Datos personales

CURRICULUM LITERARIO E INVESTIGADOR



Julián Recuenco Pérez (Cuenca, 1964) es licenciado en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, con una tesis sobre "El tribunal de Curia Diocesana de Cuenca durante el reinado de Fernando VII (1808-1836)", publicado por la Universidad de Castilla-La Mancha.
Fruto del ciclo de conferencias que dirigió en la sede conquense de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo durante los años 2014 y 2015, sobre historia contemporánea de Cuenca, ha coordinado el libro colectivo titulado "Entre la guerra carlista y la Restauración. Cuenca en el último tercio del siglo XIX", publicado en el año 2016 por la Diputación Provincial de Cuenca. Su último libro publicado es "El león de Melilla. Federico Santa Coloma: un general a caballo entre el liberalismo y el africanismo", una biografía de este desconocido militar conquense que vivió a caballo entre la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de África, también por la Diputación Provincial. Su trabajo más reciente, en el que está sumido actualmente, forma parte del proyecto de la Biblioteca de Autores Cristianos "Historia de las diócesis españolas", para el que está realizando el capítulo correspondiente a la historia de la diócesis de Cuenca en el período contemporáneo; y en este mismo campo, ha participado también, en el proyecto titulado "Diccionario de los obispos españoles bajo el régimen del Real Patronato,", dirigido por Maximiliano Barrio Gozalo, y cuyo primer volumen ha sido publicado recientemente por la Biblioteca de Autores Cristianos. En este momento tiene en prensa el libro "Las élites militares conquenses en el reinado de Alfonso XIII (1886-1931)", escrito en colaboración con Pedro Luis Pérez Frías.

Ha realizado también diversos estudios sobre religiosidad popular y cofradías de Semana Santa, entre las que destaca el libro "Ilustración y Cofradías, la Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XVIII", que fue publicado por la Junta de Cofradías de la ciudad del Júcar en el año 2001, y "Cruz de guía", un acercamiento a la Semana Santa de Cuenca desde el punto de vista de la antropología y de las religiones comparadas. Así mismo, es autor de diversas monografías que tratan de la historia de algunas de las hermandades de la Semana Santa de Cuenca: Santa Cena, Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto (de San Antón), Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo, Nuestra Señora de la Soledad (del Puente), Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol y Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna.


En el campo de la creación literaria, ha ganado diversos premios de relatos, poesía y novela. Es autor de las novelas "El papiro de Efeso" (1998), "La mirada del cisne" (2007, Premio Ciudad de Valeria de novela histórica), "El rehén de Cartago" (2009), "Segunda oportunidad" (2011), y "El hombre que vino de Praga" (2016), de los poemarios "El hombre solo" (2007), Premio Villa de Arcas Eduardo de la Rica), "La ciudad vertical (2009), "El salón de baile" (2013, finalista del IV Certamen Poeta Juan Calderón Matador), y "Luna llena de Parasceve" (2013), publicado por la Junta de Cofradías dentro del programa oficial de Semana Santa), así como también de un libro de viajes "Crines de espuma" (2007) y de una colección de relatos, "Tratado de los espejos" (2008).


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martes, 3 de diciembre de 2024

EL ROMÁNICO EN LA HOYA DEL INFANTADO

 Para comprender mejor cómo se desarrolla el arete románico en este territorio, que se ha venido a llamar la Hoya del Infantado, y que ocupa todo el noreste de la provincia de Cuenca, en el límite entre las tierras alcarreñas y la sierra, y una parte del sur de la provincia vecina de Guadalajara, las tierras que conforman la cuenca del río Escabas, afluente del Tajo, hay que tener en cuenta las circunstancias en las que se produjo la repoblación del territorio en la Edad Media, una vez reconquistado a los árabes. En este sentido, y al contrario de lo que vimos en sesiones anteriores de este programa (ver “Un viaje al Románico en el Campichuelo conquense”, 27 de noviembre de 2023; y “Un nuevo acercamiento a la arquitectura románica en la provincia de Cuenca”, 12 de mayo de 2024), al acercarnos a los pueblos del Campichuelo, cuya repoblación siempre estuvo unida a la reconquista de la ciudad de Cuenca, en 1177, lo que determinó la plasmación, en sus iglesias rurales, de un románico ya tardío, en el que los elementos propios del estilo se van a combinar con otros elementos más propios del nuevo estilo gótico que ya entonces se estaba empezando a utilizar en la fábrica de la nueva catedral que se estaba construyendo en la ciudad, la conquista cristiana de esta comarca del Infantado se había producido ya casi un siglo antes, lo que va a determinar la elaboración, en las fábricas de las iglesias que entonces se estaban construyendo, de un románico más puro, en el que podemos encontrar la influencia del románico que ya se estaba utilizando en la provincia de Guadalajara. No quiere ello decir que aquí no existan elementos góticos, como el arco apuntado, pero suelen responder a fases más tardías de reconstrucción de los edificios primitivos.

