“La pseudohistoria existe desde que
existe la historia, pero fue a partir del siglo XIX cuando adquirió más fuerza,
impulsada en parte por el seguimiento del nuevo nacionalismo y su impotencia
para encontrar, en la historia científica, una respuesta a sus inquietudes
políticas. Hoy en día, la pseudohistoria se vende bien en canales de televisión
especializados, como el canal Historia, donde buena parte de su contenido de
más éxito trata del supuesto origen extraterrestre de la civilización humana.
Según estos enfoques, esos abnegados egipcios que levantaron la Gran Pirámide
con esfuerzo e ingenio pierden el merecido mérito de haber construido la única
de las siete maravillas del mundo que permanece en pie para que los laureles se
los lleven unos huidizos seres grises y cabezones que nadie ha visto, pero que,
al parecer, son el origen de todo. Lo pseudohistórico tiene mercado y es poco
exigente, ya que prefiere el titular al contenido, y cuanto más extravagante y
espectacular, mejor. Por suerte, este tipo de actividades está alejada del
mundo académico, pero no del político. En ocasiones, la historia académica
resulta insuficiente para apuntalar un proyecto político, y la pseudohistoria,
libre de ataduras epistemológicas, resulta una herramienta muy atractiva para
atraer a las masas. Pese a ello, el uso por parte del Estado o del poder
político de la pseudohistoria es un fenómeno poco habitual. El ejemplo más
extremo lo encontramos en la Alemania nazi, con la creación de la Ahnenerbe
en 1935”.
La cita procede del último libro del historiador ilerdense Óscar Uceda Márquez, presidente de la Associacio d’Historiadors de Catalunya Antoni de Capmany, cuyo fin, como se puede ver a partir de la presentación de su página web, no es otro que la de remarcar la verdadera historia de la identidad catalana, más allá de los intereses políticos del nacionalismo catalán: “Un grupo de historiadores hemos formado la Associació d’Historiadors de Catalunya-Antoni de Capmany. Esta asociación nace con el objeto de difundir y dar a conocer nuestra historia desde la máxima objetividad posible, con sentido crítico, académico, pero con un lenguaje inteligible y agradable al profano. Sencillamente queremos enseñar historia como ya demandaba Antoni de Capmany hace más de dos siglos”. El libro, por otra parte, tiene un título bastante sugerente: “Cataluña, la historia que no fue”, y un subtítulo aún más clarificador, si cabe, de cuáles son sus intenciones: “Mentiras, ficciones, manipulaciones y ocultaciones”.
En sus páginas, como no podía ser de
otra forma cuando se trata de un historiador serio como es su autor, se realiza
una dura crítica de los postulados historiográficos nacionalistas, que, sólo
por intereses ideológicos, y no contentos con inventarse para los llamados
“países catalanes” -que comprenden, más allá de la propia Cataluña, un extenso
territorio que incluso afecta también al sur de Francia- un supuesto concepto
de nación que, en realidad, nunca existió, la quieren extender incluso hasta
los tiempos más oscuros de la Edad Antigua. La comparación entre la política
actual de la Generalitat catalana con la Ahnenerbe nazi, y su política
de implantación de una supuesta raza aria, superior a todas las demás, no es
baladí. Seguimos leyendo en las páginas siguientes: “Investigadores aficionados
como Otto Rahn o Ernst Scäfer encontraron en la Anhenerbe una aliada
inesperada para llevar a cabo sus extrañas pesquisas sobre el paradero de Santo
Grial o sobre el origen tibetano de la raza aria. Durante los años treinta, las
más variopintas expediciones llevaron a un nutrido de pseudocientíficos alemanes por medio
mundo, con poco método y muchos recursos, a la búsqueda de quimeras sin
sentido, cuyo objeto era apuntalar la ideología nazi. Aunque la implicación de
las instituciones catalanas no llega a las cotas alcanzadas en la Alemania de
los años treinta, sí se da la promoción desde el poder de corrientes
pseudohistóricas, y su colaboración con ellas mediante encargos y financiación.
En los últimos años, el Institut Nova Historia (INH) se ha convertido en un
sujeto mediático. La catalanización de personajes y hechos de medio mundo que
esta fundación ha llevado a cabo ha traspasado fronteras. Lejos de conformarse
con la apropiación de personajes no catalanes de la historia de España, sus
promotores han ido más allá, catalanizando genios internacionales como Leonardo
Da Vinci o William Shakespeare. Las hazañas de esta fundación son tales que
incluso The Guardian ha llegado a dedicarle un artículo, escandalizado
por los tres millones de euros otorgados por el Gobierno autonómico a una
asociación que afirmaba que William Shakespeare era catalán.”
