viernes, 15 de marzo de 2019

LAS IMÁGENES CONQUENSES DE SEMANA SANTA ATRIBUIDAS A RABASA. UNA TEORÍA DE CONJUNTO (I)


Desde un tiempo a esta parte, mucho es lo que se adelantado respecto al conocimiento histórico de la Semana Santa de Cuenca. Sin embargo, la escasez de archivos y documentos, más allá del paréntesis trágico qué supuso la Guerra Civil, hace que todavía sea mucho más lo que aún desconocemos, y no solo por lo que respecta a aquellas épocas que se pueden considerar como un poco alejadas de nuestro tiempo. Hay que decir que ni siquiera está ya todo dicho respecto a la autoría de algunos de nuestros pasos procesionales, a pesar de que prácticamente ninguno de ellos, a excepto del hermoso Cristo de Marfil, se remonta más allá del propio conflicto bélico. En este sentido se inserta el controvertido tema de las imágenes que, relacionadas directamente con nuestra semana mayor, han venido siendo a atribuidas erróneamente a José Rabasa, cuando esta valenciano, tal y como se ha demostrado, nunca fue escultor.
              En efecto, en los últimos años se ha venido desarrollando en toda España un proceso de investigación, con el fin de intentar recuperar la verdadera autoría de unas obras que han venido siendo atribuidas a un escultor que nunca lo fue. Porque la verdadera labor del Rabasa en el mundo de la imaginería fue la de un merchante, intermediario entre los comitentes, hermandades o la propia Iglesia, y los propios escultores. Poco a poco se van desgranando los nombres de los verdaderos autores de estas obras, que se encuentran repartidas de un extremo a otro de España. Por lo que se refiere nuestra propia capital conquense, la situación fue reclamada por primera vez por José Javier Ortí Robles, un conquense afincado en Valencia que está casado, además, con una nieta de Enrique Galarza, uno de los artistas “representados” por el propio Rabasa. Éste publicó hace ya algunos años la primera crítica de la verdadera autoría de la talla conquense de la Virgen de las Angustias.
              José Rabasa fue en realidad un marchante, funcionario del Estado en los años de la posguerra, que una vez acabado el conflicto bélico se dio cuenta de que la guerra había vaciado multitud de hornacinas y templos, y que esos templos debían llenarse otra vez con nuevas esculturas. Por todo ello, se hizo representante legal de muchos imagineros valencianos, a los que obligaba a no firmar las obras, para poder atribuirse él mismo directamente todas esas tallas. Conocía mundo artístico gracias a que su cuñado, Juan Antonio Rollo Miralles, socio suyo además en el taller de arte religioso que con este motivo había creado en la ciudad del Turia, había sido jefe de decoradores en el taller del escultor Pio Mollar.
              Dicho esto, ¿quién fue de verdad del autor de las talles conquenses atribuidas a Rabasa? En realidad, hay que hablar de autores, pues no se puede decir, en el estado actual de los conocimientos, que pueda hablarse de un mismo autor para las tres obras (Virgen del Amparo, María Magdalena y Virgen de las Angustias, pues aunque ésta última no participa directamente de las procesiones penitenciales, forma parte por sí misma del devocionario particular conquense correspondiente a la Semana Santa,  por su especial significado cultural tanto con el Viernes de Dolores como con el Viernes Santo). En efecto, se trata de un tema que no es nuevo; sobre ello, y de manera independiente para cada una de las tallas,  ya he dado en repetidas ocasiones mi opinión en otros trabajos anteriores.  
              A pesar de ello, todavía puede leerse en algunas publicaciones más o menos oficiales, que estas tres imágenes de devolción, fueron realizadas por este valenciano, cuando en realidad debería afirmarse simplemente, que fueron adquiridas en el taller de su propiedad. Como digo, no se trata de un asunto en absoluto nuevo, pero siempre se ha tratado de manera independiente; nunca hasta ahora se ha intentado elaborar una teoría de conjunto que relacione a las diferentes obras afectadas por el tema. Así, mi intención a la hora de realizar está aportación ha sido la de, en primer lugar, dejar por sentado de nuevo, de una vez por todas, cuál fue la verdadera personalidad de este valenciano, para después, dentro de las dificultades que presenta el hecho de la falta de documentación, intentar establecer quién o quiénes fueron los autores de las esculturas citadas más arriba. 