Hay que decir, antes de nada, que este territorio, que después sería conocido como la comarca del Infantado, había sido poblado ya en tiempos muy antiguos, como ha venido a demostrar la existencia de importantes yacimientos arqueológicos. También se asentaron aquí los romanos, y en este sentido hay que remarcar la existencia, muy cerca de aquí, de una de las tres ciudades importantes que los romanos establecieron en la actual provincia de Cuenca: Ercávica. La misma ciudad que todavía siguió siendo sede episcopal en tiempos visigodos, y que después, bajo los árabes, y al amparo de la familia bereber de los Dhi-l-Nun, que aquí se establecieron, provenientes del actual Túnez, se convertiría en la capital de una de las koras o provincias dependientes del califato de Córdoba, la de Santaberiya. Y también cerca de aquí, en Almonacid de Zorita, ya en tierras de Guadalajara, el rey visigodo Leovigildo creó una nueva capital, al la cual, en honor a su hijo, le dio el nombre de Recópolis. 

Con el derrumbamiento del califato omeya de Córdoba, el territorio pasó a formar parte de la taifa de Toledo, que precisamente había quedado en poder de la misma familia de los Dhi-l-Nun, y a ella quedó vinculada hasta el mismo momento de la conquista de su capital por parte del monarca Alfonso VI. En este momento, la comarca se convirtió en un territorio de frontera, sometido a las crónicas razias protagonizadas tanto por cristianos y musulmanes, adentrándose así al otro lado de la frontera en acciones de rapiña, y sólo se consiguió estabilizar gracias a la figura de Alvar Fáñez, el supuesto sobrino del Cid. A nivel administrativo, fue primero incorporado al llamado Común y Tierra de Zorita, y más tarde, durante el reinado de Alfonso VII (1126-1157), a la demarcación de Huete, pasando también a incorporarse, en términos eclesiásticos, al obispado de Sigüenza. Y es que la sierra de Altomira, que cruza la comarca de norte a sur, fue llamada durante la Edad Media la Sierra de Enmedio, precisamente porque estaba en el medio entre las tierras de los cristianos y las de los musulmanes.

La conquista de Cuenca por Alfonso VIII, en 1177, alejó por fin la frontera hacia el este, y luego las de Alarcón, en el sur de la provincia, y Alcaraz, en la de Albacete, también hacia el sur. En términos otra vez eclesiásticos, el territorio pasó a depender del nuevo obispado de Cuenca, mientras que en el político volvía otra vez, temporalmente, a ser señorío real. Así permaneció hasta el año 1252, cuando el rey Alfonso X “el Sabio” creó un extenso señorío, del que formaba parte este mismo territorio, junto a otros pueblos de la provincia de Guadalajara, que lo donó a una de sus amantes, doña Mayor Guillén de Guzmán, la madre de su hija Beatriz. A ella pasó después el señorío, y más tarde fue la hija de ésta, doña Blanca, quien la vendió al infante don Juan Manuel; es en este momento cuando el territorio empezó a ser conocido, por razones obvias, como la comarca del Infantado.

Años más tarde, el infante don Pedro vendió el señorío a Micer Gómez de Albornoz, miembro de una de las familias más importantes de la nobleza conquense, sobrino del famoso cardenal Gil de Albornoz, y más tarde pasó a poder de Álvaro de Luna, a quien se lo había vendido María de Albornoz, la nieta del propio Gómez de Albornoz, y desposeído el hijo de éste de ese gran señorío por el rey Enrique IV, una vez caído en desgracia, éste se lo entregará definitivamente a Diego Hurtado de Mendoza, hijo del famoso marqués de Santillana, a quien los Reyes Católicos le concederían, pocos años después, el título de primer duque del Infantado.

La primera de las iglesias que vamos a visitar es la de Alcantud. Aunque hemos dicho que el territorio del Infantado ya había iniciado su repoblación antes de la conquista de Cuenca, y que el románico en  este territorio es mucho más puro que el del Campichuelo, la iglesia de Alcantud es un claro ejemplo de alternancia entre esa fábrica primitiva y una fábrica posterior, en el que también aparecen algunos elementos más propios del gótico, que conserva una portada ligeramente apuntada, que corresponde a una fase posterior del edificio, ya en la segunda mitad del siglo XIII, cuando ya se habían iniciado las obras en la catedral conquense. Su conservación es deficiente, pues fue descubierta en 1995, durante unas obras de restauración de la iglesia, bajo una gruesa capa de cemento0, por lo que no hubo más remedio que someterla a una importante restauración, como se puede apreciar a simple vista. Se caracteriza por la existencia de tres arquivoltas apuntadas, apoyadas sobre columnas que presentan, como principal elemento decorativo, tallas vegetales. También es interesante la estrecha ventana saetera que se muestra sobre la portada, también en la espadaña, bajo el triple hueco de las campanas.

