En esa ocasión, quiero comentar
un libro bastante desconocido ahora, pero de gran importancia para lo que se ha
venido a llamar el arte de la guerra: “Bases para el estudio de la Geografía
Militar”. El autor del libro es el militar conquense Luis Villanueva
López-Moreno, quien había nacido en el pueblo manchego de San Clemente el 6 de
abril de 1881. En 1896, cuando estaba a punto de cumplir los quince
años, ingresó en el ejército, como soldado voluntario, quedando desde ese mismo
momento integrado en el cuarto regimiento de Zapadores Minadores, de guarnición
e instrucción en la plaza de Barcelona, y allí permanecería hasta los últimos
días del mes de junio de 1897, cuando, por haber obtenido plaza para la
promoción de ese año en la Academia de Infantería, según Real Orden de fecha 22
de junio, se trasladó a Toledo con el fin de iniciar allí sus estudios en dicho
centro, en el cual permanecería hasta el mismo mes del año siguiente, cuando, debido
al plan de enseñanza decretado por otra Real Orden de fecha 22 de febrero del
año anterior, que establecía cursos abreviados, fue, pudo ser promovido a
segundo teniente de infantería. Más tarde, entre 1906 y 1911, estudió también
en la Escuela Superior de Guerra, logrando diplomarse en dicho centro en Estado
Mayor, pasando así, como capitán de este arma, a formar parte de las élites
militares castrenses, y más tarde, en los años difíciles de la Segunda
República, fue también profesor de ese mismo centro, destino que abandonó poco
tiempo antes de haber estallado la Guerra Civil.
Participó en la campaña de
África, entre el mes de mayo de 1914 y el de octubre de 1915, pero fue su
trabajo científico lo que más le significó, sobre todo en los campos de la
historia y, más que nada, de la geografía. En 1921 fue destinado a la Escuela
Superior de Guerra, como profesor de la asignatura de “Geografía militar y
estratégica, precedida de nociones de Geología”, en la que permanecería hasta
el mes de septiembre de 1928, participando allí en diversas comisiones. Así,
hay que destacar el hecho de que entre el 1 y el 21 de abril de 1925, asistió
al Congreso Internacional de Geografía y Etnología, que se celebró en la
capital egipcia, El Cairo.
Declarado apto para el ascenso a
teniente coronel cuando por antigüedad pudiera corresponderle, el 7 de octubre
de 1924, se le confirió finalmente este empleo, por Real Orden Circular de 9 de
marzo de 1926, con efectividad del 3 de febrero de ese año; permaneciendo, por
otra disposición posterior, en su puesto en la Escuela Superior de Guerra.
Durante ese verano realizó con sus alumnos diferentes viajes de estudios por
Toledo y Zaragoza, y a partir de marzo de 1927 fue nombrado suplente de Mayor
en dicho centro, volviendo a realizar los tradicionales viajes de final de
curso con la nueva promoción, ahora por las provincias de Toledo, Cuenca y
Albacete, así como por diferentes localidades de diversas regiones militares,
con el motivo esta vez de efectuar la nueva campaña geográfica que había sido
dispuesta por la Real Orden de 25 de abril de ese año. Y en el mes de
septiembre siguiente, en función de su cargo de profesor de geografía en la
Escuela Superior de Guerra, fue nombrado vocal de la comisión que se había
creado con el fin de realizar los estudios preparatorios para la confección de
una historia de la actuación del ejército español en el territorio de
Marruecos, en la etapa comprendida entre los últimos años del siglo XIX y los
primeros de la centuria siguiente.
Durante la primera mitad del año
siguiente, 1928, antes de abandonar su cargo en la Escuela Superior de Guerra,
Luis Villanueva pronunció sendas conferencias en la Escuela de Guerra Naval
sobre defensa de fronteras. A partir del 4 de julio de ese año se trasladó a
Melilla, con el fin de documentarse para la publicación de la citada historia
de la actuación militar española en el norte de África. Para ello, en las
semanas siguientes permaneció en Melilla, revisando los archivos de la
extinguida Comandancia General de Melilla, y los de las comandancias
correspondientes de Artillería y de Ingenieros, visitando el teatro de
operaciones donde se llevó a cabo la campaña de 1893; reconociendo los diferentes
campos de batalla de las operaciones sucesivas de la guerra de 1909; y
realizando, finalmente, un reconocimiento geográfico e histórico de todo el
territorio del protectorado, desde Melilla y el Rif hasta Ceuta y Tetuán.