              No es éste tampoco Cuenca la única ciudad en la que se ha puesto en duda la obra de José Rabasa. También en la provincia de Ciudad Real, en este caso en la localidad de Herencia, desfila la talla del Señor de los Afligidos. De la relación entre la imagen y el supuesto autor podemos leer lo siguiente en una página web: “En primer lugar, queremos hacer una aclaración: Royo-Rabasa, en contra de lo que muchos creen, no es ningún escultor, sino más bien los dueños de unos talleres. José Rabasa Pérez era en realidad un banquero y Antonio Royo Miralles, decorador; ambos eran cuñados y poseían un único taller, hasta que se separaron en torno a 1953. Ellos daban nombre al taller y afloraban sus apellidos, dando fama a las obras. Pero la realidad era muy otra: un grupo de buenos escultores eran los que verdaderamente trabajaban, quedando sus nombres en el anonimato.”[1]
              Por otra parte, en Orihuela (Alicante) y en Vélez Rubio (Almería) se veneran sendas tallas de Jesús Crucificado, el Cristo del Calvario y el Cristo del Perdón respectivamente. Ambas han sido atribuidas a José Rabasa, y desde ambos lugares de España esa atribución, por los mismos motivos indicados, ha sido puesta también en duda. Respecto a la imagen andaluza, puede llere se lo siguiente en otra página web: “Otras informaciones hablan de hombre como una persona sociable y negociante hábil. Con su cuñado, Antonio Royo Miralles, levantó el taller de arte religioso Royo-Rabasa en Valencia, en la calle Trinitarios número 4, a través del cual fueron suscritos contratos y gestionadas entregas de imágenes. Pero él jamás fue escultor o imaginero, sino intermediario o marchante del grupo de artistas valencianos que, encerrados en sus talleres, depositaban en él su confianza sobre el destino de las imágenes, cuyo encargo aceptaban con la sugerencia de que fueron entregados sin firmar.”[2]


La Virgen de las Angustias
              Cómo se ha podido ver a lo largo de todo el apartado anterior, existe desde diversos puntos del país en los que existe obra atribuida a José Rabasa, cierto movimiento renovador tendente a intentar averiguar la personalidad del verdadero autor que pudo realizar sus pasos de devoción. También el siguiente paso de mi propia investigación tendrá esa misma intención, la de dar a conocer la figura del escultor que hizo en realidad, más allá de encargos comerciales, una de esas tallas que vienen siendo atribuidas a Rabasa, la que suscita la mayor devoción entre los nazarenos de Cuenca, a pesar de que no forma parte de las procesiones de Semana Santa: la de Nuestra Señora de las Angustias. No se trata de una teoría revolucionaria en absoluto, sino de algo que ya había sido apuntado por el propio José Javier Ortí, a modo de posibilidad, sin pruebas fehacientes, en el artículo antes aludido.
              Sin embargo, y ante la falta de una prueba documental que así lo corrobore sin ningún género de dudas, la comparación entre distintas imágenes salidas de una misma mano puede ser suficiente para, al menos, presentar una teoría sobre la autoría de esas obras. Y para el caso que nos ocupa, la similitud existente entre el Cristo muerto que sujeta sobre sus rodillas la Madre afligida y otras tallas de Enrique Galarza, nos indica que quizá pudo ser este imaginero valenciano, el verdadero autor de nuestra Virgen de las Angustias. Pero antes de continuar con el tema, quisiera explicar cómo se produjo la adquisición de está talla, y las vicisitudes que hicieron posible su llegada a Cuenca. La imagen anterior, de autor anónimo, había sido destruida en los primeros meses de la Guerra Civil, por lo que, una vez terminado el conflicto bélico, la hermandad encargaba “al escultor valenciano don José Rabasa la realización de un nuevo grupo escultórico”, según puede leerse en el libro oficial de la crónica de la coronación de la talla mariana, que se llevó a cabo, como es sabido, 31 de mayo de 1956. De esta forma, la escultura, que fue adquirida por suscripción popular, era bendecida en la catedral de Cuenca 19 de marzo de 1944, por el prelado de la diócesis, Inocencio Rodríguez Díez, en uno de sus primeros actos oficiales como titular del Obispado, al que había llegado el año anterior.
              Por ello, había que buscar la identidad del autor de una talla tan venerada en Cuenca, en algún escultor que hubiera realizado tallas de este tipo para José Rabasa durante la primera mitad de los años cuarenta, y varios son los datos confirman que Enrique Galarza había colaborado con el marchante por estas fechas. Por otra parte, algunos autores que han estudiado a este escultor valenciano, confirman que su ideología, cercana a ciertas posturas izquierdistas, impidieron en algunos momentos de su vida, principalmente en aquellos años que siguieron a la Guerra Civil, que alguien pudiera hacerle algún encargo de forma directa, motivo por el cual no habría tenido más remedio que buscar sus encargos a través de este tipo de talleres intermedios. 