Por lo que se refiere al interior, tanto la cabecera como la propia nave fueron reformadas en el siglo XVI, recreciéndose en altura y en anchura, por lo que no responde ya al estilo románico. De esta misma época es también la portada sur y la sacristía, y en este caso, ni siquiera la pila bautismal es románica.

Los restos románicos de esta iglesia de Salmeroncillos de Arriba también son escasos, y más después de que, en la década de los años ochenta del siglo pasado, se produjo el hundimiento de su elemento más característico, su ábside. También la espadaña, muy restaurada en tiempos recientes, es ajena en todo al estilo del románico. Con respecto al interior, aunque responde al trazado original, apenas tiene elementos significativos.  Así las cosas, lo más destacado, en lo que a nosotros nos interesa, es la pila bautismal, compuesta por un pie cilíndrico y un vaso semiesférico, decorado con una sucesión de gallones dispuestos en una leve diagonal. La pila de Salmeroncillos tiene una clara influencia de las pilas bautismales de las iglesias de Alcocer y Salmerón, en la provincia de Guadalajara, y de la pila de la iglesia conquense de Albendea.

La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Zarza, en Salmeroncillos de Abajo, responde sobre todo al estilo barroco. Sin embargo, una mirada detallada a algunos de sus elementos nos permite vislumbrar algunos elementos medievales. Así, todavía en el muro norte de la iglesia se puede ver, fosilizada en el conjunto de la nave, los cuatro tramos que conforman su fábrica medieval, separados por sendos contrafuertes, y la primitiva cornisa, apoyada en veintiún sencillos canecillos. Esta parte de la fábrica responde a la construcción de finales del siglo XII y principios del siglo XIII. También es románica la pila bautismal, realizada en piedra arenisca, aunque se encuentra muy desgastada y recompuesta con cemento, en la que destaca, como único adorno, la moldura de su embocadura.

En Albendea se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Aunque tapado en parte por la propia sacristía, destaca visiblemente en el exterior el ábside románico, con testero en semicírculo, horadado con una pequeña ventana saetera con vano en arco de medio punto, que se puede atribuir al estilo cisterciense, llamado también estilo de transición entre el románico y el gótico. Por lo que se refiere al interior, el románico se puede apreciar aún en su nave central, que responde a la primera etapa de su fábrica, y sobre todo, en el tramo contigo al presbiterio. Esta parte del edificio responde a una fecha próxima al cambio de siglo, es decir, hacia el año 1200. Sin embargo, y en lo que responde al interior, la iglesia fue ampliada en altura y en anchura, primero entre los siglos XV y XVI, y otra vez en pleno siglo XVIII. También es románica la pila bautismal.

En este mismo pueblo también debemos visitar la llamada Ermita de Llanes, aunque en su origen, este edificio se trata, en realidad, de un antiguo mausoleo romano, y formó parte de una villa bajoimperial. A lo largo de la Edad Media, el edificio fue sometido a importantes modificaciones, con el fin de convertirlo en la iglesia parroquial de un pequeño poblado llamado de Llanes que, sin embargo, no tardó demasiado tiempo en quedar despoblado. Así, resulta difícil diferenciar su fábrica romana de su fábrica posterior.

De la iglesia de Arandilla del Arroyo destaca, en lo que a nosotros nos interesa, es decir, en su fábrica románica, las dos portadas de arenisca, de carácter rústico. Por lo demás, apenas queda nada del periodo románico, más allá de su pila bautismal, situada bajo el sotocoro de la iglesia. La taza de la pila está adornada con gallones verticales, adornados con flores de seis pétalos y cruces patadas.

Aunque situada en la provincia vecina de Guadalajara, la visita  a la iglesia de Millana es también interesante para comprender mejor el románico de esta comarca del Infantado, de la que también formó parte, como una de las localidades más importantes del señorío; y también, porque, al igual que otros pueblos del sur de la provincia de Guadalajara, Millana también estuvo incorporada a la diócesis conquense hasta el siglo XIX. Del exterior destaca su torre, emparentada con la de Valdeolivas, y también, como ella, formada por tres cuerpos superpuestos, y también de planta cuadrada. Cuenta con una línea de impostas que separan el segundo y el tercer cuerpo, y la apertura de cuatro vanos, uno en cada cara de la torre, rematados con arcos de medio punto.