Y una vez terminada su labor en
el norte de África, el 5 de agosto se embarcó de nuevo en Melilla, con rumbo a
Madrid, donde se reincorporó a su puesto en la Escuela Superior de Guerra,
hasta el 21 de septiembre, fecha en la que se dispuso su cese en ese centro y
su pase a la sección histórica del Depósito de la Guerra, con el fin de poder
continuar allí su labor de documentación para la magna obra histórica que le
había sido encomendada. Allí, en el Depósito de la Guerra, permanecería hasta
el mes de enero de 1931, aunque este organismo pasaba, el 1 de enero de 1929, a
denominarse Depósito Geográfico e Histórico del Ejército. Una vez incorporado a
su nuevo destino, el 30 de septiembre, le fueron asignadas nuevas
responsabilidades; así, a partir del 2 de octubre de 1928, se hizo cargo, en el
propio Depósito, de la jefatura del anuario, escalillas, extractos de
organización militar, estadística e inventario de máquinas y herramientas, sin
desatender por ello, por supuesto, su cometido en la comisión histórica de las
campañas de Marruecos.
En el Depósito Geográfico e
Histórico del Ejército formó parte también, desde el 11 de mayo de 1929, de la
comisión encargada de redactar el programa de ingreso en la nueva Escuela de
Estudios Superiores Militares, y a partir del 12 de agosto de ese mismo año,
desempeñó además una nueva comisión de servicio relacionada otra vez con su
trabajo sobre la historia militar de España en Marruecos, ahora por las
ciudades de Granada, Sevilla, y otra vez Melilla. El 15 de marzo de 1930, por
otra parte, se hizo cargo de la jefatura del archivo de mapas y planos del
Depósito Geográfico, aunque sin abandonar tampoco ni la comisión histórica que
venía desempeñando desde algunos años antes, ni de la jefatura de la sección de
estadística y anuario; desde el 2 de junio de ese mismo año ejerció también,
interinamente, la jefatura de Labores de ese mismo centro.
Durante este periodo de tiempo,
en 1930 se hizo cargo también de la versión española del libro “El Asia
monzónica: India, Indochina e Insulindia”, traducción de la obra de la que era
autor Jules Simon, catedrático de la Universidad de Montpellier, que conformaba
en su versión original francesa el tomo XIII de la Geografía Universal,
dirigida por Paul Vidal de La Blache u Lucien Gallois. Sin embargo, su obra más
reputada es la titulada “Bases para el estudio de la Geografía Militar”, libro
que fue editado por primera vez en 1925 por el Ministerio de la Guerra, y
sucesivamente reeditado en 1927, 1932, 1934 y 1945, y del que existe incluso
una reedición moderna, realizada y anotada en 2018 por Enrique J. Refoyo. Una
obra que ya había sido declarada el 20 de octubre de 1927 de utilidad para el
conjunto del ejército, y por el cual, el 21 de septiembre de 1929, fue
condecorado con la Cruz al Mérito Militar de Segunda Clase, con distintivo
blanco, pensionada con el diez por ciento de su sueldo de teniente coronel,
hasta su ascenso al empleo inmediato.
En esta obra, el autor repasa
diferentes aspectos relacionados con el estudio geográfico, primero desde el
punto de vista general (concepto de geografía, actores geográficos, estudio de
la geografía en España y en el resto de Europa, …) y después en sus aspectos
puramente militares, desde el propio concepto de geografía militar hasta sus
aspectos más prácticos. Reflexiona en toda su problemática, tanto desde el
punto de vista físico (fronteras terrestres y marítimas, orografía e
hidrología, …) geológico (tipos de terreno e influencia de los diferentes
terrenos en las campañas), humanas (demografía, psicología de la población, aspectos
políticos e ideológicos, …) o la influencia de las diferentes fuentes de
energía, con especial dedicación al petróleo, un tipo de fuente que en a época
en la que el libro fue publicado por primera vez se encontraba todavía en un
estado incipiente, pero en la que nuestro autor adivinaba ya la gran
importancia que habría de tener en el futuro.