              Por otra parte, tenemos las palabras del propio Galarza, quien, después de haber descubierto en la iglesia parroquial de Alcoy (Alicante), dos tallas suyas, la de San Jorge y la de la Virgen de los Lirios, que desde antiguo habían sido atribuidas a Rabasa, hizo estas declaraciones a algún medio periodístico: “Un buen día se presento en mi casa Rabasa, a quien nosotros llamábamos Rabosa [juego de palabras: en valenciano y en catalán, rabosa significa zorra] ya que simplemente era marchante, que además nos pedía que no firmáramos nuestras obras. Me encargó que hiciese una imagen de San Jorge y otra de la Virgen de los Lirios, y la verdad es que en un principio no lo tuve nada claro. Hay que tener en cuenta que todavía nos encontrábamos en guerra, y que por esta zona las imágenes de Santos no estaban bien vistas.”[3]
              En este sentido abunda también Adrián Espí Valdés, director del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil Albert y profesor de Historia del Arte, en un trabajo que hizo sobre otra de las obras realizadas por Enrique Galarza, las andas para la Virgen del Milagro, de Cocentaina, también en la provincia alicantina: “Nunca ha sido un desconocido Enrique Galarza, aunque sí hay que decir de inmediato que no siempre las obras por él realizadas, ideadas en su taller y allí iniciadas, han tenido igual fortuna, y quizá otros artesanos, de una manera o de otra, han hecho pasar como propias las esculturas que no lo eran, o no lo eran en su totalidad. Es preciso situarnos en el momento histórico: la posguerra, la auténtica necesidad de llenar hornacinas y altares con imágenes que el vendaval bélico se llevó por delante, destruyéndolas el fuego, la piqueta y, sobre todo, la ignorancia y la falta absoluta de sensibilidad. De ahí que en Valencia se organizaran talleres, en los que, quienes allí trabajaban, demostraban un alto grado de profesionalidad y oficio, desarrollando una intensa actividad. En el taller de Rabasa ingresaban tallas, y las más de ellas sin firmar, y muchas de ellas de Enrique Galarza que, sin embargo, guardaba en su propio obrador dibujos, vaciados y croquis de los trabajos”[4]. De esta forma pudo demostrar en su momento que él había sido el verdadero autor de las dos obras citadas en el párrafo anterior.  
              Por otra parte, en la página web citada anteriormente, en la que se hablaba de la imagen del Señor de los Afligidos de Herencia, también se mencionaba ya la posible autoría por parte de Galarza de otra de las tallas que han venido siendo atribuidas a Rabasa, y que se encuentra en este pueblo manchego: el San Pedro Nolasco que se venera del convento de la Merced. La sospecha no es infundada, sobre todo si tenemos en cuenta que fue precisamente Efraín Gómez, el mejor y más fiel alumno de Galarza, quien primero la hizo pública, en base a la profusión y riqueza iconográfica de la talla, que su maestro aprendió gracias a la amistad que mantenía con el pintor José Segrelles y, sobre todo, con Elías Tormo Monzón, catedrático de Historia del Arte. Y volviendo otra vez a nuestra talla de la Virgen de las Angustias, también la reconocieron como posible obra de Galarza, verbalmente, algunos hermanos de la cofradía de la Santa Cena de Orihuela (Alicante), buenos conocedores de la obra del genial escultor valenciano, puesto que su paso titular es también obra de éste.
              Pero todas esas suposiciones no dejarían de ser solo eso, simples suposiciones, si no existe un documento que pueda certificar de manera fehaciente dicha atribución, o en todo caso, un estudio comparativo con otras tallas documentadas del propio escultor. Así pues, y cómo por el momento no he podido hallar el documento en cuestión que lo avale, la clave puede estar en sendos pasos procesionales, muy parecidos entre sí, que reflejan el momento en el que Cristo, atado a una columna de tipo bajo, es azotado por los judíos, situados uno a cada lado del maestro. Ambas imágenes son, como ya he dicho, muy parecidos entre sí, tanto en la posición en la que se encuentran las tres figuras representadas en la escena, como en los rasgos físicos que presenta no solo la figura de Jesús, sino también las de los dos sayones. Se trata de las imágenes del Santísimo Cristo de la Flagelación de Orihuela (Alicante), y el grupo escultórico de la Flagelación del Señor, que pertenece a la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Villaviciosa (Asturias), y qué es conocido allí popularmente con el sobrenombre de “Paso de los Judíos”. 
