Datos personales

CURRICULUM LITERARIO E INVESTIGADOR



Julián Recuenco Pérez (Cuenca, 1964) es licenciado en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, con una tesis sobre "El tribunal de Curia Diocesana de Cuenca durante el reinado de Fernando VII (1808-1836)", publicado por la Universidad de Castilla-La Mancha.
Fruto del ciclo de conferencias que dirigió en la sede conquense de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo durante los años 2014 y 2015, sobre historia contemporánea de Cuenca, ha coordinado el libro colectivo titulado "Entre la guerra carlista y la Restauración. Cuenca en el último tercio del siglo XIX", publicado en el año 2016 por la Diputación Provincial de Cuenca. Su último libro publicado es "El león de Melilla. Federico Santa Coloma: un general a caballo entre el liberalismo y el africanismo", una biografía de este desconocido militar conquense que vivió a caballo entre la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de África, también por la Diputación Provincial. Su trabajo más reciente, en el que está sumido actualmente, forma parte del proyecto de la Biblioteca de Autores Cristianos "Historia de las diócesis españolas", para el que está realizando el capítulo correspondiente a la historia de la diócesis de Cuenca en el período contemporáneo; y en este mismo campo, ha participado también, en el proyecto titulado "Diccionario de los obispos españoles bajo el régimen del Real Patronato,", dirigido por Maximiliano Barrio Gozalo, y cuyo primer volumen ha sido publicado recientemente por la Biblioteca de Autores Cristianos. En este momento tiene en prensa el libro "Las élites militares conquenses en el reinado de Alfonso XIII (1886-1931)", escrito en colaboración con Pedro Luis Pérez Frías.

Ha realizado también diversos estudios sobre religiosidad popular y cofradías de Semana Santa, entre las que destaca el libro "Ilustración y Cofradías, la Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XVIII", que fue publicado por la Junta de Cofradías de la ciudad del Júcar en el año 2001, y "Cruz de guía", un acercamiento a la Semana Santa de Cuenca desde el punto de vista de la antropología y de las religiones comparadas. Así mismo, es autor de diversas monografías que tratan de la historia de algunas de las hermandades de la Semana Santa de Cuenca: Santa Cena, Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto (de San Antón), Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo, Nuestra Señora de la Soledad (del Puente), Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol y Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna.


En el campo de la creación literaria, ha ganado diversos premios de relatos, poesía y novela. Es autor de las novelas "El papiro de Efeso" (1998), "La mirada del cisne" (2007, Premio Ciudad de Valeria de novela histórica), "El rehén de Cartago" (2009), "Segunda oportunidad" (2011), y "El hombre que vino de Praga" (2016), de los poemarios "El hombre solo" (2007), Premio Villa de Arcas Eduardo de la Rica), "La ciudad vertical (2009), "El salón de baile" (2013, finalista del IV Certamen Poeta Juan Calderón Matador), y "Luna llena de Parasceve" (2013), publicado por la Junta de Cofradías dentro del programa oficial de Semana Santa), así como también de un libro de viajes "Crines de espuma" (2007) y de una colección de relatos, "Tratado de los espejos" (2008).


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sábado, 8 de mayo de 2021

Tercer despacho oficial del jefe de Estado Mayor

 

“Salamanca, 10 de noviembre de 1812

Como tuve el honor de advertir a Vuestra Excelencia, por mi carta día 3 anterior, el rey salió de Madrid el 4, con su guardia. Ese mismo día, Su Majestad estableció su cuartel general en Guadarrama; la caballería del ejército del sur ocupó San Antonio de las Navas y Villacastín; parte de la infantería llegó a Espinar y Venta de San Rafael; la otra parte permaneció en Guadarrama y Galapagar.

Durante la noche del 4 al 5, el duque de Dalmacia informó al rey que el general Hill continuaba su retirada, y que parecía dirigirse a Arévalo, donde se dijo que debía reunirse con Lord Wellington. El rey no tenía noticias seguras del ejército de Portugal; sin embargo, toda la información que habíamos podido obtener mostraba que este ejército había llegado a la margen derecha del Duero, que el enemigo había destruido todos los puentes, y que Lord Wellington anunció que tenía la intención de dejar una parte de su ejército para observar el de Portugal, y para reunirse con el resto del general Hill en Arévalo, para luchar contra el ejército del sur. Su Majestad juzgó que, para no comprometer nada, debía llamar al ejército del centro, que se había quedado en Madrid. En la mañana del día 5, por lo tanto, dirigió al conde de Erlon la orden de que abandonara de inmediato Madrid, y se trasladara lo antes posible a Villacastín, desde donde seguiría la dirección tomada por el ejército.

El día 5, el rey salió de su cuartel general en Villacastín; este mismo día, habiendo llegado nuestra caballería sobre la Boltaya, vio en la margen derecha de este río la caballería enemiga, que cubría la marcha de su infantería. El duque de Dalmacia apresuró la marcha de su infantería, y reunió algunas divisiones en Lahajas; los demás se dejaron en los alrededores de Villacastín. La caballería siguió los movimientos del enemigo, que tomó la dirección de Peñaranda y no la de Arévalo. Nuestra caballería ocupó los puestos en Villanueva de Gámez (de Ávila), Blascosancho y Sanchidrián.