Por lo que respecta al cuerpo de la iglesia, en lo que al románico se refiere, destaca la portada, también de medio punto, en la que también ces bastante clara la influencia del estilo cisterciense. Consta ésta de seis arquivoltas, apoyadas sobre columnas con ábaco y bocel. Los capiteles de éstas se muestran adornadas con un bestiario alegórico en el que se reflejan algunos animales mitológicos que representan las fuerzas del mal. Y sobre la portada, también es interesante la cornisa, que se apoya sobre una serie de canecillos y metopas, adornados con elementos vegetales y geométricos, que responden, en su conjunto, a una clara influencia del monasterio de Santo Domingo de Silos.

En el interior, el románico de la iglesia de Millana se encuentra muy escondido bajo el disfraz de una posterior fábrica datada en el siglo XVI, por lo que apenas perviven elementos destacables de su construcción medieval.

Finalmente, es muy probable que sea la iglesia de Valdeolivas el más importante templo románico de toda la provincia de Cuenca, y puede ser fechada, también, en los últimas años del siglo XII o los primeros de la centuria siguiente. A nivel exterior destaca su torre de campanas, emparentada con las torres de Salmerón y Alcocer. De plata cuadrada y cuatro cuerpos, consta de seis vanos a cada lado, pareados dos a dos en los tres cuerpos superiores, rematados con arcos levemente apuntados, que se apoyan sobre capiteles adornados con punta de diamante. La riqueza ornamental va creciendo conforme la torre se va elevando en altura.

Por lo que respecta al cuerpo de la iglesia, y a pesar de las modificaciones posteriores que sufrió, destaca el ábside, fabricado en sillería de piedra, y dividida en cuatro paños, circundados por una hilera de canecillos de factura geométrica, y elevados por encima de la portada principal, del siglo XIII. Ésta está formada por cuatro arquivoltas, y muestra ciertas concomitancias con la portada interior que conecta, en el cercano monasterio de Monsalud, en Córcoles, la iglesia del monasterio con el claustro. Este monasterio ha sido destacado como uno de los máximos ejemplos del estilo cisterciense.

En lo que respecta al interior, la iglesia contaba primitivamente con una nave única, y cabecera semicircular, claramente visible. La nave consta de tres tramos, separadas entre sí por arcos apuntados, que se suceden a lo largo de la bóveda de cañón. Los arcos se apoyan sobre sencillas columnas, que en el arco triunfal, que da acceso al presbiterio, responde también al estilo cisterciense. En lo que respecta al testero del ábside, se aprecian unos vanos adornados con puntas de diamante, que se corresponden con las respectivas ventanas del exterior.

También son de destacar las pinturas románicas, fechadas también hacia los años finales del siglo XIII, que fueron descubiertas al inicio de la Guerra Civil, al ser derribado y destruido el altar que las había tapado durante varios siglos. En el centro destaca la representación del Pantocrátor, Cristo en majestad, que quiere representar la soberanía divina. A los lados el Tetramorfos, la representación de los cuatro evangelistas, aunque en la actualidad sólo se conserva una parte de esta representación, en la que representan a Marcos y a Lucas. En la cúspide, el Espíritu Santo, y rodeándolo todo, el colegio apostólico, en dos grupos de seis figuras, formando todo una impresionante rep0resentación de carácter piramidal.








A partir de esta entrada, y siempre que yo lo considere conveniente con el fin de enriquecer la información aportada por el documento principal de la entrada, voy a incorporar un podcast, generado por inteligencia artificial, en el que dos interlocutores, a partir de la información aportada por el propio texto de la entrada, complementado con otras informaciones que la IA pueda encontrar en la web, conversarán sobre el tema tratado en el cuerpo de la entrada. Podemos considerar que los dos interlocutores pueden ser la propia Clio, musa de la Historia, y Platón, el más grande de los filósofos clásicos, o la propia IA.

El Podcast de Clio: EL ROMÁNICO EN LA HOYA DEL INFANTADO


lunes, 27 de noviembre de 2023

Un viaje al románico en el Campichuelo conquense

 