Volviendo a su carrera
profesional, el 20 de enero de 1931, Luis Villanueva era destinado a la Escuela
de Estudios Superiores Militares, en su sección militar, en la que ocupó ahora
la plaza de profesor de “Táctica y Servicio de Estado Mayor”, pasando el 22 de
abril de ese mismo año, tal y como era preceptivo para todos los militares en
activo, a prometer la obligada adhesión y fidelidad al nuevo gobierno republicano.
Y durante ese mismo curso, después de haber realizado con sus alumnos el
consiguiente viaje de estudios, esta vez a Pamplona y a diferentes puntos de la
sexta región militar, en el mes de junio formó parte del tribunal que debía
realizar los exámenes a los diferentes jefes y oficiales que aspiraban a entrar
en el centro a partir del curso siguiente. El 21 de julio de ese año el centro
pasaba a denominarse, otra vez, Escuela
Superior de Guerra; pocos días después, el teniente coronel Villanueva López fue
confirmado en su destino, según orden de 30 de julio, por lo que continuó
alternando su cometido allí como profesor y miembro del tribunal de nuevos
ingresos, con sus trabajos en la comisión histórica de las campañas de
Marruecos, que le obligaron a realizar un nuevo viaje por diferentes puntos del
protectorado norteafricano, entre el 7 de agosto y el 13 de septiembre.
Los meses siguientes, nuestro
protagonista seguiría alternando sus trabajos en el centro docente de Estado
Mayor, y en la comisión histórica, de la que ahora era secretario. A mediados
de mayo de 1932 asistió, al frente de su clase de táctica de la Escuela
Superior de Guerra, a efectuar de nuevo las consabidas prácticas de fin de
curso, esta vez principalmente en Benavente (Zamora); y otra vez en Madrid,
volvió en junio a formar parte del tribunal nombrado para examinar a los nuevos
aspirantes a ingresar en el centro ahora como presidente de dicho tribunal. Aunque
cesó el 4 de noviembre de ese año como secretario de la comisión histórica, continuó
en ella como vocal. Cometidos que se repetirían otra vez en su hoja de
servicios en el año siguiente, tanto en lo referente al viaje de prácticas de
fin de curso, ahora en Tarragona, como en lo referido, una vez más, a su
presencia en el tribunal de nuevos ingresos, así como la vocalía, también, en
la comisión histórica de las campañas de Marruecos. Además, durante el curso de
preparación de coroneles para su ascenso, en 1933, dio diversas conferencias,
todas ellas con una temática común: el empleo táctico de las grandes unidades
militares, el cuerpo de ejército y el ejército. Pero éstas no fueron las
únicas, ya que el 28 de marzo de ese año impartió la titulada “La formación de
las montañas” en el Centro Cultural del Ejército y de la Armada, en Madrid, la
cual fue posteriormente publicada como folleto.
Las prácticas de final de curso
en la Escuela Superior de Guerra le llevaron, en mayo de 1934, a Figueras
(Gerona), y una vez de regreso en Madrid, y a propuesta del propio centro al
que continuaba adscrito, fue autorizado para asistir a las maniobras navales
que realizó el conjunto de la escuadra entre los días 4 y 11 de junio; a su
regreso a Madrid, volvió a presidir el tribunal del ejercicio oral de táctica
en los exámenes de los aspirantes al ingreso en la escuela. Continuó
compaginando la enseñanza y la comisión histórica hasta el final del curso de
1936, ya que aunque el 6 de marzo de 1936 fue nombrado jefe del Estado Mayor de
la comandancia militar de Canarias, se dispuso que debía permanecer temporalmente
en comisión tanto en la Escuela Superior de Guerra, hasta la terminación del
curso de ese año, como en la comisión histórica de la campaña de Marruecos,
como vocal de la misma. Así, una vez realizadas las prácticas consiguientes,
durante el mes de junio de ese año, esta vez en Gerona y en los Pirineos
orientales, y acabado el curso en el centro docente, el 20 de julio tenía
prevista su partida de Madrid, con el fin de incorporarse por fin a su nuevo
destino en el archipiélago canario.