El día 6, el rey trasladó su cuartel general a Arévalo, y todo el ejército tomó esta dirección.

El día 7, Su Majestad permaneció en Arévalo; se envió un reconocimiento, que se comunicó con el ejército de Portugal, que llegó a Medina del Campo. Las divisiones del ejército del sur, que aún estaban en la retaguardia, continuaron su marcha sobre Arévalo. El general conde Souham, comandante en jefe del ejército de Portugal, informó al rey que Lord Wellington se dirigía a Salamanca con cuatro divisiones de su ejército y el ejército español, comandado por Castaños.

El día 8, Su Majestad se hospedó en Arévalo; las tropas del ejército del sur, que aún estaban en la retaguardia, continuaron su marcha, y el ejército del centro llegó a Villacastín; ese mismo día, el duque de Dalmacia llevó su caballería a Peñaranda, y algunas divisiones de infantería llegaron a Flores de Ávila.

El día 9, el rey trasladó su cuartel general a Flores de Ávila, el ejército central avanzó hacia Fontíveros, el de Portugal avanzó hacia Villoria, Babilafuente y Huerta; la caballería del ejército del sur avanzó hacia Alba de Tormes, y la infantería llegó a Flores de Ávila y Peñaranda.

Hoy 10, el rey llegó a Peñaranda, donde Su Majestad estableció su cuartel general; el general conde de Erlon prosiguió su movimiento para venir a instalarse en Macotera y alrededores; el ejército de Portugal completa sus movimientos sobre Babilafuente. El duque de Dalmacia fue a Alba de Tormes con su caballería y parte de su infantería. Alba de Tormes parece estar ocupada. El duque de Dalmacia disparó 1.500 cañonazos contra este puesto, sin poder desalojar al enemigo. El general Conde Souham ha hecho constar que lord Wellington ocupa el puesto de San Cristóbal, frente a Salamanca.

Durante esta marcha, recogimos unos cientos de prisioneros y algunas equipajes.

Firmado: Jourdan.

Dimos a conocer en el “Moniteur” del 11 de diciembre la carta escrita al Ministro de Guerra por el Jefe de Estado Mayor, fechado en Salamanca; completa el relato de la marcha y los éxitos de los ejércitos franceses en España, unidos bajo las órdenes del rey, más allá de Tormes; y de la retirada del ejército inglés. bajo las órdenes del marqués de Wellington, hasta Portugal.”

            Como ya se ha venido diciendo,  y como hace constar también el propio periódico, en la observación a pie de página que también hemos traducido, este tercer despacho oficial del jefe del Estado Mayor de José I, el general Jean-Baptiste Jourdan, y junto con los otros dos despachos, transcritos en las dos entradas anteriores, se completa el relato de los movimientos realizados por los ejércitos imperiales en España, desde la salida de Valencia. Se trata, ya lo hemos dicho, de un movimiento de repliegue, que permitió a las tropas francesas la reconquista de la capital española, Madrid. Sin embargo, y quizá como medida de precaución, los invasores no quisieron detenerse en la ciudad del Manzanares, a pesar de que había sido tomada sin ningún tipo de oposición, y prefirieron perseguir hacia el norte a las tropas aliadas angloespañolas. Así, esa tercera carta, dirigida, como las otras dos, al ministro de la Guerra de Francia, relata los movimientos realizados por el ejército del monarca intruso, el hermano de Napoleón, entre los días 5 y 10 de noviembre de 1812, por las provincias de Ávila, Salamanca, y el sur de Valladolid.

            Como en los casos anteriores, quiero resaltar también a algunos de los protagonistas de estos hechos, especialmente, de aquellos que son citados por primera vez en este último despacho, Francisco Javier Castaños en el lado de los españoles, y Souham en el de los franceses. Poco es lo que podemos decir de Joseph Souham, uno de los generales de los ejércitos napoleónicos más veteranos, que había nacido en Lubersac, una localidad del centro de Francia, en la región de la Nueva Aquitania, en 1760. En 1793, durante la Campaña de Flandes, ya había ascendido a general de división, y al año siguiente, durante una baja por enfermedad de su superior, tuvo que hacerse cargo del Ejército del Norte, logrando vencer a las tropas combinadas de Gran Bretaña, Hannover y el imperio en la batalla de Tourcoing. En 1804 se le acusó de haber participado en el complot contrarrevolucionario que había dirigido Georges Cadoudal, aunque en 1807, y por falta de pruebas, fue restituido a su cargo. Al principio de la guerra en España se mantuvo en el frente catalán, destacando en la batalla de Vich, pero en 1812 sustituyó al mariscal Auguste Marmont al frente del ejército francés en el norte de España, cuando éste fue herido en la batalla de Salamanca. En 1813 recibió instrucciones para abandonar la península y regresar a Francia, haciéndose cargo de la primera división del tercer cuerpo del ejército.