¿Qué es el arte románico? ¿Cómo podemos distinguir una iglesia románica dee una iglesia gótica, o de un templo realizado en cualquiera de los muchos estilos “regionales” que se desarrollaron, antes que él, en cualquier rincón de Europa? En una enciclopedia abierta como la Wikipedia, podemos leer lo siguiente: “El arte románico fue un estilo artístico predominante en Europa Occidental durante los siglos XI, XII y parte del XIII. El arte románico fue el primer gran estilo claramente cristiano y europeo que agrupó a las diferentes opciones que se habían utilizado en la temprana Edad Media (romana, prerrománica, bizantina, germánica y árabe) y consiguió formular un lenguaje específico y coherente aplicado a todas las manifestaciones artísticas.​ No fue producto de una sola nacionalidad o región, sino que surgió de manera paulatina y casi simultánea en España, Francia, Italia, Alemania y en cada uno de esos países surgió con características propias, aunque con suficiente unidad como para ser considerado el primer estilo internacional, con un ámbito europeo.”  Y más adelante, establece tres condicionantes que permitieron su desarrollo, al mismo tiempo, en todo el continente: la expansión de las órdenes religiosas, Cluny y Císter principalmente, como fuente de riqueza, no sólo económica, sino también social y urbana; el desarrollo de las peregrinaciones, y en concreto, para España, de la peregrinación a Santiago; y el aumento y predominio de la Iglesia en el conjunto de la sociedad.

            Si queremos adentrar os en lo que significa, para la Historia y la Historia del Arte, el movimiento románico, nos debemos preguntar hasta qué punto es correcta esta definición. En primer lugar, hacia el siglo XI, centuria en la que los investigadores suelen localizar el inicio del románico, hacía ya mucho tiempo que la Iglesia había acumulado un gran poder, tal y como se demuestra en multitud de documentos de todo tipo: epigráficos, diplomas, incluso monumentales. Por otra parte, muchas iglesias románicas se encuentran en espacios aislados, lejos no ya de las ciudades -que verán, más tarde, el desarrollo del arte gótico-, sino incluso de los propios conventos cluniancenses o cistercienses -hay que pensar, en este sentido, en ese otro estilo intermedio, a caballo entre el románico y el gótico- llamado precisamente como propio de las órdenes-. Y finalmente, y desarrollaremos este aspecto con más profundidad, no todo el arte románico español está relacionado directamente con el camino de Santiago, sino que en otros espacios más meridionales, como es el caso de las provincias de Guadalajara y Cuenca, el desarrollo del románico debe ser vinculado con otros aspectos, tan importantes como la repoblación.

            Finalmente, a la hora de acercarnos a la Historia del Arte, debemos pensar que la compartimentación temporal que normalmente se hace al definir cada uno de los estilos es una compartimentación puramente convencional, con el fin de ayudar tanto a los estudiosos como a los no iniciados a situar cada uno de los estilos en el marco histórico. A este respecto, recogemos las palabras de uno de esos estudiosos, Miguel Cortés Arrese: Hoy en día, se considera que las divisiones cronológicas en la historia del Arte son en parte convencionales, al estar guiadas por la necesidad de establecer límites precisos y articulaciones rígidas en un desarrollo, en realidad, continuo y discontinuo; a ello cabe añadir la diacronía existente en la producción artística de distintas regiones y países. Así, por ejemplo, mientras que el arte románico pleno se extendería por el sur de Francia, la Península Ibérica o Italia, desde 1140 se vislumbraba el gótico en Francia. Es a partir de 1140 cuando urge un movimiento encabezado en la Francia capeta, que se va a oponer al románico de las iglesias de peregrinación; la cristalización del nuevo estilo va a ir a la par de la formalización, centralización y expansión del dominio real.”

            Esta diacronía histórica se puede apreciar claramente en el románico conquense. Las iglesias, todas ellas, fueron iniciadas ya en el siglo XIII, es decir, en las etapas finales del estilo, y son, por lo tanto, como mínimo coetáneas a la construcción de la propia catedral. En otros lugares, también en este mismo blog (ver  “La catedral de Cuenca, cuna del gótico castellano. Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, impulsores de un templo cristiano”, 6 de septiembre de 2019) ya he hablado de la importancia que tiene la catedral de Cuenca, como primer templo gótico de la península ibérica. Y ahora quiero resaltar como, mientras en la capital, de la diócesis, por el patrocinio de los reyes y gracias al trabajo de algunos maestros llegados de fuera, de Aquitania o de la misma Inglaterra, se está empezando a vislumbrar un nuevo estilo, que muy pronto se va a extender por los diferentes reinos peninsulares, a muy pocas leguas de distancia, en estas tierras del Campichuelo, los artistas locales siguen trabajando de la misma forma que ellos llevaban haciendo desde hacía muchas décadas, en ese estilo románico que todavía pervivirá algunas décadas más.