              En lo que respecta al espacio temporal en el que las dos obras fueron concebidas, éstas son muy cercanas entre sí, y también son muy cercanas a la fecha en la que fue adquirido el grupo conquense de Nuestra Señora de las Angustias. El paso de Orihuela está fechado precisamente el mismo año 1944, y el asturiano sería realizado por el imaginero valenciano apenas cuatro años más tarde. Pero más importante aún que este dato cronológico es el gran parecido físico que existe entre nuestra imagen y las otras dos tallas, que en el caso la de de Villaviciosa es todavía más claro; eso, a pesar de que la talla conquense presenta los ojos cerrados, como corresponde a un Cristo muerto, mientras que las otras dos tallas los presenta abiertos. Las tres mantienen la misma frente despejada; el mismo rizo en los cabellos, tanto en la barba y el bigote como en la cabeza, peinada con raya en medio en los tres casos; el mismo gesto de tranquilidad y de dulzura;… Todo ello me hace pensar que las tres fueron realizadas por el mismo imaginero. Y la posibilidad se convierte en certeza cuándo se comparan cada uno de los rasgos de la cara de la talla conquense y de la asturiana. Resumiendo, ambos Cristos formarían parte de una misma serie, en la que estarían incluidos también el Amarrado de Orihuela, y los dos crucificados antes aludidos, el de la propia Orihuela y el de Vélez Rubio .

              Y si esto sucede con la talla de Cristo, ¿ cuál puede ser el modelo para la Madre en la talla conquense, de entre el resto de las obras de Galarza? Reconozco que las propias características de la imagen, una talla de vestir, en la que sólo se mantienen a la vista la cara y las manos, hacen mucho más difícil el estudio comparativo, por el escaso margen que le deja incluso al rostro la toca con la que se viste. No obstante, y sólo a modo de conjetura, sí parece existir una cierta semejanza entre el rostro de la Virgen de las Angustias y alguna otra de las obras de Galarza, como es el caso de Nuestra Señora de Vallivana, que se venera en Picassent (Valencia). Aunque se trata de una imagen de tamaño reducido, realizada para ser venerada sólo en su altar, el ovalado perfil del rostro y la línea marcada de las cejas, un tanto orientalizante, nos recuerda en parte el rostro de la talla conquense. Algo similar se podría decir de la ya citada Virgen de los Lirios de Alcoy, aunque en este caso, el parentesco es bastante más lejano.
              Finalmente, no quiero dejar de lado cierta relación existente entre este escultor valenciano, Enrique Galarza, y otros dos grupos conquenses. Por un lado, y sin abandonar la Semana Santa, con el paso de la Santa Cena, tallado en 1985 por Octavio Vicent, de quien se ha dicho que había solicitado al propio Galarza que le diera permiso para copiar su grupo homónimo de Orihuela, por más que en el caso conquense, al contrario que el alicantino, las tallas son completas, sin vestir. Por otra parte, el ya citado José Javier Ortí, en una conversación particular mantenida al respecto, ha señalado su posible respecto de la desconocida imagen de San Francisco abrazando a Cristo en la Cruz, que se encuentra en la iglesia de San Esteban, en la capital conquense, en base a las características que presenta, principalmente en la manera de trazar la cabellera de Cristo crucificado. En efecto, y a pesar de las lógicas diferencias relacionadas con la diferente inclinación de la cabeza que muestra la talla conquense, en la que Cristo dirige su mirada hacia la figura del santo seráfico, podemos apreciar algunas similitudes en este sentido con las dos tallas cristíferas antes mencionadas, el Cristo del Calvario de Orihuela, y el Cristo del Perdón de Vélez Rubio.



[1] http://herencia.net/2008-03-16/. Consultada el 9 de julio de 2018.
[2] http://porcelanosrubio.blogspot.com.es/2008/10/. Consultada el 9 de junio de 2018.
[3] “Medio siglo después Alcoy descubre a Enrique Galarza, autor legítimo de la imagen de San Jorge”. Entrevista a Enrique Galarza, publicada en el diario Información de Alicante, el 13 de octubre de 1991.
[4] Espí Valdés, A., “Acercamiento artístico-descriptivo de las andas-trono de la Mare de Deu”, en Pérez Miralles, J. y Ribelles Albors, I., Enrique Galarza Moreno, imaginero valenciano (1895-2000), Cocentaina, 2001.

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