            Respecto al general Francisco Javier Castaños, como es sabido, se trata de uno de los generales más valiosos del ejército español. Nacido en Madrid en 1758, ingresó en el ejército a una edad muy temprana, obteniendo incluso el grado de capitán cuando sólo tenía diez años, en atención a los méritos contraídos por su padre, lo que le permitió estudiar en el Seminario de Nobles, como militar de corta edad. Ascendido a coronel graduado cuando tenía poco más de treinta años, participó en la Guerra de la Convención, logrando el ascenso a brigadier en 1794. En 1808, al comenzar la Guerra de la Independencia, obtuvo de la Junta Suprema de Sevilla el encargo de organizar el ejército de Andalucía. Su victoria, al frente de dicho ejército, en la batalla de Bailén, catapultó su fama entre las tropas aliadas, a pesar de algunas importantes derrotas sufridas en los meses sucesivos. En 1810 fue presidente del nuevo Consejo de Regencia de España e Indias, y en 1812, el mismo año en el que se escribieron los tres despachos transcritos, mandaba el sexto ejército español, que estaba encuadrado en el ejército de Wellington y tenía su cuartel general en Quintanilla Vivar, en la provincia de Burgos. Después de la guerra, fil a la política conservadora realizada por Fernando VII durante esta etapa, fue nombrado Capitán General de Cataluña, iniciando la invasión del Rosellón en agosto de 1815, durante la Séptima Coalición de las potencias aliadas contra Napoleón.

            Finalmente, no quiero terminar esta entrada sin hacer una pequeña referencia a Wellington, que es citado en algún ocasión, en este tercer despacho, como marqués, y no el título nobiliario con el que fue más conocido este brillante militar británico, de origen irlandés; tanto, que muy pocas veces es llamado con su nombre de pila: Arthur Wellesley. Fue el rey Jorge III de Inglaterra quien le otorgó sucesivamente los títulos de barón de Duero, en 1809, marqués y conde de Wellington, entre 1812 y 1814, y marqués de Duero, en 1814, títulos que se vinieron a añadir a los que ya disfrutaba en las Islas Británicas: vizconde de Wellesley, y barón y conde de Mornington. Por lo tanto, es muy propio que en el documento se le cite de esta forma, como marqués, y no como conde, que no obtendría hasta dos años más tarde.



José Bonaparte como José I, rey de España
François Gerard, cerca de 1808
Óleo sobre lienzo. Museo de Fontainebleau


domingo, 2 de mayo de 2021

Segundo despacho oficial del jefe de Estado Mayor, las tropas francesas reconquistan Madrid

 

            Tal y como afirmábamos la semana pasada, en este nueva entrada vamos a transcribir el segundo de los tres despachos oficiales que el jefe del Estado Mayor del ejército de José I, Jean-Baptieste Jourdan, remitió al finalizar el año 1812 al ministro de la Guerra francés, el conde de Feltre, y que fueron publicados en el periódico francés “Le Moniteur Universel”. A lo largo de estos tres documentos se describe la situación de las tropas francesas en la provincia de Cuenca, en el contexto del contraataque que el gobierno afrancesado de José I realizó desde Valencia, con el fin de recuperar el control de la villa y corte madrileña. Este segundo documento cuenta, por otra parte, con un error tipográfico de bulto en lo que se refiere a la datación, el 3 de noviembre de 1811, cuando no cabe duda de que se trata de una continuación del escrito anterior, con el mismo autor y destinatario, y que estaba fechado el 25 de octubre del año siguiente. Por lo tanto, está claro que se trata, en realidad, del año 1812.

En efecto, si en el escrito anterior, que estaba fechado en Cuenca, se relataban los movimientos de las tropas entre el 20 y el 24 de ese mes, en este segundo, fechado ya en la capital madrileña, una vez que ésta había sido ya reconquistada por las tropas francesas, sin ningún tipo de oposición por parte de los aliados anglo-españoles, se relacionan los movimientos producidos entre el 27 de octubre y el 3 de noviembre de ese año. En esta ocasión, los movimientos se producen ya entre las provincias de Toledo y de Madrid, pero sin solución de continuidad con las que se habían llevado a cabo en los días anteriores en el escenario de guerra conquense, por lo que sigue estando, como puede verse, íntimamente relacionados con ellos.

“Madrid, 3 de noviembre de 1811 [sic]

El día 27 llegó Su Majestad a Tarancón; hicimos un reconocimiento sobre Fuentidueña [de Tajo], que aún estaba ocupada por las tropas inglesas; el puente de barcas se había retirado a la orilla derecha del Tajo.

El duque de Dalmacia había llegado el día 25 a Santa Cruz de la Zarza; este mismo día, la reserva de caballería del ejército del sur, comandada por el general Tilly, estaba en Villatobas. El duque de Dalmacia ordenó un reconocimiento muy fuerte sobre Ocaña, al mando del general Bonnemain. Encontró en Ocaña dieciseiete escuadrones ingleses y portugueses, comandados por el general Long, que se negaron a aceptar la lucha, y que se replegaron sobre Aranjuez. El general Bonnemain los persiguió hasta una legua más allá de Ocaña; se adelantó a su retaguardia, matando a una treintena de hombres y haciéndoles veinte prisioneros; también capturó treinta caballos. El duque de Dalmacia llevó su cuartel general el día 26 a Ocaña, desde donde envió un reconocimiento sobre Aranjuez. El enemigo había evacuado esta ciudad, limpiado el puente de la Reina y quemado el que está cerca del palacio: se veía en la plaza, en la margen derecha, cuerpos de caballería e infantería. El duque de Dalmacia comenzó de inmediato los preparativos para la reinstalación de los puentes. Las aguas del Tajo eran muy altas, los vados no eran practicables.