Portada de la iglesia de Ribatajada

            Sería demasiado largo traer aquí a colación las múltiples características que definen al arte románico, y sus diferentes variaciones tanto geográficas como temporales, pero sí podemos acercarnos, al menos, a las más definidoras de la arquitectura románica: el arco de medio punto en las portadas, adornadas muchas veces con arquivoltas o elementos vegetales o geométricos; fachadas de mampostería o de piedra escuadrada, pero raras veces pulimentada; cabeceras de línea circular, en forma de semitambor, algunas veces adornadas con ventanas estrechas, saeteras; bóvedas de cañón en las cubiertas; naves más amplias y elevadas que los de los templos anteriores, pero bastante menos que en las posteriores iglesias góticas; profusión de pilares como elemento de sustentación de las bóvedas; gran sencillez decorativa, más allá de las portadas monumentales de algunas iglesias del Camino de Santiago, o la profusión de pinturas murales en otros templos,…

            Por lo que a la provincia de Cuenca se refiere, y también, en líneas generales, a la provincia vecina de Guadalajara, cuando hablamos del románico tenemos que tener en cuenta la relación que el estilo tiene con la repoblación. En efecto, si en el norte de España tenemos que hablar de un románico de peregrinación, vinculado al Camino de Santiago, en el centro peninsular debemos hablar de un románico de repoblación, vinculado al propio desarrollo de la reconquista de Cuenca. Huete fue tomado a los musulmanes en torno al año 1150, por Alfonso VII, y fue incorporado inmediatamente, y anteriormente a su vinculación definitiva al obispado de Cuenca a raíz de la creación de su obispado, como un arcedianato del arzobispado de Toledo. Cuenca, por su parte, y como todos sabemos, fue conquistada por Alfonso VIII en 1177. A partir de este momento, las tierras de Cuenca se convierten en un espacio de frontera entre cristianos y musulmanes, hasta el punto de que una de sus aldeas llegara a tomar, y hasta el día de hoy, ese nombre oficial -La Frontera-, y sólo a partir del año 1212, con la victoria de las tropas cristianas en Las Navas de Tolosa, esa frontera pudo trasladarse muchos kilómetros hacia el sur, hasta más allá de Despeñaperros. De esta manera, la repoblación de esta parte de la meseta, realizada con personas procedentes de la Extremadura castellana, hasta entonces sometida a las múltiples y sangrientas razias en territorio enemigo que protagonizaban ambos bandos, pudo estabilizarse definitivamente.

            Otro aspecto a tener en cuenta, a la hora de hablar del románico conquense, es la medida utilizada por los arquitectos a la hora de trazar cada templo; unas medidas que, en principio están basadas en el pie romano, equivalente aproximadamente a los treinta centímetros actuales. Y a partir del pie, en los años medievales se desarrolló la vara como unidad práctica de medida, una unidad que, sin embargo, no era la misma en todos los lugares; en este sentido, hay que diferenciar entre la vara vieja de Toledo, equivalente a tres pies, que la vara castellana, un poco más corta que la otra, y que era utilizada en territorios más septentrionales, como en Burgos.

            En líneas generales, el románico conquense se caracteriza por edificios muy sencillos y austeros, y muchas veces sus características son difíciles de apreciar, debido a la gran cantidad de modificaciones y restauraciones que se fueron haciendo en ellos a lo largo del tiempo, y que enmascaran, muchas veces, su arquitectura original. Son edificios con una escasa decoración, salvo escasas excepciones, y cierta unidad constructiva. Casi siempre son iglesias de una sola nave, con cabecera cuadrada o semicircular -en el primer caso, no es difícil pensar que se trata de modificaciones realizadas posteriormente-, espadaña de escasa altura en los pies, y portada de ingreso, con arco de medio punto o ligeramente apuntada, mostrando ya una cierta transición al gótico, y en el interior, existencia de arco triunfal separando el presbiterio del resto del templo. La construcción suele estar realizada en mampostería, aunque en ocasiones también se aprecia el uso de sillares, muchas veces sólo en las esquinas o rodeando a la portada.

            Por lo que se refiere a la distribución geográfica, y dejando aparte algunos restos, escasos, que se mantienen todavía en algunos templos de la capital diocesana _San Pantaleón, San Miguel, San Martín,…- el románico conquense se distribuye, en líneas generales, en dos ejes opuestos: un eje hacia el sur, Cuenca-Alarcón, en el que se encuentran algunas iglesias importantes como las de Arcas, Villar del Saz de Arcas, Mohorte, Valeria, Valera de Abajo o Buenache de Alarcón; y otro eje hacia el noroeste, en dirección hacia el monasterio de Monsalud, situado actualmente al sur de la provincia de Guadalajara, pero que siempre ha pertenecido a la diócesis conquense, en el que se pueden encontrar algunas diferencias de importancia entre las iglesias de su zona norte -Valdeolivas, Albalate de las Nogueras-, y las iglesias más meridionales, establecidas principalmente en la comarca del Campichuelo. Es principalmente a estas últimas, a los templos del Campichuelo, a los que me voy a dedicar en esta entrada.

