar cada templo; unas medidas que, en principio
están basadas en el pie romano, equivalente aproximadamente a los treinta
centímetros actuales. Y a partir del pie, en los años medievales se desarrolló
la vara como unidad práctica de medida, una unidad que, sin embargo, no era la
misma en todos los lugares; en este sentido, hay que diferenciar entre la vara
vieja de Toledo, equivalente a tres pies, que la vara castellana, un poco más
corta que la otra, y que era utilizada en territorios más septentrionales, como
en Burgos.
En líneas generales, el románico
conquense se caracteriza por edificios muy sencillos y austeros, y muchas veces
sus características son difíciles de apreciar, debido a la gran cantidad de
modificaciones y restauraciones que se fueron haciendo en ellos a lo largo del
tiempo, y que enmascaran, muchas veces, su arquitectura original. Son edificios
con una escasa decoración, salvo escasas excepciones, y cierta unidad
constructiva. Casi siempre son iglesias de una sola nave, con cabecera cuadrada
o semicircular -en el primer caso, no es difícil pensar que se trata de
modificaciones realizadas posteriormente-, espadaña de escasa altura en los
pies, y portada de ingreso, con arco de medio punto o ligeramente apuntada,
mostrando ya una cierta transición al gótico, y en el interior, existencia de
arco triunfal separando el presbiterio del resto del templo. La construcción
suele estar realizada en mampostería, aunque en ocasiones también se aprecia el
uso de sillares, muchas veces sólo en las esquinas o rodeando a la portada.
Por lo que se refiere a la
distribución geográfica, y dejando aparte algunos restos, escasos, que se
mantienen todavía en algunos templos de la capital diocesana _San Pantaleón,
San Miguel, San Martín,…- el románico conquense se distribuye, en líneas
generales, en dos ejes opuestos: un eje hacia el sur, Cuenca-Alarcón, en el que
se encuentran algunas iglesias importantes como las de Arcas, Villar del Saz de
Arcas, Mohorte, Valeria, Valera de Abajo o Buenache de Alarcón; y otro eje
hacia el noroeste, en dirección hacia el monasterio de Monsalud, situado
actualmente al sur de la provincia de Guadalajara, pero que siempre ha
pertenecido a la diócesis conquense, en el que se pueden encontrar algunas
diferencias de importancia entre las iglesias de su zona norte -Valdeolivas,
Albalate de las Nogueras-, y las iglesias más meridionales, establecidas
principalmente en la comarca del Campichuelo. Es principalmente a estas
últimas, a los templos del Campichuelo, a los que me voy a dedicar en esta
entrada.
Pero antes de hacerlo, no puedo
dejar de recomendar al visitante que se quiera adentrar en este románico
conquense, un acercamiento a las artes suntuarias, a través de la colección que
atesora y conserva el Museo Diocesano de Cuenca. Es destacable, en este sentido
, elementos como el llamado báculo de San Julián, de caña cilíndrica, y con el
mango adornado con hojas y flores sobre esmaltes azules, o el llamado de Juan
Yáñez, primer obispo de la diócesis, y que muy probablemente hay que fechar, en
ambos casos, en una etapa ligeramente posterior a la que vivieron ambos
prelados. También, el Calvario de Alfonso VIII, hasta un tiempo revestido de
plata, y al que acompañaban tres escudos, o la cruz de Arrancacepas.
VILLALBA
DE LA SIERRA
Levantada, como
casi todas las iglesias románicas conquenses, hacia el siglo XIII, es una
iglesia de transición del románico al gótico, aunque las múltiples
transformaciones realizadas en su fábrica en periodos posteriores hacen difícil
la contemplación de los elementos propios de esta época. Son características su
única nave -la segunda nave, en la que actualmente se encuentra la puerta de
entrada, es de fabricación posterior-, y el presbiterio, cerrado por ábside
semicircular, con resaltes en las esquinas. También, la espadaña, de sillería
de piedra de toba, con dos contrafuertes laterales. El ábside tiene una ventana
saetera en el centro. Hay que diferenciar la cúpula central, de media naranja y
sobre pechinas que en la actualidad cubre la zona del presbiterio, un elemento
claramente posterior, fechable probablemente en la misma época en la que se
realizó la segunda nave y la sobreelevación de la iglesia, de los elementos
propios del ábside primitivo, aunque en la actualidad muy retocados, como son
la falsa bóveda y, sobre todo, la ventana saetera, de sillería. También es
característica una pequeña portada, actualmente cerrada, que daría acceso al
antiguo cementerio. También se puede apreciar la posterior sobreelevación de la
fábrica, que modifica las proporciones del templo.