El 28, Su majestad se fue, con su reserva, a Santa Cruz de la Zarza. Ese mismo día, las tropas del ejército del centro, que marchaban sobre el Tajo para reconocer la fuerza y ​​posición del enemigo, encontraron que éste había evacuado Fuentidueña. Las barcas del puente estaban en la margen derecha, sin embargo, sin sufrir daños; se habían cortado las vigas y los cables y se habían quitado las tablas. Un oficial de zapadores nadó a través del río; algunos soldados siguieron su ejemplo; las barcas fueron reemplazadas, e inmediatamente nos ocupamos de la restauración del puente.

El día 29, el rey trasladó su cuartel general a Ocaña. Ese mismo día, las tropas enemigas, que se habían quedado en la plaza de Aranjuez, en la margen derecha del Tajo, se retiraron por detrás del Jarama; el señor duque de Dalmacia se dirigió a Aranjuez.

El día 30 se restauraron los puentes de Aranjuez y Fuentidueña. Los informes anunciaron que el enemigo estaba concentrando sus fuerzas en la margen derecha del Jarama, y ​​que parecía querer defender esta posición, que es extremadamente fuerte. El mariscal duque de Dalmacia hizo un reconocimiento ese día; encontró al enemigo atrincherado en el puente del Jarama, llamado Puente Largo; después de algunas descargas de cañones, el enemigo retiró su artillería y disparó contra dos minas que volaron un arco del puente. El duque de Dalmacia puso fin al tiroteo, que no provocó ningún daño. Nuestra pérdida fue, en este combate, de aproximadamente veinticinco heridos, entre los que se encontrabaun oficial de voltigeurs[1]; la del enemigo fue mucho más considerable, falleciendo varios hombres en el puente.

El duque de Dalmacia siempre pensó que el enemigo tenía el proyecto de presentar la batalla en la posición que dominaba el Jarama y, como esta posición era verdaderamente inalcanzable desde el frente, fue necesario maniobrar para obligar al enemigo a abandonarla.

El día 31, el duque de Dalmacia se enteró, y anunció a Su Majestad, que el enemigo había abandonado el Puente Largo. Este puente se debilitó, y el mismo día la vanguardia del ejército del sur avanzó hasta Valdemoro, y capturó unos trescientos prisioneros. Las divisiones de este ejército marcharon la noche del 31 desde los distintos puntos que ocupaban, y llegaron a cruzar el Tajo por Aranjuez; desfilaron durante todo el día 1 de noviembre y durante la noche; el ejército no había pasado por completo el Tajo hasta el 2 de noviembre, a las seis de la mañana.

El rey se dirigió el día 31 a Aranjuez y ordenó al señor conde de Erlon que marchara sobre este punto, para seguir el movimiento del ejército del sur.

El 1 de noviembre, las avanzadas del ejército del sur llegaron cerca de Madrid; esta ciudad fue evacuada, y el enemigo se había retirado por el puerto de Guadarrama.

 

El día 2, el ejército del sur se reunió en las cercanías de Madrid; la vanguardia se trasladó al Escorial y siguió recogiendo prisioneros. Ese mismo día entró en Madrid la división del general Villatte, y llegó Su Majestad con su guardia; el ejército del centro marchó por el puente de Aranjuez.

 Hoy, día 3, las tropas del ejército del sur marchan en dirección al Escorial y Guadarrama; la vanguardia debe haberse movido más allá de las montañas. El ejército del centro ha llegado a las afueras de Madrid. La división del general Darmagnac sustituyó, en Madrid, a la del general Villatte, que siguió el movimiento del ejército del sur. La infantería de la guardia real acaba de irse hacia Las Rozas; llegará mañana a Guadarrama; y el rey se unirá a ella con la caballería. La intención de Su Majestad es seguir al enemigo con el ejército del sur, y ponerse en comunicación con el ejército de Portugal. El ejército del centro se mantendrá unido en Madrid y sus alrededores, y estará listo para venir a unirse al rey, si lord Wellington concentra todas las fuerzas para presentar batalla.

Firmado, Jourdan”

La situación general de la guerra en este momento es bastante conocida, y en parte fue descrita ya en la entrada anterior. El empuje del ejército anglo-español sobre los franceses, había llevado al rey José I en los meses anteriores a abandonar Madrid y dirigirse hacia Valencia. Sin embargo, los franceses habían intentado en otoño de ese año un contra-ataque que, desde tierras levantinas, y atravesando las provincias de Cuenca y de Toledo, permitiera la recuperación de la capital madrileña. El objetivo se logró sin demasiado esfuerzo, pues los aliados habían abandonado la ciudad al conocer que el enemigo se acercaba por la línea del Tajo. En efecto, el 2 de noviembre, el rey intruso hacía por segunda vez su entrada en Madrid. Sin embargo, de poco le serviría al hermano de Napoleón está fácil victoria: más allá de los hechos narrados en el escrito oficial de Jourdan, las derrotas que el ejército de Napoleón estaban sufriendo también en otros lugares de Europa habían ayudado a mermar la moral de las tropas francesas. De esta forma lo describe Rafael Abella en su biografía sobre José I:

“No hubo ni arco de triunfo ni guirnaldas ni gallardetes. El tacto del alcalde Sainz de Baranda evitó situaciones propicias a venganzas y a represalias. Esta vez la llegada del rey no acarreó ni corte ni aparato estatal, situados en Valencia al margen del rigodón bélico. Las operaciones militares primaban y la ciudad sólo era un lugar de tránsito en el que José I permaneció dos días, para seguir después la marcha de sus tropas hacia la sierra madrileña, y llegar a tierras salmantinas por Peñaranda de Bracamonte. El 10 de noviembre prodújose en el pueblo citado las confluencia de los tres ejércitos: el del Mediodía [del sur], el del Centro y los restos del de Portugal. Estas importantes fuerzas reunidas presionaron a Welington y le obligaron a trasponer la raya de Portugal, alejado el peligro, hizo José I su retorno a la que era precaria capital de su deteriorado reino. Para entonces habían llegado las primeras noticias del desastre napoleónico en el Beresina. Su efecto fue devastador. La moral de los franceses y de sus tropas cayó en picado.

El esfuerzo que realiza José I por resucitar las apariencias estatales es patético. Nadie confía en el restablecimiento del Estado josefino. El confidente y superintendente del rey intruso, Miot de Mélito, describe un Madrid triste, un Palacio Real casi desierto, un monarca sombrío y decepcionado que, en su apatía, se niega a tomar represalias contra los nobles y los funcionarios que, después de haberle jurado lealtad, ocuparon cargos durante el intermedio wellingtoniano. La única satisfacción que pudo gozar José I fue la de verse libre, al fin, del mariscal Soult. El duque de Dalmacia fue reclamado por Napoleón, viendo así el Bonaparte español alejarse la pesadilla del incómodo mariscal que tanto había amargado su existencia. El fracaso de la guerra contra el zar de Rusia presagiaba un levantamiento de las naciones europeas vejadas -Austria y Prusia- por Napoleón, y el emperador precisaba de altos mandos y de tropas para cubrir una problemática retirada.

El desastre en tierras rusas obligó a replantear la estrategia francesa en España. La prudencia impuesta por la merma de efectivos forzó a un repliegue sobre la línea del Duero. Napoleón mismo, entre los ingentes problemas que en aquel momento le asediaban, tuvo tiempo de aconsejar a su hermano que situara su cuartel general en Valladolid. De toda la aventura militar, del ambicioso proyecto de someter a España a los dictados de una dinastía extraña, restaba solamente el empeño en mantener la posesión del norte de la península, fronterizo con Francia, como un contrafuerte para la defensa del suelo francés.”

A partir de 1813, la guerra entra ya en su fase definitiva, y las derrotas francesas se suceden, obligando a José I a marchar en dirección a la frontera francesa. Allí les van a seguir incluso los ejércitos españoles, logrando algunas victorias, llegando incluso hasta Burdeos, lo que provocará que la frontera entre ambos países se extendiera temporalmente un poco hacia el norte. Mientras tanto, las fuerzas combinadas de austriacos, prusianos y rusos estaban ya haciendo lo propio también por el norte, avanzando hacia París. Era el final del imperio napoleónico.

Para terminar, quisiera hacer referencia brevemente a algunos de los generales que son nombrados en este segundo despacho, y que no lo habían sido en el primero. Alexandre François Auguste, conde de Grasse y marqués de Tilly, ocupó diferentes cargos en la administración y el ejército bonapartista, en Europa y también en la región de las Antillas francesas, lo que le permitió extender los diferentes ritos masónicos por aquellos territorios en los que estuvo, incluida España durante la Guerra de la Independencia. Hecho prisionero por los ingleses en 1812, poco tiempo después de los hechos narrados en el documento, permaneció en las islas hasta la caída de Napoleón, en 1814. Por su parte, Eugene-Casimir Villatte fue un militar que ascendió sucesivamente, desde los años de la Revolución Francesa, cuando aún era subteniente, hasta alcanzar en el año 1803 el empleo de general de brigada. Al principio de la Guerra de la Independencia mandaba la tercera división del cuarto cuerpo de ejército, y después de participar en las batallas de Uclés y Talavera, entre otras, en 1809 empezó a mandar una división del ejército del sur, a cuyo mando sufrió también las sucesivas derrotas que pondrían fin, a lo largo de 1813, a la presencia de las tropas francesas en España.

Tampoco he podido encontrar nada respecto a un general apellidado Bonnemain en el ejército francés. Y entre las tropas inglesas, Robert Long había sido uno de los destacados oficiales que, a las órdenes de su compatriota, William Beresford, había participado en la batalla de La Albuera, colaborando activamente en la importancia victoria obtenida por las tropas españolas en tierras extremeñas. Fue a él a quien se le encomendó la persecución de los franceses que habían podido huir, al mando de mil quinientos soldados de caballería. Sin embargo, el fracaso de la persecución, que permitió a los huidos llegar hasta Badajoz, enfrentó a los dos generales ingleses.



[1] Los vortigeurs, cuya traducción al castellano podría ser “saltadores”, era una unidad del ejército francés, de infantería ligera, que había sido creada por Napoleón en 1804. Con origen en los antiguos cuerpos de cazadores y de exploradores, iniciaban el combate a lomos de los caballos, sentados detrás del jinete, para después, una vez tomado contacto con el enemigo, saltar rápidamente a tierra, y abrir fuego con sus mosquetes y rifles.


