Dos son los aspectos que diferencian el mundo moderno occidental, al menos eso que en Europa llamamos mundo moderno, que nos diferencia de otras culturas y civilizaciones: la romanización y el Cristianismo. Ambos aspectos han ido puliendo, histórica y culturalmente, desde los tiempos antiguos al viejo continente. Después, el colonialismo y la colonización, que también tienen en algunas ocasiones aspectos positivos, trasladaron también ambos aspectos a buena parte del resto del mundo, de tal manera que podemos decir que hoy en día, ambos hechos, la romanización y el Cristianismo, forman parte consustancial de eso que en nuestros días se llama civilización.
Hay que decir, sin embargo, que la romanización no es sólo, la historia de Roma. Es, también, la historia de los pueblos bárbaros en sus relaciones con el imperio romano. Y es también, por supuesto, la historia del mundo clásico en toda su magnitud. Porque es cierto que Roma nunca hubiera sido la misma sin la experiencia anterior de la cultura griega. Los griegos, junto a los fenicios, con los que tan vinculados estuvieron siempre los propios helenos, fueron los descubridores del comercio, ese gran invento que está en el origen de un concepto tan moderno como es el de las relaciones internacionales. Y junto al comercio, también de la democracia, una democracia no exenta de errores y de problemas, es cierto. Pero, ¿no es cierto, también, que la democracia moderna cuenta con los mismos problemas, los mismos errores, que mantuvieron en vilo, en muchas etapas de la historia, a las polis griegas?
A partir del siglo III, primero con Constantino y su Edicto de Milán, y más tarde con Teodosio y su decisión de convertir al Cristianismo en la religión oficial del estado, la nueva religión que había surgido en Judea a partir de Jesús, el Cristo, siguió conformando, para bien o para mal, principalmente para bien, la manera de ser del conjunto de los europeos, en un proceso en el que España, como muy bien han demostrado autores como Santiago Cantera, tuvo un papel destacado. De esta forma lo ha descrito el historiador alemán Gustav Schnürer, en la que, quizá, sea su libro más importante, "La Iglesia y la civilización occidental en la Edad Media. Afirma lo siguiente en dicha obra el famoso medievalista germano: "La Roma antigua desaparecía, en efecto, pero dejando como sucesora suya a la Roma papal, centrada en torno al sumo Pontífice, quien se convertía de este modo en la figura cumbre, en torno a la cual se formaba la nueva civilización de Occidente. Gregorio no sospechaba que esta transformación estaba ya iniciándose en su tiempo. Lo mismo que muchos otros romanos anteriores a él, lo mismo que Columbano el Joven, lo que creía era que el fin del mundo se hallaba próximo. Esta circunstancia hace tanto más apasionante para el historiador la empresa de buscar los nuevos gérmenes que aparecen en aquellos días, y cuyo desarrollo favoreció Gregorio Magno más que ningún otro. Si las tribulaciones temporales desempeñaron un papel comparable al de las lluvias tormentosas quefertilizan el suelo, san Gregorio fue en aquella ocasión, mejor que nadie, quien hizo la función de rayo de sol que vivifica. La actividad social que, durante los años de su pontificado, desplegó el papado en favor de Roma, de Italia y de otros países más distantes, contribuyó considerablemente a atraer hacia la santa sede los ojos de los pueblos en todas sus clases sociales, y a ganar para ella los corazones de su tiempo." (1)
(1) Schnürer, Gustav, La Iglesia y la civilización occidental en la Edad Media, Madrid, Ediciones Fax, 1955, tomo I, p. 336.
Muchas gracias al blog por la explicación, es verdad que existen jerarquías y hay ángeles cuidándonos, no olvidemos que tenemos que realizar oraciones sobre todo en éstos tiempos.
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