Como
en el resto de las iglesias de la zona, conserva todavía una hermosa pila
bautismal, en forma de copa, sobre pedestal circular. Su decoración está
realizada con punta de diamante y friso a modo de arquería formada por arcos
rebajados, apoyados sobre columnas.
ZARZUELA
También es del
siglo XIII, pero está realizada en mampostería, aunque reforzada en las
esquinas con mampostería. Tiene una sola nave, con presbiterio recto y ábside
poligonal. De las dos portadas con las que cuenta la iglesia, hay que destacar
la que se abre en el muro del hastial, a los pies del templo, ligeramente
apuntada y con arquivoltas adornadas pon
puntas de diamante, donde arranca la espadaña -la otra es mucho más moderna-.
En el ábside se abren dos ventadas abocinadas y adinteladas. También destaca de
su fábrica original un fragmento de la
cornisa de piedra, con dos canecillos. Por lo que se refiere a la pila
bautismal, labrada en piedra caliza, está decorada con arcos, que en este caso,
y al contrario de lo que sucede en Villalba de la Sierra, no ocupan el friso
superior, sino prácticamente todo el espacio. Por el contrario, la cenefa está
ocupado con una decoración a base de ochos entrelazados.
RIBATAJADILLA
Como el resto de las iglesias
románicas conquenses, la fábrica primitiva data del siglo XIII, en mampostería,
rematada en las esquinas con sillares, y como en el caso anterior, de una sola
nave, presbiterio recto, y ábside semicircular, con una ventana saetera abierta
en el centro del tambor. Es también interesante la espadaña, con doble hueco y
frontón triangular. La portada es de doble arco apuntado, adovelado con jambas
lisas. La pila bautismal, de piedra caliza, está formada por copa y pedestal,
sin más decoración que una simple moldura que separa el borde superior del
resto de la copa.
Junto a la iglesia, dedicada a
Nuestra Señora de la Asunción, también hay que destacar la ermita de San
Pantaleón, construida sobre la iglesia de un antiguo con vento franciscano. De
esta ermita hay que destacar su interior, con bóveda rebajada de cañón.
Al igual que todas las demás, ha perdido buena parte de su fábrica original, fechada a lo largo del siglo XIII. Construida en mampostería, con remates de sillar en las esquinas, de una sola nave, con presbiterio recto y ábside semicircular. Está rematada, también, por una espadaña de doble hueco y frontón triangular, prácticamente el único elemento original de su fachada. También se puede destacar la portada, de doble arco apuntado, adovelado con jambas lisas, y dos ventanas saeteras abiertas en el muro. El ábside, muy sencillo también, tiene una ventana saetera abierta en el centro del tambor. La pila bautismal, de piedra caliza, está formada por copa y pedestal, sin más decoración que una pequeña moldura que, a modo de friso, separa el borde de la copa del cuerpo de la pila.
En su origen, se trata claramente de
una de esas iglesias de repoblación, propias del románico conquense, aunque,
como el resto, muy modificada en los siglos posteriores. De nave única y ábside
semicircular. También está realizada en mampostería, con remates de sillería en
las esquinas y en la zona de la portada. Tiene dos portadas, aunque una de
ellas, con arco apuntado, está en la actualidad cegada. Es muy importante la
portada principal, realizada con sillares de tonos rojizos, y arco adovelado,
apoyado sobre jambas, con arquivoltas de recercado moldurado. Las arquivoltas
se apoyan sobre una cornisa corrida y capiteles con decoración vegetal, que
separan las arquivoltas de las seis columnas, tres a cada lado, que conforman
el conjunto de la portada. También es
interesante la inscripción que aparece entre la puerta de entrada al templo y
la primera columna interior, en el segundo sillar, que fecha la obra en el año
1263 de la era, es decir, el año 1225 del año actual.