Imagen del general Jean-Baptiste Hordan. cuadro pintado por Jean-Baptiste Mauzaisse

domingo, 25 de abril de 2021

La Guerra de la Independencia en Cuenca, vista desde el lado de la prensa francesa

 

            En diferentes ocasiones, antes yo he escrito sobre distintos aspectos relacionados con la Guerra de la Independencia en estas tierras de la provincia de Cuenca, pero siempre le había hecho desde el punto de vista de los patriotas españoles. En esta ocasión, voy a hacerlo desde el punto de vista de la prensa francesa, y sobre todo, desde el propio Estado Mayor del ejército napoleónico, gracias a un ejemplar de uno de los periódicos de ese país vecino, “Le Moniteur Universel”, que he podido encontrar recientemente. Se trata del número 348 de dicha publicación, correspondiente al domingo, 3 de diciembre de 1812. Publicado en París, e impreso, tal como aparece al pie de su última página, en la imprenta de H. Agasse, que estaba situada situada en el número 2 de la calle Poitevisn de la capital francesa, el ejemplar consta un total de cuatro páginas del tamaño que ha venido a llamarse tabloide, aunque un poco más extenso en su longitud (28 x 46 cm.), formada cada una de ellas por un total de tres columnas, y es en la tercera columna de su primera página, después de una serie de informaciones que nos llevan a diversas ciudades europeas (Constantinopla, Bucarest, Viena, Berlín, Cassel), donde aparece la referencia a la situación en la que en ese momento se encontraban las tropas francesas que, con el propio rey José I a la cabeza, se encontraban en ese momento atravesando, desde tierras valencianas, la provincia de Cuenca, en dirección a la ciudad de Madrid.

            En realidad, se trata de tres documentos oficiales, tres despachos remitidos por el jefe del Estado Mayor del ejército de José I, el general Jeán-Baptieste Jourdan, al ministro de la Guerra de Francia, Henri Clarke, duque de Feltre, informándole de los movimientos quehabía dado el ejército francés en los días anteriores, entre el 20 de octubre y el 9 de noviembre de ese año: Los tres documentos están fechados respectivamente en Cuenca, Madrid y Salamanca, y a ellos nos vamos a referir en tres entradas sucesivas de este blog. Y sin más preámbulos, nos vamos a ocupar ya del primero, que está fechado en Cuenca el 25 de octubre. Dice lo siguiente el documento en cuestión:

“París, 12 de diciembre

Ministerio de Guerra

Ejércitos de España

Extracto de los despachos dirigidos a Su Excelencia. Señor duque de Feltre, Ministro de Guerra, por el Señor Mariscal Jourdan, Jefe del Estado Mayor de Su Majestad Católica.

Cuenca, 25 de octubre de 1812

Como tengo el honor de anunciarlo a Vuestra Excelencia según mi carta del 18, el rey salió de Requena el 19 para ir a Villalgordo.

El día 20, Su Majestad instaló su cuartel general en La Pesquera. El paso del Cabriel es tan difícil que la noche del día 21 no se reunieron todas las tropas en La Pesquera. El día en que el rey llegó a La Pesquera con su guardia, la división del general Treillard se reunió con la del general Darmagnac en Campillo de Altobuey; la división del general Palombini se había quedado en el Cabriel, para proteger el paso de las tropas.

El día 21, el rey se dirigió con su reserva a Campillo de Altobuey; las divisiones Treillard y Darmagnac fueron a Almodóvar del Pinar; la división Palombini permaneció en La Pesquera para reunir a todas las tropas. El día 22, el rey instaló su cuartel general en Solera (de Gabaldón), las divisiones Treillard y Darmagnac se trasladaron hacia Olmeda de las Valeras; la división Palombini llegó a Almodóvar del Pinar.

El día 23, la división de Treillard avanzó sobre Villar de Olalla, la reserva se dirigió a Valera de Arriba; la división de Palombini fue a establecerse en Valera de Abajo, y el rey llegó a Cuenca, con los caballos ligeros de la guardia y la división Darmagnac.

Su Majestad encontró aquí al conde de Erlon, que había llegado allí el día 20 con la división del general Barrois, una batería de cuatro piezas y la 27ª de cazadores a caballo y 7ª de caballería ligera. El conde Erlon, en su marcha, se encontró ante él con las tropas de Bassecourt, capturando a veintidós jinetes en el combate que su caballería mantuvo con él en Valverde (de Júcar); al llegar a Cuenca, el conde de Erlon encontró allí al Empecinado, que parecía querer defender la ciudad, pero el enemigo fue rápidamente expulsado.

El día 24 llegó a Cuenca la reserva y la división del general Palombini; ese mismo día el rey encomendó el mando principal del ejército del centro al general Erlon.

El conde de Erlon comenzó, desde ayer, a poner en movimiento a las tropas del ejército del centro. Mañana, la división Darmegnac estará en Huete, la del general Barrois estará en Carrascosa (del Campo), con la brigada de caballería ligera; la división de dragones, comandada por el general Treilard, también estará en las cercanías de Carrascosa. La división Palombini partirá mañana por la mañana de aquí, para regresar a Horcajada (de la Torre), donde Su Majestad se propone pasar la noche; y la reserva no podrá salir hasta mañana por la noche desde Cuenca, donde está muy ocupada recolectando alimentos, pero llegará pasado mañana a Carrascosa, donde Su Majestad se propone establecer su cuartel general.