            Pero antes de hacerlo, no puedo dejar de recomendar al visitante que se quiera adentrar en este románico conquense, un acercamiento a las artes suntuarias, a través de la colección que atesora y conserva el Museo Diocesano de Cuenca. Es destacable, en este sentido , elementos como el llamado báculo de San Julián, de caña cilíndrica, y con el mango adornado con hojas y flores sobre esmaltes azules, o el llamado de Juan Yáñez, primer obispo de la diócesis, y que muy probablemente hay que fechar, en ambos casos, en una etapa ligeramente posterior a la que vivieron ambos prelados. También, el Calvario de Alfonso VIII, hasta un tiempo revestido de plata, y al que acompañaban tres escudos, o la cruz de Arrancacepas.

 

VILLALBA DE LA SIERRA

            Levantada, como casi todas las iglesias románicas conquenses, hacia el siglo XIII, es una iglesia de transición del románico al gótico, aunque las múltiples transformaciones realizadas en su fábrica en periodos posteriores hacen difícil la contemplación de los elementos propios de esta época. Son características su única nave -la segunda nave, en la que actualmente se encuentra la puerta de entrada, es de fabricación posterior-, y el presbiterio, cerrado por ábside semicircular, con resaltes en las esquinas. También, la espadaña, de sillería de piedra de toba, con dos contrafuertes laterales. El ábside tiene una ventana saetera en el centro. Hay que diferenciar la cúpula central, de media naranja y sobre pechinas que en la actualidad cubre la zona del presbiterio, un elemento claramente posterior, fechable probablemente en la misma época en la que se realizó la segunda nave y la sobreelevación de la iglesia, de los elementos propios del ábside primitivo, aunque en la actualidad muy retocados, como son la falsa bóveda y, sobre todo, la ventana saetera, de sillería. También es característica una pequeña portada, actualmente cerrada, que daría acceso al antiguo cementerio. También se puede apreciar la posterior sobreelevación de la fábrica, que modifica las proporciones del templo.

Como en el resto de las iglesias de la zona, conserva todavía una hermosa pila bautismal, en forma de copa, sobre pedestal circular. Su decoración está realizada con punta de diamante y friso a modo de arquería formada por arcos rebajados, apoyados sobre columnas.

 

ZARZUELA

            También es del siglo XIII, pero está realizada en mampostería, aunque reforzada en las esquinas con mampostería. Tiene una sola nave, con presbiterio recto y ábside poligonal. De las dos portadas con las que cuenta la iglesia, hay que destacar la que se abre en el muro del hastial, a los pies del templo, ligeramente apuntada y  con arquivoltas adornadas pon puntas de diamante, donde arranca la espadaña -la otra es mucho más moderna-. En el ábside se abren dos ventadas abocinadas y adinteladas. También destaca de su fábrica original  un fragmento de la cornisa de piedra, con dos canecillos. Por lo que se refiere a la pila bautismal, labrada en piedra caliza, está decorada con arcos, que en este caso, y al contrario de lo que sucede en Villalba de la Sierra, no ocupan el friso superior, sino prácticamente todo el espacio. Por el contrario, la cenefa está ocupado con una decoración a base de ochos entrelazados.

 

RIBATAJADILLA

            Como el resto de las iglesias románicas conquenses, la fábrica primitiva data del siglo XIII, en mampostería, rematada en las esquinas con sillares, y como en el caso anterior, de una sola nave, presbiterio recto, y ábside semicircular, con una ventana saetera abierta en el centro del tambor. Es también interesante la espadaña, con doble hueco y frontón triangular. La portada es de doble arco apuntado, adovelado con jambas lisas. La pila bautismal, de piedra caliza, está formada por copa y pedestal, sin más decoración que una simple moldura que separa el borde superior del resto de la copa.

            Junto a la iglesia, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, también hay que destacar la ermita de San Pantaleón, construida sobre la iglesia de un antiguo con vento franciscano. De esta ermita hay que destacar su interior, con bóveda rebajada de cañón.

            Al igual que todas las demás, ha perdido buena parte de su fábrica original, fechada a lo largo del siglo XIII. Construida en mampostería, con remates de sillar en las esquinas, de una sola nave, con presbiterio recto y ábside semicircular. Está rematada, también, por una espadaña de doble hueco y frontón triangular, prácticamente el único elemento original de su fachada. También se puede destacar la portada, de doble arco apuntado, adovelado con jambas lisas, y dos ventanas saeteras abiertas en el muro. El ábside, muy sencillo también, tiene una ventana saetera abierta en el centro del tambor. La pila bautismal, de piedra caliza, está formada por copa y pedestal, sin más decoración que una pequeña moldura que, a modo de friso, separa el borde de la copa del cuerpo de la pila. 


 RIBATAJADA

            En su origen, se trata claramente de una de esas iglesias de repoblación, propias del románico conquense, aunque, como el resto, muy modificada en los siglos posteriores. De nave única y ábside semicircular. También está realizada en mampostería, con remates de sillería en las esquinas y en la zona de la portada. Tiene dos portadas, aunque una de ellas, con arco apuntado, está en la actualidad cegada. Es muy importante la portada principal, realizada con sillares de tonos rojizos, y arco adovelado, apoyado sobre jambas, con arquivoltas de recercado moldurado. Las arquivoltas se apoyan sobre una cornisa corrida y capiteles con decoración vegetal, que separan las arquivoltas de las seis columnas, tres a cada lado, que conforman el conjunto de la portada.  También es interesante la inscripción que aparece entre la puerta de entrada al templo y la primera columna interior, en el segundo sillar, que fecha la obra en el año 1263 de la era, es decir, el año 1225 del año actual.

            También es interesante el ábside, tanto en lo que respecta a su aspecto exterior como al interior. En el exterior, conserva su altura original, incluida, en el alero, la cornisa de piedra, con moldura cóncava, apoyada sobre canecillos decorados con rollos, y motivos vegetales. Por lo que respecta a su interior, es apreciable la separación en dos cuerpos, el bajo de piedra, adornado con nueve arcos de medio punto, a modo de pequeños altares, y el superior, actualmente enlucido, a modo de falsa cúpula. Ocupa el presbiterio, y se separa del resto de la nave por un arco triunfal. En el centro del tambor se abre una pequeña ventana, con arco de medio punto, recercado por sillares.

La cubierta es a dos aguas, y la cornisa original sólo se conserva en una parte del presbiterio, y en el propio ábside. La espadaña, realizada también son sillares, está estructurada en tres cuerpos, separados entre sí con una simple moldura. Tiene doble hueco para las campanas, y está rematada con una estructura triangular. Por lo que respecta a la pila bautismal original, actualmente sin uso, se encuentra a los pies de la puerta principal, a modo de simple jardinera. Realizada de forma muy tosca, sin decoración, se apoyaba sobre un pedestal troncocónico invertido que en la actualidad se conserva también separado de la copa.


PAJARES

            Como todas las demás iglesias de la zona, ha sufrido importantes modificaciones en su fábrica. De nave única rectangular, con presbiterio recto, ábside semicircular, está construida también con mampostería y sillares en las esquinas. En el exterior, prácticamente sólo se conserva de su etapa primitiva la portada, apuntada, con dovelas sin decoración, y el ábside semicircular, en este caso ciego, que concluye en dos roscas de teja vuelta. En el interior, es interesante el artesonado, de madera, con armadura a dos aguas, que presenta todavía el diseño original del siglo XIII. Y, sobre todo, la pila bautismal, de transición al gótico, que está situada a los pies de la iglesia, bajo el coro. Consta ésta de vaso y pie cilíndrico, de grandes dimensiones, tallada con en piedra caliza con una decoración en forma de arquería, con arcos ligeramente apuntados, apoyados sobre capiteles con decoración vegetal que se apoyan sobre columnas, y en el interior de los arcos, una decoración a base de tréboles góticos. Y en el borde superior de la pila, a modo de cenefa, se completa la decoración  con arcos de cuádruple cinta entrelazados.

 

PORTILLA

            Si el resto de las iglesias de la comarca han sido muy modificadas en su fábrica en los siglos siguientes, ésta lo es mucho más, pues a lo largo del siglo XX ha sufrido dos importantes incendios que han obligado a su renovación, lo que ha dejado que muy poco sea lo que persista aún de su etapa primitiva. La entrada, moderna, no es tal, sino que da a una especie de pasillo que comunicaba la iglesia con el cementerio. Tampoco pervive como tal la espadaña, pues en épocas posteriores se convirtió en campanario.

 

ARCOS DE LA SIERRA

            Construida originariamente en el siglo XIII, poco queda de la fábrica primitiva, pues fue muy retocada en el siglo XVIII, a instancias del marqués de Ariza, en estilo barroco. Es interesante la bóveda, de medio cañón. Está construida prácticamente toda de mampostería, hasta los contrafuertes. En el interior todavía pueden apreciarse algunos arcos fajones y formeros, apoyados sobre pilastras. La espadaña, al contrario que en otras iglesias, se encuentra en la cabecera, y no en los pies, en concreto, sobre la sacristía.  

Pila de la iglesia de Pajares


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