Así las cosas, la intención del
autor de este libro es la de desmitificar, negro sobre blanco, esa
historiografía que tiene mucho de política y nada de científica, y que de forma
sistemática, cada poco tiempo, vuelve a la páginas de los diarios y de los
programas de televisión, o de radio, que, desde Cataluña, forman parte también
de ese entramado ideológico nacionalista, Estructuralmente, el libro está
dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, el autor resume
cómo, desde los primeros años de la Transición, se ha ido creando desde
Cataluña el relato propagandístico de esa pseudohistoria nacionalista. Una
pseudohistoria que, para Uceda, se apoya en tres patas muy bien definidas: el Programa
2000 y su estrategia política de desespañolización de Cataluña; el Institut
Nova Historia, verdadera fábrica de inventar “hallazgos” históricos, y la creación
del Museu d’Historia de Catalunya, tan politizado como todo lo demás. Y junto a
estas tres cosas, la conveniente elección, de acuerdo con sus propios
intereses, de los libros de texto de uso obligado en las escuelas y los
institutos catalanes.
Para llegar a comprender, en toda su
extensión, esa política de desconexión de Cataluña respecto del resto del país,
el autor analiza cómo y cuándo se produjo el nacimiento del mito nacionalista
en Cataluña, en la época de la Renaixença decimonónica, el cual, por
otra parte, y por extraño que nos parezca, está íntimamente ligado con el
nacimiento del propio mito nacionalista español, Y junto a ese mito
fundacional, desde luego, se analiza también cómo se ha producido el proyecto
de desconexión, un proyecto que, tal y como se ha dicho, nació desde los
primeros años de la Transición y el inicio de los primeros proyectos
autonómicos, y cómo, a través de esas tres herramientas de las que ya hemos
hablado -especialmente, el llamado Programa 2000, que, por sí mismo, ya resume
todo lo demás-, se ha llegado a la situación actual. “De aquellos polvos, estos
lodos”, que diría seguramente Sancho Panza al delgado caballero manchego, si
ambos se vieran en la difícil tesitura a la que nosotros nos enfrentamos en
este siglo XXI.
La segunda parte del libro está
dedicada a desmentir, uno por uno, algunos de los muchos mitos que, en las
últimas décadas, se han ido creando desde Cataluña, con el fin de hacer creer
a los catalanes que su historia como nación, no ya como pueblo o región, es
mucho más importante que la de cualquier otro país del mundo: el origen de la
nación catalana ya en los primeros tiempos de la Edad Media; la existencia de
una supuesta corona catalano-aragonesa, producto de la unión de dos antiguos
reinos otrora independientes, que no fue tal; la falsedad de un barrio gótico,
que más bien es un barrio neogótico, surgido a partir de la imaginación de
algunos arquitectos decimonónicos de la escuela de Violet le-Duc; los mitos de
las rebeliones nacionalistas de la Edad Moderna, en defensa de unos fueros, rebeliones
que nunca tuvieron ese carácter nacionalista, sino de simple oposición entre
señores y payeses; la falsa interpretación de la Guerra de Sucesión como una
guerra entre castellanos y catalanes,
cuando en realidad se trataba de un enfrentamiento sucesorio a una corona, la
española, que se había quedado sin una sucesión directa,…
En definitiva, el libro “Cataluña,
la historia que no fue”, de Óscar Uceda Márquez, nos ofrece un análisis crítico
sobre cómo el nacionalismo catalán ha utilizado la historia y la educación como
herramientas para construir una identidad diferenciada y promover un
sentimiento de agravio hacia España, especialmente hacia Castilla. Uceda destaca
el Programa 2000, impulsado por Jordi Pujol, como una hoja de ruta para
la "construcción nacional" catalana. Este plan buscaba catalanizar
diversos ámbitos de la sociedad, incluyendo la educación, la cultura y los
medios de comunicación, con el objetivo de fomentar una identidad nacional
catalana y desvincularse de la influencia española. El autor argumenta que el
nacionalismo catalán ha promovido una reinterpretación de la historia para
sustentar sus reivindicaciones políticas.
Según Uceda, el nacionalismo catalán
ha influido en el sistema educativo para inculcar su visión histórica. Esto se
ha manifestado en la selección de contenidos escolares y en la promoción de
programas en medios públicos que refuerzan la narrativa nacionalista . “Cataluña,
la historia que no fue” plantea que el nacionalismo catalán ha utilizado la
historia y la educación como herramientas para construir una identidad nacional
diferenciada, promoviendo una visión de agravio hacia España. Uceda advierte
sobre los riesgos de esta estrategia para la cohesión social y la convivencia
democrática.
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