También es interesante el ábside,
tanto en lo que respecta a su aspecto exterior como al interior. En el
exterior, conserva su altura original, incluida, en el alero, la cornisa de
piedra, con moldura cóncava, apoyada sobre canecillos decorados con rollos, y
motivos vegetales. Por lo que respecta a su interior, es apreciable la
separación en dos cuerpos, el bajo de piedra, adornado con nueve arcos de medio
punto, a modo de pequeños altares, y el superior, actualmente enlucido, a modo
de falsa cúpula. Ocupa el presbiterio, y se separa del resto de la nave por un
arco triunfal. En el centro del tambor se abre una pequeña ventana, con arco de
medio punto, recercado por sillares.
La
cubierta es a dos aguas, y la cornisa original sólo se conserva en una parte
del presbiterio, y en el propio ábside. La espadaña, realizada también son
sillares, está estructurada en tres cuerpos, separados entre sí con una simple
moldura. Tiene doble hueco para las campanas, y está rematada con una
estructura triangular. Por lo que respecta a la pila bautismal original,
actualmente sin uso, se encuentra a los pies de la puerta principal, a modo de
simple jardinera. Realizada de forma muy tosca, sin decoración, se apoyaba
sobre un pedestal troncocónico invertido que en la actualidad se conserva
también separado de la copa.
PAJARES
Como todas las
demás iglesias de la zona, ha sufrido importantes modificaciones en su fábrica.
De nave única rectangular, con presbiterio recto, ábside semicircular, está
construida también con mampostería y sillares en las esquinas. En el exterior,
prácticamente sólo se conserva de su etapa primitiva la portada, apuntada, con
dovelas sin decoración, y el ábside semicircular, en este caso ciego, que
concluye en dos roscas de teja vuelta. En el interior, es interesante el
artesonado, de madera, con armadura a dos aguas, que presenta todavía el diseño
original del siglo XIII. Y, sobre todo, la pila bautismal, de transición al
gótico, que está situada a los pies de la iglesia, bajo el coro. Consta ésta de
vaso y pie cilíndrico, de grandes dimensiones, tallada con en piedra caliza con
una decoración en forma de arquería, con arcos ligeramente apuntados, apoyados
sobre capiteles con decoración vegetal que se apoyan sobre columnas, y en el
interior de los arcos, una decoración a base de tréboles góticos. Y en el borde
superior de la pila, a modo de cenefa, se completa la decoración con arcos de cuádruple cinta entrelazados.
PORTILLA
Si el resto de las
iglesias de la comarca han sido muy modificadas en su fábrica en los siglos
siguientes, ésta lo es mucho más, pues a lo largo del siglo XX ha sufrido dos
importantes incendios que han obligado a su renovación, lo que ha dejado que
muy poco sea lo que persista aún de su etapa primitiva. La entrada, moderna, no
es tal, sino que da a una especie de pasillo que comunicaba la iglesia con el
cementerio. Tampoco pervive como tal la espadaña, pues en épocas posteriores se
convirtió en campanario.
ARCOS
DE LA SIERRA
Construida
originariamente en el siglo XIII, poco queda de la fábrica primitiva, pues fue
muy retocada en el siglo XVIII, a instancias del marqués de Ariza, en estilo
barroco. Es interesante la bóveda, de medio cañón. Está construida
prácticamente toda de mampostería, hasta los contrafuertes. En el interior
todavía pueden apreciarse algunos arcos fajones y formeros, apoyados sobre
pilastras. La espadaña, al contrario que en otras iglesias, se encuentra en la
cabecera, y no en los pies, en concreto, sobre la sacristía.