Ana Esmeralda P. Recuenco es una joven poetisa de Elche que tiene raíces familiares en Cuenca y en Albacete. Y es que aunque Ana Esmeralda nació en las tierras alicantinas de Elche, junto al palmeral y el Huerto del Cura, por sus venas corre sangre conquense, la que heredó de sus bisabuelos maternos (su abuelo Camilo tuvo que cambiar los aires secos de Tarazona de la Mancha, en los límites entre las dos provincias manchegas y buscar el paisaje levantino). Pero además es, como dice José Sepulcre Gilabert, "uno de los nuevos talentos de la lírica actual como, a pesar de su juventud, sus numerosos galardones lo acreditan." Entre esos premios destacan el San Vicente Ferrer, en dos años consecutivos, 2009 y 2010, y el primer premio de poesía del Instituto Valenciano de la Juventud en 2011, en su modalidad de poesía senior en castellano. Un brillante currículum para una escritora que con sólo dos libros en su haber, ya se ha destacado entre los poetas de su generación.
Su primer libro, Recuérdame mañana, publicado en 2010, con dos ediciones agotadas, es una especie de retablo en el que la autora retrataba toda una historia de amor, y lo hacía en cada una de sus fases. Y en 2012 publicó su segundo libro, En la infinitud de mis pasos. Recogiendo de nuevo las palabras de José Sepulcre, autor del prólogo, se trata de "un libro con una poesía más madura e íntima que la anterior, e incluso con más intensidad y fuerza, si cabe."
Y es que se trata de una poesía comprometida con la sociedad y también con el amor, tal y como se puede apreciar en su poema Niño de la guerra: "Ígneas lágrimas de ausencia / surcan de nuevo tus mejillas, / arropado por un negro cielo / que sólo hiela, no cobija... // Tu infancia es tan sólo una herida / que entumece un alma que ya puedes ver, / pétalos escarlata sobre la arena rendida, / un último réquiem por quien no pudo crecer."
Y es sobre todo, un canto a su doble condición de mujer y de poetisa. El último poema de la colección, Soy mujer, es un claro grito en este mismo sentido:
"Soy el pan de cada día
que se desmigaja entre tus manos,
soy palabra hecha caricia
que enmascara cada quebranto.
Y en la luz que despunta al alba
resurjo de mis propias cenizas;
soy un paso sobre la arena
que la brisa jamás difumina.
Ya aprendí que en esta vida
la debilidad es solo un lujo,
por eso camino de frente,
desnuda y sin tapujos.
Soy la vida que se escapa
tras la mirada del ayer,
soy lluvia en la montaña
que cae sin nada que temer.
Y entre sueños rotos renazco
como el sol al llegar el amanecer,
soy una flor sobre el asfalto,
en una palabra:
¡mujer!"