El rey ha recibido noticias del duque de Dalmacia; fue el día 20 en Belmonte, pero la retaguardia de su ejército aún no había pasado La Roda. El duque de Dalmacia anunció que el general Hill iba hacia Aranjuez. En el lado de Tarancón hay un cuerpo de tropas españolas a las órdenes del general Elliot. Aún no sabemos dónde está Ballesteros, y no tenemos noticias del ejército de Lord Wellington, por lo que aún no es posible predecir si el enemigo defenderá la línea del Tajo.

El Empecinado se ha retirado a Priego.

Firmado, Jourdan”.

            Para comprender mejor la letra del documento, inédito hasta la fecha, conviene hacer una pequeña referencia histórica a todos los personajes que son mencionados en el escrito, así como a la situación real en la que en ese momento se encontraba la guerra entre franceses y españoles. Así, nos encontramos ya en el último trimestre de 1812, en el mes de octubre de ese año (aunque el periódico está fechado a mediados de diciembre, como vemos, el escrito lleva fecha de 25 de octubre, y hace referencia a los sucesos acaecidos durante las cinco jornadas anteriores),  cuando la situación ya había dado un cierto giro en favor de las tropas españolas. En el verano de ese año, después de la victoria de los aliados en la batalla de Arapiles, el propio rey José I se había visto obligado a abandonar Madrid al frente de sus ejércitos, y dirigirse en dirección a Valencia, dejando la capital abandonada, en manos de los ingleses y de los patriotas españoles. Sin embargo, el 3 de octubre se había dispuesto ya la contraofensiva francesa, después de una reunión que el rey intruso mantuvo en Fuente la Higuera con los mariscales Soult, Suchet y Jourdan, éste último jefe del Estado Mayor, y, como tal, autor del despacho. Y ya en los días siguientes, el enorme ejército francés del centro abandonaba definitivamente las tierras levantinas para, a través de la provincia de Cuenca, intentar ocupar de nuevo la capital madrileña.

            Y respecto de los personajes citados en este texto, conviene destacar, sobre todos los demás, las figuras del autor del escrito, el ya citado Jourdan, y del destinatario de aquella misiva oficial, el ministro de la Guerra francés. Jean-Baptiste Jourdan había nacido en Limoges, en el centro de Francia, en la histórica región de Limosin (Nueva Aquitania), en abril de 1762, y se había alistado en el ejército muy pronto, como era normal en aquella época, cuando acababa de cumplir los catorce años, con el fin de servir en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos. Participó después en las primeras campañas antimonárquicas, durante la Revolución Francesa. En 1793, cuando apenas había cumplido los treinta años de edad, ya era general de división, y en 1794 participó en la batalla de Fleurus contra las tropas austro-holandesas, que supuso la ocupación por parte de Francia de los Países Bajos Austriacos y la retirada de las tropas aliadas hasta el otro lado del Rin. En los años siguientes participó también en las campañas centroeuropeas, en Italia y en Estiria. Durante la Guerra de la Independencia española fue la mano derecha del rey José I, lo que le indispuso con el resto de los generales principales, más devotos de Napoleón que de su hermano, el nuevo rey de España.

            Por su parte, el receptor del despacho de Jourdan era el propio ministro de la Guerra, Henri Jacques Guillaume Clarke, primer duque de Feltre y primer conde de Hunebourg. De padre irlandés, era de la misma generación que Jourdan, pues había nacido en Landecries, cerca de la frontera con Bélgica, en 1765. Alumno de la Escuela Militar de París, en 1782 era subteniente del regimiento de Berwick, y diez años más tarde mandaba ya un escuadrón de caballería, siendo ascendidos al año siguiente a brigadier, y ya en 1795, a jefe del Estado Mayor del Ejército del Rin. Como Jourdan, también sirvió al emperador en la campaña italiana, y más tarde en la Europa central, enlazando entre 1805 y 1806 los cargos de gobernador en las importantes ciudades de Viena, Erfurt y Berlín. En 1807 fue nombrado por Napoleón ministro de Guerra, en sustitución de Louis-Alesandre Berthier, haciéndose también con el control del ministerio de Administración de Guerra, que durante la etapa de su antecesor había sido independiente. Durante el periodo que se mantuvo al frente del ministerio logró hacer fracasar la Expedición Walcheren, que en 1809 se había pretendido dirigir desde Reino Unido contra la base naval que los franceses tenían en Amberes, y por ello fue premiado por el propio Napoleón con el título de duque de Feltre. Pero será a partir de 1813 cuando Clarke empezaría a ver debilitado su poder, primero con el nombramiento de Pierre Antoine Nöel Bruno como ministro de Administración de Guerra, volviendo así a separarse ambas carteras, y más tarde, ya en 1814, ya durante el reinado de Luis XVIII, con su sustitución al frente del ministerio de Guerra por Pierre-Antoine Dupont de l’Étang.

            Y respecto al resto de los militares nombrados en el documento, vamos a analizar en primer lugar los generales franceses: Anne-François-Charles Treilliard, quien había invadido Portugal en 1810, al frente de una división de dragones, a cuyo frente participó después en las batallas de Majadahonda y Vitoria, antes y después de los hechos narrados en este documento; León Claude Toussoint Barthelemy, barón d’Armagnac, antiguo veterano también de las campañas contra los rusos y los prusianos, distinguido al principio de la guerra en la acción de Medina de Rioseco; Guiseppe Federico Palombini, de origen italiano, veterano de la vieja República Cispadane, y después, de la República Cisalpina, antecedentes directos de lo que más tarde sería el reino unido de Italia, comandante de dragones en el ejército de Napoleón en las batallas de Kolberg y Stralsund, y que terminaría combatiendo, después de 1814, junto a las tropas austriacas; Jean-Baptiste Drouet, conde de Erlon, jefe del noveno cuerpo del ejército de España y. más tarde, a partir de 1811, del quinto cuerpo del ejército de Andalucía, y que mucho tiempo después, entre 1834 y 1835, sería nombrado gobernador general de Argelia;  Pierre Barrois, quien también había participado en la batalla de Friedland al frente de una brigada de infantería de línea; y Jean-de-Dieu Soult, duque de Dalmacia, uno de los más brillantes generales de las tropas napoleónicas, antiguo general en jefe de las campañas italianas del Piamonte, y jefe de la guardia personal del emperador.

            Es precisamente éste último, Soult, duque de Dalmacia, el más importante de todos los generales citados, y el que más veces se repite en el conjunto de los tres escritos. En 1805 había contribuido decisivamente para obtener la victoria en la batalla de Austerlitz, y después de participar activamente en las campañas de Rusia y de Prusiafue nombrado general en jefe de las tropas francesas en España, periodo en el que cometería numerosos actos vandálicos, y entre ellos, el robo de importantes obras de arte e, incluso, el asesinato del obispo de Coria, Juan Álvarez de Castro. Su enfrentamiento con el rey José I le alejó temporalmente de España, participando en ese momento en la campaña del Rin, aunque a partir de 1813, cuando la derrota francesa era ya un hecho, fue puesto de nuevo al frente de las tropas invasoras. Derrotado en Pamplona y en San Sebastián, y más tarde, también, en Orthez, al otro lado de los Pirineos, pudo mantener, sin embargo, la ciudad de Toulouse, deteniendo así el avance de las tropas españolas en el país vecino. Más tarde acompañaría a Napoleón, al frente de su Estado Mayor, en su huida a la isla de Elba, hasta su derrota definitiva en tierras belgas, en la batalla de Waterloo.

Respecto de los aliados, en el documento se menciona varios jefes españoles e ingleses. Respecto a los españoles, la figura de Juan Martín Díez, el Empecinado, quien, como hemos visto, se encontraba en octubre en las cercanías de Cuenca, es suficientemente conocida como para intentar hacer aquí una breve reseña de su figura. Por su parte, al llegar el año 1812, Ballesteros, por su parte, era ya un líder veterano en diferentes campañas por Castilla y Andalucía. Jefe del cuarto ejército, se había opuesto firmemente al nombramiento de Wellington como general en jefe de todos los ejércitos aliados.  Finalmente, Luis Alejandro de Bassecourt, a pesar de su nombre y apellido, y de su origen francés, ya era al inicio de la guerra un veterano del ejército español, a cuyo país venía sirviendo ya desde 1783, cuando se había incorporado a la guardia valona, luchando primero en la Guerra Grande del Rosellón, t más tarde, entre 1796 y 1799, en la Capitanía General de Cuba, que en ese momento estaba regentado por su tío Juan Procopio Bassecourt. Entre 1810 y 1811 había sido, además, capitán general de Valencia, siendo obligado a abandonar la ciudad del Turia por el empuje de las tropas francesas.

Y entre los ingleses, tampoco hace falta presentar a Arthur Wellensley, duque de Wellington, general en jefe de todo el ejército aliado durante los últimos años de la guerra. Además de éste, el documento menciona a Elliot, menos conocido que los otros, y Rowland Hill. Éste último había quedado al mando de la guarnición aliada en Madrid una vez que la capital había sido abandonada por el rey intruso, aunque muy pronto, como se verá en el segundo documento, se vería obligada a evacuarla, durante la contraofensiva francesa, siendo obligado por los enemigos a reunirse con las tropas de Wellington al otro lado del Guadarrama. Por su parte, y respecto al otro general inglés citado, no hemos conseguido encontrar referencia de ningún Elliot con este empleo en el ejército aliado, más allá de un comodoro[1] de la Royal Navy, presente en la península entre 1808 y 1813. También podría tratarse de un error tipográfico o de identificación, cometido bien por el propio Jourdan o, más posiblemente, por el impresor que hubiera copiado el despacho. En ese caso, el documento podría referirse a un brigadier de apellido Ellis, del que sabemos que formaba parte del ejército de Wellington, o, en todo caso, el general español Francisco Javier de Elio, antiguo virrey de Río de la Plata entre 1810 y 1812, que a partir de 1814 se haría famoso por su colaboración en la persecución de los liberales. Durante la última etapa de la Guerra de la Independencia, Elio fue general en jefe del segundo ejército, operando en las provincias de Valencia, Murcia y Castilla la Nueva, y a partir de enero de 1813, capitán general de los reinos de Valencia y Murcia.



[1] Rango de la Armada británica, inexistente en la Marina española, que sería el equivalente en ella al contraalmirante.


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