Pero el estallido de la Guerra
Civil se encargó de cambiar sus planes, a pesar de que intentó adelantar su
viaje al día anterior. Sin embargo, habiendo conocido la sublevación de las
tropas en África, el Ministro de la Guerra, Santiago Casares Quiroga, no
permitía su salida de la capital, como la de ningún militar en ese momento,
Pese a todo, y adoptando todas las precauciones posibles, esa noche decidió
tomar el último ferrocarril que salía de Madrid, llegando a la localidad de El
Carpio, en la provincia de Córdoba, en la que el vehículo quedó detenido, al
haberse decretado una huelga general. Después de pasar allí dos días,
escondido, y debido al ambiente hostil que en la comarca se percibía contra el
movimiento nacional, decidió abandonar el equipaje que llevaba consigo y
continuar el viaje, ocupando una camioneta en la que pudo llegar hasta la
capital cordobesa y presentarse al comandante militar de la plaza, adicto
también al levantamiento. Desde Córdoba, el 25 de julio pudo continuar el viaje
hasta Cádiz, y dos días más tarde, conduciendo un convoy que estaba protegido
por cuatro falangistas, se presentó en Algeciras, desde donde pudo cruzar el
Estrecho. Llegado a Tetuán el 28 de julio, quedó a partir de ese mismo día a
las órdenes del general Francisco Franco, incorporándose inmediatamente a las
fuerzas militares de Marruecos.
Aunque su hoja de servicios no
da detalles respecto a su pase a la península con las tropas nacionales, es de
suponer que debió producirse en los primeros días del mes de agosto, con el
denominado “convoy de la victoria” cuando el grueso del ejército de Marruecos
pudo cruzar el Estrecho de Gibraltar. Lo cierto es que días más tarde, el 30 de
agosto, el teniente coronel Luis Villanueva pasaba al cuartel general de las
tropas expedicionarias, en el enlace de Sevilla, en el cual permanecería una
vez que se constituyó el Cuartel General del Generalísimo, el 1 de octubre de
1936. Allí permaneció también el resto de ese año, hasta el 22 de marzo de
1937, cuando era ascendido a coronel, con antigüedad del 20 de ese mismo mes,
disponiéndose momentáneamente su incorporación en Salamanca al mismo Cuartel
General del Generalísimo. Y poco tiempo después, el 3 de julio, era nombrado
segundo jefe de Estado Mayor de dicho cuartel general, en el que incluso pudo actuar,
con carácter interino, como primer jefe, durante varios periodos de tiempo, a
pesar de que permaneció en este destino durante muy poco tiempo. En efecto, el
27 de septiembre era nombrado jefe del Estado Mayor de la Organización
Defensiva de la Frontera Pirenaica, que era conocida corrientemente como la
Inspección General de la Frontera Norte.
No conocemos apenas datos de
nuestro militar en este periodo de tiempo, la Guerra Civil, que podría haber
resultado tan interesante para el conocimiento general de la evolución de la
guerra en ese frente norte. Su hoja de servicios apenas menciona, en el
apartado correspondiente a recompensas y honores, que en 1937 fue nombrado
comendador de número de la Mehdanía marroquí, así como su reconocimiento como
gran oficial de la orden portuguesa de San Benito de Avis, también en ese mismo
año. Otro dato, que no recoge su historial militar, es su prólogo a la obra de
Antonio San Juan Cañete, “La frontera de los Pirineos Occidentales”, publicada
en 1936 poco antes del inicio de la guerra.
Falleció en Pamplona, el 18 de
enero de 1939, destinado aún en la inspección de la frontera norte, o al menos
su hoja de servicios no menciona ya ningún destino posterior; aunque no
conocemos las circunstancias en las que se produjo dicho fallecimiento, es
decir, si fue en un acto de servicio, en el campo de batalla, o si fue una
muerte natural. Sólo sabemos que un año después, en la edición del 17 de enero
de 1940, aparecía su esquela de aniversario en el diario ABC, figurando con su
nombre completo, Luis Villanueva López-Moreno, tal y como aparecía también en
su “Bases para el estudio de la Geografía militar”, unificando de esta forma en
uno sólo los dos apellidos de su madre. El 11 de enero de 1939 se había
solicitado, además, la confirmación de su fallecimiento. Por otra parte, Ferrer
Benimeli, experto en temas relacionados con la masonería, afirma que el militar
conquense había pertenecido también a ella, como otros muchos soldados de su
generación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario